Día 029/100.

Aug 31, 2012 22:00

Número: 029/100.
Título: Ciclo interrumpido [3/3].
Fandom: Yu-Gi-Oh! GX.
Claim: Johan Andersen/Yuuki Juudai/Yubel.
Extensión: 1144 palabras.
Advertencias: Post-series. Precuela de La pieza faltante.
Notas: Para el Especial del Mes de retos_a_lacarta

03. Revivir

Johan se detuvo un momento ante el calendario que colgaba en la pared de su habitación, llenándola con los vivos colores de una puesta de sol, con un brillo indescifrable en los ojos. Los números, enormes y negros como insectos, le anunciaban que el mes de Agosto llegaba a su fin y que la vida seguía corriendo hacia el inicio del invierno y el fin de año. Sin embargo, para él, parado frente al calendario, en esa fatídica fecha, el mundo se había detenido, se había convertido en una masa de estímulos sin sentido, de días borrosos e interminables. ¿Cuántos años hacía ya? No valía la pena recordarlo y sin embargo, la fecha le dolía en lo más profundo del corazón. El cumpleaños de Juudai. Un Juudai desaparecido hacia dos décadas, un Juudai probablemente muerto, un Juudai que lo había dejado congelado en el tiempo, mientras su cuerpo envejecía y comenzaba su camino hacia la muerte.

Johan no sabía si estar triste o enojado, pero en fechas especiales como esa, el cumpleaños que con tanto esmero llegaba a planear, la tristeza prevalecía al rememorar los pasteles desastrosos, las travesuras a la mitad de la noche e incluso el ceño fruncido de Yubel ante sus niñerías. En otras ocasiones, no obstante, la furia volvía sus nudillos blancos, cuando se encontraba ante la inmensidad del cielo, vacío y solo como un capullo, como un perro callejero, sin más meta en la vida que esperar. Secretamente pero esperar.

Había hecho todo lo posible por buscarlo, había vendido varias de sus posesiones, trabajado en todo tipo de cosas y poco le faltó para llegar a mendigar con tal de emprender sus viajes de búsqueda, de ayuda y localización. Pero nadie supo decirle su paradero, sus amigos, tan consternados como él, se sumaron a la búsqueda durante años, luego desistieron y aunque no lo olvidaron, no lo volvieron a intentar. Sólo él permaneció, lleno de la terca esperanza de volverlo a encontrar, alimentándose de las migajas de información que recolectaba en Europa, testimonios de niños sonrientes que recordaban al salvador de cabello alborotado y sonrisa infantil. Eventualmente el dinero se había terminado, la motivación también, la esperanza. Johan optó entonces por esperar en casa, un lugar seguro al cual Juudai siempre sabía que podía regresar. Pero se estaba haciendo viejo, el calendario se lo recordaba, así como las pequeñas y finas arrugas alrededor de sus ojos y esperar ya no era una opción. No por mucho tiempo. No, porque para él no existía una eternidad.

Entonces se devanaba los sesos en las noches oscuras, tratando de sentir su proximidad o su lejanía, incluso buscando razones que pudiesen haberlo ofendido, alejado de él, su hogar y sus brazos siempre abiertos. Nunca las encontraba. En su lugar, venía a él el recuerdo de su última noche juntos, el fantasma de una sonrisa en sus labios antes de quedarse dormido, las palabras de despedida a la mañana siguiente y la estúpida y peligrosa motocicleta. Así como también esa creciente sensación, ese presentimiento de que nunca volvería a verlo. Una sensación que se había vuelto realidad. ¿Estaba muerto? Aunque trataba de negarlo, sabía que sí. Que la tierna oscuridad, incluso protectora, que lo había acompañado todas las noches desde su primer encuentro en la Academia de Duelos había desaparecido. Y Yubel junto con él, pues podía entender -quizás incluso sentir- el dolor que la había embargado al perderlo, la impotencia y la furia que él mismo sentía y que sin embargo no los unía, sino que los distanciaba aún más.

Sí, estaba muerto. Pero eso no lo hacía sentir mejor. Si tan sólo pudiera... Si tan sólo pudiera ver el cuerpo, despedirse, decirle adiós... Hasta entonces no habría más que vagas esperanzas, búsquedas infructíferas de pasos acercándose en la noche, señales extrañas o cartas. No habría más que esa larga tortura, eterno martirio de una mente llena de ilusiones.

-Ruby -se atrevió a llamar a su eterna compañera, mientras se dirigía hacia la cocina, donde un desastroso pastel se horneaba, aunque no había nadie más que él para comérselo-. ¡Feliz cumpleaños, Ruby! Juudai...

El hombre se encogió, apretando las manos contra sus costados, como si un dolor lacerante le partiera en dos, destrozándolo. El niño en él comenzó a derramar lágrimas, gruesos goterones que hablaban del final de una vida, de un ciclo de espera, de una fantasía. Johan tenía 46 años y no podía permitirse esperar más. La vida tampoco se lo permitiría. Por eso, dejó que el primer llanto del proceso de duelo lo embargara, lavara el recuerdo y la ilusión de volverlo a ver, sepultándolo en el pasado. Era el primer llanto de aceptación y de olvido. El primer llanto de una nueva vida.

.

Los ojos de todos los presentes denotaban una inmensa tristeza, pero a la vez también una fuerte determinación. Las Bestias Gema se habían reunido para tratar un asunto importante y aunque la muerte de su dueño estaba cerca, tan cerca que casi podían oírla llamándolo desde la lejanía o riendo como sólo ella sabía hacerlo, habían decidido no llorar, sino más bien encontrar una solución, ayudarlo como no había podido en sus últimos años de vida, que aunque había pasado sereno y resignado, aún les hablaban de mucho dolor.

-No quiero que muera, no quiero que sea ésta la última vez que nos vemos -dijo Amethyst Cat, dirigiéndose a todos con una mirada suplicante-. Quiero que sea feliz, también.

-Desde que Juudai se fue... -comenzó a decir Emerald Turtle, con esa voz que hablaba de sabiduría y edad, pero no acotó nada más, las palabras habían huido de sus labios. No quería culpar al chico, pero ciertamente había dejado a Johan destrozado.

-Si pudiéramos reunirlos, creo que todo se arreglaría -esta vez hablaba Cobalt Eagle, su voz chillona le quitó un poco de seriedad al asunto. Todos pensaban en lo mismo, pero nadie se atrevía a expresarlo en voz alta. Sólo él, con sus falsas tentativas.

-Pero, ¿cómo?

-Tenemos poder -les recordó Sapphire Pegasus, haciéndose oír por entre la serie de murmullos que la última pregunta había despertado-. Juntos tenemos poder suficiente. Si nos unimos, podemos hacer que vuelva. No en esta vida sino en otra, en otra en donde exista la reencarnación de Juudai.

-¿Y cómo sabremos cuál vida es la correcta? -Amber Mammoth no tenía ningún inconveniente en sacrificarse por Johan, pero no quería que sus esfuerzos lo llevaran de nuevo a una vida infeliz y siempre de espera.

-Rainbow Dragon puede viajar entre dimensiones, tiempo y espacio. Él lo encontrará. Pero lo que importa es... ¿Estamos dispuestos a hacerlo?

La respuesta afirmativa llegó al unísono. Algunas lágrimas se vertieron. Pero cuando los ojos de Johan Andersen se cerraron por última vez, ya estaba en marcha un complicado proceso de reencarnación y reencuentro, un sacrificio de amor que le permitiría en un futuro volver a reunirse con Juudai, consigo mismo y con su familia.

El ciclo interrumpido volvía a comenzar.

FIN.

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