[Fanfic] Nunca porque sí (Intro 2)

Dec 18, 2009 20:43

Bien, aquí la segunda parte~. Paciencia por favor, ya crecerán xD~

¡Oh! Y sobre el '-aru' de Yao; yo suelo imaginarme la voz del pj cuando escribo sus diálogos, y en el diálogo del chino se incluye el aru xD... por eso no lo escribo, pues me pone nerviosa hacerlo xD (temo usarlo excesivamente xD). Lamento ese capricho ^^U, pero una vez que uno se acostumbra, se hace cómodo xD.

Será igual con el '-aru' de chibi Hong Kong, y el posterior '-gyaru' del Xian adolescente.

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                “Desde ese encuentro han pasado, como mucho, 50 años… ese panda, es importante.”

Hong Kong era un niño saludable, había crecido ya un poco y su pequeño cuerpo había pasado de tener la apariencia de un bebé a tener la de un niño de no más de 4 o 5 años. Con una personalidad bastante curiosa para su edad, ya había demostrado tener habilidad para las artes marciales que Yao le enseñaba, y aunque era callado y tranquilo, hablaba cuando tenía que hacerlo o cuando realmente quería decir algo. La sinceridad aplastante era una virtud (o defecto dependiendo de cómo se lo viese) que compartía con el gigante asiático e incluso con la joven china, que a diferencia de Xian tenía una apariencia algo más grande, de unos 8 o 9 años.

Eran bastante diferentes entre ellos pero aún así, Yao juraba que eran mellizos, aunque a la chica la veía en una gran menor medida. Y cuando lo hacía solía ser porque por ser parte de su territorio, al chino no le quedaba otra opción más que ir de vez en cuando, y vigilar la zona. Con Macau por otro lado, hacía tiempo que no lo hacía; cualquiera diría que lo había olvidado.

- Muy bien, Xian. Has hecho un buen trabajo -en uno de los patios de la gran casa china, su dueño y el pequeño acababan de terminar la práctica diaria; empezaban bastante temprano, intentando usar al máximo las mañanas debía al trabajo constante y casi masivo que Yao tenía el resto del día. A medida que el pequeño había comenzado a crecer le entrenó en las diferentes artes originarias, y éste mostraba tener grandes habilidades a pesar de su tan corta edad. Ahora mismo tenían un armazón de madera de roble entre ellos, con varios picos giratorios que utilizaban para el entrenamiento básico; era la primera vez que Xian lo usaba, y a razón de ello estaba bastante cansado.

- Sí, ah…-se pasaba la manga del ropaje por el rostro, teniendo el rostro con restos de polvo por haberse caído tantas veces; era demasiado pequeño para esquivar aquel armazón cada vez que éste contrarrestaba hacia él luego de un golpe. Se le veía una pequeña mueca en el rostro, a pesar de que prácticamente el niño jamás lloraba.

- Ah, ¿te lastimaste mucho? Déjame ver…-no pudo hacer más que preocuparse al ver esa carita, pero cuando se acercó y arrodilló para observar al menor éste se negó, confundiéndolo.- ¿Xian…? -

- Nh…tengo hambre, China -finalmente la protesta brotó del puchero del niño, descolocando al chino que se quedó mirándolo con un pestañeo bastante chistoso y por igual curioso, obviamente sin esperarse aquello, hasta lograr sonreírle y llevarse la mano a su propio estómago, asintiendo.

- ¡Tienes razón! No había notado que ya era tan tarde, también me ha dado hambre. Bien, almorzaremos algo ahora - sonrió al más pequeño, tomándole de la manito y llevándolo al interior de la casa, aunque antes volvió al patio para entrar el armazón de madera y guardarlo.

- ¡Sí! Ahm… ¿te irás luego a ver al Emperador? -se quedó a esperarlo en el pasillo de madera, comenzando a caminar hacia la cocina.

