Título: Cazadores Y Brujos.
Autor:
Juanita_starPareja o personajes:Montones.
Género: Fantasía, AU, drama, comedia.
Advertencias: Violencia, Yaoi. Muerte de personaje.
Clasificación: Mayores.
Resumen:Sin mediar palabras y sin un conflicto que pudiese definirse como la causa inicial, los brujos y los humanos entraron en guerra. Nadie sabe quien atacó primero. Lo que es parte de la historia es que los brujos, amparados en su magia y habilidades sobrenaturales, pronto obtuvieron la ventaja.Los humanos estaban al borde de la derrota, hasta que aparecieron los cazadores de brujos. Humanos con habilidades especiales que les permiten combatir el fuego con fuego. Para un grupo de cazadores, los brujos son los menores de sus problemas. Para otros, su principal.
Notas: Para mayor seguridad leer en este orden. Also, BIG CHAPTER.
Capítulo Uno: En Llamas. Capítulo Dos: Sombras Tenebrosas. Capítulo Tres: Entre Las Cenizas. Capítulo cuatro: Brujas. Capítulo cinco: La Noche Anterior Capítulo seis: Hablando con Antonio Capítulo siete: Emboscada Capítulo ocho: TelarañasCapítulo Nueve: Entre experimentos y reencuentros. Capitulo X
Pesadilla
Blanca había soñado muchas veces en que era una bruja. Desde que era una niña. Muchas veces había hablado con María sobre la ropa colorida que tendrían, de cómo volarían en escobas hasta los arcoíris, le jugarían trucos a Antonio y convertirían toda la comida en caramelos. María obtuvo poderes mágicos, ella tuvo que conformarse con poderes artificiales y abrazos reconfortantes por parte de Antonio.
En algún momento, ella y María empezaron a llevarse fatal. A Blanca le parecía que María sólo vivía para ufanarse de su magia, y eso le sentaba cómo una patada en el estomago. Tampoco ayudó que tomase por afición en recordarle a cada oportunidad que no era una bruja.
Y si miraba a su alrededor, podía ver que había sido la afortunada. Las brujas eran mal vistas, aun entre muchos cazadores. La gente común ni sabía distinguir entre las buenas y malas. Eran traidoras para su raza y no totalmente confiadas por muchos de su propio bando.
A veces, Blanca se preguntaba porque le seguía molestando las burlas de María o porque las desventajas de ser una no le parecían tan terribles. Era inteligente, fuerte y hermosa. Una cazadora de la clase más fuerte, capaz de valerse por sí misma la mayor parte del tiempo.
¿Quizás era porque al final de cuentas, nunca había abandonado ese sueño? Era ridículamente infantil, pero Blanca quería ser una bruja.
Sebastián tuvo asiento de primera fila para ver el cuerpo de Blanca tonarse blanco, perdiendo todas las características del cuerpo humano salvo la silueta. Y luego explotó.
Sebastián gritó mientras se cubría y tiraba al suelo, a causa de la horda de energía y el humo que lanzó la explosión.
-“No” -pensó para sus adentros, sintiendo su corazón empezar a latir de prisa. Por primera vez desde que había decidido abandonar a los cazadores, se sintió inseguro de sus actos. Este fue solo el único paso que necesitó dar para sentir temor.
Luis Ángel estaba directamente perplejo. Mirando hacia donde debía estar Blanca, pero no viendo más que humo negro. Su telaraña había recibido daño, ahora no podía decir quien estaba en ella. O si realmente había algo en ella.
Miguel lanzó un silbido para luego reír un poco.
-Quedó hecha puré -mencionó para sí mismo.
Finalmente, algo salió de entre el humo y los restos de telarañas, cayendo justo a los pies de Sebastián: Uno de los brazaletes de la chica.
-No -soltó Sebastián, en un suspiro, cayendo de rodillas. Sus manos temblaban cuando se acercaban al objeto, tomándolo-. No puede ser. No se suponía que… oh dios, que fue lo que hice.
-¡La mataste! -Estalló en gritos Luis Ángel, con voz entrecortada, sin poder moverse de su lugar. Luego bajó el rostro, mientras su mente le recordaba que él también había participado en el experimento, luego miró a Sebastián con furia desbordada-. ¡La mataste, hijo de puta!
