Título: Study in Black
Autor:
mirambellaNombre de tu persona asignada:
Inesika8Beta(s) (si los tienes):
sara_f_blackPersonaje/pareja: .Enjolras/ Grantaire, Cosette/Marius, Fantine/Valjean, (implícito), Les Amis, Éponine Thenárdier
Clasificación y/o Género: Teen audiences. Modern AU años 70 (en este caso cuenta como moderno, no? xD)
Resumen: Enjolras, tras separarse de las ideas clasistas de sus padres, dirige la sociedad del ABC, que se encarga de ayudar a los más desfavorecidos. Lo que no sabe es que su vida cambiará el día que una chica llamada Cosette acuda a él para que busque a su madre, una prostituta que la dejó marchar años atrás. Ahora necesita un topo en las calles, pero va a encontrar mucho más.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, obviamente no sé nada sobre proxenetismo. Los lugares mencionados en París son reales.
Advertencias: Sexo no explícito. Warnings por agresión física, prostitución y palabras malsonantes
Notas: Lo primero, gracias mil a mi beta por su paciencia y por ayudarme sobretodo con la caracterización de los personajes. He aprendido muchísimo de su conocimiento del canon. Para
Inesika8. He intentado darte un poquito de todo lo que te gusta, y espero que sea de tu agrado. El fic está hecho de corazón y me he esforzado mucho porque incluya varias cosas y esté IC. Así de largo ha salido.¡Qué tengas felices fiestas!
…………….
Cosette ve a Fantine dos veces más. La primera la lleva y la recoge Courfeyrac, aunque el chico va a algunas granjas cercanas a buscar sacos de cereales de familias que les ayudan cuando tienen sobras en sus cosechas entretanto. La segunda, Marius lo convence para que le deje el coche y Cosette le presenta a Fantine. Hablan de libros y de la universidad y Marius no le suelta la mano a Cosette porque puede notar perfectamente lo nerviosa que le pone que su madre esté añadiendo una persona nueva en su vida. Fantine no se levanta de la cama, pero se incorpora cuando habla con ellos y parece feliz.
Marius no pregunta más de lo necesario. Cosette agradece que lo entienda todo tan bien siendo tan joven y habiendo tenido una vida sin demasiadas complicaciones, pero sabe que Marius tiene su historia como cada uno de ellos.
Cuando salen, aún cogidos de la mano y planeando una nueva visita, lo que ven junto al coche les hiela la sangre.
Marius reconoce al hombre al instante. No cree que pudiera haber olvidado una presencia tan arrolladora, pero a la vez con las fracciones tan llenas de comprensión y amor. Hoy el hombre está enfadado y es igual de evidente.
- ¡Papá! -grita Cosette cuando está lo bastante cerca. Tiene las mejillas coloradas y no se atreve a soltar a Marius.
- Sube al coche jovencita. Estoy seguro de que Marius sabrá volver a la ciudad -Marius tiembla. El hombre no es mucho más alto que él, pero desprende una fuerza evidente en su postura. Cosette no le suelta.
- Estás avergonzando a Marius -le dice intentando aparentar tranquilidad -.No estábamos haciendo nada malo.
- Señor Fauchelevent…-Marius intenta explicarse con la voz entrecortada, pero el hombre se acerca a ambos.
- No es por ti jovencito -responde intentando calmarse -.Necesito hablar con mi hija -y entonces mira a Cosette-. Sé perfectamente lo que has estado haciendo aquí.
- ¿Me has estado siguiendo? -inquiere con valentía adelantando un paso.
- Al principio pensé que era por toda esa gente que habías conocido -se disculpa pero no deja de mirar a Cosette -, pero no he dejado de notar cosas raras en ti, y me has mentido -su padre parece decepcionado, pero Cosette no se amedrenta.
- Hablando de cosas raras, ¿Qué ocultas papá? Creo que no deberías hablar de sinceridad -Cosette adora a su padre, pero en ese momento no puede echarse atrás y ser sumisa.
- Si hubieras hablado conmigo, hija, te habría ayudado -dice Valjean con un tono triste. Parece debatirse entre una confesión y un silencio.
- Llevas años convenciéndome para que no busque a mi madre -Cosette está volviéndose algo inquisitiva, pero no le importa -.Me sobreproteges como si fuera un bebé, ¿A qué le tienes miedo?
Su padre sopesa la respuesta y decide que ya es suficiente.
- Te lo contaré -suspira al fin -Puede que no te parezca bien, y puede que me odies, pero quiero que sepas que todo lo que he hecho, todo, ha sido por ti -sus ojos se humedecen, recordando - Sube al coche y te lo contaré todo, Cosette.
