Título: Traición
Personajes: Ziva David,
Advertencias: ninguna
Raiting: 18
Nota de autor: Lo mío ya es imperdonable pero no tengo tiempo para casi nada y aunque el fic está completamente escrito tardo tiempo en subir las entradas. Y el otro día al abrir el correo vi que había recibido un montón de mensajes suplicandome que continuase. Voy a subir lo que queda de fic estos dos días y así no tendréis que esperar más. Lo siento de nuevo por haceros esperar pero espero que haya merecido la pena.
Echas un vistazo a la cocina dónde John está preparando la cena. Os ha llevado al zoo y cuando le has invitado a cenar te ha propuesto ser él quien la prepare. Solo esperas que sepa algo más de cocina que su compañero de universidad o no comerás mucho.
Pones a Sarah de pie en el suelo y bien agarrada a tus manos da pasitos alegres y bastante torpes. Cada día le gusta más la idea de echar a correr y a ti te pone más alerta todavía.
- ¡Pero si ya anda!- dice John sorprendido saliendo con dos platos de la cocina.
- El día de nochebuena dio sus primeros pasitos y desde entonces me está volviendo loca.
Debes reconocer que el chico se ha esmerado con la cena. No es gran cosa pero esta exquisito. Te hace recordar aquella noche que Tony intentó preparar una cena romántica para los dos y terminó prendiendo fuego a la sartén. Te reíste semanas de él.
La pequeña empieza a bostezar y tras ponerle el pijama y un cambio de pañales la metes en su cuna.
John ha servido dos copas de vino y está esperándote en el sofá sentado. Empiezas a acostumbrarte demasiado a verle allí, como si siempre hubiese formado parte de vuestras vidas. Pero sientes que te conecta con Tony de alguna forma.
- Gracias por todo, John. Lo hemos pasado muy bien hoy.
- No ha sido nada.
- Se te dan bien los niños. Serás un buen padre.
- Solo me falta encontrar con quien tenerlos.
- Dudo que tengas problemas con eso. Eres divertido y amable. Y guapo- le dices con un tono burlón.
- Gracias, aunque lo de divertido no tengo claro si es bueno o malo.
Das un sorbo de tu copa y le miras. Está pensativo y quieres preguntarle que pasa por su mente.
- Envidio a Tony. Mujer preciosa, hija adorable. Quisiera encontrar a alguien como tú, Ziva.
Le miras pensando en lo que acaba de decir y antes de poder responder sientes sus labios sobre los tuyos. Quieres apartarle, parar, no debes hacerlo. Pero una parte de ti lo necesita, quiere volverse a sentir querida.
Entonces recuerdas a Tony, su deliciosa sonrisa, jugando con Sarah en la cama entre los dos, un domingo por la mañana, una noche fría de invierno nada más empezar a salir acurrudados juntos…. Alejas a John de ti.
- No puedo- explicas.
- Lo siento mucho. No pretendía…- dice él pasándose una mano por el pelo, azorado.
- No te preocupes.
- Debería marcharme ya. De verdad, lo siento muchísimo. No quisiera que esto…
- Te llamaré, te lo prometo- le dices para tranquilizarle.
***
Esperas impaciente a que algún doctor de guardia venga a atenderos. Sarah ha recaído en el catarro y después de dos noches con fiebre altísima has decidido llevártela a urgencias.
Quizás estás siendo un poco exagerada, sabes que es un simple catarro que se ha complicado pero el miedo te supera. No puedes perderla a ella también. Que desaparezca el mundo entero si quiere pero tu pequeña no.
La puerta de la sala donde os han metido para que esperéis se abre y te encuentras con alguien a quien no esperabas ver de nuevo. Jeanne Benoit te observa con los ojos entrecerrados intentando recordar hasta que ves en su cara que sabe quién eres.
- Eres la compañera de Tony, ¿no?- pregunta.
- Sí- confirmas.
