So... 10 para las 5 am, y mañana tengo que salir de Lima para un taller.
Pero resulta que ésta ha sido una noche perfecta, en medio de un mes maldito (y al final de un día terrible).
Perfecta.
Y mañana será un nuevo día y ya veremos qué pasa.
Las cosas no andan del todo bien (de hecho, bastante mal) en asuntos de los que prefiero no hablar ahora (pero que son infinitamente importantes). Y sin embargo... anoche vi a una pareja en un auto. Él iba manejando, con la cara de 3 metros. Ella iba haciéndole bromas, tratando de calmar los ánimos. Él no se dejaba. Estábamos parados en un semáforo, y estuve a punto de bajar la ventanilla del taxi y gritarle "¡idiota! ¿no te das cuenta de que en este momento podrías estar riéndote? ¿o besándola? ¿o haciéndole el amor, en lugar de perder la mitad de la vida molesto por idioteces?"
Se nos va la vida. Se nos va, dejando que huevadas sin importancia nos afecten. Se nos va, yéndonos temprano de la fiesta para 'evitar problemas con el novio'. Se nos va, dejando de vivir por trabajar. Se nos va a cada rato.
Tengo 31 años. No tengo marido. No tengo maestría. No tengo doctorado. No tengo planes de buscar ninguno pronto. Si me muero mañana (que sería absolutamente trágico, porque lo que sí tengo es una hija preciosa y gente que me quiere por montones), me iré tranquila. Porque amé desesperadamente cada vez que pude, salí última de toda fiesta que lo ameritara, lloré como una Magdalena, grité como una desquiciada, bailé hasta desmayarme, y me divertí como niña chiquita hasta el último segundo.
Y como amar desesperadamente (a la pareja, a los amigos, a los hijos, a la carrera, a la vida misma) es todo el punto de vivir... y no conozco a nadie que ame con más absoluta desesperación que Remus Lupin, aquí les dejo un vicio en cuatro partes (o cuatro vicios de una misma parte), que va de aceptar los deseos y de cómo uno nunca sabe qué va a pasar mañana.
Junkie
I. (la primera es gratis)
Vicio #4 - Medicina
Tenía 12 años la primera vez que despertó de una luna llena en una habitación con olor a manos embarradas de chocolate. La Enfermería era un campamento tomado por el Caos mismo, y el chocolate, las plumas de azúcar y la risa clara de los Merodeadores, su medicina contra el dolor.
Para los 16, los olores habían cambiado. Whisky de fuego, tabaco Muggle, humedad atrapada entre las paredes. Hasta la sangre reseca... hasta la sangre reseca se diluía en risas cargadas de adrenalina que azotaban las defensas de la infame 'Casa de los Gritos'.
Toda medicina en el fondo es una droga.
- Todas las drogas son potencialmente adictivas.
- Que es un porro, Lupin, no una inyección de heroína.
- Todas las drogas, Sirius.
También tú.
- ¿Qué le va a hacer un porrito de nada a tu autocontrol supremo, Prefecto? Míralo... si es más pequeñito que Peter en la ducha...
- ¡Hey!
- Jajajaja. -James ríe. Peter se sonroja. James sigue riendo. Y ríe más fuerte. Llora de la risa. Es que a James la marihuana se le sube en un segundo.
- ¿No quieres ser como tu capitán, Lunático? Hay que seguir a los líderes. -A Sirius le bailan los ojos, con ese brillo de 'voy a conseguir que quiebres tus principios', que a Remus le quiebra todo lo demás.
- James y tú son difícilmente mis líderes, -dice como si nada.
- Qué mal mientes, Lupin, qué mal mientes.
Miente bastante bien, en realidad. Pero una cosa es mentir bien y otra insultar la inteligencia de Sirius Black.
