[Fanfic] El Primer «beso» :Semana de Ancestros:

May 30, 2013 21:38

Título: El primer «beso»
Resumen:
Personaje / Parejas: Abuelo Pampa / Piaré-Guor (OC de galatea_dnegro) y Pillán / Abuelo Mapuche (OC de thomas_mckellen).
Advertencias:  Para todo público.
Nota de autora: El beso mapuche es una curiosidad cultural.

El Primer Beso
Muchos años habían pasado desde aquel primer encuentro. Los humanos podrían contar dieciséis lunas grandes para los cuerpos inmortales de los hijos del cielo, listos para la guerra y la vida adulta; aunque en verdad había pasado mucho más entre ellos, casi tres generaciones de hijos en cada uno. El tiempo era una variable que ellos jamás tomaban para medir más que para la comodidad de quiénes los veían siempre; marcar cosechas, estaciones, tal vez. Pero en ellos ese tiempo no corría.

Pronto lo supieron y pronto los demás se percataron de ello.

Pillán y Piaré-Guor desarrollaron una fuerte amistad, tras los desacuerdos y las peleas en el conocerse lento como el ciclo de vida que los gobernaba. Desarrollaron sus personalidades y funciones, dándose cuenta qué tan distintos y qué tan iguales eran.

Esos porvenires formaron una cotidianeidad que hasta para ellos resultaba extraña.

-¿Alguna vez sonríes? ya creo que tienes arrugas -susurró Piaré con una suave sonrisa. Su compañero frunció más el entrecejo.
  -¿Y tú dejas de reírte de todo alguna vez? Me da la impresión de que no te tomas en serio ni siquiera a la muerte.
  -Al menos la muerte sabe que vivo feliz mi vida... y seres como tú me hacen sonreír.

Pillán se sintió descolocado por aquel comentario y bajó la mirada.

-Cuida tus palabras, a veces logras confundirme mucho, Piaré -contestó con un tono bajo para luego avanzar hasta el río y beber un poco de agua.
  -¡Oi! ¡No me dejes hablando solo! eso no es de alguien bien enseñado -Lo siguió con pies ligeros-. No hay confusión, ¿sabes? Te digo la verdad. No me sale mentirte. Me haces feliz porque me río de ti cuando te enojas y me hace bien estar contigo cuando hablas más de dos palabras sin sacar arrugas              -Se señaló el entrecejo-. Los dioses se ponen contentos si sonreímos, ¿sabías?

También avanzó hasta el río y se acomodó el manto sobre su hombro para inclinarse a tomar agua, separado de Pillán por algunos pasos. Su compañero no sabía qué responder, así que solamente lo miró con intensidad y le tocó un brazo con tanta sutileza que pareció que le ha pasado a llevar y nada más.

Acto seguido lo empujó al río y salió corriendo.

-¡Brr! ¡Está helada! -Sacudió la cabeza y se agarró de una orilla antes de ser arrastrado- ¡Te voy a matar! -Sopló el pelo pegado de su cara y con un salto se puso fuera del alcance de la corriente, mojado como un perro-. ¡Grrrr! ¡Ven acá!  -Se sacudió de nuevo, pero la ropa mojada era tan pesada que acabó por quitarse los cobertores del pecho y corrió con las telas menores hacia Pillán, que ya se había trepado a un árbol, esperando la represalia.

Piaré se sacudió el pelo de un lado al otro, mirándolo enojado y enmarañado.

»¡Baja de ahí!-Dio saltos buscando alcanzarlo, sin éxito.

El muchacho no se reía, sino que estaba serio y lo miraba con sus ojos grandes, como los de una lechuza.

-Si bajo vamos a pelear, y sabes que te voy a ganar porque sé como dejarte quieto. Es mejor que no me provoques, Piaré.

El brillo de sus ojos delató lo mucho que disfrutaba de esto.

»Tienes que estar más atento, tus reflejos son tu vida, Piaré.
  -¡Muy bien, bicho pardo! ¡Quédate ahí! y deja de amenazarme porque no me das miedo, ¿me oyes?

Y parecía realmente serio con lo que decía. Las inflexiones de la voz eran más graves y marcadas.

Bufó al ver la satisfacción de los ojos brillantes, equivalentes a sus carcajadas, pero estaba muriéndose de frío con la piel mojada así que volteó y se alejó del árbol, tomando sus cosas y alejándose con pasos irritados. Al rato, Pillán bajó de su atalaya vegetal con agilidad y se quitó el mantón con un movimiento certero. Sabía que lo que había hecho estaba muy mal, pero no sabía cómo disculparse por ello.

