Estoy melancólica. Se podría decir que bastante. Y me apetecía recuperar algún texto de esos cortitos que escribía antes, años ha; ahora me ahogo en proyectos largos que no puedo terminar. Concretamente, este texto es del 2010 (anda que no ha llovido desde entonces) y fue un regalo para un amigo (su cumpleaños es el 21 de octubre)
El silencio era atronador.
Margot miraba a algún punto detrás de él, apoyada la espalda en el respaldo de la silla, con los brazos cruzados ante el pecho. Ethan, sin embargo, tenía la cabeza apoyada en una mano y un cigarro encendido, humeando azul, en la otra. Miraba con ojos tristes la comida que se enfriaba en su plato.
Se llevó el cigarrillo a la boca y, de paso, miró a Margot. Pudo observar en su mirada el mismo cansancio que, pensaba, destilaba la suya. Era el cansancio de una rutina que les había ido gastando poco a poco. Al principio la rutina les había separado: cada uno con su trabajo, cada uno con su horario, cada uno con sus hábitos y sus cosas que hacer. Después, les había hecho discutir: nadie quería hacer las cosas en su poco tiempo libro. Más tarde les hizo dejar de hablar, porque no querían hablarse; a lo que se sucedió que no tenían nada que contarse.
En términos poéticos, a Ethan le gustaba decir que se les había gastado el amor de tanto usarlo. En términos realistas, Margot decía que se habían cansado el uno del otro y que, al parecer, no eran tan compatibles como parecía en un primer momento.
Los ojos de Margot viajaron del punto perdido a las espaldas de su marido hacia el anillo que tenía en el dedo anular. Ese anillo que les había unido un día hacía 3 años y que ahora parecía más una cárcel que algo que celebrar año tras año. Levantó la vista e intercambió una mirada con Ethan mientras le daba vueltas al anillo.
- ¿Qué ha pasado, Ethan? -tenía los ojos tristes. Jamás la había visto así.
Sacudió la ceniza en el cenicero que tenía al lado.
- No lo sé, Margot, no lo sé... -dio otra profunda calada y se pasó la mano por el pelo, como si eso le fuera a ayudar a encontrar una solución a su situación-. No lo sé -repitió.
- Míranos. No hablamos durante la cena; antes nos contábamos con pelos y señales lo que hacíamos. Fumas y me molesta; antes incluso me parecía atractivo. No hacemos el amor. No compartimos nada, sólo piso, cama y comida. A veces ni siquiera te veo durante el día, sólo adivino tu figura cuando te metes a la cama. ¿Crees que esto es vida de matrimonio?
- No lo es, pero yo nunca dije que lo fuera.
- Estoy cansada de esto, Ethan. Más de lo que te puedas imaginar...
Margot se levantó y suspiró.
- Me voy a la cama -y si, se fue a la cama.
***
A la mañana siguiente, el silencio atronador de la noche anterior inundaba toda la casa. Su ropa no estaba en el armario, sus cosas no estaban en los cajones del baño y su anillo estaba sobre la mesilla de noche. De ella sólo quedaba el silencio que la había caracterizado en el último tramo de matrimonio.
Y, tres años después del 21 de octubre, la casa sigue en silencio y su anillo en el mismo sitio donde lo dejó.
Me inspiré en una canción de Bunbury para este relato. Dejo el link a la canción.
21 de octubre - Enrique Bunbury