- Y tengo mente propia, gracias. Si James y tú deciden saltar de un barranco, no me esperen abajo. -No es a propósito, pero la imagen de una fila interminable de lemmings con la cara de Peter le viene a la mente. Luego Sirius le pasa un brazo por los hombros, y todo ese calor, esa piel, esa presencia apabullante que es Sirius invadiendo el espacio ajeno, le nubla las ideas. Tiene esa mirada de 'sabes que quieres hacerlo' que le revuelve todo por dentro... porque no, de ninguna manera Sirius puede tener idea de lo que Remus quisiera hacer en este momento. Se lleva el porro a la boca. Aspira. Tienen 15 años y es la primera vez que hacen esto juntos. Los cuatro. Los dos. Remus tiene tiempo de pensar que no es normal que se la ponga dura el sonido de Sirius aspirando un porro, antes de sentir esos dedos largos contra los labios, el rollito de yerba y papel de biblia perfectamente posicionado.
- Salta conmigo, Lunático.
II. (high in the sky)
Vicio #26 - Soñar
Toda droga es potencialmente adictiva.
El cuerpo de Sirius se desdibuja en el juego de luz y sombra de las cortinas apenas cerradas. Pálido y elegante, desnudo y decadente, indomesticado. Sirius bajo el sol es todo energía, vibrante e inevitable. Sirius bajo la luna tiene ángulos oscuros y una cierta condición inconfundiblemente Black. Sirius en el crepúsculo, se desdibuja entre la violencia y la euforia, entre la malicia y la infancia perdida. Se difumina en líneas gruesas, en matices dinámicos. Como un cuadro impresionista, siempre cambiante. Sirius en el crepúsculo es como un sueño. Fugaz. Inalcanzable.
- Esto no va a durar para siempre.
- No... Cornamenta y Colagusano tienen que estar por llegar. Yo diría que tenemos unos 30 minutos.
- No me refiero a eso.
Sirius pone los ojos en blanco.
- Lo sé. -Se gira, apoyando la cabeza en una mano. -Así que, ¿cuál es la angustia del día? ¿Eres un monstruo sediento de sangre que me mutilará mientras duermo? En tus sueños, prefecto. ¿No te parece natural que los dos meemos parados? No te preocupes, te aseguro que eres una nena en toda regla.
Remus quisiera responder algo ingenioso. Pero el contorno de Sirius en la penumbra creciente es un momento que nadie debería romper.
Y no es nada, en realidad. Sólo algo que le vino a la mente de pronto. Esto no va a durar para siempre.
¿Cómo podría?
- Nada dura para siempre, Lupin. -Sirius tiene esa mirada. Predadora. Inmediata.- Así que deja de perder el tiempo y aprovéchame mientras puedas.
Un jalón leve. Piel sobre piel. Calor y fricción. Sudor y saliva. Palabras sin sentido y la voz de Sirius invocándole demonios al oído. La sangre rugiéndole dentro. Semen tibio sobre piel brillante.
Un instante de pura atemporalidad mientras la noche avanza sobre Escocia.
- No me estás dejando ni nada, ¿verdad? -El susurro se pierde en el humo del cigarrillo.
Hay un instante, sólo un instante tras el orgasmo, en el que las barreras de Sirius caen del todo, y sus emociones son dolorosamente visibles. Remus ha aprendido a respetar ese espacio como lo merece: caminando de puntillas y asegurándose de actuar como si nada hubiera sucedido una vez que las barreras despiertan.
- No se me ocurriría.
La noche, cómplice, avanza lentamente.
III. (abstinencia)
Vicio #27 - Deseo
Toda medicina mal administrada es veneno.
- Los traicionaste.
- No lo hice.
- Los traicionaste.
- No lo hice... Me engañaron, Lunático... Fue una trampa...
Sirius en la penumbra es suave y oscuro. Elegante. Peligroso. Inconfundiblemente Black.
- Los mataste. -Sólo se da cuenta de que está llorando cuando se le quiebra la voz.
- Lunático... -la voz es ronca en su oído. Puede sentir el aliento tibio. El cabello negro le toca el rostro.- Lunático, no fui yo.
- Déjame... -Es apenas un susurro (casi una súplica). El aliento caliente se mueve sobre su rostro- ¡Déjame!
El fantasma se pierde en el aire enrarecido del viejo edificio. Remus tiembla todavía varios minutos antes de abrir los ojos.
Hay dos visitantes más en el edificio abandonado. Pero no parece que vaya a importarles su presencia. Se apoyan en la pared desteñida, sentados entre jeringas y botellas rotas, la mirada perdida.