Cosette mira a Marius titubeante, pero el chico le suelta la mano y asiente con la cabeza, sin palabras. La joven se marcha con su padre mientras Marius sube al coche de Courfeyrac.
Cuando llegan a casa están distantes. La señora Segalén, una vecina anciana que fue cocinera en la recuperación de los cincuenta tras la gran guerra y que basa su nueva vida en atiborrar a sus seres queridos, les ha dejado pastelillos y té recién hecho en la tetera. El hombre le sirve una taza a su hija, casi obligándola a sentarse en el sofá de tapiz estampado, antes de tomar la palabra.
- Te preguntarás por qué nos fuimos de Montreuil, siendo yo el alcalde -dice intentando apaciguar la voz. Esos años no fueron fáciles, ni siquiera de recordar.
- Era muy pequeña. Lo que me pregunto es por qué no me lo contaste después -dice con cara triste - ¿No confías en mí?
- No, mi niña -su padre, porque es lo que ha sido toda su vida, acerca el brazo hacia ella, pero lo deja a escasos centímetros de su mano -. No es eso. Ocurrió algo tan complicado, y tuve que elegir. Tenía miedo. Aún lo tengo.
- Sólo quiero saber por qué -es un lamento y su padre la mira
- Por ti. Mi mujer había muerto y cuando te miré, me recordaste tanto a ella. Eras como la hija que nunca tuvimos -Valjean se calla intentando evitar las lágrimas, pero se lo debe -. Los Thenárdier me dijeron que tu madre no podía hacerse cargo de ti, que no te quería y les creí. Creí que estaba haciendo algo legal, que ellos se dedicaban a ayudar a niños como tú. No sabía toda la mafia que había detrás.
- Ese es el matrimonio que obligó a mi madre a prostituirse.
- No era lo único que hacían entonces, pero yo no lo sabía. Llevabas unos meses conmigo cuando aquel hombre apareció en mi puerta. Me amenazó. Me dijo que si no financiaba a sus secuaces vendría a por ti, que te llevaría y yo no podría hacer nada. -. A cada palabra su padre se pone más nervioso y Cosette se hace de piedra - . Me dijo que la adopción no era legal y que como cargo público podría ir a la cárcel y perderte, entonces sospeché a qué tipo de argucias se dedicaban y que seguramente me habían mentido con todo el asunto de tu madre, pero no quería que volvieras allí. Cosette compréndeme.
- ¿Qué hiciste? -pregunta ella procesando todo lo que está escuchando. Ella ya sospechaba que su madre en realidad la amaba.
- Le robé al ayuntamiento, hija mía. Me volví un corrupto para financiar sus negocios. Había entonces un hombre, el inspector Javert, que investigaba casos de proxenetismo y adopciones de niños ilegales -recuerda Valjean con tristeza -. Thenárdier me pidió dinero para poder dejar la ciudad y huir del inspector, pero ese negocio me salpicó en poco tiempo. La mafia había escapado poco a poco a París, pero yo seguía ahí y era el siguiente.
- ¡Les habrían pillado, papá! -grita entonces Cosette. Es consciente de que de haber sido así, quizás su madre no estaría tan enferma -. Tú les ayudaste a escapar.
- Me aseguré tu protección. A cambio perdí mi negocio y mis huellas se hicieron más visibles. Llevé a la fábrica a la ruina. Javert me encontraría en seguida si tiraba de la manta. Dejé a tantas personas sin trabajo, sólo por una amenaza -Valjean se pone las manos en la cabeza, alarmado -. Tuvimos que escapar, y una persona de la calle me debía un favor, de modo que me dio una identificación falsa. Fauchelevent -recuerda -.Una vez ayudé a un hombre con ese nombre en Montreuil. Sabía que me devolvería el favor -mira a Cosette con cuidado, intentando leerle la mente, pero la muchacha está pensativa y distante.
- Supongo que…te entiendo -dice al fin - .Cometiste muchos errores, papá, pero no eres tan distinto a mi madre. Ella también hizo cosas horribles por mí. Eso me hace sentirme tan culpable -solloza, y es sólo cuestión de tiempo que empiece a llorar. Esta vez su padre sí que la estrecha entre sus brazos.
- Porque eres increíble, y hermosa, Cosette. Haríamos lo que fuera por tu felicidad -repite como un mantra mientras la acuna -. Los hombres roban por codicia, hacen negocios por poder. Mi única codicia fue quererte -reconoce-. Y puede que eso haya sido lo único que me haya salvado de los fantasmas del pasado.
……………………………….
