Número: 018/100.
Título: Canciones de la Infancia [04/15].
Fandom: A Song of Ice and Fire.
Claim: Jon Snow, Eddard Stark, Catelyn Stark.
Extensión: 1010 palabras.
Advertencias: Pre-series.
Notas: Para la Tabla Infancia de
fandom_insano y el
quinesob Autos Chocadores.
Jon se despertó, como cualquier otro día, cuando una corriente de aire particularmente fría entró por su ventana, tratando de arrancarle las mantas. El invierno aún parecía lejano según los maestres que le enseñaban, reunido junto con sus hermanos, en la torre principal, pero para él, ese viento frío, junto con los que solían despertarlo todos los días eran prueba inequívoca de su incompetencia. Al levantarse, un poco enojado ante tan brusco despertar, apreció durante algunos segundos la luz mortecina del sol colándose por entre nubes lejanas, tiñendo todo de un color pálido similar al del hielo. Estaba emocionado. Nubes lejanas y cielo claro auguraban un día de espadas y luchas ficticias a muerte. Un día con su padre y todos los demás.
Jon se apresuró a vestirse y calzarse, aguzando el oído por si llegaba a escucharse el sonido de las espadas y el clamor de la batalla. Pero Invernalia estaba en silencio, todavía medio dormida, como un animal feroz y enorme en su sueño invernal. Le gustaba eso, se dijo, mientras recorría pasillos helados y vacíos hasta el comedor principal, donde sin duda encontraría a su padre tomando el desayuno. Y a su madre también, claro. Aunque ella no era mucho de acercarse.
-Hola -saludó con inocencia propia de su edad el pequeño Jon Snow, cuyo apellido aún no llegaba a asimilar, abriéndose paso hacia la mesa principal, desde donde comenzó a comer apenas pocos días atrás, tras su sexto día del nombre.
Su padre levantó la cabeza de sus huevos cocidos para mirarlo y cuando se acercó, mientras sonreía con dulzura infinita, le despeinó el cabello negro y rizado de los Stark.
-Hola, Jon -respondió Ned Stark, dando unos golpecitos amistosos a la silla a su lado, indicándole que se sentara para desayunar. El resto de sus hermanos no estaba presente, ni la pelirroja Sansa ni el querido Robb, que no tenían corrientes de aire para despertarlos, sino más bien sirvientas de rostro bondadoso a su servicio. En su lugar, la estoica figura de Catelyn Stark se alzaba justo al lado de su padre, cosa extraña, pues Lady Catelyn, señora de Invernalia y también su señora madre, siempre parecía tener cosas qué hacer cuando él aparecía, cosa de la cual no podía culparla, con una barriga tan grande de la cual cuidar-. ¿Listo para el día de hoy?
Jon asintió con ganas, aunque sin atreverse a decir una palabra. Habían puesto frente a él un sinfín de manjares y postres que lo habían dejado anonadado, cosas mucho más importantes por el momento que seguir charlando. Aunque en su interior, bien sabía, estaba más que listo para las lecciones con la espada. Sobretodo después de meses y meses de estudiar historia y otras cosas aburridas con el maestre. Se apresuró a comer ante dicho pensamiento, devorando con el entusiasmo propio de un niño el desayuno que le proporcionaban, sin embargo, aún tuvo que esperar a que Robb terminara y éste apareció, para su pesar, media hora después de que él terminara.
-Bueno, vamos a ello -anunció Ned Stark, cuando el sol ya estaba a tres cuartos de su trayectoria, con dos chiquillos muy entusiasmados a sus espaldas.
-Ten cuidado, Robb -apremió Lady Catelyn, con una mirada sombría que delataba que todavía no quería separarse de su hijo, no de esa manera, no por el precio del hierro. Era un horrible augurio tener que verlo con una espada en mano tan joven, un auguria que toda madre luchaba por evitar, aunque en vano.
-Sí, madre, ¡hasta luego! -Robb se deshizo de su agarre, cariñoso y firme, pero a su vista opresor, antes de echar a correr hacia su padre, que elegía las mejores espadas (de madera) para empezar a practicar.
-¡Hasta luego, mamá! -la voz de Jon se hizo un eco en las paredes y muros de Invernalia y la respuesta, ese silencio crudo por parte de Catelyn Stark, fue tan fría que el mundo pareció congelarse.
-No te atrevas a llamarme nunca madre, bastardo -exclamó con frialdad la mujer, similar al viento helado que lo había despertado desde hacía tanto tiempo, en su cuarto alejado de la familia principal, solo y frío. Jon se quedó de piedra. Catelyn Stark nunca se había mostrado particularmente amorosa con él, a pesar de que a sus hermanos les prodigaba todo tipo de caricias y afecto. Nunca había llegado a entender el porqué, no hasta ese momento.
Bastardo. Qué gran abismo había abierto en el mundo dicha palabra. Robb perdió todas las ganas de jugar y se quedó observando, como si de un espectáculo se tratase, estupefacto ante el uso de dicha palabra, ante el significado que tenía. Miken, en su forja, dejó de golpear. Los demás sirvientes se detuvieron. Ned Stark gritó.
-¡Catelyn! -su voz estaba llena de pánico, de furia, de censura. Sin embargo, la mujer no se amilanó ante la mirada de su esposo, ni ante los ojos, tristes pero comprensivos de Jon, ojos de niño, lobo solitario-. ¡Catelyn, cómo te atreves...!
Los gritos resonaban como espadas, chocando entre sí. Sansa asomó su cabeza por entre las puertas que daban al patio, una chiquilla de tres años enfundada en un vestido de seda color rosa, cuya mueca de espanto hablaba por sí misma de la quietud y armonía interrumpidas en el castillo. Sin embargo, su aparición también fue suficiente como para dar cierta realidad a la situación y aunque Ned Stark seguía enojado, tuvo la sensatez de llevar a Catelyn Stark a otro lugar antes de seguir hablando.
-No se preocupen, niños, sigan con su entrenamiento, Miken, por favor.
El hombre se apresuró a llamar su atención, aunque él lucía tan estupefacto como todos. Les enseñó cómo usar una armadura, las partes que la componían, incluso les dejó forjar un poco y escuchar el sonido del martillo, pero eso no evitó que los gritos de Catelyn Stark resonaran por el lugar, rota su magia con tres simples palabras. Jon podía escucharlo y entenderlo todo, darle sentido a las piezas del rompecabezas que durante tantos años no habían terminado de encajar. Lady Catelyn no era su madre. Y ésa, por supuesto, tampoco era su familia.