¡Feliz Navidad, Darkilluz! (Parte 2/2)

Jan 04, 2014 00:10

Título: 00:01
Autor: ineongallifrey
Nombre de tu persona asignada: darkilluz
Pareja: Enjolras/Grantaire
Clasificación: PG-13
Resumen: Grantaire suele decir que la historia no es más que una tediosa repetición. Ahora Enjolras tiene la posibilidad de rehacer un momento de su vida.
Disclaimer: Los personajes conocidos, las obras mencionadas y las canciones del fanmix les pertenecen a sus respectivos propietarios.
Notas: Espero que te agrade el regalo y que pases muy bien las fiestas :)


Grantaire asiente, pero su propio cuerpo le resulta pesado, no puede mantener los ojos abiertos. Los cierra por un instante y cuando los abre está parado frente a Enjolras. No le interesa lo que los demás vayan a pensar. Qué diablos, ni siquiera le interesa lo que Enjolras mismo vaya a pensar. Es la verdad y no se apena al decirla:

-Creo en ti.

Miles de hilos luminosos surgen desde el suelo y envuelven a Enjolras hasta cubrirlo por completo. Él intenta ayudarlo y no puede, puesto que sus manos atraviesan los hilos de luz y no logra dominarlos.

Al cabo de unos segundos de desesperación, los hilos desaparecen y Enjolras con ellos. Ahora Grantaire está subido arriba de un caballo. Es la primera vez que monta uno y tiene miedo de caerse.

-No me tires -le dice al animal y éste gira la cabeza ciento ochenta grados para mirarlo y lo picotea en la nariz.

Grantaire se despierta un poco mareado y decide que no va a ir a clase. Ayer se quedó hasta tarde con Enjolras en la biblioteca y cuando volvió a su departamento se tomó una botella entera de… algo, ya ni sabe qué. No tendría que haber hecho eso.

-Mala idea -se reprocha en voz alta, mientras que busca su varita para acciar una poción que le quite el dolor de cabeza. La encuentra en el suelo, al lado de su cama y abajo de uno de sus zapatos. Le parece áspera al tacto y la sostiene como si nunca antes en su vida la hubiera tocado. Es rara la sensación de usar una varita.

-¡Grantaire!

Abre los ojos con cuidado para que no le molesten los rayos del sol, pero la luz ya se ha ido. Ni notó que se hubiera hecho de noche. Hacía siglos que no pasaba todo el día en su cama haciendo nada más que dormir en la oscuridad. Quizás debería quedarse siempre así.

-¡Grantaire!

Se sienta en la cama y bosteza. Enjolras sólo lo visita cuando se le ocurre una nueva teoría sobre lo que les está pasando.

Enciende algunas velas con su varita, pero no se molesta en levantarse e ir a abrir la puerta y espera a que los modales del otro chico se den por vencidos y se Aparezca adentro del departamento.

-¿Qué haces ahí tirado?

-¿Ni un “hola” o un “buen día” primero? Eres cruel.

-No viniste a clase. ¿Por qué?

Grantaire se señala a sí mismo y a su aspecto deplorable. Tiene el pelo desaliñado, viste la misma ropa del día anterior y probablemente hay saliva en alguno de sus hombros. Eso sin mencionar el olor a alcohol.

-Me siento mal.

El rostro del rubio se relaja, incluso le dirige una mirada que luce amable. Es poco característico de él que lo mire así.

-¿Tomaste alguna poción?

-Sí, hace, no sé, ¿quince horas? No sé qué hora es ahora. Pero fue inútil, no me hizo nada. Igual no importa, aquí estoy bien, mis almohadas son cómodas, todavía me queda “veneno” y una vida libre de Neight no suena para nada desalentadora. Además, ¿qué eso que dices siempre, que nadie me extrañaría? Es cierto. Le hago un favor al mundo desapareciendo de él.

En un principio no recibe ninguna respuesta y eso de hecho le duele más que cualquier comentario hiriente que podría hacer Enjolras porque a ellos está acostumbrado. El silencio, en cambio, representa lo poco que le interesa lo que le está diciendo.