Es noche cerrada cuando tocan a la puerta. Enjolras no está durmiendo. Se siente incapaz con tanto trabajo por delante. Los últimos días en el ABC se han pasado buscando papeles para poder separar a Éponine de sus padres, pero es casi imposible si la chica no los denuncia por maltrato, y Enjolras no sabe si eso es factible después de tanto tiempo de sufrimiento. A la vez, intenta idear un plan para atrapar a la banda, aunque sabe que muchas mujeres, y algunos hombres no tendrían un medio de vida, necesitando su ayuda. Su organización no es más que una cadena estudiantil pequeña que no puede afrontar grandes esfuerzos.
Cuando abre la puerta creyendo que Combeferre ha vuelto a dejarse las llaves en su visita a la biblioteca, descubre que tiene que bajar la cabeza porque ante él hay alguien más pequeño que su amigo (que cualquiera de ellos, de hecho)
- ¿Hola?-no sabe qué decir, pero el desconocido, que es un niño de unos once o doce años sonríe con malicia.
- Traigo un mensaje para ti. Si tú eres Enjolras, claro -el chico no se asusta sino que se mantiene altanero frente a él.
- ¿Un mensaje? ¿A estas horas? -. El niño lo mira como si el raro fuera él y le tiende una tarjeta sin que le tiemble la mano.
- Si lo leyeras, quizás comprenderías -no es que Enjolras suela hacer caso de lo que le dice un desconocido, y menos de un preadolescente, pero tiene lógica.
La nota está escrita en una caligrafía desordenada y caótica. Parece una dirección con una fecha debajo que señala una hora exacta. Abajo del todo no hay una firma, sólo una inicial grande seguida de un punto, una R. Enjolras lo comprende entonces, aunque sigue sin saber de dónde ha salido ese niño.
- ¿Y tú eres? -dice al fin sin dejar de mirar al crío que sigue parado en su puerta.
- Gavroche para servirle. Ahora me tienes que decir que estás conforme, para que pueda comunicarlo y ganarme cinco francos -el niño nunca deja de sonreír y Enjolras se pregunta de dónde habrá sacado Grantaire a ese niño, si tendrá un hogar siquiera.
- Estoy conforme -el crío se da la vuelta para marcharse sin dejar de sonreír, cantarín y satisfecho -. Espera, ¡Gavroche! -tiene los ojos grandes y curiosos de cualquier niño cuando se vuelve algo titubeante -¿Has comido hoy? -le pregunta con un tono suave.
- Algo -contesta encogiéndose de hombros.
- Un momento -Enjolras se mete en la cocina y coge una bolsa con un par de bollos que Courfeyrac les trajo por la tarde sabiendo que sus amigos ni siquiera habían comprado el desayuno, sobreocupados con sus respectivos trabajos. Cuando vuelve a la puerta Gavroche sigue ahí. Ni siquiera ha intentado entrar, aunque sea a curiosear. Enjolras le tiende la bolsa, que aún está caliente -. Toma -le dice - , por las molestias.
- Gracias monsieur -canturrea Gavroche mientras baja las escaleras.
Enjolras se da cuenta de que no le ha preguntado nada sobre su vida. Ni siquiera si va al colegio todos los días. Cierra la puerta y mira la tarjeta una vez más. No se había dado cuenta. La fecha hace referencia al día de mañana a las nueve de la noche.
………………………
Después de llorar durante horas, padre e hija, uno en el hombro del otro, Valjean decide que a partir de ese momento va a ser él el que lleve a Cosette a ver a su madre. No vale la pena lamentarse ya por el pasado y más sabiendo que no tienen todo el tiempo del mundo, por desgracia. Valjean cometió un error y ayudó a unos proxenetas a instalarse en París, sacrificando su honradez y a los trabajadores leales de su fábrica. Cosette sabe que aquello no estuvo bien, pero también sabe que lo hizo por ella, porque si su padre iba a la cárcel y ella acababa en la calle como su madre, él no se lo habría perdonado jamás. Le cuesta perdonarse lo que hizo, pero al menos sabe que fue por amor.
Ahora ella sólo puede devolver lo que su padre se llevó y ayudando al ABC es una buena forma. Sabe que Enjolras está enfrascado en una gran investigación para acabar con la banda de Patrón Minette, y todo gracias al camino que tuvo que tomar para ayudarle con su madre. Cosette cree que nunca podrá agradecérselo y se alegra de haber entrado a pedir ayuda en un primer momento, y no sólo por su madre. Puede que Marius tenga algo que ver.
Cosette va a ver a su madre sólo dos días después, llena de emociones y sin poder callar durante el trayecto todo lo que siente ahora que se han reencontrado. Su padre la entiende, pero no puede evitar sentir pavor. Cosette va a querer ver a su madre cada vez más a menudo y el viaje es largo y no puede imaginarse qué pasaría si el dueño de la casa le restringiera las visitas, si se acabara cansando de tener a esa niña en su casa.
