Título Fanfic: Enjoy The Coffee
Título Capítulo: El café de mañana
Autor/a:
oliverSxy&HandyBoy
Fandom: SHINee
Personajes: Minho/Kibum (MinKey)
Capítulo: 5/5
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Intro-
Manual para atender-
Jinki, Salvavidas-
Cambios-
Así que, ¿Encuentros? Capítulo 05: El café de mañana
Tampoco era buena idea. No. Nada había sido una buena idea desde que decidí abrir la puerta anoche. Y todo continuaba siendo un enorme error, pues nunca debí haber dejado que este chico se subiera antes que yo al furgón de Jinki.
-Por favor-pidió por enésima vez mi amigo-¿Puedes no acercarte tanto a la palanca? Es peligroso si no puedo hacer los cambios-explicó con paciencia, otra vez, mi queridísimo amigo.
Pero Kim Kibum sólo lo miró de reojo y se acercó un poco más a mí. Sólo un poco. Y en cuanto nuestras piernas rozaron, aprovechó para mirarme de la forma más despectiva que pudo.
Suspiré. Desde anoche que no dejaba de arrugar el ceño ante cada acontecimiento. Tengo suerte de que Jinki sea una persona paciente, sino ya habría encontrado la forma de echarnos de su vehículo de una cabina.
El ambiente era tan desagradable. Cada vez que nos tocaba un rojo, la idea de salir corriendo lo más rápido posible sonaba increíblemente atrayente y acertada. ¿Por qué todo tenía que ser tan estresante? No era como si nadie hubiese hecho algo malo y por lo mismo, tampoco era para explicar nada.
No sabía qué hacer y ya hasta mis vértebras se sentían desacomodadas. Tenía esa sensación amarga en la boca, casi como si fuera responsable de lo que sucedía, como si fuera el culpable.
-Ya llegamos-anunció mi amigo por fin provocando que saltara de mi incómodo puesto.
Podría haber llorado de felicidad. Qué alivio.
Hice el gesto de abrir la puerta, pero antes de que las cosas pudieran terminar pacíficamente, el joven instigador de mi casi suicidio, tomó mi brazo fuerza. Con demasiada fuerza, pude reparar.
Lo miré con una mezcla de intriga y molestia
¿No le bastaba con haber fastidiado todo el jodido viaje? ¿Por qué tenía que detenerme cuando por fin sería libre?
Pero entonces vi su rostro. Vi esa expresión en él y de pronto, cualquier atisbo reclamo o reparo murió sin haber nacido. Las ideas iniciales se ahogaron en un mar de otras emergentes dentro de mi cabeza. Su cara estaba pálida y su fuerte agarre hacía mi brazo temblar.
Él temblaba.
-Qu-
-No-me interrumpió. Sus ojos brillaban, su pecho se contraía velozmente con una respiración entrecortada.
Miré a Jinki suplicando ayuda, pero él sólo me respondió mudamente con una mirada igual de confundida. Él estaba aún más incómodo.
El ambiente ya no era sólo extraño, sino que delicado. Parecía que hasta respirar era peligroso, pecaminoso; se percibía fragilidad. Había que actuar con cautela.
-¿Qué pasa?-pregunté con suavidad.
Ahora decidía mostrarme esa faceta suya: la asustada.
-Está ahí-pronunció lentamente. Repentinamente frágil.
Su expresión casi me llevó a divagar mentalmente en la sopa de recuerdos y deseos que venía acumulando desde antes incluso de ser consciente de ello. Pero su mano me sostenía fuerte, sus dedos se enterraban en mi piel mientras temblaban.
¿Qué le pasaba?
Reaccioné de pronto a algo más que su a su presencia y miré hacia afuera. No había nada. Giré mi cabeza para aumentar el ángulo de visión. Entonces mis ojos finalmente captaron algo.
Ahí, en la esquina del café, un tipo de estatura promedio miraba “distraídamente” a los transeúntes que pasaban. Los miraba uno por uno, como si cada existencia no mereciera la pena de ser apreciada.