-Yo sí te extrañé.

O quizás malinterpretó ese silencio.

Entiende que Enjolras probablemente se refiere a que extrañó tener a alguien para conversar sobre las sensaciones de déjà vu y la incertidumbre, pero prefiere creer que lo extrañó a él.

-Bueno, aquí me tienes ahora -dice, más a modo de propuesta que de recordatorio. Está enredado en las sábanas de la cama y las patea hasta quitárselas de encima. Se pone de pie y camina en zig-zag para evadir los papeles, pinturas, libros y ropa que cubren la mayor parte del piso. Se detiene quizás demasiado cerca del otro muchacho, lo suficiente como para sentir el aroma de su shampoo y observar el pequeño lunar que tiene en el cuello. Quiere golpearse a sí mismo por no haberlo notado antes. Todos sus dibujos están incompletos sin ese lunar-. Eres tan hermoso -susurra. No quería decirlo en voz alta, sólo lo estaba pensando (lo piensa habitualmente) y se le escapó de los labios. No le avergüenza y no es que sea una verdadera noticia para nadie. A estas alturas ya debería ser evidente que lo considera una obra de arte hecha persona. Nunca fingió lo contrario.

-Ya terminé.

Grantaire entorna los ojos y se encoge de hombros.

-¿Qué terminaste?

-Ya terminé -repité Enjolras.

Joly cierra los ojos y se estremece. Es la quinta vez en menos de dos minutos que hace eso.

-¿Se pueden apurar? -les grita desde la esquina y no espera por ellos para cruzar la calle.

-¡Es sólo un poco de lluvia! No te va a caer un rayo encima -le asegura Courfeyrac, lo cual no hace más que empeorar el estado emocional del otro chico, que de inmediato empieza a correr, cubriéndose la cabeza con las manos.

Están sólo a dos cuadras del departamento de Enjolras y a ninguno de ellos les molesta mojarse un poco, así que ni se esfuerzan por conjurar repelentes de agua para el pelo y la ropa. Lo único que hacen es asegurarse de que sus morrales y mochilas sí estén protegidos.

Joly, en cambio, se lanzó todos los hechizos que le vinieron a la mente, empezó a caminar más rápido y ahora está directamente desprendido del trozo de dignidad que le quedaba y va corriendo por la calle, llamando la atención de todo mago y Muggle que tiene la desdicha de cruzarse por su camino.

-Hay más posibilidades de que se tropiece con un charco y se quiebre el cuello, que de que le pegue un rayo -dice Bahorel, negando con la cabeza y riéndose.

-No veo qué tiene de malo un poco de agua -opina Marius, que camina atrás de los demás y tomado de la mano de Cosette.

Cada vez que Grantaire se gira para mirarlos, Cosette mira hacia otra parte, estornuda o besa a Marius. Su pelo está cubierto por un pequeño sombrero de color azul, que colocó inclinado hacia adelante. Hace meses enteros que la conoce y todavía no pudo verle el rostro. Cuando piensa en ella se guía por las descripciones que Marius les repitió hasta el cansancio después de conocerla. Le parece un poco extraño que después de tanto tiempo siga sin saber cómo luce realmente. Tendría que acercarse a ella y…

¿Qué estaba pensando recién?

Jehan y Joly están subidos arriba de una de las mesas desafinando una canción que Grantaire no reconoce. Los demás están leyendo o conversando. Es básicamente una reunión como las de siempre. Pronto Enjolras los obligará a comportarse, se pondrá serio y les explicará el itinerario del próximo mes mientras todos toman nota de fechas e indicaciones particulares.

Pero Enjolras no parece molesto por el desorden ni por las pisadas mojadas sobre sus muebles. Está sentado en una banqueta de la sala de estar, mirando fijamente su reflejo en una tetera metálica.

-No te guíes por eso -suelta Grantaire, ni bien se sienta a su lado-. Distorsiona la realidad. Eres mucho más proporcionado que eso.

