Número: 014/100
Título: Momentos: Muerte [09/12]
Fandom: Kobato
Claim: Kiyozaku Fujimoto/Hanato Kobato
Extensión: 326 palabras.
Advertencias: Spoilers del capítulo 52 del manga.
Notas: Ninguna.
Muerte.
Sus palabras son incomprensibles, hablan de magia, de Dios y de deseos, cosas en las cuales él nunca creyó. Y sin embargo, ¿cómo osó no creerlas cuando la prueba viviente de que todo ello existe es Kobato misma? Sus palabras pueden parecer extrañas e incluso disparatadas, casi quiere gritarle que se deje de tonterías y vuelva al trabajo, pero son ciertas. Algo, un dolor punzante ahí cerca de su corazón, le dice que son ciertas.
Y también le dicen... que probablemente nunca volverá a verla. Se está despidiendo, puede leerlo en sus ojos resignados, en sus palabras hacia Sayaka, hacia el extraño animal de peluche que de pronto ha comenzado a hablar. Se está despidiendo, egoístamente, sin tener en cuenta sus sentimientos, la confesión que palpita en su pecho a la par de su desbocado corazón, las cosas que deja atrás ni lo triste quie estarán todos -incluído él, sobretodo él-, cuando su sonrisa no alegre el día.
¿Cómo ha pasado esto tan rápido? No puede entenderlo. Hacía unos cuantos minutos, casi media hora atrás, habían hablado con normalidad, pensando en la perspectiva de un día doloroso y agitado; sin embargo ahora... Toda esa locura y tristeza se ha desatado, en forma de hermosos colores surgiendo de una botella de cristal llena de caramelos, envolviendo el aire con un aroma tan dulce, tan triste, que sólo atina a paralizarse para no perderse el espectáculo, en el cual ella es la estrella principal.
Podría quedarse mirándola así por siempre, al menos eso piensa, cuando oye su ahora distorsionada voz hablándole de nuevo a su compañero inseparable, Ioryogi-san. Pero tan pronto ese pensamiento cruza su mente, su figura comienza a evaporarse.
Te amo.
Adiós.
Sus últimas palabras, las susurra, les dedica sólo para él. Él sigue paralizado, un pensamiento inundando su mente: Kobato ha muerto, ha desaparecido, no queda rastro de su fragancia particular, ni de su voz tan agradable como molesta en ocasiones. Se ha ido...
Y él, probablemente, ha muerto con ella.