Tabla: Química, segunda ronda. Tabla B de Imágenes.
Autor(a):
minigamiTítulo: Disorderly behaviour
Fandom: Glee (!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!)
Personajes: Santana López, Quinn Fabray
Rating y advertencias: PG13. OoC A TUTIPLÉN.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Discordia, la ciudad, sí.
Resumen: Una celda y dos metahumanas con muy mala ho***.
Notas: Supongo que me acabáis de perder el poco respeto que me teníais. Pero, en fin. Esto es un proyecto que tengo con una amiga. Yo escribo, ella hace el fanart. Está todavía en desarrollo, porque las dos somos lentas y blablá, y todo surgió de su obsesión con Glee y mi obsesión con los superhéroes.
La idea es la siguiente: la Glee!crew vive en Discordia, una ciudad ficticia gotham much?, poblada por superhéroes y supervillanos que luchan los unos contra los otros, unos por la seguridad del resto de ciudadanos, y otros en pos de sus intereses.
Disorderly behaviour
Discordia bajo la lluvia se diferencia de Discordia bajo el sol por el hedor a agua estancada que sube por las atoradas alcantarillas de ciertos barrios y se extiende por toda la ciudad. No es difícil de arreglar, pero requeriría que el ayuntamiento de la ciudad le pusiera más interés a la manutención de los servicios públicos de la que está dispuesto a emplear. Dicho de otro modo, al gobierno de Discordia los ciudadanos de las zonas más humildes de la ciudad le importan bien poco.
Los de las zonas "bien" le importan algo más, pero sólo porque son votos.
En la cárcel de una de las comisarías de parte pobre de la ciudad se encuentran, en este preciso instante, dos metahumanas que en los años venideros llegarán a ser conocidas por todo el país.
Sin embargo, ahora mismo sólo son dos chicas de dieciocho años que han acabado entre rejas por distintas razones, que no por casualidad. No se conocen de nada: son dos extrañas con secretos que ocultar en una de las celdas con peor fama de toda Discordia.
Ninguna de las dos tendría por qué estar allí.
Santana López, la morena, podría emplear cualquiera de las sombras del habitáculo para escapar. Si nadie paga su fianza, lo hará, y que le den al secreto.
Quinn Fabray, que hace un par de meses se tiñó el pelo de rosa, sabe que nadie la va a sacar de allí. Espera a que el resto de sus compañeras de celda se duerma para cargarse la cerradura y salir por su cuenta.
A medida que transcurre la noche, las otras tres ocupantes acaban cayendo. Quedan pocas horas para el amanecer, y Quinn ve que se le está acabando el tiempo.
- ¿No te duermes? - la otra chica salta en el asiento. La mira con cara de pocos amigos; parece recelar de la media sonrisa de Quinn y su voz llena de afectado desdén.
- No. ¿Y tú?
- ¿Aquí? - Quinn resopla. - ¿Por qué me has tomado?
La mirada de la morena se dirige a los cuerpos dormidos de las otras tres chicas. Se encoge de hombros, una sonrisita de "¿Tú
qué crees?" en sus labios.
Quinn la mira, la cabeza inclinada para un lado, y se la devuelve, mientras intenta contener las ganas de arrancarle la cabeza con las manos. Agarra el banco de plástico hasta que este empieza a crujir: sería tan, tan fácil... la muy zorra no se lo vería venir.
En ese momento, abren la puerta que comunica el cuartel con las celdas, y entra un oficial de policía. Le sigue una mujer mayor de ascendencia hispana y aspecto severo. Cuando la morena la ve, palidece y baja la mirada.
- ¿Santana López? - la chica se levanta, sin alzar los ojos sino para confirmar que es ella -. Has tenido suerte. Te largas.
Abre la puerta y la mantiene abierta mientras Santana sale de la celda. La puerta de metal se cierra con un estruendo a sus espaldas cuando está fuera.
Está siguiendo al guardia y a su abuelita hacia la puerta cuando la chica del pelo rosa habla.
- Hasta luego, Santana - ella levanta la mirada. Y hay algo, algo en los ojos de esa chica, que le pone los pelos de punta.
Santana le mantiene la mirada -. Hasta luego.
Los fluorescentes parpadean un par de veces mientras sale de la zona de celdas.