Las palabras de Luis Ángel lanzaron un escalofrío por todo el cuerpo de Sebastián, que apenas y empezaba a caer en cuenta de ello.
-No se suponía que… -repitió, perplejo.
-Ja, A Pedro le va a gustar cuando le cuente esto -comentó Miguel, entretenido por todo el espectáculo que estaba presenciando-. ¿Uh?
Luis Ángel y Sebastián levantaron el rostro. Aun no estaban tan perplejos cómo para no sentirlo.
El humo comenzó a disiparse, primero se vieron los pies de Blanca, y el resto de su cuerpo fue apareciendo lentamente.
La piel de Blanca se había vuelto negra, como si hubiese sido quemada. Pero su cabello ahora tenía un color lila brillante, sus orejas se habían vuelto puntiagudas, y tenía colmillos sobresaliendo de sus labios. Sobre su cabeza sobresalían dos pequeños cuernos. Un par de alas como las de un murciélago se batieron en su espalda, alejando el resto del humo de ella. Su figura demoniaca fue clara para todos los presentes. Era horrible. Y era lo más hermoso que habían visto en mucho tiempo.
La expresión en su rostro era mayormente neutra, salvo un pequeño fruncido de cejas. Esto se volvió incredulidad al notar que estaba volando y luego ver sus manos.
Sebastián, boquiabierto, sudado y aun perplejo, se puso de pie.
-Funcionó -dijo en un murmulló-. ¡Funcionó! ¡Entonces es cierto, mi teoría es correcta!
Entonces Sebastián empezó a reír.
-Blanca -musitó Luis Ángel, mirando a la chica que lucía inmóvil en el aire.
-¡¿No lo entiendes! -Le dijo Sebastián, volteándose a verlo con emoción tanto en su rostro como en su voz-. Si les das sólo energía mágica a brujos potenciales, pueden ocurrir problemas. El cuerpo lucha contra toda energía mágica externa. Y si termina aceptándola a la fuerza, ocurren anomalías. Por eso Miguel está con su eterna sonrisa y su sed homicida. ¡Por eso Pedro tiene esa extraña amnesia! Tienes que debilitar el cuerpo primero para que no oponga resistencia. Aun hay muchas interrogantes, pero…
Sebastián volvió a mirar a Blanca. Y la sonrisa se le congeló en el rostro cuando la vio frente a él.
Blanca lo agarró del cuello con una mano, apretándolo a tal grado que un poco más y se lo rompería.
Sebastián apenas pudo soltar un corto y patético grito.
-Como te atreves… -fueron las primeras palabras que dijo.
-Lo sabia… -musitó Sebastián cómo pudo, recuperando parte de su sonrisa-.Sabia que eras una…
-¡Como te atreves!
Blanca lanzó a Sebastián contra la pared, y este pudo experimentar lo que sintió María al chocar contra esta. Ahora si pudo gritar a sus anchas.
-¡Ahora esto se pone interesante! -gritó Miguel, extasiado ante lo que acababa de ver. El tatuaje volvió a salir de su cuerpo, y fue entonces cuando hubo una explosión detrás de él.
Miguel se volteó para recibir un puñetazo en el rostro que lo mandó volando por los aires.
-¡Cóndor! -llamó por instinto. Y el tatuaje del ave salió de su cuerpo para ponerse bajo sus pies, sosteniéndolo en el aire.
Apenas pudo estabilizarse cuando María estaba sobre él.
El tatuaje del perro fue rápido, atacando a la chica, chocando contra el puño y convirtiendo su ataque en la defensa de su amo.
Miguel puso un poco de distancia entre ambos y fue cuando pudo observarla.
Las manos de María estaban envueltas en unas esferas Blancas. En su espalda lucía la silueta transparente de unas alas. Así cómo en los talones de su calzado, aunque estas eran más pequeñas y puntiagudas.
Miguel sonrió con calma. Su expresión era un directo contraste a la de de María.
-Siempre me gustaron tus técnicas -le mencionó-. Ahora que lo pienso, las siluetas de tus alas me recuerdan a mis propios tatuajes. Si mal no estoy, la de tu espaldas son para volar y la de tus pies para velocidad, ¿no? Y de verdad, son muy bonitas, bruja santa.
-Odio ese nombre, odio tu nueva actitud -fue la seria respuesta de María, quien se abalanzó contra su adversario-. ¡Te sacaré la normalidad a golpes!