Valjean la espera fuera, y cuando Cosette sale, hora y media después, hay lágrimas en sus ojos. Comprende lo duro que es, el paso de conformarse con tenerla cerca a querer estar con ella más y más, pero no es posible. Incluso puede ver el futuro, puede ver a Cosette cada vez más devastada y triste cuando tenga que marcharse.
Su niña se tira a sus brazos y Jean Valjean toma una decisión. Camina hacia la puerta con Cosette siguiéndolo sorprendida. Sus pasos son seguros y largos. Toca a la puerta con confianza y al ver al patrón de la casa su tono se dulcifica.
- Monsieur, soy el padre de Cosette. Tenemos que hablar, si fuera tan amable de dejarme pasar -El hombre se sorprende, pero se aparta de la puerta y Valjean salva su primer escollo.
- La visita ha terminado -dice sin intentar sonar muy arisco.
- Lo sé, y esto no tiene nada que ver con la niña. Lo he decidido yo sólo. -El hombre camina en círculos, nervioso y no acepta un asiento cuando le es ofrecido -. No quiero que piense que irrumpo aquí para exigirle nada -dice mirando al hombre a los ojos - , pero creo que usted vive una mentira de preocupación absoluta. Tiene miedo y lo comprendo. Yo he aprendido a amar con los años, a amar y a perder. Creo que nos parecemos. -El hombre asiente levemente mirando al suelo, pero no dice nada-. Le estoy confundiendo. No soy bueno con las palabras. Quería decir que sé lo que sintió al ver a Fantine. Puedo imaginarlo -Valjean se queda de pie junto al hombre, Cosette se apoya en la pared, algo alejada de la situación y sorprendida-. Yo sentí eso con Cosette. Como si el sol volviera a salir después de días de lluvia. Puedo ver que la quiere. No creo que dejara a una desconocida venir a verla si no fuera así -explica con las manos abiertas-. Y a la vez sabe que Cosette es lo mejor para Fantine y para su enfermedad. Sé que le asusta que ella se convierta en lo más importante de su vida, sin embargo eso es lo que es. ¿Es usted padre? -El hombre asiente, aunque está algo consternado- . Entonces debe saber lo que significa tener un hijo. Cómo esa prioridad está encima de nuestra felicidad, de nuestra salud, de nosotros mismos. Fantine merece tener a Cosette para ella sola. Merece llamarla cuando quiera y que ella suba a verla. Merece comer con ella, aunque no se levante de la cama, y Cosette merece tener una madre.
El hombre lo mira entendiendo su intención, y Valjean se arrodilla, porque querer a un hijo también significa sumisión
- Por favor señor, se lo ruego. Sé que no tiene poder sobre ella y que podría decidir, y aún así se lo pido porque sé que la ama. Deje que me la lleve y que la amemos como ha sido amada aquí. Otórguele eso, no a mí, a Cosette.
El hombre se acerca a Valjean con los ojos húmedos. Parece que le han leído la mente, pero es reacio a dejar escapar algo que quiere con todo su corazón, sin embargo sabe que Fantine no tiene mucho tiempo, y que no puede amarle a él como ama a Cosette, pese a los años y la distancia.
- Para no ser bueno con las palabras, ha dado usted un gran discurso -dice obligando a Valjean a levantarse. Su voz es enérgica, pero melancólica -. El momento más feliz de su día, es cuando esa niña entra por la puerta. Siempre me pregunta cuando volverá, y yo muero un poco por dentro -Ahora que están frente a frente, Santonge deja atrás sus miedos -. He pensado lo que usted ha venido a decirme cien veces, pero nunca me he atrevido a llevarlo a cabo -reconoce-. Siempre acababa pensando que sería feliz así, como yo lo soy teniéndola conmigo, pero no lo es -explica con pena, y luego añade con el tono más grave -llévesela con usted, antes de que me arrepienta.
Cosette y su padre suben las escaleras con rapidez y Santonge se sienta en un sofá de su gran salón con la mirada perdida. Apenas puede mirar cuando a los diez minutos, Cosette baja las escaleras seguida de Valjean, que lleva a Fantine envuelta en mantas y agarrada a su cuello, exhausta. El hombre se prepara para un portazo sin adiós, ahora que no lo necesitan, pero no espera lo que ocurre. Cosette entra en el salón sin avisar y lo coge de las manos, arrodillándose frente a él.
- Gracias. La cuidaremos bien. Tomará todas sus medicinas y si algún día se atreve a venir a verla, estamos en la Rue Plumet 55. Siéntase libre de acudir. Es usted un ángel- Cosette le da un beso en la mejilla y se marcha.
El viaje de vuelta, pese al cuidado que lleva su padre al conducir, es el momento más feliz de su vida.