-Deberíamos ponernos en contacto con la Directora del Departamento de Seguridad Mágica.

-¿No llegamos a la conclusión de que ni siquiera te van a responder las cartas? Ya hablamos de esto. Pero bueno, si tienes ganas de discutir, siempre estoy más que dispuesto para ayudarte. ¿Por dónde empezamos hoy?

-No deberíamos discutir -le recuerda Enjolras con una inflexión muy impropia en él, casi monótona-. Vamos a estar en la misma delegación del Modelo de la CIM, quizás hasta en la misma comisión, y no quiero que nuestras disputas infantiles le cuesten puntos al equipo. Todos hemos trabajado duro por esto… incluso tú.

Grantaire traga saliva y balbucea dos o tres palabras sin sentido antes de ponerse de pie bruscamente y alejarse del otro chico. Esto no puede estar pasando… no con él. Que pase con cualquiera, menos con él.

Tuvo meses enteros para analizar y sacar conclusiones. Nunca lo hizo. Quizás si se hubiera esforzado más podría haber evitado que Enjolras se contagiara de lo que sea que tienen los demás. Ya ni siquiera le importa si él es el próximo.

Había disfrutado tanto su abstracción, ese mundo de sólo él y Enjolras, que no se había permitido apreciar la gravedad de lo que estaba pasando. Ahora ya es demasiado tarde, pero al menos debe intentarlo.

No parece ser producto de un Imperio ni de una poción. Los cambios en sus amigos no explican lo que le pasa a él: los sueños que lo hacen despertar transpirado y confundido, los saltos temporales que no puede explicar. Quizás el mundo está bien y es él el que está mal.

Eso poco le importaría si pudiera continuar estando mal con Enjolras.

Tal vez simplemente enloqueció y ahora está encerrado en St. Mungo’s. Eso sin dudas respondería a la pregunta que se ha estado haciendo: “¿Por qué ya no me odia tanto?”

Claro que nada de esto puede ser cierto. Sólo en una realidad alterna podría él tener el aprecio de alguien como Enjolras.

Pero no hay nadie más como Enjolras, se recuerda. Quizás por eso lo quiere. Es único y diferente, como su espejo roto del baño. Se ríe y mira a su alrededor. Todos se están divirtiendo, cantando, riendo.

Los ojos se le tornan llorosos y esa sí que es una sensación que recuerda, que le parece natural.

Se aleja hacia un rincón, apoya la espalda contra la pared y se deja deslizar hacia el suelo. La luz de las velas no lo alcanza, se siente seguro en las sombras. Todos están ocupándose de sus asuntos, Enjolras ni siquiera nota su existencia y él, solo, aislado, oscuro. Nadie se acerca a preguntarle si está bien.

Ésta es la realidad que sí le pertenece. Una realidad en la que no tiene a nadie y nadie cuenta con él.

Ya terminó de soñar.

Las paredes y el suelo empiezan a temblar. Jehan canta más fuerte que nunca. Los muebles se derriten y las llamas de las velas se vuelven intermitentes.

Grantaire no quiere irse.

[ iii ]

Escucha un goteo a la distancia.

-¿Estás bien?

Alguien le está tocando un brazo.

Abre los ojos cautelosamente y se encuentra con el rostro de Enjolras a meros centímetros del suyo.

-Ya despertó -lo escucha decir, pero no sabe a quién le habla.

El muchacho lo ayuda a sentarse y es entonces cuando nota que se había quedado dormido en el suelo.

Están en el aula de las clases de preparación del Modelo de asamblea de la CIM, pero son los únicos alumnos allí. Frente al escritorio del profesor está sentado Neight y tres hombres más, que se le hacen conocidos.

-Buenos días, Monsieur Grantaire -lo saluda Neight en francés, con el mismo acento rudimentario que usó la primera vez que se vieron-. Fue más difícil reactivarlo a usted que a su compañero.

-¿Quién eres realmente? ¿Qué está pasando? -pregunta él y al instante se lleva una mano a la garganta. La siente seca y le cuesta hablar.

