demona0 ha dicho que el fandom está en coma por los dichosos exámenes. True. Pero a veces los exámenes inspiran, o más bien, el tiempo que deberías estar dedicando a estudiarlos. He escrito estos tres en mi clase de historia, mientras estudiaba psicología. No son lo mejor que he hecho, pero necesito soltarlos.
Reto: nº 58 -
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Título: --
Palabras: 100
Notas de Autor: Primera persona. ¿Cuánto hace que no uso la primera persona? Oh, sí, desde aquel badfic sobre Ginny, no es muy alentador.
Cuando era pequeña me empeñaba en recordarla. No quería olvidarla. A veces me despertaba y había soñado que volvía con nosotros. En esas ocasiones amanecía envuelta en su perfume de flores. Había días que iba hasta allí y me sentaba a un lado de la senda, con la vista puesta en aquella verja de hierro que me separaba de ella. Me empeñaba en rememorar sus rasgos, en recrear su cabello rojizo brillando bajo el sol o su sonrisa cuando hacía galletas. Nunca crucé la puerta, nunca me reencontré con ella, pero a veces, aún espero verla volver por aquel camino.
Reto: nº 58 -
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Palabras: 100
Notas de Autor: Odio no poner títulos. Bleh.
Camina tranquilamente. No hay motivo para caminar más rápido. Nadie la espera, ni nadie la busca. No huye ni se esconde. Hace tiempo que perdieron su huella y ni siquiera la sangre que se empeña en esconder la delataría. Porque ella es sólo otra pobre víctima, sólo la amiga del pobre chico muerto. Lástima que estén tan desencaminados, lástima que nunca hayan visto esa sonrisa en su rostro, la que sólo aparece cuando una mirada se apaga o un cuello cruje deliciosamente. Hay quien dice que nunca la ha visto feliz. Bien, eso es porque nunca la han visto trabajando.
Reto: nº 58 -
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Palabras: 500
Notas de Autor: La protagonista (por si le interese a alguien) se llama Amy, y junto con Jake y Leanne son ideas que tenía desde hace tiempo en la cabeza =)
A veces le gusta hacer eso. Caminar. Sola y tranquila. En ocasiones se lleva un libro y para a un lado del camino. Le gusta pensar que vuelve a estar en su pequeño pueblo, que Leanne aparecerá en cualquier momento hablándole del baile del instituto al que nunca quiso ir. O que Jake vendrá quejándose porque ella se libró de los tacones mientras él tuvo que soportar el maldito esmoquin toda la noche. Le gustaría volver a reír con ellos de bromas sin gracia o colarse en la habitación de mamá para probarse todos aquellos vestidos de fiesta. Quizás convencer a Jake para que se deje engalanar por ellas o ir al cine a ver una película sin fijarse en cuál.
Mentirse a sí misma ya no funciona. No es cierto que vaya a salir pronto, ni que vaya a ir a verla un día de estos. No es cierto que las hadas que la ayudaban cuando era niña vayan a aparecer en la ventana para susurrarle al oído un destino mejor. Le gustaría creer aún en pequeños duendes traviesos o ninfas habitando los bosques que la rodean. Pero ya no es así.
En algún momento perdió la esperanza. Quizás fue el trayecto en coche desde su pequeño apartamento hasta aquel lugar, o quizás el primer sedante que le inyectaron. Quizás cuando vio pena en la mirada de aquella recepcionista o cuando comprendió, tras semanas aguardando en aquella sala de espera, que Leanne jamás vendría a recogerla, que Jake probablemente ni siquiera había recibido su carta.
Estuvieron tanto tiempo separados que nunca pensó que fuera a necesitarlos de nuevo. Ni que aquella discusión y el hecho de que la perdonaran o no fueran a marcar su destino. Está enfadada. Y dolida. Está frustrada porque sabe que es su culpa. Y que en el fondo aquella discusión no tiene nada que ver, que ya había algo antes que les había separado. Quizás que ella quería controlarlo todo, quizás las ansias de volar de Jake, quizás el eterno silencio que se apoderó de Leanne desde aquel baile.
Y ahora desearía que todo fuera diferente, mientras camina con su mirada triste y ve pasar a esos señores de bata blanca. Desearía no tener que comer en ese comedor blanquecino con todos esos pobres desgraciados a su alrededor. Desearía no tener que fingir ser otra pobre chica, ni tener que esconder las cartas para que no el doctor no se las lleve. Algo ha cambiado, algo que se llama soledad. Un día fueron tres amigos inseparables, y ahora recorre sola un camino mal trazado. Un camino cuesta arriba y lleno de piedras que se le clavan en las plantas de los pies mientras la bruma no le deja ver nada. Y ahora desearía estar con ellos, pero mientras el enfermero la guía hacia el interior y unos metros más allá una cría se revuelve entre unos brazos demasiado fuertes, se da cuenta de que es demasiado tarde, de que ya no son quienes fueron.