Salí del instituto, a las 14, como todos los malditos dias de esta rutina agobiante. Caminé en linea recta hacia el metro. No hay nada que ver, nada que me llame la atención, nadie a quien desee hablar.
El cielo de Barakaldo es gris, como sus aceras, como el aire que respiro. Me acerco a la boca del metro, que me engulle, y bajo por su garganta
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