LMDTM - CAPÍTULO DOS DE LA PRIMERA PARTE

Jan 26, 2013 13:14

Fandom: DCU - Comicverse
Título: La Metamorfosis de Timothy Drake, primera parte: Lazos.
Personajes: Tim Drake, Jason Todd, Stephanie Brown, Barbara Gordon, Damian Wayne, Harper Row, Alfred Pennyworth, Kon-El/Conner Kent + OCs.
Rating y advertencias: preslash. PG13: lenguaje y violencia.
Disclaimer: Estos personajes no son míos, son de DC Comics.
Resumen: Algo cambia en Gotham. Los Maroni, una de las más antiguas familias de la mafia de la ciudad, adquieren poco a poco el poder de antaño.
Notas: Pensaba actualizar los martes, pero me parece que es mejor idea hacerlo los sábados.
En fin, en este capítulo no pasa demasiado.
(Y cuanto más lo miro, peor me parece, así que me disculpo con antelación.)

En AO3: (x)



capítulo 2.

«You hold your life together,
But you’re up and over the line
In dark times and forever
I know that you’ll be fine »

I Am Harlequin - Wild One

Tim abre los ojos. El techo de una habitación desconocida le devuelve la mirada. Blanco, deslucido, surcado de grietas como patas de araña, es un techo común y corriente, pero no lo reconoce. Tampoco reconoce el tacto áspero de las sábanas que le tapan hasta la cintura.

Sin embargo, el olor a desinfectante y a lejía de limón es inconfundible.

Tim cierra los ojos de nuevo, cede la batalla al sueño con sabor a anestesia que intenta arrastrarle y se sonríe, porque está vivo.

Ha vuelto a sobrevivir.

* * *

Tim ya no es el chico canijo de sonrisa dulce con el que salió Steph una vez. Desde entonces - desde lo que ella no sabe si llamar o no “los buenos tiempos”, por multitud de razones - ha cambiado; ha crecido y ha vivido y se ha amargado por dentro de una forma que a Steph a veces le da miedo.

Hay una parte de ella que jamás dejará de preocuparse por él, que jamás dejará de quererle, a pesar de que sabe que lo de Tim y ella es una historia cuyo fin se escribió hace tiempo. Los Tim y Steph que estuvieron saliendo juntos hace más de tres años eran personas completamente distintas a los Tim y Steph que en esos momentos están en la misma habitación de hospital, y el lema de Steph es mirar siempre para delante, y dejar el pasado donde pertenece.

Tim lleva siendo un accidente a punto de suceder desde que comenzaron las muertes, y, cuando Steph le mira, inconsciente, pálido y demacrado, lleno de cicatrices, tiene la certeza de algo tiene que cambiar. Tim se ha subido en el tren más rápido hacia la autodestrucción, y el final de línea está cada vez más cerca.

Steph suspira. Es media tarde: la luz de otoño aún colorea de dorado y gris los edificios del hospital. Repasa las huellas de dedos y las motas de polvo del cristal de la ventana de la habitación y los convierte en cosas hermosas, instantes detenidos en ámbar.

Ella acaba de salir de clase. Es un viernes de principios del semestre, así que puede dedicar algo de tiempo a cosas de gente normal, como visitar a amigos medio suicidas en su habitación de hospital. Está cansada; le duele donde ayer un matón con suerte consiguió colocar un golpe, en el hueso de la cadera derecha, y la cabeza, de falta de sueño.

Steph se sienta en la silla que algún alma caritativa ha dejado al lado de la cama, la mochila entre sus piernas, y se apoya en el respaldo. Es incómoda, pero le duele hasta el alma y podría sentarse en uno de los postes de teléfono del Callejón del Crimen y encontrarlo cómodo.

Frente a ella, Tim es una figura pálida y silenciosa. Parece tranquilo, pero los ojos se le mueven bajo los párpados cerrados. Leslie le dijo mientras la llevaba a la habitación que los efectos de la anestesia deberían desaparecer hacia el final de la tarde, y parece que estaba en lo cierto. Tim comienza a despertar.

