When The Morning Comes

Apr 27, 2011 00:59

Título: When The Morning Comes
Género: Oneshot (3499 palabras)
Rating: NC-17
Pairing: Onew/you
Nota: Onew's POV.



Sí.
Sí, acepto.

Esa frase seguía retumbando en mi cabeza. Varias horas habían transcurrido ya, pero se mantenía intermitente entre mis pensamientos.
Recordaba tu voz tan claramente pronunciando esas palabras que me daba escalofríos pero al mismo tiempo me hacía sonreír. Sonreír inconscientemente en la oscuridad de la noche en aquel avión.
Tal vez sonreír en el medio de la noche sin ninguna razón aparente se podría sentir estúpido.
Pero yo no me sentía estúpido porque tenía más de un motivo para sonreír.

Sonreía al recuerdo de cuando te conocí.
Sonreía al pensar en los momentos compartidos contigo.
Sonreía porque me aceptaste, porque aceptaste pasar el resto de tu vida conmigo.
Sonreía por lo que este matrimonio representaba.
Sonreía por lo que el futuro nos prometía.
Sonreía porque era feliz, a tu lado.

No sé si me quedé dormido dándole rienda suelta a estos pensamientos, porque en cuanto volví a abrir mis ojos, vi a través de la ventanilla como el sol se asomaba por el mar. El sol naciente teñía de rojo carmesí todo a su paso, produciendo destellos en el agua, similares a pequeños rubíes.
Este tipo de momentos nunca dejaban de maravillarme.

Escuché un leve sonido a mi lado, y giré mi cabeza para encontrarme con el perfil de tu rostro. Te habías girado de lado, sumida en un sueño profundo, y un mechón de tu cabello caía sobre tus ojos. Sentí un vacío en mi estómago.
Quería apartar ese mechón de tu cara, quería acariciar tu piel, quería besar tus párpados.
Pero no podía.
Mi cuerpo se paralizaba, y comenzaban a sudar mis manos.
Te puedo jurar que no hubo un día en que no maldije esta rareza. ¿Por qué me era tan difícil demostrar mi amor con gestos, con contacto físico?
Tú sabías que me ponía muy nervioso besarte con otras personas presentes, por eso nunca me decías nada. Lo único que podía hacer era tomarte de la mano. Y cuando nos encontrábamos tan solo nosotros dos, nunca habíamos pasado más allá de algunas caricias y besos, lo cual ya me hacía entrar en calor, y sentir mis mejillas ardiendo.
Lo que me ponía aún más inquieto era pensar que esa noche sería nuestra noche de bodas. Nuestra primera noche juntos. Realmente quería enseñarte cuánto te amaba, pero no estaba seguro de lograrlo…

Varias horas más tomó llegar a destino, habíamos elegido una playa en el mar Mediterráneo. Nos llevaron hasta nuestro hotel, y en la recepción nos entregaron las llaves de la habitación. En cuanto entramos, dejamos las valijas a un lado y nos acercamos al balcón. Tenía una vista maravillosa al mar. Te acercaste a la barandilla, admirando aquella belleza de lugar, mientras yo te admiraba a ti. Te volteaste y extendiste una mano en mi dirección con una sonrisa. Me la contagiaste, y sonreí también, tomé la mano que me ofrecías y entrelacé nuestros dedos. Todo ello era demasiado perfecto.

Miraste la playa con entusiasmo. Lo entendí al instante y te guié hasta la salida de nuestra habitación, tomando las llaves, para poder ir a caminar un rato los dos juntos.
El invierno se estaba acercando, y por lo tanto, aunque no era muy tarde, el sol se acercaba al horizonte lentamente. La arena se encontraba levemente cálida bajo nuestros pies descalzos mientras caminábamos a un ritmo tranquilo, tomados de la mano. Una de las pocas veces que nos podíamos tomar todo el tiempo que quisiéramos, sin estar a las corridas, sin horarios ni obligaciones que cumplir.

Un momento nuestro, sin interrupciones.
Celestial.

Dirigí mi mirada a tu rostro, por más de que te miraba a contraluz, ya que el sol se encontraba en tu dirección, podía notar cómo pequeñas pecas se formaban en tus mejillas, cómo se movían tus labios al hablar, cómo tu cabello acariciaba tu rostro y cuello, cómo se movían tus cejas al realizar expresiones, cómo brillaban tus ojos al devolverme la mirada. Cada pequeño detalle quedaba grabado en mi memoria por tiempo indeterminado.

