[Fanfic] Nunca porque sí (1era parte)

Dec 20, 2009 18:17

Se le podría llamar a esto Cap. 3 xD~. Y bien, aquí se empieza a llegar casi a la parte más complicada de la historia. Esta parte no tanto pero la próxima... será algo angst xDU. En fin xD~ ojalá les guste~ (sobre todo a ti, Tsu xD <3):

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“A aquella maldita planta, siempre la odié.”

Era realmente extraña, con un tallo muy delgado y extremadamente largo, que podía llegar a medir incluso más de un metro; el cáliz, es decir, aquello en forma de copa que precedía los pétalos de la flor, era realmente ancha y gorda, mucho más llamativa de lo que podía ser cualquier otra, y quitándole atractivo a los coloridos pétalos de la planta. El cáliz era verde, y los pétalos variaban su color de violeta, a fucsia, a blanco. Descripta de una forma más grotesca, una vez que terminaba el tallo se veía una bola gorda y verdosa, con pequeños pétalos del mismo color que posibilitaban el nacimiento de los otros; los de colores y mayor tamaño.

Ése era el opio.

“I-increíble… esas personas tienen… cabellos de sol…” Escondido detrás de uno de los soportes del muelle pesquero de su territorio, el pequeño niño observaba sorprendido como tres mercantes acababan de bajar de un barco, entregándoles a otros dos, que eran de los suyos, chinos, dos cajas bastante grandes de las cuales una estaba cerrada y la otra entreabierta. De aquella caja abierta una de las personas con cabellos de sol tomó algo del interior, dejando verse una especie de forma verde y circular parecida a un balón chico, con flores de diferentes colores en ella. Xian se extrañó. ¿Vendían flores acaso?

Aunque no era eso lo que más captaba su atención… esas personas, ¿de dónde serían? Había una que incluso tenía ojos de cielo, otro, de pradera, tan diferentes esos caracteres a los cabellos oscuros o castaños y los ojos amarronados, negros y ámbar que él acostumbraba ver en sus hermanos asiáticos. Los ojos más claros que él había visto eran los suyos propios, y los de Yao.

Estaba en las costas del sur de Hong Kong; sus costas, y él se quedó espiando hasta que los otros tres hombres, luego de que les pagaran una cantidad cuantiosa que el chico no podía siquiera idealizar, se fueran en el mismo barco en que vinieron, y los suyos, emocionados, dieran media vuelta para retirarse en unas carrozas que llevaban. Rápidamente, corrió a la carroza antes de que se pusiera del todo en movimiento y logró sacar una de las figuras de las cajas de allí dentro, aunque tuvo que tirarse del vehículo cuando aún estaba en movimiento, rodando con la planta en brazos y protestando algo adolorido por los raspones que logró.

- Uhm… qué planta más extraña…-susurró el menor una vez de pie, observando el gran tamaño mientras se pasaba las mangas de la túnica por el rostro, intentando quitarse el exceso de polvo. Corría el año 1830, y él partió para encontrarse con China y entregarle la flor; esperaba con ansias que le gustase y más que nada, que le dijese cómo se llamaba y para qué podía servir.

Pero en ese entonces y últimamente, Yao estaba más cansado y, dentro de lo posible, con aún más trabajo del usual; ya le habían dado pruebas, reportes e incluso le habían mostrado en vivo y en directo cómo el consumo del opio iba en aumento día a día, a causa de las ventas indiscriminadas (y en cierto modo ilegales) que los diferentes mercantes británicos ejercían en sus costas. Sobre todo, le molestaba enormemente que la principal entrada y salida de aquellas plantas a las que su gente se hacía cada vez más adicta estuviese radicada en Hong Kong. ¿Quién les había dado el derecho de traficar aquellas cosas a través de un territorio tan pequeño, y cuyo representante no era más que un niño? Por supuesto, su Emperador estaba histérico; mucho más de lo que él podía estarlo.