Luis Ángel los vio chocar en el aire. Y fue entonces cuando reaccionó. Justo a tiempo para ver un machete pasar por el frente de sus ojos.
Gritó y casi cae de espaldas, pero trastabilló hacia atrás, logrando mantenerse de pie a la vez que volteaba a ver de dónde había venido eso.
Itzel caminaba hacia él, el capullo a su espalda, en el suelo, podrido.
-Te tomó tiempo salir -comentó Luis, formando una sonrisa que le salió nerviosa-. Si, perdona por lo de hace un rato ¿Crees que podríamos hablar esto?
El machete volvió a la mano de Itzel, y la hoja tomó una coloración verdosa.
-“Un corte y te pudres” -recordó Luis Ángel al observar esto, aunque dudaba que Itzel diese el tiempo a que su técnica surtiera efecto sin intentar cortarlo en pedazos ella misma. También recordó el detalle de que Itzel debía usar su magia y su propia sangre para esa técnica. Eso significaba que se había herido a ella misma. Y quizás se hubiese dado cuenta de lo que hacían las chicas dentro de sus capullos en cuanto se despertaron, si no hubiese estado ocupado con lo de Blanca. Maldito seas, Sebastián.
Itzel se fue contra él, con una expresión que inspiraba temor.
Pero lo que más perturbaba a Luis Ángel en ese momento, es que la chica ni siquiera se dignó en hablarle.
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Martín no recordaba haber sentido semejante dolor en su vida. Y había sentido mucho. Era como si sus entrañas estuviesen siendo quemadas y estas se retorciesen de dolor, causando solo más de lo que trataban de escapar.
Lagrimas salían por su rostro, volteándolo aun lado a otro, desesperado. Sus extremidades eran sujetadas por personas que no lograba reconocer por rostros, pero si por voz.
-¡Maldita sea, alguien busque a Antonio! -gritó una chica, la que Martín identificó cómo Camila. La de las manos curativas, aunque al parecer ahora no lograba mucho efecto. Y el tiempo de cordura se le acababa.
Martín logró esclarecer un ápice de su mente intentó hablar, pero solo logró gritar. Fue entonces cuando sacó fuerzas de donde no tenía y logró balbucear dos palabras.
-Mi espada.
Dudaba si alguien lo había escuchado. Con los ojos llorosos vio a Camila, quien le miraba de vuelta. Suplicó con la mirada que ella si le hubiese oído. Las pocas fuerzas que le quedaban eran concentrarlas en mantener una mínima claridad mental.
La chica salió corriendo de la habitación, y al rato estuvo de vuelta con su espalda. Había tenido tanta prisa que la traía fuera de la vaina.
Martín quería gritarle que tenía que hacer, pero eso estaba allá de todas sus posibilidades.
Con la fuerza que solo nace en la desesperación, Martín se liberó de quienes lo sostenían, lanzando sus manos hacia su arma, arrancándosela a Camila de las manos.
La chica gritó cuando Martín enterró la hoja de su espada en su estomago, aunque sin tanta fuerza como para atravesarse a sí mismo.
El tiempo pareció detenerse en la habitación, pero realmente solo fueron las personas que quedaron petrificadas.
Fue allí cuando entró Antonio, seguido de Julio. Y Martín levantó levemente el rostro para mirarlos. Nunca podría olvidar esas expresiones. Que caras más estúpidas.
-Je -Martín sonrió para luego desplomarse en el suelo.
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Gregorio le había pedido algo a Luciano antes de abandonar su cuarto. Uno bastante fuerte. Le pidió que hiciera salir a todos los que podían estar a dentro del tren que iba a tomar en esos momentos. Luciano sabía lo que eso significaba, y cumplió de todas formas. Por la forma en que le miró, Gregorio no supo si por culpabilidad a causa de su participación en su amnesia o por pura curiosidad en saber si él iba a hacer lo que parecía que iba a hacer. En fin, que importaba.
-¡Hugo! -llamó al ver al mencionado frente al tren, luciendo impaciente.
Bastantes cazadores parecían estar esperando, y otros se quejaban porque habían tenido que salir a causa del “desperfecto”, sea lo que fuere eso.
-Hola -saludó Hugo, mientras se acercaba.