-Vámonos-ordenó Kibum interrumpiéndome en mi observación.
-Pero…¿quié-
-El que me asaltó, idiota- me cortó impaciente. Su ceño fruncido me apremiaba para que nos largáramos. Pero de pronto, el hecho que fuera capaz de impacientarse conmigo, me alivió de una manera inexplicable.
Estaba bien.
Estúpidamente valiente, sentí que todo era más sencillo de lo que parecía. Paralelamente, recordé cómo hacía menos de un día había encontrado a Kibum petrificado, temblando y con la mitad de su ropa desaparecida. Así, una rabia inmensa bulló en mi estómago y desconecté la razón.
Abrí la puerta del vehículo de golpe. Solté el agarré de Kibum y corrí hacia el tipito que en ese momento esperaba ignorante a todo mi proceso mental. Alcancé a escuchar levemente la voz excesivamente aguda de mi cliente, seguida de una exclamación de Jinki. Pero no pude entender nada de lo que decían. Tampoco era importante.
Antes de que el flacucho idiota siquiera reparara de mi presencia lo tomé del cuello de la camiseta y lo acerqué hacia mí.
Cuando nuestros ojos se encontraron pude reparar que su semblante se oponía poderosamente al que había visto un minuto atrás. No había ni rastros de la indiferencia pasada. Sus ojos, del doble del tamaño que recordaba, me miraban atentos, sorprendidos y aterrados. Apreté mi quijada y cerré un poco más el agarre, levantándolo un poco del suelo.
La verdad, es que la emoción del momento me llevó más allá de lo que podría recordar. No tengo idea con qué expresión lo miré, cuánta fuerza usé ni qué palabras le dije. Sólo recuerdo vagamente algo de molerlo a palos y una mentira de mis contactos.
Únicamente puedo hablar del resultado: cuando lo solté el tipo corrió sin mirar atrás. Me sentí poderoso, aliviado y feliz. No sé en qué momento saqué tanta valentía y coraje, pero sabía que ese imbécil no volvería.
Y entonces, sintiéndome el nuevo héroe del siglo XXI, floté hacia quienes me esperaban.
Cuando me acerqué lo suficiente hacia Jinki y Kibum, me percaté que este último estaba rojo hasta las orejas y Jinki lo miraba triunfante. Yo, quien esperaba ser aclamado y celebrado, fui ignorado olímpicamente.
De pronto, Kibum le propinó un golpe en la frente a mi amigo y luego sonrió levemente.
-Idiota-dijo bajito
Jinki rompió en carcajadas.
¿Qué demonios? Me seguían ignorando ¿Acaso no vieron nada?
Miré a Jinki esperando una respuesta, pero él continuaba mirando a mi cliente con una sonrisa de oreja a oreja. Apreté a quijada. Por algún motivo, mi estómago se contrajo.
Pero luego Jinki se acercó a mí, y con esa misma expresión de idiota en la cara, me dio una palmada en la espalda.
-Ya eres todo un héroe, ¿eh?
Con su mejor ánimo de fastidiar, me apretó el trasero con una de sus manos y acercó su boca a mi oreja.
-Bien hecho, príncipe-me susurró con una voz llena de sorna y antes que pudiera replicar o seguirle juego, se dirigió a su furgón, puso en marcha el motor y se largó.
Medio en shock, medio riendo, me quedé mirándolo desaparecer sin tener aún la más puta idea de lo que era su objetivo con todo eso.
-Son unos enfermos-escuché detrás de mí- andarse tocando por ahí…
Aún divertido y extrañado me giré hacia mi repentinamente agresivo interlocutor. Sus palabras me parecieron un poco demasiado atacantes.
-¿Qué pasa?-lo enfrenté un poco enojado, pero entonces, cuando lo miré con atención, recordé por qué no podía enfadarme con él realmente-no pareció que te molestara que te tocara anoche…-le lancé sonriendo.
Contra todos mis pronósticos, lo cuales la mayoría auguraba una tormenta de peleas y discusiones, Kibum abrió mucho los ojos y luego un brillante rojo se apoderó de sus mejillas. Ante mi desconcierto y el propio trató defenderse a toda costa. Abrió y cerró su boca muchas veces, pero no fue capaz de pronunciar palabra.
