Porqué él

Jul 31, 2009 09:52


¡Hola!

(Tercer post en dos días, dioses, esto no es normal en mí).

Respondiendo a una sugerencia de dubhesigrid , le traigo mi aportación: Severus/Lily (¿cómo reacciona él cuando se entera de que ella está con James?).

Es un poco churretoso, ya me discuparás.

Pero qué se había creído.

Sirius Black era uno de los seres más estúpidos de este mundo. Uno de los cuatro más estúpidos.

Severus garabateó algo en el márgen de la página 54 de su libro de pociones y apretó aún más los dientes. Recordó, de pronto, que no debía hacerlo, así que se mordió el labio inferior y lo borró inmediatamente. Bastante había tenido con el libro del año anterior, para repetir castigo este curso. Lo que le faltaba.

Se había debido de levantar con el pie torcido aquella mañana, porque no era normal. Su zumo de calabaza tenía una mosca flotando, una cigueña había decidido cagarse en su cartera llena de libros, Mcgonnagall le había sorprendido hablando en clase (¡a él!) y la señora Norris llevaba toda la tarde persiguiéndole. Claro, que lo del gato seguro que era por el mal olor de los zapatos. El gracioso de Sirius Black los había sumergido en el lago y ahora apestaban a pescado y algas.

Cerró el libro de un manotazo y entrecerró los ojos. Quedaban dos meses para que acabar aquel maldito último año y podría marcharse del colegio. No es que no le gustara, cualquier sitio mejor que su casa, pero es que cada día lo soportaba menos. Al idiota de Potter, al subnormal de Black.

Panda de energúmenos descerebrados. Seguro que ni siquiera sabían para qué servía un bezoar. Pff. Era pedirles demasiado a ambos. Uno sólo sabía enseñar sonrisa. El otro, despeinarse. A Severus le latían las sienes de la rabia cuando lo pensaba. Apestosos Gryffindors bravucones; machitos, deslenguados, orgullosos y soberbios. Aj.

Regulus se levantó de la mesa, dos sitios más allá de donde él se encontraba, y le dirigió una mirada de reojo antes de salir. No era mal chaval, el pequeño Black. EL BLACK, mejor dicho. Sirius era un adefesio en comparación con él. Llegaría lejos, Regulus, aunque a veces pareciera que acaba de caerse del Sauce Boxeador y el cerebro no se le hubiera colocado bien. Walburga estaba orgullosa de su hijo, Regulus no lo solía decir, pero los regalos que llegaban con frecuencia a la sala común de Slytherin lo delataban. Pobre niño rico.

Una punzada airada pinchó la memoria de Severus cuando recordó a su madre, tan sola y tan débil, y al inepto del que vivía con ellos. Tuvo que apretar más los dientes. Quizá tuviera que ampliar su lista de seres más estúpidos de este mundo...

Terminó levantándose él de la mesa, siguiendo a Regulus muy de lejos. No tenía el mayor interés en hablar con él y Severus no era de los que necesitaba compañía permanente. Podía apañárselas muy bien solo. Le picaba la frente, y cuando se rascó, comprobó que la grasa del cabello se había transformado en un sudor espeso. Por un momento envidió el cabello oscuro del joven Black, tan aireado y tan despreocupado. Agitó la cabeza con fuerza. Cada uno es como es y él no aspiraba a imitar a nadie. Sólo habría un Severus Snape en toda la historia. Era un orgullo, de alguna manera; tenía que procurar no perder de vista aquella realidad.

Los pasillos estaban casi vacíos pues mucha gente estaba fuera, en los jardines, disfrutando del recién llegado buen tiempo. Los que no, estaban esudiando. Alguno quedaba rezagado en las salas comunes, seguramente en pareja.

Hablando de parejas...

James Potter. Completamente solo. La boca de Severus se torció levemente hacia arriba, emitiendo un resoplido de satisfacción. La señora Norris no estaba a la vista.

-Vaya, vaya, Potter-arrastró las palabras. Esperaba decirle algo ingenioso, algo realmente molesto. Pero entonces enmudeció. Potter tenía un radar especial para él, para saber donde estaba. No era normal que no le hubiera visto veinticinco escalones antes de encontrarse. De echo, juraría que ni siquiera ahora, que se acercaba a paso rápido, le estaba viendo. Ni oyendo. La expresión de Potter era extraña. Diferente, como si se hubiera colocado una mueca nueva y fuera paseándola por el colegio. Igual que una escoba nueva, una snitch dorada. Iba sonriendo de oreja a oreja, más para sí mismo que para el mundo exterior.

Pasó a su lado sin volverse siquiera. Snape se quedó plantado en medio del pasillo, boquiabierto. Sólo existía una cosa en todo el universo que hacía a James Potter perder su expresión arrogante.

No podía ser.

Una sospecha fugaz pasó por su mente y fue directamente al Triturador de Ideas Nefastas. Severus siguió su camino hacia su sala común.

Olvidó a James-tonto-del-culo-Potter en menos de lo que tarda una serpiente en parpadear ocho veces y se tiró sobre la cama con un libro que tenía empezado desde hacía dos días. Horas más tarde, cuando su estómago comenzó a rugir, arrojó el libro bajo la almohada y volvió a salir.

-Eh, Severus, vamos a cenar, ¿bajas?-perguntó un compañero pasando a su lado. asintió con la cabeza y los siguió.

Alguien se acercó muy deprisa tras él y susurró en voz bajísima.

-Tenemos algo importante que hablar-apenas fue un instante y Severus no se inmutó, pero reconoció perfectamente la voz. La alcurnia inglesa se olía como el mal aliento. Regulus se perdió por el pasillo y Severus entrecerró los ojos.

