RETORNO A KENT

Feb 27, 2012 17:14


TÍTULO: RETORNO A KENT
CAPITULO: 11
AUTOR:munnoch
BETA:carmenmariabs
ADVERTENCIA: Adultos
LENGUA:  Español
PERSONAJES: Tanto los protagonistas como las situaciones que pueblan  esta ficción son frutos de mi imaginación.
NOTA: Para lo que será mi última publicación en castellano, un capricho, que  empezó por un mail… y que  poco a poco, fue dando vida a Pearly  a Sebastián y a todos sus amigos...
COMENTARIOS: Muy agradecido.


MUSICA:

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                                                                           1953 Sebastian 37 años

Tras la batalla de Hastings...Aquella misma tarde, unas horas después.

Poco a poco    la  claridad  cedía a la trémula oscuridad  de un crepúsculo rojizo, que una apagada puesta de sol,  listaba  con  saetas ocres y amarillas, atemperando  los  colores  de las flores  y deformando la rectilínea ordenanza de los  setos  en oscuros y uniformes  obstáculos.

Ya era hora para mí de abandonar  el jardín tabicado, aún  inmerso por la suave nostalgia que procura genuina felicidad. Al salir del jardín el ruido del motor de un automóvil hizo que mirarse en dirección del camino, por el que perseguido por una suave nube ambarina apercibí   un Sunbeam Alpine de color verde con su capota cerrada   que lentamente se aproximaba a la casa. Dirigí mis pasos para acoger aquella inesperada y tardía visita, cuando sorprendido reconocí al conductor que se detuvo a mi altura.

-Wilsley!  Pero no  me dijiste que  vendrías mañana.

-Mañana, ya estaré  en Londres, mi secretaria  me recomienda volver con suma pero prudente velocidad.  Debo asistir a un congreso en  Vancouver  y  han avanzado el vuelo de tres cuartos de horas,  de modo, que a las dos de la tarde, tengo que estar en el aeropuerto.- Concluyó  con una sonrisa que iluminaba su mirada.

-¿Quieres entrar un momento?-   aún que me dio la impresión que luchaba con sus emociones, cuando volvió a mirarme su rostro reflejaba serenidad.

-Ven, siéntate a mi lado, deberíamos hablar, seré breve.

Dijo al tiempo que se extendía sobre el asiento para abrirme la puertezuela del lado del pasajero.  Me acomodé  en el confortable asiento de modo de  que estaba casi frente a él.

-Sebastián…creo que esto te pertenece- sonrió sacando mi calcetín de su bolsillo…

-¡Tú!, ¡Eras tú!!!

-Sí, me perdonas mi broma- A modo de respuesta me limité a sonreír jugando con el calcetín.

-Si me permites desearía hacerte una pregunta que a lo largo de la tarde se ha convertido en algo muy importante para mí   ¿qué es lo que verdaderamente buscas conmigo?  ¡Piénsalo bien antes de responder.

A guisa de respuesta, me limité temblando de emoción, a asir su mano que puse contra mi pecho, sobre mi corazón, apretándola con todas mis fuerzas y lo miré en los ojos.

-Siente como palpita de emoción, siente como para ti si me lo pidieses en este instante saltaría de mi pecho… O Wilsley, sin dudar un instante  te diré que te  am…

-¡Calla! Calla por favor no lo digas aún… solo me basta con saber que eres sincero…

Un último atisbo de sol, por espacio de un corto instante, se reflejó por entre las ramas de un árbol en el capó del coche iluminando su rostro, que percibí lívido, sus ojos cargados brillaban  con expresión salvaje, y  a la vez expresaban una tristeza que me conmovía el alma,  cuando sus manos aferradas al volante  resaltaron  sus articulaciones pálidas  como la cal.

-Tengo que irme, Sebastián, te telefonearé, gracias por todo.- Apuntó inclinándose para besarme sobre la mejilla, pero fueron mis labios los que le ofrecí. Sorprendido, retrocedió,  hesitó unos segundos que duraron una eternidad para mí, de repente  me cogió entre sus brazos con tal ímpetu que me provocó dolor físico.  Sus labios me besaron con fuerza.  Fue un beso áspero, brutal, desesperado, rápido y sincero como nunca lo fueron para mí.