Se me antojó lindo. Bueno, definitivamente él era lindo.
-Estúpido-soltó de pronto.
-Sí, sí-concedí. Al parecer sí tenía algo que decir.-Mejor entremos al café-le dije tomándolo del brazo.
Sin embargo, él jaló su brazo soltándose y mostrándome su molestia.
A pesar de eso, con esa seguridad que me acompañaba ese día, estaba seguro que lo convencería, y volví a tomarlo del brazo mientras le sonreía ampliamente.
-Vamos, vamos, te invitaré algo.
Logré que avanzara unos pasos conmigo, pero terminó por soltarse bruscamente.
-¡No puedo, idiota! ¡Tengo cosas que hacer!-explotó.
Yo pestañeé descolocado. Mi certitud estaba errada.
-Adiós-me dijo con impaciencia y se fue dando zancadas. Esas en las que él es un experto. Molesto y altivo.
Sin asumir mi error de cálculo, entré a la tienda a cumplir con mi turno.
¿Qué había sido todo eso? Definitivamente todo era demasiado cuando tenía que ver con él. De pronto noté que me dolían los nudillos y miré nuevamente a la esquina desde la ventana.
No. Ese tipo no volvería.
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-Eh, ¿qué te pasa hoy, Minho?-me preguntó burlón mi compañero de turno al ver que había vuelto a equivocarme con una orden.
-No he dormido bien-me excusé sonriéndole.
-Sí, claro. Como si el sueño te hiciera poner esa expresión de idiota-me respondió dándome unas palmaditas en el hombro.
No podía discutir con eso; era un hecho. Ni con las peores resacas me había comportado tan torpe y distraído. Siempre había logrado sobreponerme a ese tipo de percances. No obstante, hoy era algo completamente distinto. No se trataba de algo tan claro como dolor de cabeza, como nauseas, ni un mareo. Era algo igual de físico y real, pero a la vez, algo que no podía ser medido ni clasificado. Era mi estupidez, mi torpeza, su risa, su enojo, sus burlas, su cara, sus labios.
Era todo él, todo ese niño consentido que me tenía todo el día pensando en él. Si no llegaba, lo esperaba; si llegaba, quería se fuera, porque su fuerte presencia no me permitía trabajar bien. Sin embargo, no podía irse, porque ausentarse demasiado, me condenaba a un día entero de obsesivos pensamientos y recuerdos sobre él.
Mi maldito cliente, mi maldito y hermoso Kim Kibum. Había venido a sacarme de mi monotonía hasta volverse la parte más condimentada de mi rutina ¿Qué podía hacer?
Quería más de él, lo quería todo.
Maldición.
De pronto, lo vi pasar frente mío y por la sorpresa boté el vaso que tenía en las manos.
¡Mierda! Era el tercero en el mismo día.
-¡Minho!-me gritó el supervisor.
-Lo pagaré, ¡lo juro!-dije desesperado, mientras trataba de limpiar mi desastre y buscaba a Kibum con la mirada. Pero claro: sólo había sido una ilusión. Estaba volviéndome loco.
-Mejor saca la basura-me dijo el supervisor con aire de resignación.
Yo asentí avergonzado y, cansado de hacer funcionar mi cerebro con un único objetivo, me dirigí a la trastienda.
La bolsa de basura era gigante, así que tuve usar toda mi concentración para sacarla. Lamentablemente para mi consciencia, en cuanto dejé el bulto en su lugar, mi mente volvió a jugar juegos enfermos conmigo. Justo al frente mío, su presencia.
Dios, estaba realmente loco. Me froté los ojos, cabreado.
-Hola-me dijo.
Yo pegué un gritito y retrocedí ¿Tan loco estaba?
-¿Qué te pasa?-me exigió irritado.
Yo lo miré cuidadosamente.
O sea, sí. No había duda, estaba loco. Ahora no sabía diferenciar una ilusión con algo claramente real.