-Mi nombre es Zacharias y se encuentran en el Departamento de Misterios del Ministerio de la Magia de Inglaterra -le contesta el hombre. Tras eso, chasquea los dedos y el aspecto de la sala se altera hasta convertirse en una pequeña oficina de paredes de mármol negro-. En representación de toda la comunidad mágica, le doy las gracias por toda su colaboración.

-No es una colaboración si se nos la arrebata sin nuestro consentimiento -recrimina Enjolras, con voz firme y los puños apretados.

Grantaire enfoca sus ojos en él por un instante y advierte las manchas de sangre que tiene en el chaleco, la tierra en las botas, el sudor en la frente… El olor a shampoo ha sido reemplazado por olor a pólvora y a muerte.

-Comprendo su enojo, pero ya no debe preocuparse. Esto ha terminado. Brevemente los devolveremos a su época.

-No sin una explicación.

Zacharias se acomoda en su asiento y le susurra algo en el oído al hombre que tiene a su lado. El otro asiente.

-De acuerdo. Es una gentileza que tendremos con ustedes, dado a la utilidad de la información que nos han brindado. Acompáñenme por aquí, por favor.

Se pone de pie y camina hacia la puerta. Enjolras lo sigue de inmediato, pero Grantaire se mantiene en su silla. Quizás si no los sigue puede volver a vivir la ilusión. Recién se arma de fuerzas para levantarse cuando escucha a Enjolras llamarlo por su nombre. No suena a orden ni a petición, no suena a nada que le haya escuchado decir a Enjolras a otra persona antes. Hay una dulzura poco característica en su voz. Sólo habla así cuando se refiere a su amada Patria.

Cruzan el umbral de la puerta y se encuentran de regreso en la sala del anfiteatro. Grantaire la recordaba distinta: aún menos iluminada y sin nada a la vista en el estrado que está en el centro de la fosa. Ahora, sin embargo, puede ver con toda certeza un gran arco de piedra del cual cuelga un velo de jirones negro que se agita suavemente. Vuelve a escuchar los lamentos.

-Ésta es la Cámara de la Muerte -explica Zacharias-. Antes estaban en una de nuestras salas multipropósito. Aún están en fase experimental y las transiciones temporales son problemáticas. Estamos trabajando en ello.

Grantaire no escucha ni entiende una palabra de lo que se le está diciendo. El murmullo que se desprende del velo le agita la respiración.

-¿Qué es?

Señala el arco de piedra y empieza a caminar hacia él. Zacharias lo sujeta de un brazo.

-No haga eso -le dice-. El Velo provoca reacciones diferentes en todos nosotros. Quienes creen en el Más Allá pueden oír las voces de los difuntos, quienes sufren de apatía se sienten atraídos hacia él. Y hay quienes sólo ven una cortina ondulante porque la muerte es el fin en sus mentes.

-Me temo que te he mentido -reconoce, entonces, girándose hacia Enjolras. Lo mira fijamente a los ojos y sonríe-. Me esforcé tanto por no creer en nada más que en ti y ni siquiera eso me salió bien.

-Crees en porvenires insensatos. ¿No es acaso aquéllo lo que siempre me recriminas y por lo cual me llamas necio?

-Nunca debí llamarte necio.

-Nunca debí hacerte creer que no me importabas.

Zacharias carraspea deliberadamente y los observa casi con diversión en los ojos.

-Como decía, éste es el Departamento de Misterios. Se construyó en torno al Velo, que siempre estuvo aquí. No sabemos quién lo colocó en el arco ni por qué.

-¿Sirve para… viajar por el tiempo? -pregunta Grantaire.

-Sí, de cierto modo, pero no exactamente. Los Inefables lo utilizamos para investigar épocas pasadas, culturas lejanas, la comunidad Muggle y el origen del Velo en sí. Aún no nos hemos aproximado a una respuesta concreta sobre su creación, pero sí hemos hecho avances en las otras áreas, en especial en lo que respecta a la historia.