Coges a la niña en brazos para marcharos de allí, no sería cómodo para ninguna de las dos. Pero Sarah empieza a estornudar de nuevo y rompe a llorar.
- ¿Qué le ocurre?
- Lleva varias semanas arrastrando un catarro y desde hace un par de días está con fiebre bastante alta.
- Veamos que tienes- dice con voz más alegre dirigiéndose a la niña.
Tras auscultarla y examinarla coge un papel para rellenar mientras te mira. Sabes que viene a continuación.
- ¿Sigue en el NCIS?
- Murió hace más de dos meses- le explicas con un nudo en la garganta.
No puedes creer que ya haya pasado tanto tiempo desde que Tony se fue. A ti te sigue doliendo como si hubiese sido ayer mismo.
- Es probable que se lo mereciera- suelta ella con furia.
- No creo que ella opine lo mismo sobre su padre- dices sintiendo rabia e impotencia.
La chica pasa la vista de tu anillo anular a la niña sin decir palabra y después retira la mirada.
- Supongo que era algo más que tu compañero.
- No es asunto tuyo.
- Lo siento, no debía haber dicho eso.
- Pero lo has dicho.
Sostienes la mirada a la mujer que un día enamoró a Tony. Compartes traición con ella pero hay algo que os diferencia. Por mucho que lo intentas no eres capaz de odiarle, le quieres demasiado para hacerlo.
- Quizás es mejor que busque otro médico para que la atienda.
***
Tapas mejor con la sábana a la niña y te recuestas sobre el sillón que hay junto a la cuna sin dejar de mirarla un segundo. El doctor te ha recomendado que se quede toda la noche en observación aunque te ha tranquilizado diciéndote que no es grave.
- ¿Un café?- escuchas que te dicen.
Levantas la mirada hacia Jeanne, plantada con un café en cada mano.
- Quería disculparme por lo de antes.
Aceptas el café y le ofreces la silla que hay en un rinconcito de la habitación. Mientras ella la acerca te dedicas a observarla.
- No he debido decir eso, pero creo que todavía le guardo cierto rencor.
- No te preocupe, aunque no lo creas te entiendo. Me llamo Ziva.
- Me presentaría pero intuyo que sabes mucho más de mí de lo que querría.
Las dos os quedáis en silencio mirándoos sin decir palabra. Das un sorbo al café, echas un vistazo a la niña y piensas en Tony de nuevo. Deseas borrarle de tu mente pero todo te recuerda a él. ¿Le ocurrió lo mismo a ella?
- Se parece mucho a Tony- dice ella señalando a la niña.
- Era su ojito derecho, su princesa le gustaba llamarla.
- Me hubiera gustado verle como padre.
No quieres aventurarte a preguntar si contigo o más bien con ella. Nunca lo has pensado pero quizás ella hizo planes, una vida junto a él que resultó ser una farsa. Como quizás lo fue la tuya.
- ¿Qué le pasó?
- Le asesinaron- dices. No quieres darle más explicaciones.
- No creo que lo mereciera. A pesar de todo era un buen hombre.
- Eso creo yo, por desgracia el resto le considera un criminal.
- ¿Otra misión suya?
Mientras le respondes que no tu mente te manda señales de aviso. ¿Estaba inmerso en una misión? ¿Era eso lo que ocultaba? Cuando estuvo con Jeanne no lo contó, ni cuando investigó a aquel agente… si hubiese estado en una misión te lo habría ocultado, lo sabes, te habría intentado proteger, sobre todo si sabía que algo iba a salir mal.
Todo empieza a encajar, como en un puzle donde una única pieza falta. Y estás convencida de haberla encontrado.
Y sabes muy bien a que puerta tienes que llamar para obtener respuestas. Cueste lo que cueste.
***
Lo has encontrado. Por fin has conseguido dar con el destino de la dichosa llave. Unos almacenes a las afueras de la ciudad te confirmaron ayer que la llave pertenecía a uno de sus almacenes alquilados. No te han querido facilitar ningún dato más hasta tenerte presente.