Te acercaste a mí, dejando el rastro fugaz de tus labios en mi mejilla, y así tan rápido como te aproximaste a mi cara, desapareciste de mi lado, dejando mi mano siendo enfriada por la brisa otoñal.
Corriste hasta unos metros más delante de donde me encontraba, y te atreviste a caminar por donde se encontraba el agua helada, extendiendo tus brazos, y deteniéndote mirando en dirección al mar. Sonreías con los ojos cerrados.

¿Acaso estoy viendo a un ángel?

¿Cuánto tiempo permanecimos en esas posiciones? Tu disfrutando de la brisa marina, yo observándote con ternura. ¿Segundos? ¿Minutos? ¿Horas? ¿Quién sabe? ¿A quién le importa?
Lanzaste un suspiro y bajaste tus brazos, giraste tu cabeza hacia mí, y sonreíste una vez más, mientras te acercabas a mi, y me arrojaste un poco de agua con el pie, la cual estaba helada. Me reí y corrí para el lado contrario, y rogué por tu compasión, pero tú no dejabas de perseguirme mientras me empapabas y carcajeabas. Me volteé y esperé con los brazos extendidos a que llegaras a mí. Te necesitaba.
Rodeaste mi cuerpo con tus brazos, con tus manos acariciando mi espalda, y hundiste tu rostro en mi cuello.

Un ‘Gracias’ en un murmullo apenas audible de tu parte me dio el valor para besar tu cuello descubierto, y dejar mis labios posados allí, mientras los últimos rastros de sol pegaban en mis párpados cerrados.

Sin ninguna otra fuente de calor más que el contacto de nuestros cuerpos, se sentía cada vez más la baja temperatura de aquel día. Aunque sabía que a ti te gustaba la playa en esa época del año, tendríamos que volver al hotel ya que tú sólo contabas con unos shorts y un buzo mío. Volvimos caminando de la mano, sólo cruzándonos con unas pocas personas en nuestro camino por la playa hasta el hotel.

Cenamos en el restaurante del hotel, mientras me recordabas qué planes habías ideado para esos días, qué lugares visitaríamos y qué actividades realizaríamos. Sabía que podía contar contigo con ese tipo de organizaciones porque siempre estabas en los más mínimos detalles. Estaba impaciente por conocer todos aquellos lugares contigo. Te hice algunas preguntas de aquellos planes y me contestaste emocionada y con un cierto brillo en los ojos. Amaba eso de ti.

Cuando volvimos a nuestra habitación, decidiste darte un baño. Así que mientras lo hacías, me dispuse a desempacar algunas cosas. Estaba bastante fresco dentro del cuarto porque al salir habíamos dejado abierto el ventanal que daba al balcón, así que decidí encender la chimenea que se encontraba frente a la cama matrimonial. Sabía que podía pedirle a alguien del personal del hotel que lo hiciera, pero quería hacerlo por mi cuenta. Sabía que con mi torpeza no sería tan fácil, pero sentía la necesidad de hacerlo, tal vez para demostrarte que era capaz de hacer ciertas cosas.

Luego de algunos minutos, logré que el fuego quemara lentamente la leña de la que disponía. Cubierto de hollín y sudor, sonreí feliz. Me quedé en cuclillas observando como las llamas crepitaban muy cerca de mí, brindándome más calor del necesitado, pero estaba demasiado inmerso en mis pensamientos como para alejarme. El nerviosismo había vuelto a mí, y no creía que se fuera rápidamente.

‘Jinki, ¿qué haces, amor? Se te quemarán las cejas’ dijiste entre risas, mientras salías del baño secando tu cabello con una toalla. ‘Me encanta cómo queda el hogar encendido’ continuaste mientras te acercabas a mí y yo me levantaba alejándome un poco del calor abrumador del fuego. ‘Y me encanta como quedan las cenizas en ti’ susurraste casi rozando mi oído. ‘Amor, estás un poco caliente’ dijiste con una sonrisa mientras me tocabas una mejilla. Sentí, aunque pareciese imposible, cómo todavía más calor subía hasta mi cara, y un cierto escalofrío recorría mi espina dorsal.
‘Sí… La chimenea… Sí, eso… me voy a dar un baño ahora… Ya vuelvo’ dije entre risas nerviosas, mientras me iba acercando al baño, dejando tu mano en el aire, donde antes se encontraba mi cara. Cerré la puerta de un golpe, y apoyé mi frente en ella.

Dios santo.

