Más?

Oct 22, 2008 22:30

Mi hermana suele ser pequeña y yo la tengo que proteger. Todo alrededor es caos y al intentar avanzar o escapar para salvarla, para salvarnos, todo cuanto haga no vale. Nada valdrá nunca. No importa lo que haga, cuánto lo intente. El esfuerzo es titánico porque quiero salvarla, no es que tenga que hacerlo, es que no querría hacer otra cosa. Mi vida por ella. Mi vida entera por salvar algo que depende de mí, que importa más que yo. Una vida aún por comenzar y que es parte de mi vida y yo veo que no puedo hacer nada, porque por mucho que lo intente no hay escapatoria. Siempre sé, mientras sueño, que no podré lograrlo.
No sé. En cierto modo es como verme a mí misma, quizá mi espíritu, mi felicidad infantil. En mis sueños me veo a veces, cuando me despierto e intento racionalizarlo, como el protagonista de El guardián entre el centeno: queriendo cuidar de los niños. Ellos no duelen. Pertenecen a ese otro mundo que abandonamos y dónde nos sentíamos protegidos. Me siento infeliz, terriblemente infeliz, luchando por encontrar algo que le de sentido a mi madurez, buscando entre esa felicidad perdida al crecer, llorando por por lo perdido, por haber llegado hasta aquí.
Cuidar de mi hermana cuando era niña ha sido lo más cercano a ser madre que he tenido nunca. Había noches en las que me acostaba aterrada pensando en que podría pasarla cualquier cosa. Mi preocupación era normal, supongo. Ahora todos mis miedos se confunden y se mezclan. Sueño historias aterradoras dónde siempre huyo, supongo que de todo cuanto duele, de la vida, de la sociedad, de las personas (convertidas en vampiros o zombies en mis sueños) y huyo la mayoría de las veces con ella. Dándole sentido. Luchando por algo que quiera salvar por encima de cualquier cosa. La vida, su vida, mi vida, la vida inocente de cualquier niño que todos querríamos salvar amenazada. Huir, esconderse, tirar de ella para mantenerla a salvo. Soy mucho más valiente cuando se trata de otra persona. Quizá eso ya lo se y por eso sueño estas cosas. Y todo se confunde otra vez. Mis miedos de toda mi vida preocupándome por mi hermana pequeña y mis miedos al madurar al enfrentarme al mundo y saber que duele y verme débil, saber que no soy fuerte para lograrlo, para escapar, para salvarla, para salvarme...

Anoche volví a soñar con esa montaña cercana a mi pueblo. Una montaña que en realidad no existe, solo en mis sueños. Una carretera con muchas curvas. Un pueblo, una plaza con árboles y una iglesia blanca en medio. Un lugar por visitar que yo no quería visitar. La carretera y yo con alguien más en un coche, yendo hacia algún lado y yo asustada sin querer ir y me veía obligada sabiendo que no era bueno para mí, que yo no podría soportarlo.

Luego volví a soñar con vampiros. Leganés infectada. Yo huyendo. Esta vez no estaba mi hermana pequeña. Había otros niños, el sobrino de un amigo y algún otro más. Huíamos en un descapotable que encontramos. Era de noche. Era verano y había brisa. Huíamos en el coche mirando hacía los edificios dónde sabíamos que la gente se infectaba por momentos. Todo era silencio a nuestro alrededor. Nadie en la calle. La calma antes de la tormenta. La infección se producía en silencio, como si fuera algo que todos sabían y dejaban que ocurriera. Mi prima iba en el coche con nosotros. Su padre estaba infectado y ella lo sabía. Lo sabíamos. Pasamos cerca de la casa de sus padres y oímos una campanilla. Una campanilla que ellos tenían en la puerta. La escuchamos como si estuviéramos en la misma puerta aunque no era así. La imagen de su padre sonriente, la imagen de las campanillas doradas, como una visión. Nos sentíamos mareados. La brisa de verano en la cara, el olor de los jardines y el asfalto, el silencio alrededor. El coche seguía por la carretera, atravesando la ciudad, dejándoles atrás, sabiéndonos observados. Nos dejaban alejarnos, quizá porque no llegaríamos lejos, pero nosotros seguíamos. La brisa en la cara, el olor, la ciudad a oscuras, silenciosa.

Sueños, Chorrada del día

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