Jan 21, 2013 13:29
Los conflictos laborales me ponen muy nerviosa. Soy una chinchilla dispuesta a explotar de exceso de emociones y el hecho de estar involucrada en medio de uno me hace sentir mal, paranoica incluso. Debo aclarar que me gusta mi trabajo. No pensé que dar clases fuera tan satisfactorio. Tiene sus momentos, claro está. Cuando das buenas clases, excelentes clases, te sientes lo mejor de este mundo y crees que estás haciendo la diferencia. Cuando una clase va mal ya sea por falta de preparación o poca participación de parte de los adolescentes, te sientes como algo que defecaste cuando estabas enferma del estómago: feo y sin forma.
En fin, me encuentro en medio de un problema laboral donde una compañera me está tirando mucha y muy mala leche. Lo malo es que es la íntima de mi jefa y ésta (mi jefa) es muy subjetiva, no importa lo bien que te haya ido en la evaluación y los comentarios geniales que te hayan puesto los alumnos, no. Lo que importa es la visión de su amiga. Terrible. Lo peor es que no sé qué pude haber hecho para caer en desgracia ante los ojos de esta mujer.
En fin, lo único que me queda por hacer es seguir con mi trabajo, echarle ganas a mis clases, prepararlas, hacer proyectos y al final del día no pienso quedarme aquí. Este no es mi lugar. Por más que me agrade dar clases, no es lo que quiero para mi futuro así que todo esto sólo me empuja en dirección de prepararme para una maestría. Eso es lo que debo hacer. YA.
Por lo pronto, es la segunda semana de clases y estoy triste, cansada, derrotada y todos los sinónimos melancólicos y dolorosos del mundo. Nah, exagero, hay momentos brillantes, sí, pero me siento perseguida y vigilada y esa sensación es de lo peor.