Días a destiempo
Hay días así.
Días en los que parece que lo mejor que podría elegir uno, es quedarse en casa. De preferencia, en la cama. Sin más interacción con otras personas que responder con sarcasmos a los comentaristas de noticias.
Días en los que el sol brilla y es molesto. En los que alguien nos responde en un tono levemente fuera del acostumbrado, y parece una tragedia de proporciones épicas.
En esos días, nada pareciera salir bien. Si envía un mail, seguro que lo redacta mal. Si camina por la misma acera de siempre, seguro que tropieza y rompe su zapato. Si le llama su madre, le responderá de manera cortante e idiota, sin siquiera interesarse por el progreso de su enfermedad, aún cuando puede escuchar que sigue con la voz tomada. Si quiere bajar episodios de la serie que está intentando ver, seguro que internet va a cortarse intermitentemente, haciéndole repetir el intento cien veces.
Sí, hay días así.
Días raros.
De idas y venidas que parecen calmadas, pero igual se sienten extrañas.
Como si ese día, el tiempo estuviera al revés. El camino estuviera desdibujado. Los pasos fueran equivocados. A destiempo. Todo parece estar a destiempo.
Entendía que esos días eran necesarios. Le permitía apreciar la grandeza de un día normal, aún si era ajetreado y con algún contratiempo. Le permitía comparar y establecer las diferencias entre lo que prefería y lo que esperaba que no sucediera.
Pero el entenderlo no hace que el día sea más sencillo o llevadero.
En esos días, realmente hubiera sido fantástico que todas esas imágenes que hablaban de cómo dejar atrás con rapidez las complicaciones, porque sólo se necesita de un paquete de papas fritas con sabor a pollo con hierbas, o un té de frambuesas, o un baño con las sales X y un par de velas, o la cerveza bien helada, fuera cierto.
De verdad que sí.
Lástima que sólo son publicidades.
Menos mal que de seguro el sol saldrá por la mañana, y tendremos otros día en blanco. Y si había suerte, sería un día sin destiempos.