La superficie fría de la puerta contrastaba contra el calor de mi frente.
En mi mente rondaban miles de pensamientos e imágenes sin dar tregua, entre ellas el recuerdo de ti llevando ese vestido blanco mientras secabas tu pelo, tu aliento rozando mi piel al susurrarme al oído, el calor de tu piel contra mi piel ardiente. Me estaba volviendo loco.
Sentimientos, sensaciones, intenciones se revolvían en mi interior sin dejarme pensar correctamente.
Me quité la ropa sucia que llevaba, abrí el grifo y dejé que el agua fría cayera sobre mí, aclarándome la cabeza.

Yo sé que puedo. Yo sé que puedo.

Shampoo. Jabón.

¿Qué es lo que está mal conmigo? Yo sé que puedo.

Salí de la ducha, con gotas de agua mojando la pequeña alfombra que había bajo mis pies. Me sequé, y casi se me cae el alma a los pies cuando me di cuenta que en el apuro de entrar al baño, no había tomado la ropa que me pondría. Rodeé mi cintura con el toallón, y abrí lentamente la puerta, espiando. Lo único que pude notar fue que el cuarto estaba oscuro sólo con el fuego como única fuente de iluminación. Abrí un poco más, asomando mi cabeza, y vi que la cortina del balcón, una vez más ondeaba por el viento, gracias a una pequeña rendija abierta.

Esta chica se agarrará un resfriado, y con el pelo mojado encima…

Me dirigí a la valija rápidamente, aún sosteniendo la toalla, y agarré lo primero que encontré, mis boxers favoritos, unos jeans y una remera gris con escote en V. Me cambié a máxima velocidad en ese mismo lugar, y dejé la toalla en el baño, y apagué la luz. Estaba por salir, cuando me paré en seco y me di la vuelta, encarando al espejo, no podía ver mi rostro, solamente mi contorno, por la luz que provenía de la chimenea, que jugaba con las sombras a su alcance. Respiré profundamente.

‘Tú puedes hacerlo.’

Y sin decir una palabra más, salí del baño, y me dirigí hacia donde te encontrabas. Caminé descalzo por la suave alfombra de la habitación hasta llegar al ventanal. Corrí suavemente la cortina con mi mano, y allí estabas. Apoyada sobre la baranda del balcón, mirando cómo las olas iban y venían, se te notaba relajada mientras el viento jugaba con tu pelo y tu vestido. La luna hacía brillar tu piel de un modo esplendoroso.
Con pasos lentos y silenciosos me acerqué a ti.
Te tomé por atrás rodeando tu cintura con mis brazos y hundí mi rostro en tu cabello húmedo, con el aroma a shampoo que siempre usabas y me encantaba.
Luego de unos segundos, apoyé mi mentón en tu hombro. Deposité un pequeño beso y susurré ‘Amor, te enfermarás’.
Te reíste suavemente, y luego de algunos segundos de escuchar el canto del mar, respondiste ‘Tú también’.
Sonreí con los ojos cerrados ante tu contestación, y besando un poco más arriba por tu cuello, murmuré contra tu piel ‘Pero yo soy fuerte’
Giraste tu cabeza hacia mí, y aunque no podía ver tu rostro, sabía que me estabas mirando con cara de incredulidad.
Yo sabía que eras fuerte, más fuerte que yo en muchos sentidos, otro de los tantos motivos por el cual te admiraba y amaba.
Separé mis labios de tu cuello, y te volteaste, quedando frente a mí. ‘Puedes ser mi estufa personal si quieres’ dijiste con una sonrisa juguetona mientras pasabas tus brazos rodeando mi cuello.

Vacío en mi estómago. Mi sonrisa se desvaneció.

Y tú también dejando de sonreír, apartaste la vista. ‘O tal vez no…’

Idiota. Eres un idiota, Jinki.

Bajaste tus brazos y te abrazaste a ti misma dándote calor, vi que el vello de los brazos se te erizaba.

No sabía qué me pasaba, quería decir tantas cosas.

‘Jinki, amor… No hace falta…’ comenzaste a susurrar mirando al suelo.

Pero como muchos dicen…

Te levanté el mentón, te quedaste en silencio. Nos miramos con tan sólo el viento pegándonos en nuestros rostros, y revolviendo nuestros cabellos.

…un gesto vale más que mil palabras.

Uní nuestros labios suavemente. Tal vez para muchos sería un beso más del montón, hubo más apasionados, más perfectos, y más dulces. Pero sabíamos que era especial, no por el beso en sí, sino por lo que representaba y anticipaba.
Me sentía un niño, sintiendo mariposas en el estómago, porque siempre las sentía estando contigo y más en momentos así. Acaricié tu mejilla con una de mis manos, y la otra la hundí en tu cabello aún húmedo. Me tomaste de la remera en cuanto profundicé el beso, dejando a nuestras lenguas jugar al encuentro.