-Necesito un favor -dijo Gregorio de inmediato-. Que le des un mensaje a Antonio cuando lo veas. Dile que planeo volver por mi propio pie. Quizás. Y que mataré a todo el que envié por mí, especialmente si él decide ir por mí… ¡Un gusto verte!
Gregorio se alejó del confundido cazador. Pobre, era un clase B, no tenía idea. Entró en el tren ante la confusión de todos y de algunos que le dijeron que no podía entrar.
En cuestión de segundos, el tren salió disparado hacia la salida. Y entonces Hugo dijo lo que todos pensaban en ese momento.
-¡¿Que carajos?!
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Sebastián quiso reaccionar. Y fue entonces cuando sucedió lo inexplicable: Blanca se acercó a él, y le besó.
Fue un beso cálido, que sorprendió a Sebastián, sintiendo el agarre en su cuello desaparecer, las manos de Blanca moviéndose a sus hombros. Mas sorprendido estuvo de sí mismo, cuando se encontró cerrando los ojos y dejándose llevar. Sintió que el contacto se rompía luego de unos segundos, y los volvió a abrir, observando como la apariencia de Blanca había vuelto a ser la de siempre. Ella ahora le sonreía.
-Gracias -le dijo suavemente-. No sabes, no tienes idea de cuando quería esto.
-Yo… -Sebastián se encontró sin palabras por un instante-. Lo siento, realmente no quería lastimarte, pero era la única forma. Tenía que hacerlo.
-Te perdono -respondió ella-. Cumpliste mi deseo de niña. Claro que te perdono.
Sebastián sintió latir su corazón a toda prisa, y sonrió cómo un estúpido sin quererlo. Estaba seguro de que estaba empezando a sonrojarse. Blanca siempre había sido una de las chicas mas lindas de la base. Una mirada de suya tan de cerca, tan íntima, no era para causarle menos.
Blanca volvió a inclinarse hacia él, en busca de otro beso. Sebastián hizo lo mismo.
Fue entonces cuando la tierra bajo sus pies cedió, y empezó a caer.
-¡¿Blanca?! -llamó mientras alzaba el rostro. Ella extendió su mano para agarrarle, pero mientras él descendía, ella subía. Un agarre fue imposible.
Sebastián siguió extendiendo su mano hacia ella hasta perderla de vista. fue entonces que notó que no había cielo, sino completa oscuridad. Bajó el rostro a tiempo para ver que estaba cayendo hacia un laberinto.
Descendió cómo una pluma, cayendo sobre sus pies, miró hacia todos lados, nervioso.
-¡Blanca! -llamó nuevamente.
-¿Sebastián?
El mencionado se dio la vuelta, aliviado.
Pero no vio nada. Solo caminos que tomar.
-¡Sebastián!
El segundo llamado se oyó desesperado. Y eso hizo que Sebastián empezara a correr, tomando el camino que su instinto le indicó.
Sebastián corrió, lo hizo sin agotarse durante días. Perdió uno de sus zapatos y sus lentes en el proceso. Sus ropas se convirtieron en harapos que apenas le cubrían. Nada de esto le impedía seguir, pero el cansancio acumulado le torturaba, aunque sentía que no podía parar. Porque Blanca continuaba llamándolo, con voz llorosa pedía que la ayudase. Ella estaba allí, en alguna parte, y el debía encontrarla. Necesitaba hacerlo.
-Sebas…
Oyó un día a sus espaldas. Se volteó para ver a la chica, y se horrorizó.
Blanca estaba herida. Un ala se asomaba de su espalda, y había un pequeño cuerno en su cabeza. Su rostro estaba dividido entre cuando se había convertido en bruja y su apariencia normal.
-¿Qué me ocurre? -preguntó ella entonces mientras miraba sus manos, que cambiaban de forma.
-¡Descuida, lo arreglaré! -le aseguró Sebastián mientras corría a su encuentro.
La chica extendió las manos hacia él, y ambos se abrazaron apenas pudieron.
-Te amo Sebas -dijo ella, abrazándolo con fuerza.
-Yo también te amo -respondió él, correspondiendo el gesto.
Una risilla traviesa se oyó entonces. Y Blanca estalló en llamas lilas.
Sebastián lució incrédulo un instante. La chica que estaba en sus brazos ya no estaba, y lo que quedaba era fuego. Fuego que se extendía por su cuero, que lo envolvía por completo. Empezó a gritar por la impresión, y fue luego que empezó a sentir el efecto de las llamas.