El Gran Comedor estaba lleno cuando los Slytherins que acompañaban a Snape comenzaron a sentarse. Justo antes de hacer lo propio, la mirada del joven se cruzó con un punto luminoso verde. Envuelta en una cabellera pelirroja, la mirada de Lily parecía resplandecer según avanzaba entre las mesas. Lily siempre sonreía, con la sonrisa abierta y espléndida. Sólo a Potter le dedicaba una expresión agria y agresiva. Aquella noche, sin embargo, ninguno de los cuatro le dedicó ningún comentario ácido. Sirius no gritó estupideces, James no levantó la cabeza del plato. Peter rió nervioso, como siempre. Remus siguió masticando, absorto en otro tema. Lily pasó junto a ellos sin volver la cabeza, sin arrugar la nariz. Se sentó un poco más allá, con aquella expresión de satisfacción que reservaba para las ocasiones especiales (las notas, los trabajos, las partidas de ajedrez).

Entonces, Severus lo supo.

Tuvo que sentarse muy despacio, sintiendo cómo la mirada se le perdía en otro lugar y otro tiempo. Recordaba a Lily exclamar, una y mil veces, en diversos tonos de agudos y graves, como una escala de infinitos semitonos, jamás Potter, jamás. Lily que agitaba la varita frente a Potter hasta hacerle retroceder de miedo. Lily que chillaba en el pasillo eres un gilipollas, Potter. Lily que más de una vez había dicho deja en paz a Severus, Potter.

Por un momento se sintió muy pesado, inflado como un globo pero pesado como un piedra. Lento como un mamut y torpe como un gigante. Intentó recordar algo bueno que Lily hubiera dicho de Potter. No lo encontró. Sí halló, en cambio, sonrisas dedicadas a él, bromas, palabras amables. Luego la imagen de Potter pasó por su mente y parpadeó con furia. Alzó la cabeza como un resorte, para mirarles fijamente a ambos, escudriñando sus expresiones.

No había miradas furtivas, manitas bajo la mesa ni caricias con los pies. Pero tampoco había migas de pan sobrevolando la mesa, piropos obscenos ni invitaciones nocturnas. Aquel silencio tan significativo fue casi peor que encontrárselos besándose. En siete años de colegio Lily había dejado de hablar con Potter muchas veces, siempre por alguna gamberrada. Pero él había seguido dándole la lata, insistiendo mucho más. Que ahora no dijera nada sólo podía significar que algo había cambiado.

-Eh, Severus-dijo una voz a su izquierda- te vas a quedar sin calabazas asadas.

Snape estuvo tentado de no cenar. El estómago se le estaba cerrando a una velocidad increíble. Quiso sentir náuseas, mandar al carajo el plato y clavarle el tenedor a Potter en algún punto de su anatomía. Se pasó la lengua por los labios, sediento.

Ella le había expulsado de su vida. Le había dicho que ya no eran amigos, que ya no eran nada. Tenía razón. Él estaba escogiendo su propio camino, una senda en la que no había lugar para Lily Evans. Apuró un vaso de agua. No le molestaba que Lily hubiera seguido con su vida, que encontrara a alguien a quien hacer reír. Tarde o temprano eso iba a suceder, Severus lo sabía desde hacía mucho tiempo. Lo que no entendía era que tuviera que ser él. James Potter era arrogante, soberbio, orgulloso, bocazas y maleducado.

Se consoló pensando que realmente no durarían mucho tiempo juntos y dió cuenta a su cena deseando que fuera Lily quien le clavara, algún día, el tenedor a Potter. Ella era lista, él no la merecía. Le había decepcionado; Severus nunca creyó que fuera a ser tan débil como para rendirse a sus encantos. Quizá la tuviera sobrevalorada y en los últimos tiempos hubiera cambiado demasiado, a peor.

Mientras masticaba el postre James pasó junto a Lily y le pasó una mano por el cabello, de forma muy sutil. Entonces Severus volvió a sentir una punzada demasiado familiar. No quiso ponerle nombre. Demasiado bien sabía que tendría que vivir con aquellos celos para siempre.

Notas:No me trago eso de que todo lo que Snape hizo, lo hizo por Lily. Personalmente, lo hizo por él mismo, por su propia conciencia. Al igual que Regulus y muchos otros, en algún momento Snape se dio cuenta de que lo de Voldemort era una locura. Si hubiera sido más valiente (como Reg) hubiera hecho algo antes. Pero no fue así. En el DH queda muy magnificado, muy noble y todo eso, cosa que chirría un poco con el Snape que conocimos a lo largo de 6 libros. Odió a James toda su vida, odió a Harry por ser hijo de James y sí, seguramente lo protegiera porque era hijo de Lily, pero no sé. Será que soy poco romántica, pero eso de que Snape sufiera eternamente por amor no me cuadra con alguien como él

He preferido pensar que Snape asumió el L/J como un error de Lily. Se sintió decepcionado (tanto decir que no, tanto decir que no....) y aceptó que estaría equivocado: ella no era tan lista como él creía. Punto pelota. A pesar de ello, le jodió, eso no lo niega nadie. Pero creo que teniendo en cuenta que él iba a ser mortífago, no podía tener a Lily en su vida. Lo aceptó como inevitable. Lo peor de todo es que, de entre todos los tíos con los que Lily se podía haber casado, tuvo que ser James Potter. Snape sólo conoció una faceta de James. En el fondo no podemos culpar a ninguno de los dos.

harry potter, porqué él, fangirlismo

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