- ¡¿D-de dónde sacaste eso, Hong Kong?! -el chino se quedó duro cuando, estando en Shangai, él y Xian se encontraron en el camino, habiendo ido a buscarse mutuamente (él pretendía encontrarlo en Hong Kong, y éste en Beijing) y encontrándose con la mayor sorpresa de ver esa maldita cosa en brazos del menor. Se le vio enseguida alarmado, quitándole la planta instantáneamente.

- Ah… ¿no te gusta? -preguntó el más chico, mirándole serio y con la vista nublada pero viéndose algo arrepentido, confuso por la reacción del mayor y más sintiendo como si lo hubiese regañado.- Unas personas con cabellos de sol se las vendieron a dos de los nuestros; había varias dentro de las cajas -le explicó lo que le pedía a modo de disculpa, mirando nuevamente la planta.- ¿Acaso son malas…? No sabía…-

El mayor puso no muy buena cara al escucharle, frunciendo el ceño y frunciendo el rostro en una mueca de molestia; sabía que se traficaba por Hong Kong, pero no esperó que ahora lo hiciesen tan despreocupadamente como para hacerlo a plena luz del día, y aún así nadie dijese nada. Suspiró cansinamente; realmente su gente era parte de ese complot…- No…no te preocupes Xian, no es tu culpa -sonrió levemente, agachándose e intentando calmar al menor.- Pero, es muy muy peligroso que te acerques a estas cosas, ¿de acuerdo? Y sobre todo, NO son comestibles -levanto el dedo índice cuando le dijo eso; había en China varias plantas y sobretodo tipos de moras, y no sería muy agradable si su hermano llegaba a intentar morder una de esas plantas. Un niño drogado con opio debería ser algo bastante difícil de ver…

Pero eso ya era demasiado. Y sólo bastaba con dar un vistazo a la población en general; más del 80 % de la población china estaba tan sumida en el opio que gastaban sus recursos únicamente en comprarlos, en vez de mantener a sus familias, y eso estaba llevando a que progresivamente se causasen enfermedades de desnutrición, incluso muertes. Y la misma droga en sí, tampoco era muy buena al causar alucinaciones.

- N-no iba a intentar morderla -el chico protestó y se sonrojó un poco.- No soy tan tonto, Yao -torciendo la boca en un puchero, el otro sólo rió suavemente y le acarició la cabecita, notando algunos de los rasguños de éste.

- Sí, sí… bueno, vayamos a casa por ahora -le tomó de la mano y partieron, conservando Yao la planta bajo uno de sus brazos y quedándose cabizbajo mientras caminaban. Suspiraba cada tanto, cansado de verse casi obligado a pensar en cosas tan complicadas pero que, por desgracia, lo estaban saturando; no sabía cuánto más podría continuar esa situación sin que nadie hiciese algo al respecto. Después de todo, que no soliese preocuparse por esas cosas, no significaba para nada que tuviese sus años en balde.

- Esto es inadmisible, China. Esos extranjeros están burlándose de nosotros bajo nuestras propias narices - su Emperador estaba molesto, y eso que no había hecho mención del incidente con Xian, prefiriendo quemar la planta. Por eso él preferiría a su primer y original jefe; aquel Dragón oriental que tenía una autoridad siempre por encima de los demás, aunque solo él supiera de su existencia.

- Lo sé, Señor…-hablaba entre suspiros; no le gustaban mucho esos tratos tan formales, especialmente si él era el subordinado. Pero aún así estaba parado, con el rostro bajo y reverenciándolo.- ¿Y que sugiere que hagamos? -preguntó, volviendo a formar una mueca, disgustado por escuchar de parte de ese Emperador siempre lo mismo. ‘Hay problemas, esto es malo, esto también’… pero nunca proponía soluciones, y cuando lo hacía, peores eran los remedios que las enfermedades.

- Primero mandaré a destruir por completo la próxima carga de opio que venga, y luego enviaremos un reclamo a su Reina. No podemos tolerar más esto; lo único que Europa busca es que abramos el comercio exterior, pero ninguno produce cosas de utilidad- miró con seriedad a su longevo país que en eso estaba de acuerdo; principalmente el Reino Unido y Francia, ambos compraban todo tipo de productos hechos por él y su gente: porcelana, té, condimentos… pero ninguno de los dos podía pagarles con otra cosa que no fuese plata, puesto que ninguno tenía algo de valor que a él le interesase.

