Título: Traición
Personajes: Ziva David, Leon Vance
Advertencias: ninguna
Raiting: Todos los públicos
Nota de autor: Ninguna novedad
Es hora de descansar un poco. De volver a casa. Has cogido a la pequeña y tras el corto trayecto al apartamento abres la puerta. Y entonces todo toma forma. Te has quedado sola. Nunca le has temido a la soledad pero desde que conociste al insoportable de Tony no te has imaginado la vida sin él.
Te quitas la ropa y directamente la tiras al cubo de la basura, no quieres tener nada que te recuerde este día. Dejas a Sarah en su cuna echándose una siestecita, llenas la bañera y te metes dentro del agua caliente esperando olvidar por unos instantes.
Pero no puedes. Los recuerdos te vienen una y otra vez a la cabeza sin parar. Tony cayendo al suelo, sin moverse, muerto… No es la primera vez que ves a alguien a quien quieres así. Han sido demasiadas ocasiones, demasiadas perdidas. Ari murió a tus ojos, por tus propias manos. Resultó culpable. Michael, fue a manos de Tony pero te sentiste culpable por ello. Y ahora él. Se ha ido para siempre y aunque nunca has necesitado un hombre para sobrevivir Tony era distinto. Una constante en la vida que ha desaparecido, dejándote sin nada. O quizás no.
Sales de la bañera cuando escuchas a Sarah gimotear desde su cuarto. Al verte en el espejo te das cuenta de que tienes los ojos enrojecidos, debes llevar llorando un buen rato. Te enrollas una toalla al cuerpo y vas a por tu hija. En cuanto te ve te sonríe y balbucea unas cuantas incoherencias que consiguen apartar tus lágrimas unos segundos.
- ¿Quieres tu merienda, princesa?- preguntas alzándola en brazos.
Metes un poco de zumo de naranja en su vasito y la llevas al dormitorio para poder vestirte. Ella se queda feliz sobre la cama bebiendo su merienda. Al abrir el armario no puedes evitar dirigir tu mirada al lado de Tony, todos sus trajes colocados en fila, sus vaqueros…todo te huele a él. Te fijas en que de uno de los estantes sobresale una manga y al cogerla te das cuenta de que es su sudadera de la universidad de Ohio, muchas noches de invierno se la ponía para estar por casa. La última noche en casa la llevaba puesta.
Instintivamente te la pones encima y pegas la nariz a la tela. Te sientes una estúpida pero lo necesitas. Te sientas en la cama y coges a la niña abrazándola.
- Apa- dice Sarah entre balbuceos.
- Papá ya no va a volver, cariño.
Rompes a llorar de nuevo sin tener intención de hacer nada por parar.
***
La llamada del director te sorprende aunque la estabas esperando. Has desobedecido una orden directa, te pidió que te mantuvieras alejada del caso y la ignoraste.
Te pones unos viejos vaqueros debajo de la sudadera y tras vestir a la niña coges el coche para ir de nuevo al NCIS. McGee y Gibbs están sentados en sus escritorios y en sus rostros puedes ver que están sufriendo, no solo tú has perdido a alguien, ellos también a un compañero, un amigo.
- ¿Qué haces aquí?- te pregunta Gibbs al verte.
- El director quiere verme. ¿Podrías quedarte un momento con ella?- preguntas señalando a la peque.
Se la dejas y subes sin prisas hasta el despacho del director. Tienes que darle la razón a Tony, la mujer siempre es la primera sospechosa. Y aunque en este caso las pruebas le señalan claramente a él comprendes que piensen que estás implicada.
Vance te espera sentado en su escritorio y cuando cierras la puerta te ofrece una silla. Está con el semblante serio y aunque no te intimida si te incomoda. No tienes ganas de hablar con nadie.
- Le dije que se mantuviera al margen.
- Era mi marido y el padre de mi hija. No pensaba dejarle solo- respondes con firmeza.
- Quiero saberlo todo sobre DiNozzo.