Así que agarró de un brazo a Piare con cierta brusquedad cuando lo encontró y lo cubrió con su propia ropa, quedándose solo en chiripá.

-Vamos a la ruca, aún deben haber brasas en el fogón.

Y siguió delante de su compañero con el cuerpo mas rígido que de costumbre, abochornado por su irreflexiva acción.

Piaré lo miró con enojo, se soltó de su agarre e hizo un visible gesto de quitarse y tirar el manto negro lejos, posiblemente al río. Pero finalmente suspiró, pidiendo paciencia y se soltó el mantón para acomodárselo sobre los hombros y continuar su camino en silencio hasta la entrada de la ruca, en donde se quitó el manto y se lo dio, entrando y poniéndose al lado de las breves brasas que quedaban, refregándose los brazos, el cabello y las manos, para secarse más rápido y entrar en calor.

Pillán avivó el fuego, muy nervioso. No comprendía por qué se sentía tan tenso, solo era un juego tonto, como los de siempre. Descartó sus emociones con un parpadeo; sabía qué quería de Piaré. Pero sabía también que Piaré se portaba distinto a los suyos.

Calentó un poco de comida y se lo dio a su compañero para que se alimentase y entrara más rápido en calor. Sus pasos fueron vacilantes, como comprobando todo. Esa tarde estarían solos.

-Quiero enseñarte algo -Se sentó al lado de su compañero, decidido. No podía aguantar mucho más sin... hacer eso.

Entonces frotó su mejilla contra la ajena, pegándose a él para darle calor. Piaré percibió la musculatura tensa del cuerpo ajeno, incluso el cómo Pillan contuvo la respiración y el aroma de su piel se eternizaba, intenso. Intrigado, el joven dejó el plato de comida en el suelo cerca de sus pies y se quedó quieto, mirando de reojo con prudencia cómo de nuevo, tras una eterna pausa, Pillán se acercó a frotar su cara con la ajena en una segunda ocasión.

-¿Es para darme calor? ya me siento mejor -dijo con un gesto cansino pero que se tornó dudoso por la repetición, hablándole mientras el otro entrecerraba los ojos y respiraba entonces más agitado. El ardor que se hizo presente fue evidente, de repente, como si entre los suspiros, Pillán dejara escapar algo que lo había puesto nervioso todo ese tiempo- ¿Por qué haces esto?
  -Porque... quiero.

Se pegó más, sin notarlo. El aroma del canelo se volvió intenso. Pillán tenía los ojos cerrados y a cada segundo se apegaba más, al grado de apoyar parte de su peso sobre Piaré mientras avanzaba, un poco más relajado.

»Sabes que me gustas. Esto es lo que haces cuando alguien te gusta.

Ya casi estaba gatas. El fogón entonces dio una llamarada enorme que asustó a Pillán y lo hizo saltar al otro lado, los ojos enormes, el cuerpo agitado. El pobre mapuche no sabía ni qué hacer, porque entendía la razón de ese abrupto fogonazo; estaba sobrepasando un límite y con ello su propia energía se estaba saliendo de control.

Piaré parpadeó: entre el atónito gesto y el salto espeluznante hacia la otra esquina, el conjunto de esas cosas le hicieron reír.

-Oi, cálmate. No es la primera vez que te pasa. Tu tata dice que los elementos de la Pacha te responden, porque somos hijos del cielo. -Su sonrisa lució natural como siempre, pero al ver que Pillán se enfadaba más por el bochorno a cada palabra, cedió el gesto y miró hacia otro lado, peinándose el cabello mojado para alisárselo con los dedos, como había aprendido del mapuche-. Eso que hiciste fue raro, pero me gustó. Sentí tu olor, el que tenemos en el pelo -Se señaló- Mh ¿Sólo tú puedes hacerlo? ¿O le tengo que pedir permiso a alguien?

A veces el pequeño Zorro preguntaba casi rozando la candidez que dejaba tras de sí la inocencia. Tras ponderar un breve instante, se acercó a él, arrodillándose en el rincón donde había saltado y lo sujetó de los brazos, repitiendo el gesto contra el rostro ajeno, frotándose con una sonrisa.

»Es divertido, como hacen los cachorros -comentó, con las mejillas rojas de pronto.

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