27 del sexto mes de 1295:

Feb 05, 2010 08:47




Alai acabó de arreglarse. Observó con cierta satisfacción la imagen que proyectaba en el espejo. El vestido abierto a la altura del vientredejaba ver la cicatriz que se había convertido en su seña de identidad.
Cinco años antes había sido atacada por los X´vord. No había prevenido ese ataque, pese a sus conocimientos y sus habilidades. Por suerte, pudo mantener la suficiente sangre fría como para que, a pesar del dolor, sus enemigos la diesen por muerta. Entre sus pertenencias siempre llevaba un pequeño botiquín con las drogas y venenos más
oportunos en cada momento. Bebió Alondio, quedando en estado letárgico unas tres horas. Fue muy arriesgado, pero los dioses le sonrieron.
Se despertó en un carro que transportaba su cuerpo, aparentemente inerte, hasta la capital cottar. Cuando llegó a su destino, sólo tuvo fuerzas para avisar de la traición de los viles X´vord antes de caer desfallecida.
Sus acciones provocaron la caída de una alianza, pero propiciaron la creación de otra, con los Dublios. Con tiempo, entre los estos y los cottar, habían conseguido limitar a las otras dos razas enemigas a un territorio único. Allí, dejaron de suponer un constante enemigo potencial.
Grandes logros pese a su juventud, que nunca se le habían premiado.
Al menos oficialmente. Desde las altas esferas se mantuvo el secreto, para poder seguir usándola en misiones importantes. Recorrió las cortes más importantes, ganando experiencia y reconocimiento. Su aire vulnerable y sencillo hacía que el resto de los seres confiasen en ella y minimizasen las consecuencias de sus errores hasta límites casi
vergonzosos.
Su misión de esta noche era estrechar lazos con un enviado cottar, un jardinero que la ayudaría a espiar a los Dublios. Que fuesen sus aliados no significaba que se pudiese confiar ciegamente en ellos. Se sorprendió a si misma por el ligero nerviosismo que le recorría el cuerpo. Llevaba demasiados años alejada de su país. Alai se asomó por la ventana disfrutando del cálido aire nocturno. El jardín del palacio era demasiado austero y simple para su gusto. No le
extrañaba que enviasen a un jardinero como regalo para los Dublios, eran un pueblo inteligente, pero les faltaba sentido del gusto.
Se acercó al escritorio para echar un último vistazo al dossier que le habían mandado del jardinero. Juiru se llamaba. Buenas calificaciones, una fama incipiente... sólo necesitaba convencerlo para que dedicase
parte de su jardín sus necesidades. Los comerciantes cada vez subían más los precios de las plantas importadas, y se estaba dejando una verdadera fortuna en reponer las reservas de su botiquín. Suspiró guardando los documentos en el cajón, era hora de salir y empezar a trabajar.

Mientras cruzaba la puerta, recordó, no sin cierto dolor amortiguado por el tiempo, en que fecha estaba: el día de su cumpleaños.

relatos, cottar

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