Sebastián hizo lo que pudo para librarse de ellas. Corrió, se lanzó contra las paredes, se arrastró y retorció lo más que pudo. .
-¡Me duele, me duele! -se quejaba en alaridos.
Aquella risilla se volvió a oír. Y el suelo empezó a temblar, elevándose fuera del laberinto. Frente a Sebastián se levantaron cinco montañas. Pero no eran montañas, sino dedos.
Sebastián volteó para observar y comprender.
Estaba en la palma de la mano de Blanca, quien con una estatura de gigante sonreía con malicia mientras lo veía en llamas. A su lado izquierdo estaban María, quien tenía una mano en el hombro de Blanca y la otra en su cintura. Observando entretenida el espectáculo. A la derecha estaba Itzel, quien era abrazada por la cintura por la mano libre de Blanca y ella correspondía con el mismo gesto. Su otra mano estaba cerca de sus labios.
Las tres le miraban, y reían.
Sebastián extendió una mano hacia ellas. Y gritó aun mas fuerte cuando la vio empezar a deshacerse, víctima del fuego. Lo estaban quemando vivo. Iba a desaparecer, a ser cenizas sobre la tierra.
Mientras observaba el resto de su cuerpo volverse nada, Sebastián gritó lo más fuerte que pudo. Ya no podía ver, pero seguía sintiendo el fuego. Y seguía oyendo la risa de las chicas.
-Blanca -soltó en un suspiro. Y sonrió extasiado.
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-¡Que mierda te pasa! ¡Sebastián!
Luis Ángel apenas podía quitarle los ojos de encima a Itzel. Y cuando lo hacía, era para ver a su líder.
Sebastián estaba de rodillas, observando a Blanca con una miraba ausente, pero sonriendo patéticamente. La chica tenía sus manos en el rostro de Sebastián, y le devolvía la mirada. Habían estado así desde que esta le había besado.
Luis podía ver la energía vital de Sebastián pasar de su cuerpo a Blanca por medio de sus manos.
Sebastián estaba muriendo, y no podía lucir más feliz por ello.
Luis Ángel esquivó a Itzel, y trató de encerrarla de nuevo en un capullo, sin éxito. El condenado machete pudría sus hilos en segundos. No podía contar con Miguel, quien estaba en su batalla aérea, y por las pocas veces que se había arriesgado a mirar, estaba siendo apaleado. Su tatuaje de ataque había llegado a su límite, y había cambiado al de defensa. El cual usaba también para embestir a María.
La chica usaba sus esferas para irse mano a mano contra Miguel, o las disparaba contra el joven cuando no quería que este se acercara. Estaba jugando con él. Jugando muy rudo. Faltaba poco para que pusiera a Miguel a besarle los pies.
María llegó a reír abiertamente mientras danzaba en el aire, esquivando el ataque de Miguel, quien había borrado su sonrisa al verse en apuros.
Llevó su mano a su pecho, en busca de su flor. Esta se transformó en un par de Chakrams. Era su forma favorita de transformarla. María giró sobre sí misma para luego lanzarlos.
Los Chakrams volaron hacia Miguel, dejando una estela blanca en su trayectoria. Este escapaba sobre su transporte, pero pronto tuvo que encarar a María, y el resultado no fue algo que disfrutó.
-¡Joder! -exclamó Luis, molesto con la situación, apretando los dientes. Los estaban apaleando.
Cuando Itzel usó Virus, Luis Ángel usó sus hilos para colgarse de uno de los pocos árboles cercanos que aun quedaban en pie. Y desde allí, lanzó un ataque de dos vías: atacó a María, logrando conectar un manojo de hilos al pie de esta. Contra Itzel fue una fina, pero gran telaraña.
-¡Piquete!
En sus mejores días, sus descargas eléctricas nunca fueron algo comparadas con las de Julio. Cuando las usó contra Blanca, necesitó demasiado tiempo para lograr el efecto deseado por Sebastián. Y ahora, apenas y logró enfurecer más a las chicas.
Pero provocó que María se desconcentrara, y recibiera una embestía directa del tatuaje de Miguel. En cuanto a Itzel, aprovechó el segundo en que se quedó quieta para volver a usar su técnica contra el árbol, haciéndolo estallar.
El humo fue instantáneo, y lo usó cómo cubierta para la parte final de su plan.
