Sep 13, 2009 21:01
Parte II
Mathew despertó debajo de un pequeño bosque que había mojado su ropa y sus músculos congelados apenas lo dejaron levantarse de la hierba. Salió de entre los árboles y admiró los pocos rayos de sol que iluminaban las hojas marchitas del otoño. Dio media vuelta y caminó de regreso, sin que pudiera salir de su cabeza aquella siesta y el sueño que había tenido, sobre todo, a quien había conocido en él.
Cuando Gabrielle abrió los ojos, se encontraba cubierta por la noche y algunas mantas. Volvió a cerrarlos, pero no pudo ver de nuevo a aquel niño que le había fascinado tanto. Sólo pudo llorar en silencio por haberse dado cuenta que sólo había sido un sueño. Pensó en lo maravilloso que hubiera sido tener a un amigo como Mathew, lo que logró solamente más llanto.
Algunas semanas y pocos días después, Mathew decidió volver al árbol del columpio, para comprobar la posible realidad de una fantasía. Pero el columpio se balanceaba solo, agitado por el viento. Miró a lo lejos una casa al pie de la colina y sus piernas ni siquiera dejaron a su cabeza meditarlo. La elevación no ayudó en absoluto y Mathew cayó varias veces, golpeándose y hasta sangrando. Pero nada lo detuvo, hasta llegar a la puerta roja de la casa. Desafortunadamente para él, no fueron ninguno de los previos obstáculos los que impidieron que viera a su amiga, sino el vacío de la casa. Después de una docena de golpes a la puerta, algunos a las ventanas y un par de gritos, se dio cuenta de lo irreal que había sido su ilusión. Aunque seguía estando seguro que Gabrielle existía y de que él la conocía desde antes de dormir aquella tarde, la casa inhabitada le recordó su locura al venir hasta acá, burlándose.
Lo que Mathew no sabía era que una semana después de su sueño fusionado, los padres de Gabrielle decidieron mudarse a la ciudad. Pensaban que su pequeña ya había vivido una infancia tranquila en el campo, lejos de las corrupciones de la humanidad y era tiempo de que conociera el mundo exterior. Después de suplicar lo contrario y derramar lágrimas inútiles, Gabrielle empacó toda su ropa, sus libros y algunas muñecas. Partieron en seguida y la niña no tuvo tiempo de despedirse de Mathew, ya que planeaba ir al columpio a tratar de hacer realidad su sueño.
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