En ese momento, Steph escucha unos pasos acercándose por el pasillo. Tras unos segundos, reconoce la cadencia; hace seis meses, no habría sido capaz.

Cuando Dick abre la puerta de la habitación, ella le saluda, agitando los dedos de la mano derecha en el aire, y tras la sorpresa inicial, Dick le sonríe, cansado y triste pero sincero. Steph se desparrama en la silla, observa mientras él se acerca al lugar en el que Tim parece despertar.

Para ser alguien que suele llevar lo que siente y lo que piensa pintado en la cara, Dick Grayson puede resultar jodidamente difícil de leer. En esos momentos, Steph le mira y le mira y le mira, directa y honesta, y es incapaz de adivinar qué se le pasa por la cabeza.

Dick le quita a Tim el flequillo demasiado largo de su frente vendada, y luego le deja las puntas de los dedos sobre la mejilla, un segundo, antes de meterse la mano en el bolsillo del vaquero, los labios apretados. Suspira, y se vuelve hacia Steph, alto y triste y perfecto, a pesar de la culpabilidad, que le dibuja sombras en en el rabillo de los ojos. Inclina la cabeza hacia la puerta, y Steph se levanta y le sigue al pasillo, dejando la mochila al lado de la silla.

Antes de salir detrás de ella, Dick le echa otra mirada a Tim, y hace ademán de acercarse a la cama de nuevo; sin embargo, tras un instante de indecisión, aprieta los puños, y cierra la puerta tras él.

Algo que siempre le ha llamado la atención a Steph de la relación entre los dos es que, a pesar de que Tim necesita más espacio que nadie a quien Steph conozca, incluido Damian, bicho raro extraodinaire, hasta hace bien poco Dick era capaz de colarse entre las rendijas y hacerse un hueco entre las aristas con las que Tim eriza la cáscara que le rodea.

(La especialidad de Steph es cargarse metáforas. Para quien no lo sepa.)

Una vez fuera, Dick comienza a hablar. Tiene la voz tomada, como si se hubiera pasado un par de horas gritando sin parar.

- Me ha dicho Leslie que te preguntara cómo va - Steph se encoge de hombros. Se apoya en la pared frente a la puerta, entre dos ventanas, y espera mientras Dick la imita.

- Va. - Steph suspira, se aparta un mechón de pelo de la cara y se lo coloca tras la oreja - Dick, cuando le encontré estaba muy mal. Había perdido muchísima sangre.

Aún recuerda el momento, la sensación de impotencia, la culpa por no haber llegado antes, el alivio al ver que alguien se le había adelantado y había tomado medidas.

- Pero se pondrá bien - no es una pregunta. Steph asiente de todas formas, y Dick exhala una bocanada de aire, parece desinflarse. - Bien.

- ¿Bien?

- Tengo- Tengo que irme, Steph - y Dick le pone la mano en el hombro, y la mira con sus ojos azules de actor de los años cincuenta, y eso es mala señal. Está utilizando el Encanto Grayson ™ , y eso nunca es bueno. - ¿Cuidarás de Tim por mí?

- Qué soy, ¿tu segundo? - sorprendido, Dick se echa a reír, y Steph se relaja sin poder evitarlo - Dick, en serio. ¿Qué vas a hacer para pedirme que cuide de Tim?

- Una cosa. Es... complicada. Ya te dará Bruce la información - mentira, Bruce probablemente no le dará nada. Tendrá que pedírselo a Babs, en todo caso, o suplicarle a Wendy que se cuele en los servidores de la Batcueva a ver si, por una vez, encuentra algo.

- Sabes que Tim realmente no necesita que cuiden de él.

Dick baja la mirada y le suelta el hombro. Se gira hacia la puerta, y, cuando habla, parece diez años más viejo.

- Sí, yo también solía pensar eso.

* * *
Tim abre los ojos cuando Steph abre la puerta de la habitación. Durante unos segundos se miran fijamente, ella con sorpresa y alivio, él aún demasiado dormido como para saber cómo se siente en realidad.

Ha reconocido la voz de Dick, que entraba a través de la puerta cerrada. No sabe si se lo imagina o no, pero le parece escuchar pasos que se alejan a toda prisa.

