Jul 27, 2009 09:43
Uno no debería vivir en el pasado, es un gran error. Por el contrario, uno debería vivir con el pasado. Ese ligero cambio de preposición que da una postura totalmente distinta. El pasado tiene que ser aceptado y uno debería estar totalmente enterado del mismo, no esconderse cosas, ni esquivarlas, simplemente saber que estuvieron ahí en algún momento y que por diversas razones uno decidió sepultarlo. Tal vez por fracasos, por no cumplir con lo esperado o porque no gustó cómo resultó. Lo cierto es que vivir con el pasado cuesta, incluso con las cosas buenas. La repercusión que tiene el pasado en el presente y en el futuro es fuerte y lógica. ¿Cómo vivir el presente sin tener pasado? ¿Acaso uno puede borrar su pasado? Vivir sólo en el presente y vivir cada día como si fuera el último, como postulan muchos. Yo no lo creo posible. Por más que uno distorsione el pasado, creyendo que sucedieron cosas cuando no fue así o bien atenuando hechos como si fueran eufemismos. A ciencia cierta, creo que la comunicación que uno debería llevar consigo mismo debería integrar a los tres tiempos. Aunque uno no pudiera ser justo con los tres. Definitivamente uno termina por darle más importancia a uno que a otro.
Durante mucho tiempo quise escapar del pasado, hacer como si no existiera, actuar como si el pasado no corriera más, como si fuera un invento en desuso, casualmente pasado de moda. Hay muchas cosas que borré y otras con las que me quedé. Con los años recuerdo otras más que me faltaban para terminar el rompecabezas interminable del tiempo pasado. Aun así, no puedo asegurar que todo lo que recuerde me haga bien. A decir verdad, no es así. Y el temor del pasado se desencadena en un temor del presente y del futuro. Ambos en igualdad de condiciones.
Uno no puede enterrar seis pies bajo tierra al pasado y después invitarlo a salir a pasear por el cementerio de Père-Lachaise y decirle: Ah, no, de acá no podés salir. Uno no puede limitar sus propios pensamientos, sólo puede elegir callárselos a los demás cuando uno lo cree más conveniente y aun así equivocándose miles de veces. ¿Cómo puede saber uno cuándo hablar y cuándo no? Es tan difícil la expresión de lo que uno siente. Liberarse de todos los prejuicios que uno tiene sobre sí mismo, precisamente, y contárselos a otro. Por más que sea la persona que más ama. Sólo queda forjar ese lazo, día tras día, hacerlo más fuerte y extenso, hasta que finalmente sea irrompible.
pasado,
tiempo,
uno,
pensamientos,
sebastián