-¿Hola?-respondí dudoso. En realidad no era una ilusión. Mi cara debe haber sido remarcable.
Él sólo levantó la ceja como siempre.
-Y…¿qué haces aquí?-pregunté tratando de volver a sonar como alguien del mundo de los cuerdos- ¿Cómo entraste hasta acá?
Kibum acentuó aún más su expresión de hastío y superioridad.
-¿No me viste entrar?
Negué con la cabeza enérgicamente. Pero entonces lo pensé con más calma. La imagen de Kibum pasando y yo rompiendo el vaso
¿No lo había imaginado?
-Le pedí a uno de tus compañeros que me dejara esperarte donde no molestara ¿En serio no me viste? Pasé casi al frente tuyo
¡Ah! No lo imaginé. No estoy loco.
-Creí que me habías seguido…-masculló.
-¿Qué?
--Nada-me cortó.
Sí lo había oído, pero quería que me lo repitiera. Iba a insistir, pero había cruzado nuevamente sus brazos y evitaba mi mirada.
Qué chico más problemático.
Rápido, un tema, un tema, ¡un tema!
-Y, ¿por qué viniste?
-¿Te molesta?-me espetó a la defensiva.
-No, no…sólo quería saber a qué se debía el honor de tu visita-estuve a punto de reírme por mi frase melosa, pero noté que mis palabras parecieron complacerle.
De repente suspiró como tratando de deshacerse de un gran estrés.
-Vine a…es que…-empezó con dificultad.
-¿Ajá?-lo incité con ganas de fastidiarlo. Me acerqué quedando a sólo un pasos de él.
Él me reprochó mi actuar con una mirada severa.
-Bueno-dijo recuperando su porte y elegancia-quería agradecerte por lo de ayer-manifestó.
Casi sentí como si en realidad me estuviera dando una orden.
- ¿Y eso es todo?-pregunté, continuando con la provocación.
Y volvíamos a las miradas de desdén: me fulminó con sus ojos sesgados. Yo, por algún motivo, no podía dejar de disfrutar todo aquello.
-Bueno, debería ser más que suficiente para ti que me digne a darte las gracias-sentenció con resentimiento.
Y entonces fue mi turno para molestarme. Su tono sobrepasaba los límites de la arrogancia. Iba a multarlo por su falta.
-Pues no es suficiente-declaré con sorna.
Él dio un respingo.
-¿Ah, sí? ¿Qué más esperabas, eh, idiot-
-No hay necesidad de agredir-le interrumpí riendo y me acerqué aún más a él.
Él hizo un ademán de erguirse más, buscando esa dignidad que, al parecer, amenazaba con escapársele de las manos.
-Lo mínimo que podrías hacer, es seducirme como lo hiciste anoche.
Y conseguí que dejara de mirar el piso que por un momento parecía haberse vuelto lo más interesante del mundo. Dirigió sus ojos hacia los míos.
-¡Yo…-empezó indignado-jamás tuve la intención de seducirte!-me aclaró muy enfadado, frunciendo el ceño de manera exagerada-Además, si quieres tanto que te seduzcan, ¡pídeselo a tu amiguito!
Me reí fuerte, casi ridiculizándolo. Él me empujó para alejarme. Pero ni bien me empujó lejos, eliminé rápidamente el espacio que nos separaba y lo arrinconé en el muro de concreto.
-¡Hey!-me reclamó su falta de espacio personal con un tono ofendido.
-Jinkiyah es sólo mi amigo-le dije tratando de sonar convincente.
Y aunque para mí era más que obvia esa afirmación, tenía que admitir que la posición en la que lo tenía me restaba puntos como una persona confiable.
-Ajá. Como si los amigos se apretaran el trasero con total ligereza-me reclamó, aún empujándome con sus manos sobre mi pecho.
Aunque a juzgar por la fuerza que ejercía, daba la impresión que no me quería alejar para nada. Todo parecía un ridículo teatro.
Teatro que estaba dispuesto a actuar.
