Otro beso más, que llevo tiempo con él en mente.
Titulo: Del hombre del saco al final del camino (y de gente que no huye)
Fandom: Supernatural
Pairing: Dean/Ruby
Summary: Hay veces en que no ves venir el peligro hasta que éste te agarra por las pelotas. Pero otras ocasiones lo intuyes desde que das el primer paso en un camino equivocado. Dean sabe que entrar en la habitación de Ruby es ese primer paso, pero nunca ha sido de los que huyen.
Nota: regalo para
mileya y
angellemcdowell Del hombre del saco al final del camino
(Y de gente que no huye)
Hay veces en las que no ves venir el peligro hasta que éste te agarra por las pelotas. Pero en otras ocasiones lo intuyes desde que das el primer paso en un camino equivocado. Lo sabes, ya antes de mover el pie, de sentir un escalofrío y de ver al hombre del saco al final. Lo sabes, como también sabes que lo más sensato sería dar media vuelta, alejarte y olvidar el asunto, pero que no lo vas a hacer. Que vas a seguir, sin detenerte, directo hacia a la boca del lobo, y que seguro -tan seguro como el sol sale por el este y que un Impala del 67 nunca te dejará tirado -que acabarás arrepintiéndote.
Pero de alguna manera a Dean Winchester le da igual porque bueno, no cree que a nadie le sorprenda que un tío que vendió su alma para ir al infierno sea un tanto temerario.
Por eso está ahí, aparcando el Impala en ese motel hasta el que ha seguido a Ruby para tener unas palabras con ella. No es que haya vuelto a su fase de “Aléjate de mi hermano, perra demoniaca” después de su breve “Sigo sin fiarme de ti, pero gracias”, no. Es que ahora está en la fase más exaltada de “Te mataré, hija de la gran puta”.
Una cosa es tirarse a Sam y entrenarle para que acabe convirtiéndose en una especie de Action Man todopoderoso, y otra muy diferente es prepararle batidos de sangre de demonio. Eso es pasarse claramente de la línea, pero es que a Ruby parece irle mucho eso de romper líneas divisorias a patadas.
Así que Dean baja del Impala y cierra de un portazo, sin molestarse en ser sigiloso. Le importa una mierda si Ruby advierte su llegada, es más, por él que se entere. No es una visita de cortesía, piensa dejarle las cosas muy claras. No puede ocuparse de evitar el Apocalypsis -como quiera que se haga eso -al mismo tiempo que intenta que su hermano no se vaya al lado oscuro, así que piensa cortar de raíz el problema. Y la raíz del problema de Sam, profunda y enredosa, es precisamente Ruby.
Se saca el cuchillo de la demonio de la cinturilla del pantalón y simplemente por comprobarlo, intenta girar el pomo de la puerta. Está abierta y Ruby le espera al otro lado, de pie, con los brazos cruzados y las caderas ladeadas, sin el más mínimo rastro de temor en la cara.
Dean debe reconocerle que no se asusta fácilmente, aunque bueno, no es como si fuera la primera vez que intenta matarla.
-Has tardado -dice, alzando una ceja burlonamente. No sonríe abiertamente, pero es como si lo hiciera, y Dean no está para bromas.
-Voy a matarte -a la mierda las sutilezas.
-Adelante -le invita ella sin inmutarse -así solucionarás tus problemas con Sam. Así evitarás el Apocalypsis y matarás a Lilith. Con un abrecartas y un rifle cargado de sal gorda.
-Le has dado a mi hermano sangre de demonio -replica Dean, entre dientes. Decirlo duele, las palabras le suben por la garganta dejándola en carne viva y le hacen añicos la lengua.
-No es como si pudieras entenderlo pero es la única manera de matar a Lilith. Sólo Sam puede detenerla y no lo hará con mi cuchillo, ni con sal gorda, ni con ninguna artimaña de vuestro amigo Bobby. Él lo sabe y en el fondo tú también. La diferencia es que Sam tiene lo que hay que tener para aceptarlo, y tú no.
Eso ya es demasiado para Dean. Suelta un gruñido y se arroja sobre Ruby, y ya mientras la estrella contra la pared sabe que no saldrá nada bueno de eso, pero le da igual. Le pone el antebrazo sobre el cuello y presiona, para inmovilizarla contra el tabique y aplastarle la nuez, mientras con la otra mano sostiene el cuchillo en lo alto, preparado para apuñalarla. Quiere ver el miedo en los ojos de la demonio, quiere sentir que por una vez no se está riendo de él, que es Dean Winchester quien tiene el control de la situación.