Heroína.
Puede olerla en el ambiente, mezclada con restos de alcohol e inmundicia. El Lobo se queja, inquieto. No le gusta la degradación humana. Pero Remus los mira con cierta envidia. A veces quisiera que fuera tan fácil. Meterse veneno al cuerpo y olvidar, en lugar de invocar más demonios. Temblar y sudar por una droga que puedes comprar en la esquina... y no por una que nunca podrás tener de nuevo.
Se levanta lentamente y deja el edificio, seguido por todos sus fantasmas.
No sabe bien cómo llegó, pero reconoce la calle. Estuvieron aquí hace algunos meses, recogiendo a Sirius de un bar, la noche del funeral de Regulus. Idiota. Maldito, maldito idiota, repetía con aliento al whisky más barato. James lo llevó a casa esa noche, lo puso a dormir y lo sacó del agujero negro. Remus hubiera querido hacer más, pero ya por entonces Sirius lo miraba con sospecha, y de todos modos el asunto parecía una de esas cosas que sólo James podía resolver.
Sirius lo miraba con sospecha.
Quisiera con toda el alma que esa parte de la reflexión doliera más que saber que existían cosas que 'sólo James podía resolver'.
Aprieta los dientes hasta que duele, y los puños hasta que los nudillos se le ponen blancos.
Nunca ha querido nada en la vida tanto como quisiera odiar a Sirius Black.
Quisiera poder darles más. A James y Lily. A Peter. Quisiera odiar, y romperlo todo, y encontrar placer en la idea de Sirius pudriéndose en Azkaban. Quisiera ser más leal. (Se dice que es la costumbre, la baja autoestima. Se dice muchas cosas cuando tiene fuerzas para mentirse.)
La noche avanza sobre Londres (incluso sobre las calles que ningún turista quiere visitar). En la penumbra, los rasgos se endurecen, los miedos acechan, los alumnos de Hogwarts duermen en camas con dosel, y Remus Lupin se pierde entre la fauna nocturna.
Londres lleva a Sirius tatuado en cada esquina. Hay una moto frente al bar, y un afiche del próximo concierto de The Clash. Hay electricidad en el aire, y estrellas en el cielo. Hay gente y vida. Ruido. Movimiento. Sirius domina cada rincón de Londres. Remus sabe que tiene que irse. Dejar este lugar maldito. Pero se queda. Culpa a la luna, o a la falta de dinero. ¿No es lo que hacen todos los adictos? ¿Buscar excusas? (A Remus se le olvida, tal vez a propósito, que ya no tiene a quién dárselas.)
(En el fondo, sabe que no tiene mucho sentido. Que Sirius domina cada rincón del mundo. Porque es Remus, y no Londres, quien lo lleva en la piel.)
Quisiera ser más fuerte.
Quisiera ser más leal.
A diferencia de Sirius, Remus no es parte de Londres. O de Hogsmeade. O del mundo. Camina como si lo separara una membrana invisible, el observador de un mundo que no puede tocar. Que no puede tocarlo. Sirius era su nexo con el mundo físico. Con la piel y el calor. Con la humedad. Cuando Sirius lo tocaba, Remus era carne y sangre, piel y humanidad. Todavía puede verlo, si cierra los ojos. Desnudo sobre la cama, la cabeza apoyada en una mano. Vestido de negro sobre la moto recién estrenada, la sonrisa brillante de ‘soy el rey del mundo’ iluminando el día. Con 17 y la misma sonrisa, guiñándole un ojo mientras le da alas a alguna despistada. Con 13 años, diluyéndose entre la fiebre y el humo. Todavía puede sentirlo. Sobre la piel. Dentro del cuerpo.
Nunca ha querido nada en la vida tanto como quisiera odiar a Sirius Black.
- 30.
El muchacho tiene el cabello negro, y la altura de Sirius a los 16. No puede tener más de 17, y no parece que haya comido recientemente. (Remus se pregunta vagamente cuándo comió él mismo por última vez.)
- No tengo 30.
- ¿Cuánto tienes?
- 20.
- ¿Sólo 20? -El muchacho lo evalúa.