Sin ganas de separarme de él me bajé del coche y con un gesto inconcluso me despedí.

-Te esperaré Wilsley. Prométeme que serás   prudente,  estas carreteras por  la noche  se vuelven  muy traicioneras.

-Adiós Sebastián… ¡Olvídame! Olvídame será mejor…

- ¡Espera por favor! No me pidas eso Wilsley, porque tendrías que matarme para que se cumpla.

-Por Dios Sebastián, que dices.

-¿Qué es lo que te preocupa verdaderamente Wilsley?¿Qué te ocurre, te lo puedo preguntar?

Miró su reloj de pulsera, respiró profundamente vencido por mí inquietud. Apeándose  del choche, sonrió algo incomodo, su cara irradiaba impresionante de gracia, pero cuando habló, su con voz se tornó oscura, penetrante sentenciosa como si  la espada de Damocles pendiese sobre mi cabeza.

- Hace unos instantes te dije que debíamos hablar… Mejor será entonces que lo hagamos ahora...  Con sinceridad, si bien intuyo que pueda resultar muy desagradable…  Después del espectáculo de esta tarde,  he vuelto a telefonear  a Maurice,  necesitada saber más sobre ti… Sebastián, me cuesta muchísimo preguntarte estas cosas, pero para mí tienen su importancia, pues de ellas dependerá nuestra relación….-

Tan pronto apartó su mirada de mi que volvió a mirarme fijamente, frunciendo el entre cejo.

-Sospecho, sin tener el menor derecho de reprochártelo, que durante estos últimos años, has tenido más de una oportunidad para  vivir desenfrenadamente con otros hombres. No te lo oculto Sebastián, si así fuese, me molestaría muchísimo. No es precisamente por exceso de puritanismo, pero todo tiene sus límites.

Lo miré tan desconcertado, como el que avista un incunable sin comprender la enmarañada escritura, buscando en su mirada, sino compasión al menos animo.

-¿No respondes?  Preguntó apoyándose de espaldas contra su coche, sus alargadas manos enfundadas en los bolsillos de su pantalón y la mirada abstraída en la distancia de una naciente  luna llena plateada.

En comparación de lo fácil que me resultó escribir ese tramo de mi vida, mencionarlo oralmente  para Wilsley me parecía inaccesible.

Di unos pasos para apartarme de él; que, apenas me observaba, y me sentí como el condenado que franquea por última vez el puente de los *Suspiros, al  que durante unos segundos, se le  ofreciese la perversa oportunidad de contemplar  por uno de los cuatros claustros de mármol blanco, que dan luz a aquel pasillo de la muerte, lo que podía haber sido su vida de hombre libre.

Semejante a ese desdichado prisionero que sabe que nunca más disfrutara de la caricia del sol sobre su piel, supe que para mí había llegado  el fatídico momento de pagar mis deudas.

Colado por el apesadumbrado sentimiento de que ya nada sería posible entre nosotros dos,  en ese momento de gran confusión para mí, algo cayó flotando suavemente desde el cielo sobre mi pecho tras rozarme  la nariz. Alargué la mano y lo agarré. A la luz de la  luna adiviné sin equivocación que era  una pequeña hoja de espino blanco. No soy excesivamente supersticioso, pero las leyendas irlandesas asocian ese matorral  perfumado por  pequeñas flores blancas con la muerte.

Con la mirada prendida en  la pequeña hoja que yacía inocente en la palma de mi mano, emprendí  de manera indecisa mi confesión.