-¡Déjalo! -exclamó Luis Ángel, extendiendo su mano hacia Blanca y Sebastián, enviando sus hilos. Estos se sujetaron al cuerpo de Sebastián, y tiró de él, arrancándolo de las garras de Blanca.
Sebastián recuperó el sentido casi al instante, y gritó. Se buscó desesperado por todas partes, revisándose. Luego vio a un sudado Luis Ángel.
Miguel cayó junto a ellos, en medio de un grito. Su tatuaje de cóndor había amortiguado la mayor parte de su caída, pero el joven estaba terriblemente magullado.
Diversos proyectiles blancos impactaron la zona en donde estaban. Y luego fue una cortina de humo toxico.
Sebastián aun no se recuperaba del todo. Hubiese de no haber sido por Luis Ángel, quien colocó un capullo alrededor de ellos que el veneno de Itzel no hizo sus estragos acostumbrados.
-¡Miguel, espero tengas un tatuaje preparado para esto! -le gritó Luis al chico a su lado, sin verlo.
-Perdón.
-¿Qué?
-Por favor, perdónenme.
Miguel se había encorvado en posición fetal, con los ojos abiertos mientras su cuerpo empezaba a temblar.
-No quise hacerlo. Lo siento tanto. Por favor perdónenme -decía el chico.
Luis lo miró perplejo. Y entonces recordaron cómo había llegado Pedro la ocasión anterior. Desorientado, con remordimientos y preguntando por Itzel. Ahora era Miguel quien había llegado a su límite.
-“Tks, justo cuando quería al psicópata” -pensó mientras se giraba a ver a Sebastián, quien no parecía estar mejor.
-Qué rayos… -dijo Sebastián para sí mismo, observando a Blanca, quien se alistaba para atacarles-. ¿Qué clase de magia es esa?
-¡No lo sé, y no me quedaré a averiguarlo! -gritó Luis Ángel-. ¡A la mierda con esto! ¡Purgado del sistema! ¡Secuencia de explosión!
-¡No! -Gritó Itzel, volviéndose hacia la mina-. ¡Hay gente ahí adentro!
Un movimiento rápido del brazo de Luis, y telarañas lo cubrió a él junto con Sebastián y Luís, en una esfera protectora.
Itzel quiso acercarse a la cueva, pero no tuvo tiempo para correr, de la entrada de la mina provino un estruendo, luego esta se iluminó en rojo y finalmente, de ella salió una llamarada de fuego junto con una onda expansiva.
La onda expansiva echó a Itzel hacia atrás en el aire, impidiéndole moverse a un lado para evitar las llamas. Se cubrió con las manos instintivamente y apretó sus ojos.
María chilló cuando fue empujada hacia atrás con fuerza, sintiendo su cuerpo girar por el aire.
Blanca gruñó mientras era igualmente arrastrada. Logró mantenerse unos momentos en el suelo, pero sus pies cedieron e igual fue levantada por la fuerza explosiva.
Hubo diversas explosiones, mientras fuego emanaba de aberturas que se abrieron en las piedras, y pronto una gran llamarada en forma de hongos emanó de la entrada lugar.
Itzel tenía los ojos apretados, pero eso no le impidió sentir el calor del fuego. Sabía que estaba en su camino, y no podía echarse a un lado. Solo podía gritar, y eso hizo.
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Martín abrió los ojos pesadamente, sin realmente querer hacerlo. Pero no tenía mas sueño, aparentemente. Pero si se sentía débil, bastante. Lo cual era natural, porque si mal no recordaba, se había apuñalado el jodido estomago.
Giró su cabeza hacia un lado y se encontró con Camila, sobre una silla, recostada contra la pared. La chica lucia más exhausta que él. No era para menos.
-Hey…
Martín volteó su rostro hacia el otro lado, hacia la voz suave que lo saludaba vio a Julio a su lado, sonriéndole con alivio. Mas atrás, sentado en el suelo junto a la pared, estaba Daniel en un sueño que parecía intranquilo.
-Eres un maniaco -le dijo Julio-. ¿Cómo sabias que abriéndote una herida seria mas fácil extinguir la magia de Pedro?
-¿Pedro me hizo esto? -fue la respuesta de Martín, frunciendo el seño-. Joder, lo voy a matar.
Julio arqueó una ceja.