-¿Cómo funciona?

Zacharias chasquea la lengua y se cruza de brazos, cubriendo así la gran M que lleva grabada en su túnica púrpura.

-Traemos a individuos que están atrapados tras el Velo y recopilamos información a través de sus recuerdos. En el caso de los Muggles, como ustedes, les damos una poción que los vuelve inmunes a los hechizos protectores. Es por eso que ahora pueden ver el arco y antes sólo veían ruinas.

-Recuerdo eso -manifiesta con asombro Grantaire-. Es igual que cuando los Muggles se acercan a Hogwarts y sólo ven ruinas. ¿Cómo sé-?

-Donantes de recuerdos -explica Zacharias, a la vez que hace un gesto con su mano-. Les compartimos recuerdos ajenos para compensar todos los baches de información. Por lo general son recuerdos de difuntos que los donaron al Ministerio para que podamos experimentar con ellos. Todo lo que saben del Mundo Mágico en realidad lo tienen insertado en sus mentes con hechizos -. Realiza una breve pausa y luego continúa, pero hablando en inglés-: Es lo mismo con el idioma, los términos que usan, el conocimiento de la época y la zona, algunos estados de ánimo. Es todo falso.

-Los hilos de luz…

-Sí, exactamente. Y nosotros operamos con sus recuerdos de la misma manera. Cuando duermen les quitamos recuerdos, los procesamos y luego los devolvemos. Es un proceso delicado, que requiere tiempo. No podemos quitar ni devolver todos los recuerdos a la vez, así que les permitimos estar despiertos la mayor parte del tiempo. Interactúan con ilusiones en una de nuestras salas multipropósito. Las ilusiones también son complejas. Nos guiamos con datos y características principales de cada persona. No podemos recrear todo. Es similar al trabajo que hacemos con los cuadros.

A todo esto Enjolras se mantiene en silencio. Grantaire se imagina que muy poco le deben importar estas explicaciones. Él, por su parte, no sabe qué pensar. Se siente dividido en dos: en el Grantaire que siempre fue y en el que podría haber sido… o quizás logró ser a último momento. Después de todo, en realidad sí estuvo despierto casi todo el tiempo. Todas las conversaciones con Enjolras, las discusiones, las risas, la voluntad inaudita para levantarse temprano y poder verlo, todo eso sí fue real. Este Grantaire más feliz y más sobrio, el que aprendió a apreciar la vida, se enamoró del futuro y finalmente se sintió apreciado es igual de real que el otro. Le gusta más éste.

-¿Cómo hemos de proceder ahora? -demanda saber Enjolras, alto e imponente. Qué sencillo sería todo para Grantaire si no se sintiera tan cautivado por él.

-Ahora cruzarán el Velo de nuevo y todo volverá a la normalidad. Llegarán exactamente un minuto antes de cuando los extrajimos. No se preocupen, no se cruzarán con ustedes mismos. No es un giratiempo.

-¿No podemos quedarnos aquí?

Típico de Grantaire, hacer preguntas estúpidas. Claro que no pueden quedarse. Lo sabe. Lo entiende. Lo odia.

-Lo siento. No.

Zacharias se retira con el pretexto de ir a buscar a otro Inefable y los deja solos por unos instantes.

Grantaire se sienta sobre los escalones del anfiteatro y apoya la espalda contra una de las columnas. El mundo se le hace completamente distinto y nuevo. Le gustaría tener más tiempo para disfrutarlo.

-Es una verdadera lástima que nunca sabremos cómo nos habría ido en la Confederación Internacional de Magos -comenta con una sonrisa agridulce-. Sé que lo habrías hecho bien. Habrías sido fantástico… Siempre lo eres.

Enjolras no contesta, no lo está mirando. Se mantiene de pie con la vista fija en el Velo.

-Nadie vino a ayudarnos a luchar -murmura un rato después-. Me equivoqué.

Su instinto lo impulsa a ponerse de pie, acercarse a Enjolras, abrazarlo y asegurarle que no fue todo en vano, pero no se despertó lo suficientemente hipócrita como para hacerlo. ¿Con qué cara le diría “no fue tu culpa”, “tendría que haber funcionado”?