Yao sonrió entre apenado y cansado al verle, acomodándose el atado cabello.- Bueno, sabes que hay mucho trabajo… pero no te preocupes, no tardaré. Estoy seguro que volveré para la cena -sonriente, siguieron camino hacia la cocina, aunque ambos antes se lavaron las manos y tuvieron que cambiarse la ropa de entrenamiento. Realmente prefería no hacer a Xian partícipe de las aumentadas protestas civiles y constantes que ahora traspasaban; no es que no fuese normal pero… bueno, simplemente a veces le daban malos presentimientos sobre todo aquello…

Demasiada oposición al Emperador.

De cualquier forma, prefería no pensar en eso demasiado; aquellos temas siempre le confundían, y le daban bastante sueño. Así que luego de terminar de cocinar y de comer, él se fue, despidiéndose de Xian que aún comía los mantou de los que era casi vicioso; los dulces, que tradicionalmente rellenaban de mermeladas, dulces o jaleas. El chino se enorgullecía del buen gusto del menor.

- Bien, me voy ya Xian; ¡pórtate bien! -le saludó con una mano, afirmando bien la especie de cesto en forma de bolso de mimbre que llevaba a cuestas, dentro del cual se encontraba su siempre fiel y pequeño panda.

El menor por tener la boca ocupada simplemente asintió, y callado como estaba movió su mano para responder el saludo al verlo alejarse, mirando hasta el último momento posible al panda en la espalda de Yao. Por supuesto, él también los adoraba, quizás porque habían sido la primer criatura viviente que vio al nacer en aquel bosque; incluso antes de conocer a China. - Mhh… ¿dónde estarán…? - Su gran dilema era, claro, cuál sería el lugar en que el chino tendría sus peluches, pues por alguna razón siempre le decía que se los dejaría tocar ‘otro día’, pero nunca ‘ese’.

Por eso su tarea diaria, desde hacía un tiempo ya, era que cada vez que Yao se iba él comenzaba a buscar, revolviendo una habitación o dos de la casa por día; debía poner todo en su perfecto lugar para que el mayor no lo notase, y por ello se tardaba más. Pero desde que había comenzado, había recorrido ya todos los dormitorios de la enorme residencia, y ese día estaba seguro de terminar, solo quedándole una habitación; la de Yao mismo. Si los pandas de felpa no estaban allí, no estarían en ningún lado.

- Veamos…-puso un puchero infantil antes de entrar, tomándoselo tan en serio como sólo un niño se lo podría tomar. Se acercó hasta las puertas de la habitación del gran país, entreabriéndolas con sigilo y primero mirando por una rendija para luego recién entrar. No es que no conociera la habitación de Yao, pero no solía entrar sin su permiso; esa debía de ser la primera vez que hacía algo como eso sin pedírselo. Pero en vano fue la meticulosidad con la que buscó porque, evidentemente, esos muñecos no estaban a simple vista. Siguió por comenzar a abrir las puertas de los diferentes muebles y armarios (todos antiguos) que reinaban en ese espacio, sin éxito, hasta quedarle solo una puerta por abrir; la de la parte superior del armario, un lugar al que con suerte, llegaría subiéndose a una silla.

- N-no cabe duda que es allí…-miró alrededor pero nada encontró, y en un leve arrebato de valentía retrocedió varios pasos, sin quitarle la vista de encima a la manija de la puerta. El Kung Fu no servía únicamente para defenderse o golpear, ¿verdad? Por eso intentó saltar, emitiendo una especie de grito gutural muy tradicional y logrando abrir la puerta aunque quedando, por desgracia, literalmente colgando de la manija. - ¡W-wah…! Ugh… ¿ah? -aún colgando y mostrándose sorprendido y algo asustado como pocas veces, reflejándolo en su rostro, miró extrañado hacia delante, encontrándose con varios pandas de felpa de diferente tamaño pero todos grandes; se quedó maravillado por ello y comenzó a balancearse con la intención de caer dentro del armario y sacarlos. Pero en vez de quedar dentro terminó pateándolo y, acto seguido, todos los peluches se le fueron encima, tirándolo de la manija donde colgaba y aplastándolo uno tras otro.- ¡Waaah! -

Definitivamente, no esperaba esa cantidad.