-Antonio reconoció su magia. La extinguió diciendo que era una magia que había que extinguir igual que como trabajaba: de adentro hacia afuera. Es como el virus de Itzel. Y luego hizo que dejaras de desangrarte. Luego Camila terminó el trabajo y para qué diablos te apuñalaste si no sabias nada de esto.
-Quería usar elemental -explicó Martín-. Aunque creo que solo logré casi matarme, jaja. Ay Pedro, si te vuelvo a ver…
Martín toció un poco, y vaya que le dolió. Luego de gruñir, se volvió a fijar en su compañero.
- ¿De que me he perdido?
-Bueno, las chicas salieron de rumba hacia el laboratorio, al parecer eso está bueno porque no han regresado. Daniel caaasi me habla por culpa de la preocupación, pero no lo hizo. De verdad que sabe guardar rencores.
Martín frunció el seño.
-Le pegaste los cuernos, maricón -Le recordó-. Te lo montaste con Gregorio en una habitación.
-Estaba borracho -se excusó Julio-. Y ya me dio una golpiza por eso, ¿no? Y luego tú me diste una golpiza. Y luego Sebastián me dio una golpiza. Y todos quedamos amigos. Que más quiere de mí. De paso, hablando de Gregorio, recuperó la memoria y se robó el tren.
-Quizás que caigas por un precipicio y mueras…espera, ¿qué Gregorio qué?
-Recuperó la memoria y se robó el transporte de los cazadores, si -replicó Julio calmadamente-. Y Antonio salió de aquí hecho una bestia y lleva discutiendo un buen rato con Luciano. Ya sabes lo que pasa cuando Luciano está molesto.
-¡Porqué rayos hiciste eso! - se oyó la voz inusualmente alta y molesta de Antonio de la nada.
-¡Tenía que arreglar l que había hecho! -se defendía Luciano.
-¡No tenías ningún derecho! -
-¡¿De corregir lo que tú me hiciste hacer?! ¡Joder que si lo tenía!
La conversación se evaporó tan pronto como inició. Y es que cuando Luciano olvidaba que podía proyectar lo que pasaba en su cuarto, pedazos de conversaciones salían aquí y allá.
-Bueno, esto va a ser interesante -comentó Martín-. En cuanto Gregorio vuelva, tendremos una reunión.
-Si es que vuelve -murmuró Julio, desviando la mirada. Su expresión se había vuelto lúgubre.
-Volverá -respondió Martín, con un tono más firme que el que le permitían sus fuerzas.
Julio le hubiese querido preguntar porqué eso le parecía una posibilidad, pero Daniel despertó y en cuestión de segundos su persona era non-grata. Salió de la habitación, sin tener idea que mas hacer.
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-Por…porqué -Itzel tosía a causa del humo, pero logró hacer esa pregunta-. ¿Luis?
Itzel miró los restos chamuscados de telaraña que yacían alrededor de ella y volvió a mirar al brujo en confusión. Nunca había tenido una gran relación con él desde que entraron a las filas de los cazadores. Habían estado en diferentes rangos y eso había reducido su relación a saludos y charlas muy ocasionales. Quizás por ello -y porque Pedro mantenía todas sus atenciones- no había sido una gran pena personal.
Luis Ángel la miró con indiferencia, luego sonrió y se encogió de hombros.
-¿Por qué no? Y descuida, el purgado del sistema significa que toda persona que esté a dentro es transportada a un kilometro de distancia. Ahora, si me disculpas…
Se volteó a ver a Sebastián, obligándolo a ponerse de pie.
-¿Has oído el dicho de “Mejor aquí corrió que aquí quedó”?
Sebastián, aun aturdido, asintió, arreglándose los lentes.
-¡Tu ven aquí! -dijo Luis, tomando a Miguel de la ropa y acercándolo a su persona.
-¡Miguel! - llamó María, acercándose mientras cojeaba.
Luego del golpe de adrenalina que había tenido en medio de la pelea, al final quedaba al descubierto que nadie allí estaba en condiciones de seguir la lucha. Pero luego de doblegar a Miguel, María no pensaba en proseguir peleando.
El chico la miró con aire ausente. Y sonrió débilmente, luego emitió una pequeña risa, acercándose un par de pasos.