-Me imagino  que Maurice se habrá  revelado  más locuaz a  mi  propósito  que no podría hacerlo yo mismo en este instante…

Tan sofocado me sentía que, pese a que traté de agrupar mis recuerdos, mi memoria me parecía estar vacía.  Resultaba algo mas difícil  expresarlos de viva voz  que escribirlos .. Pero cuando en pos de un torrente de amargos recuerdos, fue que por fin empecé a exhumar de la ganga del olvido, concebí un tal dolor que no podré afirmar si fue más físico que mental.  Desalentado, como si viese en él mi verdugo. En un último desafío antes de caer derrotado, le ofrecí mi pecho, mi sangre, y lo poco que me quedaba de dignidad.

-Hace tanto tiempo Wilsley… tanto tiempo… -repetí como eso  fuese una excusa, y mi voz sonó acuciante para cobrar poco a poco sino firmeza al menos si fluidez.

- Después de salir de la cárcel. No te sorprende, ¿verdad? ¡No!- suspiré algo decepcionado- Claro que no.-alcé la cabeza y sonreí amargamente- A decir verdad, no sé si debo echarle tanto la culpa a la cárcel. Pues ya llevaba en mí esa oculta propensión que intoxicaba mi libido. Lo que sí se puede decir, es que después, empecé a quitarle importancia.

Como tantos otros por entonces, practicaba una sexualidad polimorfa, una sexualidad a la moda en nuestro mundo. Y supongo que hoy en día nada habrá cambiado.

Siempre me resultó tan fácil seducir que me parecía una cosa normal. He disfrutado de mucho éxito, cuando estábamos en Nueva York, con más hombres que mujeres.  Te sorprenderá si te digo que la mayoría eran hombres casados. Pues a mí sí me sorprendió que fuesen tan disponibles, la mayoría de ellos presumían de pareja dignas de figurar en las pantallas hollywoodienses. Sin embargo, ni siquiera les acometían importunas consideraciones de orden moral cuando a mi sí.  Evidentemente eran jóvenes, pero algo mayores que yo,  que  por entonces   tenía veintidós años.

Eran hombres altivos que presumían de la fuerza propia de su  edad. Cuando desnudos se echaban sobre  mí, como si el hecho de haberse quitado la ropa les despojase  del mismo modo de sus buenos modales;  mostraban con apremio, sus  deseos de satisfacer en cuanto antes sus instintos atávicos. Afanosos insaciables  y a la vez llenos  de ternura, sabían hacer vibrar mi cuerpo  como lo haría un virtuoso con las cuerdas de su violín

-¡Basta! Basta ya.  -Gritó Wilsley doblegado por un sufrimiento emocional agudo, de frente a mí.

Pero como si no me hubiese hablado, reanudé mi narración.

-…Creo que a estas alturas se puede decir que he pagado ampliamente mi deuda a la sociedad. Supongo que no sabes lo que es vivir despreciado.  Desde hace tres  años  vivo solo, al principio porque no tuve otra alternativa. Después, por elección propia. He vivido vacío de toda substancia, como si me hubiesen esparcido con cal viva. He olvidado lo que es sentir la menor sensación, el menor deseo de unirme con  otro hombre. Hasta que esta tarde te percibí en el pub, en medio de la muchedumbre.

Comprenderé que te sea difícil admitir que un hombre se haya enamorado de ti. Que se haya enamorado en tan solo unos segundos… no sé cómo explicarte la tormenta que  conseguiste  provocar en mi…fue doloroso y la vez una experiencia maravillosa…

No pude acabar mi frase porque cuando lo miré sus ojos  parecían echar llamas, abrasaron el poco valor que me quedaba y, comprendí que lo mejor para los dos sería separarnos cuanto antes. Una vez más conseguí vencer la emoción que enmudecía mi garganta dispuesto a proseguir.  Sin embargo, vencido por el esfuerzo  puse fin  a mi tormento.  Pero aún  me quedada sentenciar mi propia condena.

-Eso es todo… esa fue mi droga…y agrego que pese a haber abandonado tantas veces mi cuerpo, nunca… nunca entregué mi corazón…Sé que no soy digno de que ni siquiera me concedas tu amistad, incluso que te cause repugnancia… Digámonos adiós Wilsley, no prolonguemos aún más esta difícil entrevista, por mi culpa se te va ha hacer demasiado tarde para regresaras a Londres.

