Better times...

Aug 10, 2010 01:16

Ahora que recuerdo mi infancia a través de películas que parecen carecer de sentido en este siglo 21 me doy cuenta de que las cosas están cambiando a pasos agigantados. La vida no son más que veinte segundo mal contados enclaustrados en 21 míseros gramos. Quizá pienses algo diferente, pero la vida era mucho más fácil antes, cuando todo dependía de tí, cuando sólo te fiabas de tus instintos, cuando las cosas que te gustaban se podían reducir a una gameboy en blanco y negro con los bordes abollados de tanto usar. Cuando la felicidad te la daba un álbum completo de pegatibas de Panini que tu misericordioso padre te había ayudado a completar comprándote cada domingo cinco sobres de "a duro". Esta noche estoy recordando cada uno de los sentimientos que me evocaban cada una de aquellas canciones de Disney que, sin querer, todavía recuerdo y canto como si fuera un concierto de MUSE. Imagino, por imaginar, que no quiero soltar todavía aquella etapa de mi vida en donde encontrñe tantas cosas que aún hoy me ilusionan, que aún hoy ponen una sonrisa en mi cara. Llámame inmadura, llámame infantil, llámame todo lo que tú quieras que no llevarás razón. Y no la llevarás por una única razón: porque esas cosas ya no me las creo. Ya no siento lo mismo que sentía antes.

Veo esos dibujos a los que de pequeña veneraba y no los veo por el mero hecho de que me gusten. Los veo por todo lo que me hacen recordar. Me acuerdo de cantar esas canciones en un sillón de tela de color rojo, rasgándome la garganta con mi hermano, inventándome la letra porque no se habían inventado cosas tan maravillosas como Internet. También recuerdo grabar las canciones de la televisión y de las películas con una grabadora y ponérmelas todas la noches antes de dormir. Costaba un trabajo sobrehumano captar aquella retaíla de sonidos con una calidad admisible y por eso debíamos poner la televisión al máximo volúmen y cruzar los dedos para que los vecinos no se quejasen. Al igual que todas estas cosas, también recuerdo las tardes enteras con un mando de color gris en las manos, sacando la lengua mientras que un zorro de color rojo pardo daba saltos como un poseso mientras sacaba la lengua desconsideradamente. Hay muchos recuerdos que están abandonados en mi memoria. Memorias sobre juegos, sobre momentos, sobre canciones, cosas que una vez fueron importantes para mí, que ocuparon mi tiempo, con las que disfruté y que ahora, después de tanto tiempo, me doy cuenta de que por mucho que quiera se han ido y no volverán.

Por eso ahora soy tan cuidadosa. Por eso ahora intento ponerlo todo por escrito, por ese miedo maldito a olvidar todo aquello que fue importante, que me hizo reír, que me hizo sufrir y morderme la lengua. Aquella pantalla del juego que era imposible de pasar, aquella princesa que parecía morir quince minutos antes del final de la película, aquel juego de ordenador de disparos al que tu madre te prohibía que jugases. Aquella canción de película con la que soñaste. Aquella vez que, por primera vez en la vida, escuchaste algo en inglés. También recuerdo la primera vez que me impresionó aquel idioma,que sentí que un dían consagraría mi vida a ello, por lo que yo seguiría en pie. A pesar de todos los reveses que me ha dado la vida, pequeños reveses porque el único más importante me ha venido este año y tampoco es algo por el que morir, todas aquellas cosas me han enseñado y me han hecho como soy.

Mi infancia fue feliz porque tuve todo lo que quise. Porque tuve amigos que me quisieron. Porque tuve gente que no me quiso y me que hizo comprender que los amigos no son la gente más popular, ni la más guapa, ni siquiera la que te sonríe por las mañanas. Los amigos son aquellos que, a pesar de que hagas algo mal, están ahí, diciéndote que lo haces mal y dándose cuenta de tus errores. Son además los que te los muestran para que aprendas, a pesar de que tú te enfades con ellos. No es gente que te va a hacer decidir entre dos cosas importantes. Son los que te ayudan ante las decisiones pero no te imponen nada. Son... son lo que son y no podemos pedirles más. Por eso son los que son, son muy pocos, quizá dos o tres en cada uno de los periodos cruciales de tu vida y nunca, repito, nunca los mismos.

La gente viene y va. Tú vienes y vas, de hecho, tú no eres el mismo de ayer ni el mismo de mañana, y por ese cambio de necesidades también tienes que cambiar de aires, cambiar de gente y acomodarlos a tu nuevo yo, a tu nueva personalidad. Por eso, creo que por eso, yo ahora mismo no me adecuo a ninguno de mis antiguos amigos. Ahora mismo no hay nadie que satisfaga por completo mis necesidades. Quedo con cada uno de mis antiguos amigos, intento hacer las mismas bromas que hace años, intento hablar de las mismas cosas que hace años, de las que siempre habláblamos, con las que siempre nos reíamos, y ahora no me hacen gracia. Quizá sea que me he vuelto mayor, que he agriado el carácter, que necesito algo que está por encima de la madurez de la gente en general. En realidad, ahora lo que necesito es gente con un grado de confianza extremo con las que pueda ser yo misma sin necesidad de cortarme, sin necesidad de esconderme, sin necesidad de ser algo muy por encima de mis posibilidades, o muy por debajo.

Necesito volver, no por recordar viejos y mejores tiempo sino porque en este mundo de hoy no me encuentro, no me reconozco, no reconozco ni a mí misma ni a mi alrededor. Si pudiera jurar que el hoy cambiará mañana, me acostaría y pensaría en Richie Walsh, pero sé que mañana me levantaré y lo único que me conectará con el ayer será Sean Cook, y aquellos saltos en el sillón de mis amigas.

pensamientos

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