Y así se hizo, aunque Yao no estaba muy seguro de que eso sirviese para algo. La destrucción de una carga de 20.000 cajas de opio se efectuó en 1839 y acto seguido, un enviado del Emperador se encargó de que una polémica carta le llegase a la Reina Victoria; más que pidiendo, exigiendo el cese del comercio ilegal de esa droga. Yao no conocía aún a aquel país pues los involucrados en las ventas eran la gente de cada uno pero… algo le decía que, para ser un Imperio, no debía de ser alguien precisamente pacífico.

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“Sus palabras fueron Ley. El Imperio más grande.”

- Arthur… creo que deberías de ver esto - la ceja de la Reina se encontraba alzada con altivez, seriedad y una mezcla de sorna e indignación; ¿qué pretendían esos, los de raza inferior, al ordenarle a la Reina del Imperio Británico lo que debía hacer o dejar de hacer? Podría reírse de su ignorancia, pero su solemnidad era mucha como para hacerlo. Y ahora le entregaba un papel desdoblado, de color blanco y escrito en tinta, aunque evidentemente escrito por un traductor del Emperador de China, a su ya no tan joven Imperio que entraba por la puerta ante su llamado.

Su casaca hondeaba levemente ante su movimiento recto, destacándose vistoso el rojo escarlata que ésta poseía y la forma en que delimitaba con los bordes blancos, haciendo resaltar al pantalón del mismo color. Las manos enguantadas de blanco y las piernas con largas botas color negro, que se flexionaron cuando su dueño se agachó, apoyando la rodilla en el suelo frente al gran asiento que su Reina tenía en la habitación. Esbozó una sonrisa que se vio caballerosa, cerrando sus ojos con confianza y entrega, mostrando el verdadero gusto que eso le causaba.- Buenos días mi Señora, ¿qué es lo que quería mostrarme? -

- Es una carta del Emperador Daoguang para mi persona. Levántate por favor -le entregó la carta haciéndole un gesto de permiso para que se levantase. Y él así lo hizo, tomando el papel entre manos y observando con una mezcla de curiosidad y sorpresa la carta; al final, una sonrisa burlesca e incrédula se formó, también bastante arrogante.

- Jah, ¿pero quién se creerán ellos que son para ordenarle a Usted que deje de vender algo que nos beneficia tanto? Tienen una visión muy errada de la realidad, Milady. ¿Cuál es su orden? -

- No será necesaria una respuesta escrita. Responderemos con la Armada Británica, y por supuesto comandarás a la Royal Navy en el viaje; confiare en tu buen juicio también para lo que ganaremos. -con completa confianza, la joven mujer habló a su Reino con una mezcla de frialdad habitual y confianza profunda; no solo confianza en que ganarían la batalla (lo que se le hacía inadmisible de otra manera), sino también de lo que se negociase como beneficio para ellos. Especialmente, porque su Imperio era aún más codicioso que ella.

- ¡Por supuesto! Usted sabe que puede confiar en mí -golpeó levemente su pecho y llevó una de sus manos a la cintura, sonriendo burlesco.- Ese China y su Emperador se arrepentirán de oponérsenos. Bien, haré que den el aviso al ejército y partiré en cuanto pueda a primera hora; llegaré en aproximadamente un mes, my Majesty -anunció el rubio, y luego de una reverencia pensó en retirarse, deteniéndose a un paso de salir por las puertas, luego de abrirlas, cuando la mujer volvió a llamarlo por su nombre humano. Se volteó y la miró, esperando curioso.- ¿Sí? -

- Una cosa más… ten cuidado, Arthur. Piensa lo que haces antes de hacerlo -aquello más que un ‘cuídate’ parecía un regaño, pero luego de años con ella como Reina, y antes como Princesa, la conocía de sobra. El rubio se sorprendió pero al final sonrió, apenándose un tanto mientras asentía.