-Ya sé lo que vas a decirme -dijo este-. ¿Sabes cuantas villas he destruido? ¿O cuantos cazadores he asesinado? Muchos de ellos me reconocieron, algunos intentaron entrar en razón. Y yo los maté, no dejé ir a ninguno. Y realmente disfrute a hacerlo. Dime María, ¡¿realmente crees que puedo regresar?!
La voz de Miguel empezó a quebrarse, y él a respirar agitadamente.
-¡Miguel, tu!... -María trató de decir, algo pero fue abruptamente interrumpida por los gritos del otro brujo.
- ¡¿Realmente crees que tengo ese derecho?! ¡¿Crees que realmente podré soportar volver con ustedes?!
Miguel se limpio unas lágrimas que lograron salir de sus ojos mientras retrocedía.
-Dile a Julio que estoy bien -volvió a hablar-. Que para mí es mejor seguir viviendo la vida del brujo. Y que si sabe lo que le conviene, que se aleje de mí.
Luis y Sebastián se acercaron, y el primero arrojó un frasco a sus pies.
-Adiós -dijo Miguel, cerrando los ojos.
Apenas el frasco se quebró, el hechizo que René les había dado en caso de emergencia hizo su efecto. Fueron rodeados por sombras, que los envolvió en una esfera que se filtró en el suelo. Todo ante la mirada de las dos impotentes brujas.
-Itzel… -habló María luego de unos momentos.
-Ya sé -la interrumpió esta -Creo que le debo a Martín una disculpa.
María lanzó una risa desganada. Itzel debería hablar por todas. Ni por un segundo se le había ocurrido llamar a los chicos, o pedir refuerzos de algún tipo. Y apenas Miguel desapareció, empezó a dudar seriamente que hubiese hecho lo mejor posible para atraer a Miguel de vuelta. De hecho, mientras más lo pensaba, más estúpida se sentía. Aparte de la paliza que se dieron mutuamente, lo demás había sido una patética demostración de cuan mala era al tratar de pasar los sentimientos de una persona a otra.
Ahora se fijó realmente en el escenario a su alrededor. Arboles caídos, calcinados o quemándose. Humo seguía saliendo del laboratorio quemado y en definitiva, parecía una zona luego de Pedro pasar por ella.
-Que desastre -comentó.
-Sí, si -dijo Itzel, volteándose a mirar de verdad por primera vez a Blanca-. ¿Y ella qué?
-Me preguntaba lo mismo. No ha dicho nada hasta ahora.
Ambas chicas se miraron, y al verse la cara de fastidio la una a la otra, empezaron a caminar hacia su compañera, quien se miraba a sí misma con una expresión examinadora. No había parecido estar mínimamente interesada en atrapar a los otros tres, a pesar de que estaba en mejores condiciones que nadie.
-No le digan a nadie -dijo Blanca sin mirarlas, observando cómo su mano volvía a la normalidad mientras la movía lentamente-. No quiero que se enteren…no aun.
-Bueno, eso es interesante -comentó María, sonriendo interesada.
-Sí, claro -asintió Itzel, dándose media vuelta-. Cómo sea, vámonos de aquí.
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La caminata hacia un lugar despejado para llamar por su transporte fue algo…inusual. Pero con María e Itzel sin muchas energías y con Blanca sin saber mucho de sus poderes y con ellos en secreto, no había más opciones.
-No es que defienda a Sebastián o que no quiera que muera horriblemente, pero el solo sacó lo que ya era tuyo. ¿Entiendes? -Hablaba María-. Esto es tu poder de bruja.
-Lo sé. Aun así, cuando lo vuelva a ver, le atravesaré el corazón -respondió Blanca, cortante.
-¿Y Martín?
-Meh, me rasguñaré la cara y diré que Sebastián empezó.
María rió.
-Caramba, a veces hasta me agradas.
-Lástima que ahora no pueda decir lo mismo -Blanca la miró María con cara de pocos amigos-. sé que no es tu culpa y tampoco me haré el trauma de lo que ha pasado aquí. Pero de pronto todas sus burlas de mí no siendo bruja me están cayendo como patada en el hígado. Así que me disculpas si no te hablo por un rato.
Blanca adelantó su paso, dejando a la chica detrás y visiblemente sorprendida ante el rechazo.
-Tú te lo buscaste -fue lo que dijo Itzel.
Y una parte de María, sabía que eso era cierto.
Bah, muerte de personaje no, solo queria molestar xD