………………………………
Enjolras no se entera del reencuentro pues, aunque Cosette corre hacia el Musain esa misma tarde para darle las gracias por todo y contarles las noticias a los chicos, se encuentra con que Enjolras y Combeferre están ya muy lejos, buscando una casa pequeña y destartalada por las calles más sucias de París.
- Gracias por acompañarme -le dice con sinceridad. Son las ocho y media y se encuentran muy cerca de la calle que indicaba el mensaje.
- No te dejaría sólo por estos barrios -reconoce el estudiante de medicina mientras echa un vistazo a su alrededor. Las calles poco iluminadas los reciben.
- ¿Tienes los papeles? -Combeferre cuela la mano en el bolsillo de la americana de pana, asintiendo -.Tenemos que actuar con cabeza.
- Sé que no me lo has contado todo, Enjolras -le dice su amigo. Enjolras se vuelve hacia él casi con pánico. Ambos se paran -. Esto es más que una promesa para ti. Sólo intenta que sea un paso más para la asociación.
- Intento salvar a dos personas en lugar de sólo a una, Combeferre. Es lo que debemos hacer -su amigo asiente y siguen caminando.
Llaman a la puerta con los nudillos. El timbre no funciona y tampoco la luz del recibidor, de modo que cuando la puerta se abre ambos amigos se asustan ligeramente. Grantaire les recibe con una media sonrisa. Está mejor, pero sigue teniendo cara de no haber dormido en años. Mira a Enjolras y después a Combeferre con una pregunta que no hace.
- Este es… -Entonces recuerda a Grantaire en su sofá, temblando -¿Te acuerdas de él?
- Claro -el cínico les hace un hueco y se cuelan en un apartamento estrecho y casi lúgubre con todos los muebles en una sola habitación, aunque tampoco hay demasiados.
En un sofá lleno de agujeros está una chica de la edad de Cosette, sólo que más delgada y de aspecto desgarbado y cansado. Su mirada es un avellana que se pierde en el fondo de unos ojos que escudriñan a los dos desconocidos, como si no se fiara de ellos.
- Éponine -Grantaire la llama, pero la chica no se levanta. Sigue observándolos desde su posición -.Este es Enjolras, el amigo del que te hablé.
- ¿Y el de gafas? -pregunta con sequedad. No debe saber lo gentil que es Combeferre y lo inmune incluso a los tonos más duros.
- Soy Combeferre, llevo tus papeles.
Éponine mira a Grantaire y suspira, cruzando los brazos como una niña con una rabieta.
- No quiero ir con ellos. Son niños ricos que me tienen pena. ¿Por qué no puedo quedarme contigo? - Su mirada guarda algo de esperanza. Enjolras cambia el peso de un pie a otro adivinando la tensión.
- Porque tus padres saben dónde vivo y te acabarán encontrando. Montparnasse volverá a pegarte y a mí después. ¿Quién te protegerá entonces? -le dice R en tono calmado, sentándose a su lado.
- Me las he arreglado muy bien sola hasta ahora -responde con ponzoña en la voz.
- No lo creo -Enjolras se encuentra diciendo -. Estás delgada y pareces enferma. Nosotros podemos encontrarte un hogar, y si enseñaras esos hematomas, si denunciaras…
Éponine se levanta como un resorte y camina firme hacia Enjolras levantándole la mano.
- ¿Quién te has creído que eres, rubito? Si denuncio a mis padres se llevarán a mis hermanos a casas de acogida, separados. Nadie adopta a adolescentes. No sé si lo sabes.
- Podemos interceder -añade Combeferre desde atrás sin inmutarse por el tono de la chica.
- Claro -Éponine baja la mano. No tenía intención de pegar, pero necesitaba un punto de apoyo para enfatizar sus palabras -. Os creéis tan importantes.
- No más que tú -informa Enjolras con las mejillas coloradas por la pasión de su discurso -. No más que tus hermanos. No más que cualquier ciudadano con derecho a una educación, comida y seguridad. Ningún niño debería soportar ese acoso. Es injusto.
Éponine se calma, pero mira a Grantaire con una súplica.
- No puedo hacerlo ¿Qué será de ti, además? -le dice con la voz temblorosa.
- Yo no importo -le contesta el moreno sin dejar de mirar a Enjolras de reojo. El líder le diría que importa tanto como los demás, pero desiste, porque sabe por qué lo está haciendo.
Grantaire va a decir algo más cuando la puerta se abre de una patada y cuatro hombres entran a la fuerza, sorprendiéndose de encontrar a tanta gente en el espacio reducido. Enjolras sabe quienes son en el momento en el que Éponine se esconde detrás de Grantaire aterrorizada.