- Ahh… al fin pude volver, el Emperador está cada vez más… pesado…-suspiró cansado al llegar, cargando al panda entre brazos esta vez y bajándolo para que fuese al jardín que más parecía bosque trasero del fondo, donde tenía el bambú. Había ya anochecido por lo que además de cansado, estaba hambriento.

Entró en la casa y fue directo a su habitación para dejar algunas cosas, llamándole la atención que las puertas estuvieran entreabiertas y mirando hacia adentro.- ¿Mh? Qué raro… ¡A-ah! ¡¿Qué es eso?! -Asustado, miró la pila de osos panda de peluche que se amontonaban en una esquina, apresurándose hacia allí.- ¿Se abrió el armario? ¿Pero cómo…? ¿Uh? -si antes estaba confundido, ahora lo estaba más; ¿por qué cuando tomó en brazos uno de los peluches vio una manito? A menos que…- I-imposible…-le tembló un ojo al agacharse nuevamente, sacando algunos peluches y encontrándose con un Xian boca abajo, chillando del susto.

- ¡¡Ahh!! ¡¿Co-cómo terminaste así, Xian?! ¿E-Estás bien? ¡Hey!- casi sacudió al niño de arriba abajo para que le diese alguna respuesta y éste, mareado (en parte por la sacudida y en parte por pasar toda la tarde sepultado bajo pandas que superaban su tamaño en tres veces), se sacudió y entreabrió sus ojos, mirando al mayor entorpecido.

- Y-Yao… ugh… m-me siento mareado…-le hablaba, aunque con aspecto de enfermo y algo pálido, dejando de ser sacudido ni bien respondió.

- Pero… ¿cómo se te ocurrió hacer eso? ¡Es peligroso! ¿Hace cuánto estás aquí…? -

- Después de que te fuiste… -frunció un poco el ceño, aún siendo cargado y teniendo los bracitos estirados.- Pero, es que quería uno…-miró a los pandas que estaban alrededor, avergonzado y poniéndose rojo, aunque en mejor estado. Yao le miró, algo sorprendido, y al final sonrió un tanto divertido, pero enternecido por la ternura de su hermano menor.

- ¿Eso era…? Pues me hubieses dicho antes que meterte aquí, aunque…-miró hacia aquél armario, sonriendo.- Ese es un lugar muy alto; es increíble que hayas llegado tú solo, veamos…-bajando al pequeño que se sacudió, Yao comenzó a ver sus osos, acomodándolos y volviendo a subir todos menos uno, que era bastante grande, pero que por sí solo no tendría porqué aplastar al pequeño puerto.- Aquí tienes; mira, éste será tuyo, ¿te gusta? -le entregó el peluche al agacharse, que por alguna razón tenía un kanji en la frente.

Hong Kong se quedó mirando el muñeco de frente y pestañeando sorprendido, atontado; al final se le abrazó, colgando los brazos del muñeco por sobre él ante su estatura mientras él asentía, mirando como podía a Yao, y esbozando lo que probablemente debía ser su primera y más dulce sonrisa desde que había probado el mantou por primera vez.- ¡Xìe xìe, Yao! -

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                                                      “Dos mellizos muy diferentes”

- Oei, Xian, debo ir hoy a ver a Taiwán, ¿por qué no vienes? - Rondaba el año 1820, 20 años después de que Hong Kong hubiese obtenido su nuevo panda, y aunque veinte años era bastante poco en relación a la edad y apariencia de los que eran como ellos, Xian crecía de forma bastante apresurada. Del infantil cuerpo de cuatro años ahora parecía haber pasado a los seis, lo que era un gran avance si se consideraba no sólo la raza sino cómo eran. Después de todo, China tenía más de 4000 años y a veces parecía ser más joven que Kiku.