-No te preocupes Sebastián, - dijo con voz pausada aproximándose a mí y   rodeando mis hombros de su brazo derecho. Ven demos unos pasos, ¿te apetece?

No, no  me apetecía, más bien deseaba  morir, descansar por fin, olvidar de una vez por todas, todo lo que fue el lodo de mi vida, pero sin oponer resistencia, me dejé llevar por él. Durante un tiempo avanzamos en silencio.  Cuando oí su voz, me llegó como a través de una nube de algodón, un sonido atenuado por la distancia.

- Yo también tengo heridas y algunos que otros  secretos… mis heridas son de esas que no cicatrizan. -Suspiró lentamente cerrando los ojos.  Marcó una corta pausa como para enfatizar sus palabras. Lo cual me dio a pensar, que quizás como tantos corazones heridos, el suyo estuviera a punto de capitular y retornar a su traicionero amor. Pero sus palabras desmintieron mi especulación.

-Quizás por ser médico mi mente tiene más facultad de sobrellevar el dolor. Pero algunas heridas son tan profundas y los recuerdos que se retraen a ellas tan dolorosos que es falso creer que el tiempo todo lo consume. El tiempo sólo cura ciertas heridas, las demás nunca cicatrizan.  En cuanto los recuerdos, no todos se olvidan.

Y sin embargo, algunos de ellos  quedan amortiguados como si lo vieras a través de una tupida gasa… Me cuesta reconocerlo,  pero  yo, también he pasado por lo que tú llamas una práctica polimorfa de la sexualidad.

¡Tan solo una vez!, con Billy, un compañero de universidad. Cogimos una de esas borracheras a las que después se le acusan de todo, pero yo sé que no fue por culpa de lo que bebimos aquella noche.

En cuanto llegamos a la  habitación que compartíamos, me deje caer de espaldas sobre mi cama.

Billy se dirigió al  cuarto de baño. Momentos después salió secándose la cara y los  cabellos  con una toalla. Me miró y se dejo caer entre mis piernas, profirió una palabrota a la que respondí por una fanfarronada. Por la mañana cuando nos despertamos desnudos en la misma cama,  no nos miramos, pero como lo hacíamos casi todos los días para ganar tiempo, nos duchamos juntos. Jamás volvimos a hablar de lo que no deseábamos recordar.

Nos detuvimos de andar y marcó una corta pausa:

-Tanto como tú, estos  últimos dos años los he vivido sin pareja, y como tú, Sebastián, sin experimentar el menor deseo de compartir mi lecho. Fui ignominiosamente traicionado por la sola mujer que he amado  y la verdad es que no se lo perdonaré jamás.

Me creerás si te confieso que desde entonces asumo una reflexionada indiferencia a todo lo relativo con  las mujeres. Un rechazo algo misógino…-Sin embargo,- agregó   sonriendo a modo de excusa atrayéndome un poco más a él, como si necesitase un apoyo moral- tampoco quiero decir que el deseo nunca me causó insomnio…

- Sebastián, te pido perdón porque me apercibo lo difícil que  resulta   hablar de todo esto, … sin embargo cuando por mi culpa, en el restaurante, vi tus ojos humedecerse, dando la  impresión de haber renunciado à todo, como si te sintieses completamente abandonado… experimenté un sentimiento de culpabilidad que me causó desaliento y un respeto tímido hacia ti.

Si no me hubiese contenido, en ese instante te hubiese estrechado entre mis brazos para consolarte. Menos mal que soy más bien de un temperamento reflexivo, sino imagínate nuestra situación.

Es…es que aún no concibo que, de  haberme declarado tu amor, no me haya ocasionado nada más que un  intrigado  sentimiento. Como si secretamente algo en mi lo hubiese deseado.