- Como siempre, my Queen - Finalmente se retiró, no obstante cuando lo hizo su actitud cambió un poco, adoptando una expresión de molestia y una mueca, aunque no dejaba cierto tinte de soberbia y burlesca superioridad.- Pero hablando en serio… ahh, vaya, ¿qué clase de idiota se opone al Imperio Británico? No he conocido a China aún pero… sea viejo o no, es un idiota… ahh…-suspiró, estirándose para desperezarse un poco y relajarse antes de tener que comenzar otra tonta e inútil guerra en la que, estando seguro y para no variar, él ganaría...

- ¡Señor! Ya hemos buscado la información que nos pidió -Desde la orden de su Reina había pasado tan solo un día, y ahora estaba en su habitación, sin su casaca pero sí con camisa y corbata, recibiendo un informe.

- Oh, tan eficientes como siempre…-el rubio sonrió de medio lado y luego adoptó una mirada curiosa, pensativa.- Entonces, déjenme ver…-pidió, entregándosele un mapa que abarcaba toda Asia y algunos papeles llenos de información.- Mhh… China es realmente grande, ¿verdad? Jeh, nuestra prioridad luego de ganar es buscar algún territorio que nos sirva de punto final en las redes comerciales; ya tenemos a la India, así que…-su dedo iba marcando las zonas hasta llegar a China.- ¿Cuáles son las zonas más convenientes? -

- Bueno, señor, la más conveniente en verdad es Macau, aquel pequeño puerto del Sur…-

- No, olvídenlo -cerró sus ojos, encogiéndose de hombros y sin casi dejarles terminar.- Esa zona es de Portugal, recuerden los Lazos de Amistad, además, él va a ayudarme… eh, ¿y qué hay de estas? Se llaman Corea… y Taiwán, aunque están algo más lejos, habría que bordear todo el límite fronterizo de China para llegar…-pensativo, su dedo terminó dirigiéndose a una isla más alargada y al Este, mirándola con curiosidad; pero antes que dijese algo uno de sus hombres lo interrumpió.

- Señor, ese es Japón; un país independiente de China, es aquel que…-

- ¡Oh sí! El chico al que USA obligó a abrir su comercio recientemente, uhm, está creciendo muy rápido… lo mejor será o conseguir su ayuda o su neutralidad… ¡Bien! Me quedaré con el mapa, buen trabajo -sonriendo, les devolvió el resto de los papeles, ante los ojos confusos y atónitos de los otros.

- Pero, señor… ¿qué hay del territorio? -

- No hay que preocuparnos por eso…- Arthur dobló sus piernas una sobre la otra, apoyando sus manos en los apoyabrazos y sonriendo de forma altanera.- Si el mejor lugar es Macau, solo hay que buscar un lugar cercano a ese -les señaló el puerto que Macau tenía casi en frente.- Cuando gane, arreglaré cuentas con China sobre esa ciudad y… por cierto, ¿consiguieron algo sobre cómo es China…? Es decir, el país, ¿cómo se ve físicamente? -

- Fue…difícil señor, las fotografías permanentes han surgido hace muy poco tiempo… pero logramos conseguir una, mírela -el británico sacó de una pequeña maleta una fotografía en blanco y negro que aunque no tenía muchos detalles, mostraba a Yao con su actual Emperador, y a tres oficiales.

- ¡Ahh! Pero qué bajito es…-sonrió entre sorprendido y burlesco, observando curioso la foto, aunque su visión se encontraba centrada en uno de los tres oficiales, y uno de los suyos al notarlo carraspeó, indicándole a Arthur el chino que buscaba.

- Ejem, señor… es el del centro, aquél que usted miraba es un Oficial Mayor -

- ¿Eh…? ¡Ah…! -se sonrojó un poco por su descuido, pero rápidamente torció el rostro en una mueca, protestando.- ¿Y-... cómo querían que lo supiera? ¡Todos esos chinos son exactamente iguales! Ngh, e-espero no confundirme de blanco en la batalla…-
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