Impel Down. Si te habían encerrado ahí, sabías que simplemente jamás volverías a salir. Poco a poco, encerrado, olvidabas todo. El cielo, las nubes, cómo un barco se tambaleaba al ser golpeado por las olas, el horizonte infinito. Día tras día, aquellos recuerdos se convertían en nada más que una fantasía, algo inexistente. Como si hubieses nacido ahí y no hubiese otro lugar a donde ir. Incluso si por alguna casualidad, lograbas reencontrarte con uno de tus nakamas, apenas podías reconocerlo.
Todo el mundo lo sabía. Si te encerraban en Impel Down, era imposible encontrar una salida más que la muerte.
Sin embargo, los piratas eran soñadores. O, al menos, los que continuaban con cierta sanidad mental. En el fondo de sus almas, aún esperaban que de la nada un milagro ocurriese. Algo que los llevase de ahí y convirtiese sus fantasías de nuevo en una realidad latente.
Si gente ha sobrevivido a una explosión, si una isla podía existir en el cielo, si había piratas que escaparon de Enies Lobby y de la Buster Call, ¿por qué no habría un camino lejos de Impel Down?
Las posibilidades eran mínimas, por eso los prisioneros se ocultaban sus esperanzas incluso a sí mismos. No deseaban decepcionarse. Sin embargo, ¿podían negar todos que, en tardes aburridas, se habían quedado mirando la celda, como inconcientemente esperando que algo pasase y se abriese de la nada? No, no podían. Porque lo hacían, aunque no lo entendiesen, aunque no lo supiesen en ese entonces.
Pero ahora sí, ahora sabían que aquello era lo que habían esperado en silencios, por meses y años, contando los segundos. Ahora que volvían a respirar la brisa marina, encima de un barco.
Había gente que les llamaba ingenuos, que se reía de sus sueños. Que se habría burlado de aquella esperanza, que hasta ellos creían inútil.
Aún así, ahí estaban. Talvez no en su mejor estado o rumbo al mejor lugar posible… pero eran libres.
Y no importaba si la salvación se llamaba… ¿Qué? ¿Buggy? ¿Ivankov?¿Monkey D. Luffy? ¿Bon-chan?
El hecho es que la esperanza no había sido en vano.
Y, otra vez, los piratas demostraban que las fantasías ridículas pueden patear al sentido común (y lo harán siempre que puedan).