- No tengo más. -Ni hoy, ni mañana, ni hasta que consiga que alguien lo contrate. Pero no lo dice, porque al muchacho no le va a importar, y él mismo no sabe qué tanto le importa. Tiene claras sus prioridades.
Con el pantalón en las rodillas, abre los ojos y mira hacia abajo. En la oscuridad del callejón, incluso los ojos del licántropo se dejan engañar por la ilusión (que desde esa perspectiva es casi perfecta). Sirius tiene 16 años, las hormonas demasiado activas, y ganas de probarlo todo. Remus acaricia el cabello negro. Sirius succiona despacio. La sangre bombea en sus venas. Caliente. Humana.
Salta conmigo, Lunático.
Mete los dedos en el cabello negro, y empuja para marcar el ritmo.
Así que, ¿cuál es la angustia del día? ¿Eres un monstruo sediento de sangre que me mutilará mientras duermo?
Echa la cabeza hacia atrás. Sirius le quema las venas.
- Más fuerte. -Necesita sacárselo del cuerpo.
Nada dura para siempre, Lupin.
- Más… -Se muerde los labios. Necesita… Necesita arrancárselo.
Lunático, no fui yo.
Un gruñido en la noche, y semen tibio limpiando todos los recuerdos. Todos los fantasmas y sus alegatos. Todas las culpas.
Cuando termina de correrse, sólo le queda Sirius en el cuerpo.
IV. (lost and found)
Vicio #6- Mordaza
Todo veneno tiene el potencial de convertirse en medicina.
Observa largo rato el pergamino en blanco. A veces, se le hace un nudo en el estómago cuando Dumbledore lo mira con ojos chispeantes, incapaz de meterse sin permiso en su mente (si bien Remus está convencido de que sabe que oculta algo). Y es curioso, porque a estas alturas, Remus Lupin se consideraba bastante al margen del bien y del mal.
El pergamino lo mira, impasible.
A veces se siente mal por mentirle al hombre al que, de alguna manera, le debe todo lo que una vez tuvo en la vida. Pero hay pactos que no es capaz de traicionar.
Se lo ha cuestionado alguna vez. Hablar. Tal vez Dumbledore no pueda perdonarlo. Y tal vez eso sea bueno, después de todo. Tal vez nadie debería perdonarlo por encubrir a Sirius Black. Pero Harry tenía el mapa… y eso es casi como si James se lo hubiera enviado, para recordarle que hay pactos que no puede romper. Promesas que no puede traicionar (incluso si todos los involucrados están muertos… o peor que muertos). Promesas que viven entre las paredes de Hogwarts. Que viven para siempre.
Sabes que quieres hacerlo, dicen los fantasmas en su cabeza.
Es por Harry, se dice. Hay que vigilarlo. Está en peligro.
Y luego recuerda que está solo y no necesita mentirle a nadie.
Hace algunos años conoció a una Muggle que trabajaba con sobrevivientes de la guerra (no recuerda qué guerra, porque para los magos todas las guerras Muggle son la misma guerra, y a veces Remus piensa que en el fondo tienen razón). Esta mujer no creía en el paso del tiempo como medicina infalible para el dolor de la pérdida. Decía que la negación del pasado, la búsqueda activa del olvido, transforman el dolor en un secreto y hacen imposible procesarlo. Hablaba de aceptación y duelo, de memoria y reconocimiento del pasado.
Remus comprende la importancia de los secretos y se siente seguro en ellos. Aun así, la primera vez que habló de Sirius en voz alta, la primera vez que admitió su falta de odio (y se permitió imaginar un presente distinto), sintió que alguien le quitaba una mordaza invisible… que el peso de la luna abandonaba sus hombros.
Hay una cierta paz en aceptar lo inaceptable.
En aceptarse.
Sabes que quieres hacerlo. Aunque sea una vez. Una sola. Porque en ese mapa no solo vive su alma, antes del infierno. Viven James y Peter. Vive Sirius. No como los formó la guerra, sino como eran, cuando el mundo tenía sentido. Frescos. Limpios. Inmortales.
Aunque sea una vez, quiere quitarles la mordaza a ellos también.
- Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
Los secretos de Hogwarts se extienden sobre el pergamino.
*
Tabla 30 vicios