- Mira patrón, te dije que la zorra se estaba escondiendo aquí. ¿Te la estás follando, R? -dice un joven de aspecto aristocrático, casi tan guapo como Enjolras, pero con fuego en la voz y más músculo en los brazos - .Aunque es bien sabido que te van los rabos.
- ¡Montparnasse! -El más viejo, unos cuarenta y tantos lo hace callar. Dos hombres lo rodean como si fuera el mismo sol - Éponine querida, estábamos preocupados. Deberías volver a casa. Los negocios de Grantaire son cosa suya. ¿Ahora los coges de dos en dos? -dice mirando al cínico -. Debes necesitar mucho alcohol -añade volviéndose hacia Enjolras y Combeferre, que se encuentran a un lado, pensando si interceder -. Sabía que te gustaban los jóvenes guapos y bien vestidos…
- Pijos -murmura el joven de antes.
- La pregunta es, ¿Qué ven ellos en ti, R? ¿Te ponen una bolsa en la cabeza para follarte? -sisea como una serpiente, cada sílaba dicha con lentitud deliberada.
Enjolras aprieta los puños hasta que duelen, pero nota la mano de su amigo rozando la suya, pidiéndole paciencia si no quieren salir heridos, o que alguien lo haga por su culpa.
- Éponine, nos vamos -dice el que parece el líder, por tanto su propio padre. Enjolras no puede creer que se encuentre ante su hija así -. Si te portas bien, podremos olvidarlo. Eres una niña y puede que no amoneste a Grantaire si vienes ahora.
La chica da un paso hacia adelante, quizás aceptando el trato que se le da, pero Grantaire lo evita poniéndose de nuevo delante de ella.
- ¿Llamas amonestación a una paliza de muerte? -le espeta con sarna -. Conozco tus métodos. Pégame hasta matarme, la vida ya me da lo mismo, y entonces todos sabrán quienes sois y lo que hacéis -es insolente, pero sus ojos brillan -. La muerte para mí, la cárcel para vosotros.
Thenárdier parece debatirse ante los desconocidos, pero no sus lobos y Montparnasse se lanza hacia Grantaire reteniéndolo en el suelo con una de sus rodillas y pegándole en la cara. Ante el descontrol, al jefe le da lo mismo y agarra a Éponine de las muñecas mientras los otros dos hombres inmovilizan a Enjolras y a Combeferre.
No los dejan moverse, pero Enjolras no puede dejarlo pasar. Grita intentando zafarse de la torre que lo retiene.
- ¡Eres un cobarde Thenárdier! Sí, sé quién eres. - No es capaz de controlar su verborrea. Puede ver a Combeferre inmovilizado por un hombre que parece llevar un arma ¿Qué pretende arriesgándose así? Pero no es consciente. No cuando la sangre de Grantaire moja el suelo de cerámica - ¿Vas a matarnos a todos?
- No vais a descubrirme. No lo permitiré - ladra el hombre arrastrando a Éponine a la fuerza.
Combeferre consigue entonces zafarse de su agresor y lanzarle un golpe preciso en la garganta que lo deja casi inconsciente en el suelo. Él y Enjolras luchan con el otro con pies y manos hasta que el hombre saca una navaja y se enfrenta a ambos enseñando la hoja de metal para que no se acerquen a él.
Thenárdier ha abierto la puerta y se lleva a Éponine, que intenta agarrarse al marco gritando como si estuviera en el matadero. Su padre la agarra con fuerza propinándole un golpe contra la pared. Le sangra la sien y es vulnerable en ese estado volviéndose laxa. El hombre hace un gesto a sus compinches para que huyan. Parece que van a escapar, porque Grantaire ya no opone resistencia y yace en el suelo y el hombre que acorrala a Enjolras y Combeferre les amenaza con un arma blanca.
Enjolras se debate entre ir a ayudar a Grantaire y evitar que se lleven a Éponine, pero sabe que no pueden hacerlo todo los dos solos, que probablemente los criminales acaben huyendo, aunque dejen atrás al hombre que sigue en el suelo.
Thenárdier ya está en el rellano, cuando se oyen voces fuertes y los hombres que siguen en el piso se quedan helados. El jefe vuelve adentro con Éponine en brazos. Media cara está cubierta de sangre y parece una muñeca en brazos de su padre. Pronto Enjolras adivina porqué cuando una fila de policías lo rodean en el salón. Thenárdier amenaza y grita. Sus secuaces intentan escapar por el pequeño pasillo que lleva al único cuarto, pero son perseguidos por tres hombres armados, de modo que se rinden antes de llegar a la ventana.
- Patrón Minette. Llevábamos tiempo buscándoos -dice el que parece el jefe. Thenárdier no tiene más remedio que rendirse y suelta a Éponine que se tambalea a punto de desmayarse.