Pero ni aún así Ruby da su brazo a torcer. No ofrece resistencia, ni se tensa, y da la sensación de que sonríe, como si estuviera contra la pared, con Dean sobre ella, por su propia voluntad, no por obra de él. Como si se lo hubiera permitido, en un alarde de generosidad. Y eso le enfurece aún más.
Presiona con más fuerza el cuello de Ruby y le lanza una mirada fría, cargada de furia, que no se aplaca ni siquiera cuando ella se queda sin respiración. Durante un breve segundo parece que en el rostro de la demonio se forma una mueca de dolor, puede que de miedo o rendición, pero entonces suelta una carcajada, ronca y ahogada, y Dean siente de algún modo que ha vuelto a perder.
-No salvarás el mundo a base de lloriquear por tus vacaciones en el infierno, Dean -le susurra ella, con la voz entrecortada pero igualmente venenosa -y si tú no lo haces, otro se tendrá que encargar.
Dean aprieta los dientes y repliega un poco los labios, como si estuviera buscando un insulto lo suficientemente grande para abarcarla, y sujeta el cuchillo con tanta fuerza que podría clavarla a la pared si la atravesara con él. Ve todo oscuro delante de él, el rostro de Ruby salpicado de puntos rojos y sólo piensa “Mátala, mátala, mátala” pero por alguna extraña razón se queda paralizado. Entonces ella se inclina, apartando sin esfuerzo el brazo con el que Dean la inmovilizaba, y le besa tan repentinamente que lo pilla por sorpresa.
No es un beso rudo y violento, producto de un arrebato de furia. Es diferente, más lento y sensual, restregándose contra sus labios sin fuerza y con un toque de lengua. Dean está tan asombrado que ni siquiera es capaz de reaccionar hasta que ella se aparta.
Ruby se echa hacia atrás, su cazadora de cuero crujiendo levemente por el movimiento, y le observa con una expresión indescifrable. No parece que se esté riendo de él, tampoco provocándole. Incluso quizás, si Dean se fija bien en el extraño brillo de los ojos, se de cuenta de que parece un poco sorprendida ella también.
(Aunque desde luego, ni de lejos tanto como él).
-¿Me has…besado? -Es más que evidente que sí, pero Dean necesita preguntarlo. De pronto todas sus ganas de matar, despedazar y destruir se han ido al garete y un temblor extraño le sacude el estomago y le llega hasta la cabeza. Le da la sensación de que le tiembla hasta el cerebro, de que no le responde. Es como si lo hubieran sacado de pronto de una película de Jean Claude Van Damme donde todo son golpes y sangre y le hubieran soltado en Instinto Básico justo antes de que Michael Douglas y Sharon Stone se enrollasen como locos en plena discoteca.
-Y luego dicen que tú eres el hermano ligón -replica ella llena de sarcasmo, pero Dean no se deja engañar y se da cuenta, tal vez por la postura rígida que ha adquirido por primera vez desde que él ha entrado en su habitación de motel, de que ella también está nerviosa.
Dean la mira, separados sólo por unos centímetros, y sabe que ha llegado al final del camino peligroso y que el hombre del saco le espera con la bolsa abierta. Sabe que le queda una sola oportunidad de huir y que quizás, si se mueve lo suficientemente rápido, pueda abandonar el motel, subirse en el Impala y largarse a toda velocidad, quemando asfalto. Así que mueve la mano y el sonido del cuchillo hundiéndose suena como un latigazo que le estalla en los oídos. Ruby abre mucho los ojos y separa a los labios como si fuera a soltar una exclamación de sorpresa que nunca llega, porque Dean le cubre la boca con la suya.
Suelta la empuñadura del cuchillo que acaba de hundir en la pared, aproximadamente a unos tres centímetros de la oreja izquierda de Ruby, y poniéndole las manos en la cintura, le introduce la lengua en la boca. Ella le responde con movimientos sensuales y desbordantes, aferrándose a sus hombros y pegándole las caderas al cuerpo, y Dean se siente como si el hombre del saco le hubiera atrapado y se lo echara al hombro, para llevárselo a un lugar oscuro donde devorarlo lentamente.
Pero no le importa.
Nunca ha sido de los huyen.