Así llegamos delante del pabellón de estilo medieval que albergaba la piscina climatizada. Wilsley la miró por el cristal de la puerta  y la empujó. La puerta giró lentamente sobre sus goznes y volvió a cerrarse automáticamente tras cedernos el paso. Por las paredes acristaladas, la parsimoniosa luz procedente de las ventanas iluminadas de  la casa, se reflejaba sobre el agua, que bajo el impulso de la bomba de filtración, provocaba  borbotones con reflejos azules y amarillos que corrían huidizos   por el techo ahuyentando las  sombras   como  en los sueños psicodélicos.

Envueltos  por la cálida humedad con ligero olor a cloro, Wilsley me asió por los hombros, cuando me miró,  me pareció como un hombre atormentado por dolorosas preocupaciones, como si sufriera el dominio de una pasión secreta que hubiese desconcertado la rutina de su vida y fue con voz amable que me preguntó acariciándome los labios amoratados…

-¿Me perdonaras alguna vez mi brutalidad, mi falta de confianza. No lo sé.- dijo pensativo,- pero quiero que sepas que no te menosprecio. Que te agradezco que me hayas abierto tu corazón cuando nada te obligaba. Quiero que sepas que me imaginé lo peor. Quiero que sepas  que  inexplicablemente  siento un naciente y desconocido sentimiento para ti.

¡Sebastián!  Debo estar perdiendo la cabeza, sino como comprender lo que me ocurre. Como comprender que tu contacto, despierte un agradable cosquilleo entre mis piernas que me hace desearte como si fuese yo otro hombre, un desconocido para mí que, me envalentona a apoderarme de ti y, como un salvaje a sitiarte. No lo sé, pero tan poco me importa.

-Sebastián… Sebastián..!!!  Mi lindo Sebastián

Repitió lentamente  atrayéndome  contra él   respirando profundamente y pude sentir como se abultaba heroica su virilidad, sus dedos acariciando mis cabellos. Bruscamente se apartó de mí

-¡Es que ni siquiera sé cómo empezar!

-Bésame, bésame como lo hiciste cuando estábamos sentados en el coche.

Me besó largo tiempo, sin despegar sus labios de los míos, permanecimos unidos por un profundo deseo de fusionarnos  aún más.

-Déjame desnudarte  Sebastián.

-¿Estás seguro de que lo que vas a hacer?

-Si… -Respondió deteniéndose al tiempo que desbrochaba mi  correa. - Cuando me conozcas, sabrás que nunca tomo la menor decisión, si sospecho que existe el riesgo de que me arrepienta. Si lo deseo, lo puedo.

Siguió quitándome la ropa con gestos lentos, dando la impresión de evaluar cada uno de ellos.

Menos precavido fue cuando se desnudó. Desnudo frente a mi,  Wilsley exudaba la fuerza y la vulnerabilidad de un hombre que me acogía  y me aceptaba  como hombre.

La  luz y los reflejos de  la piscina  acariciaban  su espalda , sus  caderas, sus piernas transfigurando su recia musculatura en estatua de mármol satinado. Extasiado, miré el esplendor de su desnudez y asevero,  de por  vida,  Wilsley fue el único  hombre que tuve la oportunidad de admirar con tan insuperable perfección, delgado, duro como el acero de una espada  y  con  una virilidad majestuosa.

-Te amo Wilsley, te amo como nunca he amado, Oh Wilsley, por favor, ámame como puedas, ámame como quieras, pero ámame.

Cuando me rodeó con  sus brazos y me atrajo contra su pecho, había en él sensualidad y también ternura y su abrazo se tornó intenso y apasionado. Nos dejamos caer sobre una de las camas de descanso y se echó sobre mí, juntos nos giramos lentamente, sin separar nuestros labios.

Al apártame de él, me dedicó una mirada interrogativa, pero cuando, milímetro por milímetro mis labios recorrían su cuerpo, su sexo me pareció poderoso y con impaciencia encontró en mi boca un Edén acogedor.  Suspirando con avidez  Wilsley  estiró  sus piernas cuando me acuné entre ellas,  mientras que a  mis caricias su voz   respondía  llamándome por mi nombre.

Hambriento de él, aspiré y lamí con frenesí su magnífico miembro rígido como el asta de su lanza.