Era el momento del mes en que debía hacer algunos recorridos por el interior de su país, por ello visitaría esta vez a Taiwán, aunque podía imaginar cómo terminaría… la niña, aunque muy pequeña aún, jamás escuchaba lo que Yao le decía y él no entendía el porqué. ¿Cómo es que era tan maleducada, si él incluso la había salvado de esos salvajes de la Península Ibérica? Al menos no había corrido la misma suerte de Macau, y el chino no comprendía su actitud tan indiferente (y a veces molesta) hacia él. ¿Sería acaso porque no vivía con ellos en Beijing?

- ¿A Mei? -levantó la vista del tablero de Májiàng que tenían en el centro de la mesa, sentado cada uno a un extremo y desconcentrándose por un momento, asintiendo entre automática y robóticamente.- ¿Y vendrá aquí a dormir? -sus ojos volvieron a bajar hacia el juego que más adelante sería conocido en Occidente como Mahjong, y movió una de las fichas de forma algo distraída, esperando el movimiento del otro que estaba igual de serio y tranquilo que él.

- Si ella quiere…-Yao frunció algo una ceja y encogió sus hombros para luego sonreír victorioso y terminar el juego el último movimiento.- Que mal, Xian, te distrajiste al final -con un tono de canturreo y observando divertido la mueca del niño, finalmente se levantó para prepararse, alistando al menor y saliendo al rato. Lo primero que obtuvo de Mei cuando llegaron a esa zona territorial fue, por supuesto, que le sacase la lengua y le llamase tonto.

- ¿Por qué viniste ahora, tonto China? -lógicamente estando a la defensiva, la chica les permitió entrar en su casa pero se mantuvo con un puchero e ignoró a Yao todo lo que pudo, mirando hacia el lado contrario y hablando sólo con Xian; éste último había crecido lo suficiente como para compartir una altura similar, a pesar de los 2 siglos de diferencia de edad.

- Sigues siendo una niña…-protestaba el mayor de los tres, sin poder hacer mucha otra cosa que mirar feo a la chica; y luego le preguntaban porqué vivía con Hong y no con ella. Por supuesto, él no podía entender que esa actitud arisca era producto de la forma en que justamente prefería esquivarla.- Bueno niños, quédense aquí mientras el enviado del Emperador me da algunas cosas -llevaba las manos afirmando las tiras de la cesta que cargaba en la espalda, ordenándoles más que pedirles como favor a aquellos dos que le esperasen. El pedir y menos el rogar, a él no se le daban. Y dicho y hecho debió ir a encargarse del trabajo que, con los extranjeros dominando cada vez más, no hacía más que aumentar.

-… Hey, Mei… ¿por qué tú y Yao se llevan tan mal? -los pequeños se habían quedado en el patio, cerca de una bonita fuente de agua y debajo de un árbol lleno de capullos por abrir, ambos sentados a su sombra, y apoyando su espalda contra él.

- ¡Tú lo dices como si fuese bueno! Pero ese tonto siempre me ha ignorado; prefiero mil veces a Japón, él sí me presta atención. ¿No crees que él es mejor? -esbozó una sonrisa, pues aunque tenían cierta relación familiar entre los tres chinos, Japón y los dos coreas como parte de China, ella y Kiku siempre se habían llevado mejor entre ellos.

- Mh, no estoy seguro… yo he visto a Kiku menos que tú y, yo no creo que Yao sea tonto o malo… Bueno, a veces trabaja demasiado pero…-miró hacia un lado, cerrando sus ojos unos momentos y volviendo a mirarla.- Quizás se llevarían mejor si se tratasen mejor… recuerda que después de todo, tú y yo no somos parte de Japón -

- Eso sí…-suspiró; era de esperarse que, niños sin experiencia como ellos, no pudieran imaginarse las cosas de una manera más allá de cómo ya era. Hong Kong estuvo a punto de sonreírle con cierto alivio; él deseaba que esos dos se llevasen bien, así quizás podrían vivir los tres permanentemente con China y no sólo de a momentos, cuando Mei iba a Beijing por alguna cuestión especial…

- ¡Pero él tendrá que empezar primero! - Mei prosiguió y Xian suspiró.

El orgullo y la terquedad también parecían ser marcas muy chinas.
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