-Ya es hora.

Zacharias y dos compañeros más (distintos de los que conocieron antes) están a sus espaldas. Grantaire no los escuchó llegar.

El descenso hacia el estrado es lento y silencioso. Preferiría que hubiera más caos, más ruido.

-¿Recordaremos algo? -pregunta cuando llegan a la fosa.

-Todo -le responde Zacharias-. Los recuerdos donados se pueden utilizar múltiples veces, así que no es necesario removerlos.

-¿No es peligroso enviarnos a otra época con tanto conocimiento sobre ésta?

El mago suspira y vacila antes de contestarle:

-El Velo sólo nos permite trabajar con individuos que… no tienen la oportunidad de divulgar la información una vez que regresan a su época o zona.

-Los últimos pasos de los condenados. Es inhumano casi, ¿verdad? Su legislación es realmente medieval. Tienen suerte de que Enjolras no se pueda quedar aquí para reformarla.

[ iv ]

Grantaire se halla en el extremo opuesto de la sala. Luce tal cual momentos atrás, cuando cruzaron el Velo juntos, pero recién ahora Enjolras nota su cabello enmarañado y la ropa torcida y arrugada. Recuerda decenas de ocasiones en las que pidió que se arreglara, que así nunca lo aceptarían en la CIM, y las sonrisas desafiantes del otro chico. Parece que hubieran pasado milenios desde entonces. Vivir esa vida de fantasía junto a él había sido tan sencillo.

-Mátennos de un tiro.

Siempre supo que morir era una posibilidad, siempre lo aceptó. Es recién ahora, cuando siente el brazo de Grantaire rozando levemente el suyo al situarse a su lado, cuando se cuestiona cómo habría sido todo si hubiera escuchado sus críticas, los discursos cínicos y los claros intentos por obtener su afecto. Cómo habría sido todo si lo hubiera apreciado más.

-¿Lo permites? -reitera Grantaire, por última vez. Tras tantos intentos fallidos, finalmente tiene toda su atención. Enjolras se voltea hacia él y siente que lo está mirando por primera vez en su vida, de la manera en que desearía haberlo mirado siempre.

Aún recuerda el futuro, el mensaje de esperanza que ese conlleva, sabe que Francia estará bien sin él, eventualmente. A pesar de ello, le gustaría quedarse, aunque sea unos días más, unas horas. Un minuto no es suficiente para decir o hacer lo que siente.

Pero quizás es mejor así, pues no está acostumbrado a sentirse de este modo. Tal vez lo terminaría arruinando, le fallaría a Grantaire como se ha fallado a sí mismo, a sus amigos, a su Patria.

Un minuto tendrá que ser suficiente.

Toma la mano de Grantaire y entrelaza sus dedos con los suyos. Le sonríe por todas esas veces en que lo ignoró o lo trató mal, por todos los momentos que compartieron y nadie más recordará, por todos los días que podrían haber pasado juntos y nunca llegarán. Sonríe genuinamente, como si hubiera ganado, aunque en realidad lo ha perdido todo.

Sonríe porque sabe que no necesita decir nada para que Grantaire entienda el mensaje.

Su sonrisa es el “sí” que nunca antes le había dicho.

Grantaire lo acepta dichoso, pese a las circunstancias, y aprieta su mano con fuerza. Si no se suelta de Enjolras quizás sea arrastrado con él a donde sea que van los héroes una vez que mueren. El lugar no es lo que importa, pues lo seguirá a cualquier parte.

-¡Fuego!

Fin
(Perdón)

Nota: Me inspiré más que nada en la última película porque soy shallow y quiero que Grantaire sea igual de hot que George porque no leí la novela. Espero no haber hecho demasiado desastre con el canon xD

Ojalá te haya gustado :)

pareja: enjolras/grantaire, fanwork: fic, personaje: enjolras, amigoinvisible2013, personaje: grantaire

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