Título: Cazadores Y Brujos.
Autor:
Juanita_starPareja o personajes:Montones.
Género: Fantasía, AU, drama, comedia.
Advertencias: Violencia, Yaoi.
Clasificación: Mayores.
Resumen:Sin mediar palabras y sin un conflicto que pudiese definirse como la causa inicial, los brujos y los humanos entraron en guerra. Nadie sabe quien atacó primero. Lo que es parte de la historia es que los brujos, amparados en su magia y habilidades sobrenaturales, pronto obtuvieron la ventaja.Los humanos estaban al borde de la derrota, hasta que aparecieron los cazadores de brujos. Humanos con habilidades especiales que les permiten combatir el fuego con fuego. Para un grupo de cazadores, los brujos son los menores de sus problemas. Para otros, su principal.
Notas: ¡Pausa! Dejamos a los cazadores y vamos a visitar a los brujos.
Capítulo V
La Noche Anterior
El comedor era extenso, con largas mesas alineadas una junto a la otra, vestidas con delicados manteles. Hermosos platos con diferentes decorados estaban sobre ella, cada una junto a sus cubiertos.
Las paredes a los lados estaban vestidas con diversas cortinas con variados tonos verdes. Mientras que al frente, era más bien una estructura de vidrio. Esto era para permitir ver la puesta de sol y las noches estrelladas.
Sebastián caminaba por el pasillo camino a su mesa, mirándola fijamente para evitar las miradas de los brujos que le detestaban, los cuales se definían por: medio mundo. la otra mitad, se limitaba a ignorar sus existencias.
Los perros de Ludwig gruñeron cuando pasó cerca de su mesa. Y Feliks le susurró divertido algo al oído a Toris, quien le reprendió ligeramente y le miró cómo si le hubiese atrapado haciendo algo malo.
-¡Buenas noches! -oyó a su espaldas.
Sebastián miró por encima de su hombro algo sobresaltado. No esperaba un saludo.
-Buenas noches -respondió algo apresurado, sólo para darse cuenta de que el saludo no era para él.
Había sido para Victoria y Abel por parte de Tiare, quien ahora estaba sentada sobre la mesa, cruzada de piernas y hablando animadamente con los otros dos.
Sebastián volvió a avanzar, sintiendo los colores subirle al rostro y que todo el personal había presenciado su error. Ni siquiera notó cuando Aaron y Jaiden pasaron corriendo a su lado. Llegó rápidamente a su mesa, y se sentó junto a Pedro, aunque dejando un espacio entre ellos.
-Estaba a punto de joderme -le contaba Pedro a Miguel-. Y entonces…
-¿Y entonces? -preguntó Miguel ante la pausa intencional.
-Lo besé -respondió Pedro con un aire de victoria-. Y ahora debe estar retorciéndose en agonía mientras una llama devora sus entrañas. Quedará quemado en unas horas. O quizás tarde un poco más, estaba muy débil cuando eso pasó. Oh bueno.
-Pobre Martín -respondió Miguel, riendo.
-¿Lo conoces? -preguntó Pedro, curiosamente extrañado.
-Ah, Pedro… tu también lo conoces…
-No -le cortó Sebastián, mirándolo con desagrado. Definitivamente NO quería entrar en otra conversación de “convencer a Pedro de que estaba olvidando algo”-. No importa cuántas veces le digas ni cuantas pruebas le muestre, lo va a negar. Así que por favor, no intentes hacerlo recordar.
Pedro miró a Sebastián visiblemente confundido y este emitió un chasquido con su lengua mientras miraba hacia otra dirección.
-Disculpen, ustedes ignórenme.
-Ah, eso es fácil de hacer -comentó Pedro, girando los ojos y volviendo a centrarse en Miguel-. ¿Y qué tal tú? ¿Cómo te fue en la última escapada?
Miguel empezó a contarle de cómo destruyó su ultima villa, y Sebastián ocultó su fastidio ante la mórbida conversación y miró con sutileza a su alrededor. El problema con Miguel y Pedro, eran que hablaban y actuaban como si estuviesen en casa, cosa que molestaba a los demás residentes.
Sebastián comprendía esto. Después de todo, ellos habían sido cazadores hasta hacía cosa de unos meses. Esta gente que los rodeaba había perdido camaradas gracias a ellos.
Aunque era admirable la forma en que se controlaban. Es decir, la mayoría apenas los miraban con desprecio y los más valientes los maldecían abiertamente. Increíble que no los despellejaran vivos. O ni tanto, después de todo, Blanco había dicho “no” y eso era toda la protección que necesitaba. Aunque eso no evitaba alguna que otra broma pesada que no podía evitar…
-Y quedó incrustado en la pared -comentó Miguel en un suspiro-. Aun no entiendo porque siguen enviando a esos cazadores en vez de a Julio. Me ponen de malas.
Claro, tampoco ayudaba que dos de sus compañeros traidores fuesen unos jodidos psicópatas. Y el tercero era…era…
-¡Hey! -así saludó el rey de roma al sentarse a su lado, junto a Pedro.