-Claro que sí-le dije intentando quitarle importancia, pues en realidad para mí no la tenía. Y mientras el parecía resistirse, empecé a oscilar mi cuerpo hacia el suyo-Hacemos esas cosas sólo para expresar cariño.
-¿Cariño?-me cuestionó escéptico- ¿Entonces cualquiera que quiera demostrarte cariño puede hacerlo?
Lo miré buscando el sentido que quería darle a su pregunta. Él me miraba retador, entretenido, de algún modo, de una forma muy distinta de la de hacía unos momentos. Obviamente le seguí el juego.
-Claro-concedí.
Le tomé la mano y la pasé lentamente por mi espalda, hasta llegar a la parte baja. Sin embargo, antes de llegar a su destino, Kibum se soltó de mi mano con brusquedad y ahí sí me empujó con fuerza.
Estaba sonrojado ¿Y este cambio con la noche anterior?
-Esto es ridículo-declaró molesto y se empezó a alejar de mí
Pero al igual que con la situación del ladrón, reaccioné más rápido de lo que yo mismo podría pensar y le tomé el brazo con fuerza, para luego asirlo de él y volver a apresarlo contra la pared.
-Insisto con que anoche no te veías tan opuesto a esto-le dije murmurando sobre una de sus orejas.
Y ya no pude contenerme más y le besé el cuello. Pude ver, incluso en ese lugar oscuro, cómo la piel se le erizó y el cuello se le tensó por completo.
-Detente, idiota-me llamó. Pero fue sólo eso. Pude leer en su tono y en todo su leguaje corporal que ya no me estaba dando ninguna orden.
-¿Para qué?
Y el deseo de acariciarle también los brazos fue irrefrenable. Oh, deseaba esto más de lo que más de lo que yo creía. Sus manos nuevamente hicieron presión en mi pecho para separarnos, pero esta vez parecía casi una caricia.
-Vamos-le susurré riendo un poco, intentando que dejara de resistirse. Él me respondió con una mueca que no supe interpretar pero que me dio más risa.
Era verdaderamente lindo.
-Vamos-le susurré sobre sus labios.
Sus labios se movieron levemente mientras los empañaba con mi aliento y entonces lo miré a los ojos. Y ahí estaban. Esos ojos, esos mismos ojos que me habían observado la noche anterior.
Me estaba provocando. Demasiado.
Lo tomé por la cintura y ya no hubo más nada que importara. Finalmente lo sentí ceder y besé sus labios. Él cerró sus ojos ante la caricia y más tarde hice lo mismo. Me deleité mordiendo su labio inferior, mientras notaba cómo él abría de a poco su boca, dando más espacio para que nuestras lenguas volvieran a encontrarse.
Toqué su cadera, subí por su cintura, llegué a su espalda. Lo besé con más ganas.
Lamí sus labios nuevamente y bajé a su cuello. No sabía hasta cuánto más me iba resistir para empezar a quitarle la ropa.
Todo iba de maravilla. Soñado. Exquisito.
-¡Ay!-grité de pronto cuando sentí un dolor punzante en mis dedos de los pies y me alejé para encararlo-¿Por qué me pisas? ¡¿Y con tu talón?!-le exigí exaltado.
Él se limpió los labios con su manga. Estaban un poco hinchados, se veía aún más lindo.
-Te lo mereces ¿Estás en celo o qué?
-¿Qu- ¡Estabas respondie-
-Está sucio, idiota-me dijo mirando alrededor y luego encarándome.
Me sentí levemente avergonzado. Si hubiese podido, lo desnudaba ahí mismo. Pero la razón de mis genitales pudo más que mi vergüenza.
-Entonces en mi casa…
Pero Kibum me dio la espalda y se acercó a la puerta del café. Se detuvo y giró un poco.
Me miró de arriba abajo poniéndome nervioso.
Que por favor ahora no se pusiera quisquilloso.
-Si mañana sabes preparar un café de verdad -dijo sonriendo con burla y se largó.
Yo me quedé ahí, con una semi-erección y cara de angustia.
¿Tanto amaba el café o me quería como su esclavo?
Miré hacia abajo y sonreí.
Estaba condenado.
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