Stronger

Jul 25, 2010 01:02

En cada una de las caras que conozco.
En cada uno de los abrazos que ofrezco.
En cada sol que nace mientras que yo duermo.
En cada una de las gotas de agua que veo a través de una ventana.
En cada una de las noches que permanezco ajena a mi vida.
En cada una de las palabras que no entiendo.
En cada una de las criaturas que aparecen frente a mí y que nunca más volverán a aparecer.
En cada una de las pupilas que me gritan, que me nombran, que me recuerdan.
En cada una de esas cosas, mi alma se queda impregnada.

Aunque no quieras, aunque lo detestes. Formé parte de tí en ese mismo instante en el que penetré en tu memoria. Sin tú quererlo, formé parte de tí. Tu mente me recuerda, clara y lúcida. En forma de sueño, en forma de pesadilla, sin forma o con forma inconexa. Estoy demasiado indefensa como para pensar en las desventajas y en las ventajas de vivir en un mundo de maletas pasajeras, de pantallas que iluminan un número que todavía no tiene sentido para mí pero aún así, cierro los ojos y recuerdo.

Cada una de esas imágenes que ni siquiera sé dónde nacen o dónde se guardan, se aparecen ante mí. Siempre hay recuerdos. Siempre hay situaciones, palabras y acontecimientos que merecen ser nombrados, que merecen ser invocados, que merecen un segundo de mi vida para volver a vivirlos. Mi mente se nubla. Mi cuerpo vuelve a experimentar esas sensaciones como si las viviese por primera vez. Aquella camiseta de tirantes negra. Aquellos pantalones de camuflaje. Aquella marca tan común, que aún hoy sigue teniendo un sentido especial. Aquellas gafas que aparecían en contadas ocasiones. Aquella perilla que nunca supe cómo olía, cómo sabía. Y esto solamente son los momentos en los que he vivido ajena a mi vida, es decir, en una vida paralela. SI tuviera que enumerar cada uno de los detalles que se quedarán para siempre grabados en mi memoria este pequeño fragmento se convertiría de una pentalogía de más de mil páginas.

Parece una pesadilla, pero son detalles tan insignificantes los que hacen que se ericen todos los cabellos de mi cuerpo que muchas veces logro preocuparme. Sin embargo, esa sensación que recorre mi cuerpo es tan placentera que prefiero perderme en ella antes de relegarla a lo más profundo de mi mente. Imagino que son esas pequeñas cosas las que nos hacen sentir vivos, las que nos indican que vamos por el buen camino y que la felicidad se encuentra en las cosas pequeñas y no en las grandes gestas como nos quieran hacer creer. Pienso que la felicidad es vivir día a día con lo que el mundo te ofrece, con la persona amada, el trabajo amado y los pocos bienes personales que te vayan haciendo falta.

Sin embargo, y siempre hay un pero que enturbia mi vida, las personas que somos tan perfeccionistas, tan detallistas, tan complicadas no podemos disfrutar de la vida de los simples mortales. Siempre habrá algo que nos hará cerrar los ojos y pensar que debemos cambiar. Yo ya sé cuál es mi debilidad, reconocerla es una paso grande. Esta losa planeará sobre mi cabeza cada vez que halla un espejo delante, cada vez que halla una meta delante, cada vez que la llama de la felicidad arda en mis ojos saldrá, resurgirá de donde quiera que se halla instalado para decirme que nada de lo que estoy haciendo está bien...

Imaginemos durante un momento que yo no fuera yo...

Imaginemos que fuera más alta, más delgada, más inteligente... Imaginemos que fuera perfecta... Perfecta como la idea platónica de perfección, aquel ser que encarna las bondades más puras de esta vida. Imaginemos que rozar eso con la punta de los dedos no me mata, me hace más fuerte. Imaginemos que volviese al mundo con esa forma. ¿Eso me haría feliz? ¿Seguiría cometiendo los mismos errores? ¿Seguiría deseando las mismas cosas que deseo? ¿Seguiría arrepintiéndome de los mismo?

A fin de cuentas... ya no sería la misma, no disfrutaría de las mismas cosas. Quizá incluso me conviertiera en el tipo de persona que más detesto... A fin de cuentas, ya no sería yo. ?¿Y eso me haría feliz? A mi yo de ahora no, y ese es el que realmente cuenta.

Cierro los ojos y comienzo a recordar. Como un álbum de fotografías, las imágenes se agolpan en mis ojos cerrados. Respiro profundamente y pienso. ¿Y si no fuera una sino miles de ellas? ¿Y si fuera todas las personas que me gustaría ser?

pensamientos

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