Sep 06, 2009 20:24
Recuerdo que cuando era una enanita aún, los adultos cansados de nuestros gritos fuera de la casa, de cruzar las esquinas sin mirar y de hacer carreritas en bicicleta, solían amenazarnos con una sempiterna frase que causaba miedo, confusión y hasta un poco de asco, "si no entras ya, te va a llevar Neto".
Neto era algo así como el Coco, el Ropavejero, la pesadilla de los niños de este pueblo que veían en su nombre a una persona desgarbada, maloliente, incapaz de controlar sus esfínteres, con un cigarrillo barato en la mano derecha y una botella de coca cola en la izquierda, balbuceando palabras que no siempre tenían relación entre sí. Los encargados de las tiendas solían tirarle una moneda para que se comprara su refresco y no espantara a sus clientes y algunos, como mi abuelo, le regalaban una coca cola diaria que el susodicho bebía como élixir revitalizante.
Nosotros crecimos y Neto dejó de ser la imagen terrorífica que inspiraba leyendas urbanas en torno suyo y pasó a conferirnos una imagen de lástima. Sin embargo, su presencia dejó de ser tan recurrente, sus carcajadas menos frecuentes y su andar torpe ya no se veía en media calle todos los días. Supimos que era porque alguien, por fin, había decidido cuidar de él y por ello ya no lo dejaban salir tanto a la calle, mucho menos a vagabundear solo por ahí. Ya nadie bebía la coca cola hasta la última gota ni gritaba en medio de la calle nombres de fantasmas que pasaban a su lado y que sólo él podía percibir.
Hoy lo vi de nuevo. Sigue estando igual y como lo recuerdo. Se resguardaba de la lluvia en el mercado, mirando sin ver a los traúnsentes que pasaban y no lo miraban, a los peatones que le lanzaban miradas furtivas, a los niños que apretaban el paso para alejarse lo más rápido posible. Y él permanecía indiferente ante ellos, como una imagen más de este pueblo, uno de esos personajes que indudablemente todos conocen (después de todo, este es un lugar pequeño). Debo decir que ya no me inspiró lástima ni todos aquellos sentimientos que albergaba antes sobre él. Quizá surgió el interés. ¿Qué es lo que él ve de todo aquello que alguna vez fue?
Su vida sigue transcurriendo, en efecto, como la nuestra. Pero la de él, al menos, no es solitaria. Tiene a su infaltable coca cola haciéndole compañía.
divagando,
recuerdos