Dejas el coche en el exterior del recinto y te encaminas hacia la pequeña y destartalada recepción dónde te recibe un hombre de mediana edad con cara de pocos amigos, no tiene mucha pinta de que te lo vaya a poner fácil pese a tener la llave.
- Buenos días- le saludas con cordialidad.
- ¿Trae la llave y lo que le pedí?
Le enseñas la llave y la licencia de matrimonio que te pidió por teléfono y después de leerla te dice con un gesto que le sigas. En la calle hace frio y el ambiente está seco, te subes el cuello del abrigo y vas siguiéndole por los pasillos que forman los almacenes.
- ¿Y dice que su marido murió?
- Sí, hace dos meses.
- Por aquí vinieron hace un par de semanas unos agentes, aunque más bien parecían espías. Ya sabe, como en la pelis. Pero no les dejé entrar, nada sin una llave.
Piensas en lo que te acaba de decir y no dudas de quien ha estado allí. La CIA sigue investigando, llevando la voz cantante y agradeces que el hombre no les dejase acceder. Al menos nadie se te ha adelantado.
- Aquí estamos.
- ¿Le importaría… ya sabe?- le pides esperando que se largue pronto.
Metes la llave en la cerradura en la puerta y te adentras en la oscuridad buscando el interruptor. Cuando consigues encontrarlo te das cuenta de que no es muy grande, únicamente debe tener cuatro o cinco metros cuadrados y prácticamente está vacío.
Un armarito algo destartalado te llama la atención y al abrirlo no puedes ocultar tu sorpresa. Unas cuantas armas descansan sobre la repisa baja, una carpeta bastante gruesa. Parecen los expedientes de todos los implicados en el caso, el único que falta es a quien más odias, quien apretó el gatillo contra él.
En un lateral del armario ves una caja fuerte no muy grande cerrada.
- ¿No podías habérmelo puesto fácil?- protestas enfadada.
Pruebas unas cuantas combinaciones sin ningún éxito. El cumpleaños de Tony, el de Sarah e incluso el tuyo, el día de vuestra boda… pero ninguno funciona. Frustrada dejas de teclear incoherencias y agarras la carpeta para llevártela. Pero no piensas dejarlo así. Sea lo que sea que haya dentro será tuyo.
***
Hoy te sientes especialmente enfadada. Conoces los estados del duelo. Negación, depresión, negociación, aceptación, ira… te has debido quedar atascado en este último de forma permanente.
Has tenido que ir a comprar un buen suministro de pañales cuando te has dado cuenta de que solo te quedaban un par de ellos pero la tienda estaba atiborrada de parejas con sus bebés haciendo las compras habituales, sonrientes, felices. Juntos. Y mientras agarras los dos paquetes de pañales en una mano y a Sarah en brazos sientes que no mereces esto. Tú deberías estar igual, con Tony compartiendo todo eso y en cambio estás sola, frustrada y agotada. Le odias por haberte dejado así.
Sarah juguetea con un mechón de pelo cuando la sacas de nuevo de la sillita del coche y sin dejar de mirarte con sus ojazos verdes te sonríe.
- ¿Tenías que parecerte tanto a tu padre?- le recriminas como si fuese culpa suya.
Ella te mira con tristeza y le das un besito en la frente para disculparte. No debes pagarlo con ella. Fue Tony quien te dejó sola, quien prefirió una estúpida misión a su familia. Quieres vengarte de él, hacer que pague por el daño que está causando.
Antes de llegar a la puerta de casa se te caen los paquetes de pañales al suelo y estás agachándote para recogerlos cuando ves que alguien se te adelanta.
- ¿Necesitas ayuda?- pregunta John con una sonrisa.
Le devuelves la sonrisa y aceptas que coja las bolas mientras subís hasta el apartamento. Desde aquella noche que te besó no habéis vuelto a hablar y pensabas que ya no volverías a verle más.