Sentía como el calor invadía una vez más mi cuerpo a pesar del frío que hacía allí fuera. Comencé a dar pasos para atrás, donde se encontraba la entrada a la habitación, llevándote conmigo, pero nunca separando nuestros labios.

Finalmente entramos al cuarto que se encontraba cálido gracias al fuego que seguía crepitando, frente a la cama. Me paré al borde de esta, y separé nuestros labios. Te miré a los ojos, veía como el fuego de la chimenea se reflejaba en ellos. Sonreí al pensar que daba un efecto de película.

‘Jinki, ¿estás seguro?’ me preguntaste acariciando mi mejilla, con comprensión en la mirada.

Mi cuerpo finalmente había entendido que esto era lo que más deseaba y nunca más me impediría demostrarte cuánto te amaba.

‘Más que nunca’

Sonreímos al mismo tiempo y nos quedamos mirándonos a los ojos por pocos segundos, mi mirada fue arrastrada hasta tus labios, y tuve que juntarlos con los míos, acercándote lentamente de la nuca con una de mis manos. El beso fue suave y lento, sin prisa.
Con mi mano libre comencé a acariciar tu brazo desnudo, rozando aquella piel tersa, provocándote escalofríos.
Aún me sentía torpe, pero igualmente deslicé mi boca hasta tu mandíbula, besándote en cada centímetro de piel que se encontraba bajo mis labios, separé mi boca levemente de tu cuello y rocé tu piel en todo el recorrido hasta tu oreja para poder susurrarte en ella.

‘Quiero hacer el amor contigo, ahora mismo’

Descendí hasta tu cuello, besándote nuevamente, sin soltar tu nuca, para tenerte bien cerca de mí.
La mano que rozaba tu brazo, se fue deslizando hasta tu espalda, para toparse con el cierre de tu vestido. Algunos pequeños gemidos se escapaban de tu boca, haciendo erizar los vellos de mi espalda.
Comencé a deslizar el cierre, dejando tu piel al descubierto lentamente, hasta que unos centímetros antes de llegar al tope, se atascó. Forcejeé un poco, sin lograr ningún resultado. Sentí tu risa en cuanto resoplé contra tu cuello con fastidio.

‘¿Quieres que-‘ comenzaste a decir con una sonrisa pero enseguida te interrumpí.
‘Yo puedo.’ Dije un poco enojado conmigo mismo, mientras sentía mis mejillas arder, ¿hasta en un momento así tenía que ser tan torpe?
Te volteé suavemente, mientras sentía tu cuerpo moverse levemente a cause de tu risa silenciosa, y bajé, sin mucho esfuerzo, lo que restaba del cierre. Me quedé mirándolo incrédulo. Suspiré y admiré tu espalda, mis manos temblaban ante la perspectiva de acariciar tu piel descubierta. Tomé uno de los breteles y lo comencé a deslizar por tu brazo. Apoyé mi boca en tu espalda, el contraste de mis labios agrietados contra tu piel tersa era electrizante. Sentía los escalofríos que te recorrían el cuerpo, y me contagiaba, pero no podía despegar mi boca de tu piel. Corriendo tu cabello de mi camino, subí lentamente hasta llegar a tu hombro desnudo, al momento en el que ya me había deshecho de tu vestido, el cual yacía en el suelo.
Muy a mi pesar tuve que dejar de besar tu piel, ya que te volteaste para enfrentarme, aproveché para rodear tus caderas con mis brazos. Nuestras miradas se encontraron en una conexión muy intensa. Me tomó por sorpresa el repentino deseo de besar cada centímetro de tu rostro y de tu cuerpo.

Apoyaste tu mano en mi mejilla y me sonreíste con tal afecto y adoración que mi estómago se convirtió en un nudo inmediatamente.
Te alcé, y rodeaste mi cintura con tus piernas, mientras te llevaba hasta la cama y te dejaba acostada en ella. No pude evitar jadear estando sobre ti, a una distancia de un brazo, y tú tampoco, una sonrisa traviesa atravesó tu rostro sonrojado por una milésima de segundo mientras comenzabas a juguetear con el dobladillo de mi remera, y acariciabas mi estómago, lo cual producía no sólo escalofríos sino que también ganas de reírme. Finalmente, te ayudé a deshacerme de la remera, y de manera rápida, me deshice de mis jeans y ropa interior. Volví a mi sitio, sobre ti, y comencé a besarte el cuello desenfrenadamente, mientras tus manos desesperadas recorrían mi espalda descubierta, y despeinaban mi cabello.
Una emoción tan grande invadía mi cuerpo entero, una sensación tan abrumadora que no dejaba sitio a pensar, tan sólo a sentir. Sentir con cada célula de mi ser, con cada nervio de mi cuerpo, con cada latido de mi corazón.

