-Es indescriptible, es indubitablemente el comienzo. -… Las maquinas como seres independientes bajo el mando único y unánime al servicio de los humanos… -Comienza una nueva era; magnánima, magnifica.-La era de las máquinas y los humanos es ahora. -La manipulación de la tecnología le pertenece al hombre, y el poder y alcance para ello, depende solo y únicamente del hombre. No existen límites, no existen parámetros. -Todo está bajo control.-No hay forma de detener esto…-
Cuando los grades científicos, ingenieros, conocedores y mentes maestras de la tecnología comenzaron a describir a ésta, como la era nueva y revolucionada del ser humano, del alcance que habían obtenido no solo con los descubrimientos acerca del gen humano haciendo al hombre casi un ser inmortal, sino también de los que pronto llamarían androides, los comentarios saltaron en diversas direcciones como luces fugaces de celebración, brillantes y poderosas. Saltaban disparadas a cada espacio y rincón de la tierra, cualquiera en donde estuviese encendida una computadora, un radar, una televisión; cualquier lugar en donde Tesla estuviese.
En cuanto aquellos hombres comenzaron a hablar de ésta nueva era, solo bastaron unos minutos, fue cuestión de horas para que Tesla se encargara de todo lo demás, de que la humanidad entera se enterara de lo que estaba pasando. Fue cuestión de meses, para que los primeros androides estuviesen a la venta y solo los personajes más poderosos y ricos pudiesen comprarlos, fue cuestión de segundos para que las inversiones de estos hombres, a las grandes compañías, fuese efectiva y casi una moda fructífera. Fue cuestión de un par de años para que la industria de los androides atacara el mercado como una herramienta fundamental para la vida cotidiana del hombre, para que cualquier ser vivo necesitara de una máquina.
Fue… cuestión de meses, más tarde, que un virus desconocido y letal aniquilara 7/8 partes de la población humana total, y las maquinas que tanto habían necesitado no hicieran… nada, y sin en cambio se revelaran contra el mismo hombre.
Fue cuestión de segundos en que sintió su corazón golpear fuertemente contra su pecho y a punto de salir por su boca; cerrar los ojos y respirar el asqueroso olor a azufre mezclado con la tierra mojada.