Es por eso que no pregunta mientras Steph le ayuda a incorporarse, mientras le da un vaso de agua y le ayuda a beberlo, cuando le confirma que en un mes estará bien.

Le devuelve el abrazo a Steph con el brazo bueno cuando ella le agarra, antes de irse, y se concentra en su olor a vainilla y pelo limpio, presente y sencillo, en vez de en los que no están.

* * *
Un par de semanas después de salir del hospital, Tim se marcha a San Francisco, a la Torre. Una parte de Steph se siente dolida; la otra, le entiende perfectamente.

Dick ha desaparecido. Steph le busca por todas partes, pregunta a Babs y a la Cazadora, a Damian y a Alfred. Suplica a Wendy que husmee un poco en los servidores de Bruce, y, cuando esto también falla, se presenta frente a este y se lo pregunta.

Nadie dice nada. Los que saben callan, y los que no, parecen tan o más preocupados.

Mientras tanto, algo comienza a moverse en Gotham. Se forman alianzas. Aparecen cadáveres. Hay otras dos fugas de Arkham, un antiguo teniente de una de las familias de la mafia aparece muerto en Blackgate. Se levanta tormenta, y Tim no está, y Dick ha desaparecido.

Red Hood aparece y desaparece. Cada vez que asoma su brillante cabeza roja algo salta por los aires. Desde que Tim no está, parece fuera de control, y Steph recuerda de vez en cuando aquella noche, cómo salió corriendo en cuanto ella llegó, y se hace preguntas. Cómos y porqués que, probablemente, se quedarán sin respuesta.

Robbie Malone.

Son las tres de la mañana, y el local está a rebosar de gente. Louis “Guido” Ferrucci lleva tres vodkas y un traje que ha costado más que el alquiler del local, y se siente bastante satisfecho. Sentado en el reservado del segundo piso con un vaso en la mano, observa a través de la rendija que dejan las cortinas medio abiertas el juego de luces de la pista de baile del club. La música llega algo amortiguada al cuarto, y en el casi silencio que le rodea, Guido se dice que algo ha tenido que hacer bien, a lo largo de todos esos años, para conseguir llegar al punto en el que está.

Tiene treinta y siete años, una casa en el Caribe y tres cuentas en Suiza. Todo va según lo previsto.

Guido mira el reloj, y deja el vaso en la mesa de cristal que hay frente al sillón en el que está reclinado. Se acerca la hora de trabajar.

A los pocos minutos un par de hombres entran en el reservado. El tercero que les acompaña saluda a Guido con una inclinación de cabeza, y luego se queda montando guardia en el exterior de las cortinas. Guido se gira a mirar a los recién llegados.

El primero es uno de sus hombres. Se llama Andrea, y es una década más joven que él. Es alto, ancho de hombros y cada vez más ancho de estómago. No es mala gente. Si acaso, algo corto de luces. Tiene ojillos brillantes de rata y el pelo color arena, bastante corto. Tiene cara de turista alemán, porcino y sonrosado.

Le acompaña un extraño, un hombre alto y joven. Tiene los ojos azul oscuro y viste un traje de chaqueta con una camisa de seda azul marino, algo hortera. Está rapado al cero, y una enorme cicatriz le cruza la cara. Una mirada a sus ojos, y Guido está convencido de que es peligroso.

Hay algo familiar en él. En su forma de moverse, de asesorar todo el terreno con una ojeada. Tiene los nudillos llenos de cicatrices y a través del cuello abierto de su camisa, Guido puede ver alguna más.

Con una inclinación de cabeza, le señala, antes de dirigirse a Andrea.

- ¿Quién es este?

Andrea abre la boca para contestar, pero el extraño se le adelanta. Camina un par de pasos con el brazo extendido y una sonrisa algo seca en los labios y se presenta.

- Me llamo Malone, Robbie Malone. - Guido le estrecha la mano, algo desconfiado - Soy un viejo amigo de Andy.

capítulo uno ; capítulo tres ; capítulo cuatro ; epílogo

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