Su afecto tenía algo de adoración muda. Solo lo expresaba con la fijeza de sus ojos y con aquel incesante seguir con la mirada todos los movimientos de su dios. Y a veces, cuando su dios lo miraba a él y le dirigía la palabra, se traslucía en su porte inquieto la perplejidad causada por la lucha entre su amor y la incapacidad física para
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