- ¿Edad, altura, color de pelo? Podría ser más específico- respondes exasperada.
- Tenga cuidado, agente David. No se pase.
Intentas calmarte para no empeorar la situación.
- No sé nada, director. Hacía más de diez días que no le veía.
Te das cuenta de que probablemente se marchó para protegerte, para evitarte esto. Él debía saber que le iban a pillar, que pronto terminaría todo. Aunque no así.
- ¿No le ha visto durante ese tiempo?
- No- mientes.
- ¿Ninguna señal que le indicara lo que ocurría?
No hubo nada distinto, nada que delatara que todo iba mal. El último día que pasasteis juntos en casa era sábado. Salisteis a pasear un rato al parque con la pequeña, por la tarde Tony se empeñó en poner un video casero de vosotros, desde que estabas embarazada, pasando por el nacimiento de Sarah y hasta su primer cambio de pañal. A la mañana siguiente todo cambió por completo, sin esperarlo Tony dijo que se marchaba, que necesitaba un tiempo a solas, mando su dimisión a Gibbs y no le volviste a ver.
- Esos archivos siguen desaparecidos y es primordial encontrarlos.
- Lo comprendo, director. Le avisaré si averiguo algo.
Estas a punto de levantarte cuando Vance saca un sobrecito marrón del cajón y lo deja sobre la mesa.
- Son las cosas que Tony llevaba encima.
Abres el sobre y sacas una llave electrónica típica de hotel. Vance te cuenta que es del último alojamiento de Tony.
Encuentras al fondo su dorada alianza, con la que prometió amarte hasta la muerte. Ahora dudas que lo haya cumplido.
- Tómese unos días de descanso. Y está vez obedezca.
Recoges el sobre pensando que quizás no sea mala idea pasar unos días alejada de todo, a solas con Sarah.
- Siento que tenga que pasar por esto, Ziva.
No parece decirlo por simple cortesía, suena sincero y eso solo hace que te sientas peor, que todo aflore de nuevo. Te marchas de allí antes de llorar de nuevo.
***
Sarah se ha quedado dormida en el coche camino del hotel y tratas de cogerla con cuidado para no despertarla. Con menos de un año sabes que no comprende lo que está ocurriendo a su alrededor, que no sabe que su padre ha muerto. Pero a pesar de todo está extraña, balbucea todo el rato el nombre de Tony como si llamándole pudiera aparecer de la nada.
Subes hasta la cuarta planta donde se encuentra la habitación que tenía reservada y abres la puerta sin muchas ganas. Allí fue el último lugar dónde estuvo, la última cama…
Todo es impersonal, no encuentras casi nada que te indique que Tony estuvo en esta habitación. Encuentras en el armario algo de ropa, sobre la mesilla un reloj y te das cuenta de que hay un hueco vacío en lo que intuyes había un ordenador. Sabías que iba a ocurrir, la CIA ya se habrá encargado de inspeccionarlo todo. Pero si se creen que les dejarás entrar en casa por las buenas lo llevan claro.
Te asomas debajo de la cama y encuentras una fotografía y cuando la levantas sientes ganas de reír y llorar. En ella Sarah tenía un par de días de vida, acababais de llegar a casa con ella y se empeñó en haceros una foto. Tú te veías horrenda, estabas cansada y con ojeras pero sostenías a la pequeña dormida en tus brazos como tu mayor tesoro en la vida y desde entonces fue su favorita.
Al girarla te das cuenta de que hay algo escrito en la parte trasera y te sientas sobre la cama para leerlo con tranquilidad.
A pesar de correr el riesgo de sonar cursi quiero
que sepas que sois mis dos princesas, lo mejor de mi vida. Cuidaros bien.
- Pues no lo parece- musitas entre dientes aguantando las lágrimas.
Miras la pulserita que te regalo la última noche, leyendo el “te quiero” en hebreo que dejó escrito. Cada vez estás más convencida de que sabía lo que le iba a ocurrir.
- Vámonos a casa, princesa. Mañana nos espera un día muy largo.