El tercero era un Luís Ángel.
Pedro y Miguel eran dos sujetos perturbantes. El primero actuaba cómo un psicópata con sonrisa maniaca mientras el segundo actuaba cómo un psicópata con sonrisa tranquila.
¿Y Luís Ángel? Era terriblemente descarado. Si alguien le jugaba una broma, se las arreglaba para descubrir al culpable y devolverle el favor. BROMEABA sobre lo brujos que había cazado antes de cambiarse de bando, sólo para enfurecer más a los importantes brujos que trataban de hacerles la vida imposible.
Mientras que Sebastián comprendía que esta era su forma de defenderse a él mismo y a veces a los demás, también entendía que era estúpido. Se suponía que debían intentar ganarse su confianza, no aumentar sus ganas de llevarlos a la hoguera.
-¿Qué te cuentas? -preguntó Luís Ángel, mirándolo con expectación.
Sebastián pensó que lo peor de Luís Ángel, era que este le hablaba principalmente a él. Al menos usaba la túnica de brujo por encima de la ropa, igual que él. En algo debía cooperar.
-La misión que teníamos encargada se postuló hasta mañana -respondió Sebastián, sin mirarlo.
-Oh, ya lo sabía -respondió Luís con un tono ligero-. Me llegó el mensaje. Y te digo, ojalá nos la hubiesen quitado de encima. ¿Un laboratorio? Ugh, están sucios, llenos de gente quejosa, gritos y mas gritos. ¿Quién querría ir a uno de esos?
-Yo -respondió Sebastián, volteando a mirarlo-. Fui quien solicitó esa misión, he de agregar.
-Oh… ja, y yo que pensaba que habías tenido suficiente con la otra vez.
Sebastián contuvo su desagrado. Había esperado que la pequeña metida de pata le haría callar, pero al parecer tener vergüenza era algo demasiado complicado para Luís.
Afortunadamente, la conversación no duró mucho, pues Blanco apareció al frente de la sala.
Sebastián sintió un fuerte latido, al verlo allí. Cómo lograba siempre verse tan imponente. Su cabello a diferencia del suyo, era algo desordenado. Sus cejas pobladas le recordaban bastante a Luciano mientras que su cuerpo se veía bastante delgado. Ante los ojos de un humano, Blanco sería un debilucho. Pero ahí estaba el detalle, Blanco no era humano.
-¿Cómo es que Arthur logra meterse aquí sin que nos demos cuenta? -murmuró Luís Ángel.
Sebastián le miró irritado.
-No utilices su nombre -le reprendió. Aquel hombre era Blanco, el más fuerte entre los cuatro grandes brujos, el líder de ellos y la cabecilla de la guerra contra los humanos. Usar su nombre no era algo que cualquiera pudiese hacer.
Luís Ángel emitió una falsa disculpa y guardó silencio. Al fin.
-Ahora que estamos todos reunidos -dijo Blanco, alzando una copa de vino al aire-. Empecemos esta cena.
Al finalizar sus palabras, los platos sobre la mesa cobraron vida, volteándose inmediatamente. La comida aparecía en ellos en medio de un destello blanco, las copas eran llenadas con un líquido parecido al que el brujo tenía en la suya. Y por si fuera poco, diversos manjares aparecían frente a ellos, en cada mesa.
-Mejor que hacer la fila en la cafetería del cuartel -comentó Luís, tomando su cubierto con ganas-. Aunque Antonio nos mataría por beber vino, jaja.
-Jaja, cierto -convino Miguel, empezando a comer -. Aunque debo decir que Julio siempre se las arreglaba para aparecer con aliento alcoholizado.
-Julio… es tu hermano -comentó Pedro, con tono inseguro.
-Sep, ¿ves?, ya vas recordando.
-Yo no me haría esperanzas -dijo Luís-. Su conveniente amnesia pateará en cuanto pasen los tres minutos. Tiene una memoria de pez.
Pedro le miró molesto.
-Pues puedo recordar bien lo marica que eres todo el tiempo y que “Sebas” pisaría el suelo por donde pasa Blanco si lo dejaran. ¿Cuenta eso?
-Oh, punto a tu favor. El primero, el segundo sólo eres tu siendo un idiota-. Respondió Luís.
-¿Pueden parar, por favor? -pidió Sebastián, tratando de contener su creciente ira.
Los tres chicos le miraron con diferentes expresiones. Miguel con condescendencia, Pedro molesto y Luís Ángel ladeó el rostro mientras sonreía. Básicamente, ninguno tenía idea de porque estaba molesto. Típico.
Si tan sólo tuviese otra silla donde sentarse… pero no.
Sebastián miró hacia la mesa de Blanco, quien estaba sentado acompañado de varios brujos. Parecía entretenido mirando a Benjamín y Peter conversar animadamente.
Algún día, él también se sentaría en esa mesa. Sólo debía esperar a que los ánimos bajasen. Debía ser paciente.