Mis manos se aventuraron a remover tu ropa interior, mientras tu cuerpo sufría espasmos de placer bajo mis labios, los cuales recorrían todas las superficies permitidas, y las no permitidas también. Cuello, pechos, estómago, muslo, entrepierna… Tus gemidos lograban sacar una sonrisa de mis labios contra tu piel húmeda. Te quería hacer disfrutar como nunca lo habías hecho en tu vida. Hacerte regocijar de deseo, y hacerte experimentar el placer de una única manera.

Mis manos jugaban con tus piernas, mientras mi lengua hacía magia -según por lo que me contarías más tarde-. Te saboreaba como nunca creí que sería capaz, mientras tus manos aferradas a mi cabello me demandaban no parar y tus gritos invadían el cuarto.
Pero no quería acabar tan rápido con la diversión, así que dejando suaves besos por tu piel, llegué a tus labios, donde nuestras bocas volvieron a encontrarse con una desesperación nunca antes experimentada.

‘Jin…Jinki, por favor…’ Tus ojos me suplicaban. ‘Hazlo’ Observé cómo te mordías el labio inferior. No necesitaba nada más.
‘Escucha….’ Compartíamos una conexión visual profunda nuevamente. ‘Amor…’ Nuestros jadeos y el crepitar de las llamas era lo único que se escuchaba en el silencio de la noche. ‘Te amo’.
Tomé mi miembro y comencé a presionar suavemente contra tu entrada, mientras no apartaba la vista de tus ojos cerrados y tu ceño levemente fruncido. Entré completamente en ti, la opresión que sentía era extrañamente excitante, pero mi atención seguía en ti. Besé el espacio entre tus ojos, mientras susurraba ‘Te amo’ una y otra vez, hasta que emitiste una sola palabra. ‘Muévete’. No te hice decirlo dos veces. Comenzamos a movernos a un ritmo constante, lento, con mi cara resguardada a un lado de tu cuello. Escuchaba tu respiración fuerte pegada a mi oreja. ‘Más, Jinki… más rápido’, una vez más cumplí con tus deseos vehemente. Te miré, y el contorno que las llamas dibujaban de tu rostro era fascinante, tus ojos con un brillo especial me hacían sentir bajo un hechizo.

Mis manos buscaron tus pechos para cubrirlos con mis palmas, y luego acariciarlos, mientras tú hacías lo mismo con mis glúteos. En una de mis embestidas, cambié la dirección, y ahogaste un grito. Supe al instante que me agradecerías si lo seguía haciendo, así que lo hice. Tú tan sólo podías aferrarte a las sábanas y jadear. Mi vista se comenzaba a nublar mientras mis movimientos comenzaban a ser irregulares, y ya nada tenía importancia ni sentido. Fuegos artificiales, estremecimiento total de mi cuerpo, hormigueo en mis extremidades, al igual que en las tuyas, ya que tú sufrías el mismo efecto que yo. Sentí cómo cubría tu interior con mi esencia, y caí desplomado sobre ti.

Luego de algunos minutos de sólo escuchar el crujir de las llamas, nos cubrimos con las sábanas, y te rodeé con mi brazo para dormir. Estábamos exhaustos, pero al mismo tiempo sentíamos una cierta vivacidad y fogosidad que nos obligaba a mantener nuestras sonrisas intactas. Al rato cerraste los ojos y tu respiración se acompasó, me quedé dormido al instante.

A las horas me desperté de un sobresalto pensando que había soñado todo, pero al encontrarte en mis brazos me di cuenta que no. Por más maravilloso que pareciera, había ocurrido de verdad. El fuego había disminuido y tu rostro estaba iluminado mayormente por la luna que se asomaba por la ventana. Te miré con adoración, y rocé mi mano con tu mejilla, y comencé a cantar en un susurro

“I wanna tell you…
That forever more I’ll be the one to love you, to love you
When you need me I’ll be there to make you smile
And forever more I’ll be the one you come to oh honey
I’ll be the one to love you when the morning comes”

pairing: onew/you, fandom: shinee, language: spanish, rating: nc-17

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