De repente asaltado con violentos estremecimientos, acompañados de sensaciones impetuosas, indescriptibles e  insostenibles, brotó espléndido y con fluidez chorros en mi garganta, olvidando con irrevelables palabras por espacio de un instante, su rigurosa educación.

El sabor salado y tibio de su semen en mi boca me procuró arcadas. Con apremio me dirigí al bar para enjugarme la garganta, nunca me gustó el sabor del semen, incluso me da verdaderamente asco.

Wilsley se acercó rodeándome por detrás con sus brazos, rozando intencionadamente el vello de su sexo flácido contra mis nalgas, la caricia resultaba de lo mas excitante que se pueda imaginar, pero por supuesto esa flacidez no dura sino un corto instante para un hombre normalmente constituido.

- ¿A qué sabe? Fue su pregunta que me pareció profesionalmente interesada. Mientras que insinuaba con más insistencia su eficaz caricia, que lo confieso, tuvo efectos contagiosos.

-Malísimo, pegajoso, espeso y con olor a moho.

-O sea que no es comestible.  -Y sin rencor se carcajeó.

- Perfectamente, pero aún estoy vivo.

-Eso creo bien.

-Menuda cabalgada Wilsley.

-¿Vamos por el segundo asalto, Sebastián?

No fue una pregunta, porque con fogosidad me atrajo contra él. Nos derrumbamos una vez más sobre la cama, pasando  su cuerpo sobre el mío. Su turgente virilidad con fuerza golpeaba la mía. Impacientado, con un movimiento de sus piernas, abrió las mías. Cerré los ojos y me dejé llevar por su pasión, cuando de su garganta, sonidos inarticulados emanaban, y  su cuerpo atormentado ondulaba y se agarraba a mí con tal fuerza que pensé guardar mucho tiempo las magulladuras. Entonces, un ardiente deseo se apoderó de mi boca, de mis manos, de mi razón. Un deseo que descendió hasta el centro de mi sustancia, transfigurándome en un exigente y obsesionado amante, ningún hombre nunca sabrá explicar qué demonios le dominan en esos momentos.

El aliento de Wilsley embriagaba mis sentidos, conforme su boca se entreabría rozando mi cuello en busca del calor de mis labios, ávidos, apresurados, los saboreaba mordiéndolos, cuando no los lamía.

Ardientes, sus manos exploraron mi cuerpo en busca de mis más íntimos secretos. De  mis  caricias,  el crisol donde se forja el acero de su virilidad se impacientaba. Su excitación  lucía  invencible, imponiéndole ardiente, la necesidad de apoderarse  aún  más de mí,  de unirse más estrechamente, de fundirse en un enlace  de sangre, de pasión, de dolor.

Su respiración se detuvo, sus músculos se volvieron de piedra, y cuando en su avance alcanzó las regiones más sublimes de mis entrañas, fue con un grito de dolor que me sentí suyo.

Su sudor se hacía mío con gemidos ahogados cuando su cuerpo se contraía  arrastrándome   indefenso por  el cauce de su tormenta, entonces toda noción de tiempo me abandonó, me apreté a él con todas mis fuerzas, sus caderas se arrojaron sobre mi vientre con embates feroces tal como truena una tormenta antes de estallar.

Wilsley rugió con furia y manó en mí  potentes chorros que  penetraron  hasta lo más profundo de mi ser.

Entonces, cuando mis sentidos respondiendo a su tempestad se desencadenaron, sumergí en sus ojos mi mirada tornasolada de lágrimas y  sonrisas, suplicándole que me rematara…

Y fue, acometido por estremecimientos que electrificaban mi piel, que vi tras mis parpados cerrados, destellar fulgores y crepitar los colores del arco iris. Finalmente agotados, llegó el instante de la suprema inmersión en la azulada languidez…

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* El puente de los Suspiros  que  se puede ve en la video esta en Venecia  llevaba a la cárcel de la cual nadie jamás se pudo escapar, ¿nadie???? Si  hubo uno. Casanova, por los tejados

munnoch : au/au returno a kent

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