Está a punto de caerse cuando Combeferre la coge en brazos sin demasiada dificultad, como si fuera una pluma. Mientras los hombres se llevan a los proxenetas y llaman a la ambulancia, Enjolras corre hacia Grantaire.
El hombre está tendido en el suelo. Tiene sangre en la nariz y los labios y los ojos están empezando a ponérsele morados. Respira con dificultad y desde luego no es capaz de levantarse. Parece que tiene un par de costillas rotas, al menos.
- ¡R! -Enjolras le levanta la cabeza para que respire mejor y no se ahogue con la sangre, pero puede ver como Grantaire se va apagando. No puede dejarse llevar por el pánico - ¿Qué has hecho? -dice al fin.
- No soy el único obstinado aquí - dice con una sonrisa que debe doler por el gemido que la acompaña -. Sin embargo, creo que me ha salido mejor lo de llamar a la policía.
- ¿Tú los llamaste? -Su voz sube unas octavas por la sorpresa. El peso de Grantaire está en su hombro.
- ¿Por qué te crees que envié a Gavroche a tu casa? Era un señuelo. Sabía que lo acabarían siguiendo hasta aquí y atarían cabos. Esos idiotas. Estaban esperando el jaleo, justo desde las nueve. El crío es un hermano de Éponine, ¿Sabes?
- No me lo dijo -intenta mantener un tono normal, pero es difícil cuando sus manos están llenas de sangre -. Creía que no querías acabar con esta vida, R. Creía que no verías la luz, que no había esperanza para ti. Pensé que seguirías vendiéndote, cualquier cosa por una botella de vino -Grantaire ya no lo está mirando, incapaz de abrir los ojos. La sangre se le seca en la nariz - ¿Por qué?
- Puede que no me importe el dolor propio, pero me importa el de otros. Además, nadie desea tanto la luz como el hombre ciego -le cuesta hablar y es lo más notorio. Enjolras puede ver como Combeferre le limpia la sangre a Éponine, que está recostada en el sofá.
- Pensaba que no creías en nada -le dice al fin.
- Creo que creo en ti -dice con un susurro, y su visión se nubla. El firmamento se hace negro.
Enjolras lo zarandea, pero no puede hacer nada hasta que la ambulancia se lo lleva.
……………
Cuando abre los ojos, lo primero que percibe es que tiene agujas clavadas en la piel y está en una habitación blanca. Alguien le está mirando y abre los ojos con dificultad, vislumbrando la presencia que está a su lado.
- ¿Estoy en el cielo? -murmura con sarcasmo. Enjolras sonríe junto a él en lugar de reprimirle.
- No, estás en el hospital -le dice con tono calmado, acercándose a la cama.
- Una pena. Eras un buen ángel, Apolo. Entonces podría caminar a tu lado -intenta que suene resignado, pero la ironía es obvia.
- No digas tonterías -le contesta Enjolras, pero no está enfadado -.Al final salvaste a Éponine.
- ¿Cómo está? - Grantaire se incorpora interesado.
- Bien. Al final lo contó todo y el padre de Cosette testificó sobre como los Thenárdier vendían niños que no eran suyos.
- ¿Cuanto he dormido? -pregunta levantando una ceja.
- Tres días -contesta Enjolras riendo-. Llevamos a Éponine con Pontmercy y Courfeyrac. No sé si fue una buena idea, pero le hice prometerme que no flirtearía con ella.
- ¿A cuál de ellos? -hablan como dos amigos, ajenos a que aún hay muchas preguntas que resolver, no sólo de su relación.
- ¡A Courfeyrac! Ahora juegan a juegos de mesa y creo que se han hecho amigos, pero ella parece interesada en Marius. O eso dicen.
- Claro, porque tú de eso no sabes nada -Enjolras le da un golpe y no sabe cuanto hace que no estaba así con alguien. Grantaire levanta las cejas - ¿Qué voy a hacer? -no puede evitarlo. No pueden obviar el elefante en la habitación por más tiempo.
- Por ahora, venir conmigo. A Combeferre le parece bien, y el sofá es cómodo -no habla de ellos, no habla de en qué punto se encuentran, ¿Amigos? ¿amantes? ¿Conocidos por circunstancias inevitables? -. Tenemos que buscarte un trabajo.
Eso hacen. Grantaire termina dibujando panfletos para el ABC. Se lleva bien con todos los miembros y discute con Enjolras cada día, al menos por tres cosas distintas haciendo que la mayoría de veces acaben solos, abandonados por los demás. Grantaire bebe menos, pero nunca lo deja.