- Gracias- le dices cuando deja los bultos en la puerta- ¿Quieres entrar?
- No creo que sea buena idea.
Estás a punto de insistir cuando notas el olor. Ambos ponéis cara de asco y miráis a la niña que parece estar a lo suyo.
- Alguien necesita un pañal nuevo- bromea John.
- Quédate por favor. ¿Te importa guardar esto?- le pides dándole tu arma y señalando la caja fuerte- No me gusta tenerla cerca de la niña.
El chico acepta sin muchas ganas y tú corres hacia el cambiador de la niña para ponerle un pañal nuevo antes de que inunde la casa del olor. Como siempre la pequeña empieza a dar palmas emocionada al ver los polvos de talco y lanzas unos pocos al aire mientras el sonríes.
- Te debo una- le dices a John después de meter a la pequeña en la cuna.
- No ha sido nada.
Ha preparado dos cervezas y te da una mientras le das las gracias.
- Quería disculparte por lo de la otra noche. No debía hacer eso.
- Está olvidado.
- Para mí no, Ziva. Me atraes mucho, no lo puedo negar, pero no quiero hacer nada que te dañe. Y que moleste a Tony esté dónde esté.
La mención de Tony te pone furiosa de nuevo. No deberías sentirte mal por él. Aquella noche deberías haber continuado adelante, no haberle parado. Se lo merecía. Por abandonarte, por dejarte sola y por hacerte sufrir de esa manera.
Para tu sorpresa te encuentras besando a John. Una parte te pide que no lo hagas, sabes que después te vas a sentir mucho peor. Pero necesitas seguir adelante, será tu venganza contra él.
***
Sus caricias son suaves y delicadas. Sin prisa, sin pausa. Dejas que te recorra de arriba abajo a besos, quieres disfrutarlo pero no puedes relajarte. Por mucho que intentes engañarte sabes el motivo. Sientes que le estás engañando, traicionando, te da igual que esté muerto.
John acelera sus movimientos mientras reprimes las ganas de echarte a llorar, no quieres hacerle sentir mal, él no tiene la culpa y después de todo has sido tú quien ha dado el primer paso. Pero no sientes nada en absoluto. Solo dolor.
Él lo nota, sabe que algo no va bien. Cuando se aparta de ti te mira directamente a los ojos mientras te acaricia en la mejilla.
- ¿Va todo bien?
- Sí, de verdad.
Te tapas avergonzada con la sábana y te giras para no mirarle mientras él te rodea por la cintura. Quieres echarle pero no te atreves a moverte. Las lágrimas empiezas a empapar la almohada y te cuesta varios minutos calmarte.
Escuchas a Sarah gimotear en su cuarto y te pones corriendo una vieja camiseta gigante que encuentras por el suelo para ir a ver qué ocurre. Se revuelve intranquila y cuando te ve parece calmarse un poco. La tomas en brazos para tranquilizarla mientras la besas.
- Lo siento muchísimo- dices rompiendo a llorar.
Sabes que no te estás disculpando con ella. Es a Tony a quien sientes que le debes pedir perdón, es a quien has traicionado con otro.
Dejas a la niña de nuevo en la cuna cuando se duerme y sales hacia el salón para regresar a la cama.
Al pasar junto a la caja fuerte recuerdas de pronto que no está cerrada y estás a punto de meter la clave cuando te fijas en algo que te deja helada. El cargador está fuera del arma. Solo alguien que tenga la costumbre de guardar una pistola haría eso por inercia. Un simple contable no debería estar familiarizado con armas.
Regresas al dormitorio y le observas durmiendo tranquilamente en tu cama mientras un escalofrío te recorre por completo.
Ahora ves la realidad. Sea quien sea busca algo de ti. Te ha estado usando durante todo este tiempo para llegar a lo que quiera que busque. Y tú has caído como una vulgar novata.
Pero a partir de ahora tienes las cartas a tu favor. Y sabrás usarlas en tu beneficio.