Número: 064/100.
Título: Ricordando il passato [22/30].
Fandom: Umineko no Naku Koro ni.
Claim: Ushiromiya Battler/Yasu.
Extensión: 785 palabras.
Advertencias: Spoilers hasta el EP8 Twilight.
Notas: Para la Tabla Hipnótica de
30vicios El lado oscuro.
La lluvia amenazaba con derretirle el rostro, en donde el cabello pelirrojo se le había pegado a la frente, dejando correr ríos de gel y agua por su mandíbula. Tenía frío, su cuerpo temblaba ligeramente mientras avanzaba hacia la capilla, preguntándose y maldiciendo a la vez, con una sensación opresora en el pecho que nada tenía que ver con el hecho de que su mejor traje se había arruinado. La isla permanecía en silencio o al menos, tan en silencio como se podía estar en medio de una tormenta, llena de truenos, choques de nubes y árboles azotándose en la oscuridad, meciéndose como fantasmas oscuros cuyos ojos estaban clavados en su espalda, en espera de cualquier movimiento descuidado, dispuestos a atacarlo nada más cediera a la ingenuidad.
-Pero qué estás pensando. ¿Eres un niño o qué? -Battler se recriminó en voz baja mientras flanqueaba el camino de gravilla, resbaladizo y cubierto de tierra que el viento había arrastrado hacia allí. Una estatua lo recibió en la entrada del camino y durante un momento, le dio la curiosa impresión de que el lugar hacia el cual señalaba, con su mano de piedra muerta, no era el de costumbre. Pero, ¿qué iba a saber él, que llevaba 6 años afuera y siempre que pasaba por allí era para corretear con sus primos? ¿De qué iba él a acordarse, después de varios años de haber huido?
-¡Battler, aquí! -reconoció la voz de su padre nada más pasó una gran mata de arbustos, cuyas hojas destellaron cuando un trueno hendió el cielo, iluminando todo momentáneamente. Iluminando una silueta extraña debajo de un árbol, lo que parecía ser un pie bajo unos árbustos y algo pegajoso y brillante en la cara de su padre, como petróleo o brea.
-¿Qué sucede, viejo? ¿Dónde está el anciano? -la opresión en su pecho se intensificó y alcanzó su punto álgido, casi cortándole la respiración cuando observó el rifle en las manos de su padre y comprendió que lo que tenía en el rostro no era nada más que sangre.
Rudolf se dio cuenta al instante de éste hecho, el miedo y la reprobación que se desdibujaban en el rostro de su hijo. Había sido una estupidez el querer involucrarlo, a él, que dejó la familia cuando supo que Rudolf tenía una amante, a él, que parecía mucho más recto de lo que él sería en lo que le restara de vida, no mucho, quizás.
-Escucha, Battler. Ha habido un pequeño cambio de planes para la reunión familiar -el hombre comenzó a relatarle el incidente en el pasadizo secreto, cómo habían resuelto el epitafio y la cámara llena de oro que ahora les pertenecía. Mencionó de pasada a Beatrice con una sonrisa burlona en los labios, fuera de sí, los ojos maniáticos, luego le pidió su ayuda-. Lo hecho, hecho está hijo. Podrías matarme ahora o yo a ti, pero todos ellos permanecerían muertos, ¿comprendes? Debemos pensar ahora en el futuro, en tu hermana Ange, con este dinero no le faltará nada, ni a ti, ni a Kyrie. Seremos la familia feliz que siempre quisiste.
Sus palabras causaron un efecto ácido en Battler, cuyo rostro se contorsionó en una mueca de asco.
-¿Dónde están los demás? -inquirió, pensando en el doble sentido de sus palabras, en lo que le ocultaba el tono de voz sereno pero firme, como cuando lo castigaba tras hacer una travesura. Una sola mirada del hombre que le había dado la vida le bastó para saberlo-. ¿Todos?
-Todos, o al menos eso creo -confirmó el hombre y con un gesto de la cabeza le enseñó el cadáver de George, escondido entre los matorrales-. No tendrás que ensuciarte las manos, pero quiero que te hagas cargo del oro, ¿de acuerdo? Está ahí, sólo tienes que seguir ese pasadizo y...
Battler se sentía como en un sueño, una terrible pesadilla de ésas que aún dejan secuelas aún después de abrir los ojos, soltar un grito y encontrarse en la tranquilidad de la habitación. Quería llorar, gritar, golpear todo, a todos, incluido a su padre, que le indicaba el camino hacia el dorado, pero su mente comenzaba a desconectarse con lentitud, a sumirse en un traqueteo mecánico en el cual sólo su cuerpo funcionaba y su mente moría. Antes de bajar por el pasadizo que le indicaba su padre, un último haz de luz cruzó el cielo y con él, llegó la pregunta más extraña que se le hubiera ocurrido en toda la noche.
-¿También la Bruja ha muerto? -cuando vio a Rudolf asentir, comenzó a bajar por las escaleras, con un sólo pensamiento dando vueltas en su mente casi escindida. Pues menuda bruja era, si no pudo hacer magia para salvarlos a todos, si no pudo ni salvarse a sí misma.