Valjean elude la cárcel por su colaboración con la justicia y las amenazas sufridas, pero es embargado semanas después y acaba comprando una casa pequeña con balcón. Cosette estudia literatura en la universidad pública, pero nunca ha sido tan feliz. Cuando llega la primavera, Fantine se levanta de la cama y desayuna con ellos. A veces planta flores en las ventanas y siempre se acuesta rendida a media tarde, pero el color vuelve a su cara. El ABC consigue una pensión de cuatro mil francos que gasta íntegramente en la educación de Cosette. Dicen que pasea de la mano de Valjean, como si fueran una familia.
Combeferre consigue un centro de acogida con régimen abierto para Gavroche y la hermana de Éponine. Uno en el que serán cuidados y educados hasta que adquieran la mayoría de edad y puedan recibir visitas así como salir de vez en cuando.
En Septiembre, Grantaire vuelve a la universidad, aunque estudia a distancia mientras intenta mantener dos trabajos y evita emborracharse demasiado para seguir con esa vida. Le cuesta dos despidos y varias recaídas conseguirlo. En octubre Jehan y él sacan un libro con dibujos para niños que les permite vivir bien varios meses. Consigue que Enjolras se preocupe por su forma de gestionar el dinero, pero no es nada nuevo.
La navidad llega y la pasan todos juntos. Éponine tolera medianamente a Cosette pese a que sigue mirando a Marius con melancolía mientras juega al twister con Joly (que no deja que nadie se quite los calcetines) y Courfeyrac (que es tan elástico como un roble)
Enjolras mira por la ventana del Musain, el aguanieve cae sobre los tejados. Grantaire se acerca con una copa para él.
- Al menos, permite que te invite a champán.
- No bebo -dice sin dejar de mirar por la ventana.
- Vamos, algo tan francés -intenta hacerle reír, pero incluso en ese año loco, la Navidad es estúpida para Enjolras, al menos desde que dejó de creer en la magia y sus padres se olvidaron de él.
- Sólo un trago -dice con tranquilidad. No quiere que discutan. Pese a sus diferencias ha aprendido a admirar a Grantaire.
Más bien, no puede dejar de pensar en él, en aquella noche de pasión, pero lleva meses dejándolo pasar. Es en lo único en lo que no se siente bajo control. Ha aprendido a aceptar que es lo mejor, que sean amigos de esa forma, aunque le saque de quicio que el cínico le lleve la contraria y flirtee descaradamente con él.
- Baila conmigo -dice Grantaire de repente y Enjolras lo mira con pánico. No soportaría la cercanía.
- No sé bailar -dice al fin, pero el moreno le tiende las manos. En los últimos meses, comer todos los días y no pasar frío ni ser maltratado le han sentado bien. Sigue sin ser guapo, pero sus ojos son más brillantes, sus hombros anchos y sus labios llenos.
- Vamos -susurra, y Enjolras lo sigue porque no le queda más. No cuando su cintura es rodeada con dulzura.
Puede sentir el aliento en su cara. Bailan una música estúpida mientras el resto del mundo se desvanece. Enjolras intenta dejarse llevar, pero acaba guiando, lo que le propina una ceja levantada con un chasquido por parte de su pareja de baile.
- No te he olvidado -le confiesa Grantaire - ¿Por qué crees que me levanto cada día, Enjolras? -y luego una risa amarga -. Tengo que estar muy sobrio para estar diciendo esto.
Enjolras chista, pero está sonriendo y no puede evitarlo.
- No sé como hacerlo. No sé como se hace -susurra en su oído, y por una vez su voz tiembla. Da lo mismo, porque Grantaire la encuentra tan hermosa como cuando da discursos inspiradores.
- ¿Te recuerdo a lo que me dedicaba? Yo tampoco sé lo que hago, y no merezco tu atención, pero me basta con intentarlo.
Enjolras lo mira. Los segundos pasan como ruidos en el aire. (plof, plof, plof) y Enjolras lo besa torpemente, porque no conoce otro modo. Grantaire se aferra a su cintura para que no se lo quiten. Es el último minuto de 1971 y Enjolras lo ha aceptado, junto a esa ventana, en ese sitio que es su templo.
Apoyan la frente perdiéndose en sus ojos. El cinismo de Grantaire escondido tras sus pestañas. No oyen ni ven nada más hasta que la voz cantarina de Jean Prouvaire resuena entre los muros del café,
- ¡Combeferre y Courfeyrac se están besando bajo el muérdago!
Enjolras saldría corriendo, recordándole a su amigo que besar a todos sus amigos cuando entran porque haya una planta colgando de la escalera no es ético ni profesional, pero no podría importarle menos. Está demasiado ocupado en otras cosas. Cosas que ya no son blancas o negras, cosas que son un rojo pasión.