ai: día tres

Jan 08, 2012 23:58

Titulo:  The Guardian (1/2)
Destinatario:  musguita
Personajes/Pareja:  Mark/Eduardo, insinuaciones de Mark/Sean Parker- Eduardo/Chris - Eduardo/original
Resumen:Eduardo tiene una vida hecha muy lejos de Mark, le costó superarlo pero lo ha hecho y ahora es feliz, aunque considera la palabreja sobrevalorada. Si, tiene una vida buena, un trabajo, una novia y una casa...esa es su vida. Pero ¿Y que va a pasar cuando esta  se termine?
NA: Pues nada, espero que te guste y feliz día de reyes...





The Guardian

Si pudiera regresar el tiempo...

Probablemente no habría apagado el despertador para dormir media hora más, tal vez habría decidido tomar una avenida secundaria en lugar de la de alta velocidad, o tal vez habría desayunado las tortitas que olisqueó en la cocina antes de salir de su casa.

Si pudiera regresar el tiempo...

------
Eduardo alargó la mano para golpear el despertador y evitar que siguiera trepanando sus tímpanos. Marianne se revolvió inquieta a su lado mascullando alguna cosa que no se escucharía nada bien en la boca de una dama, pero que a la novia de Eduardo le importaba medio rábano. No hacía ni dos horas que el susodicho se había derrumbado junto a su cuerpo completamente molido, y ahora pretendía levantarse antes de que ella misma, que estaba acostumbrada a trabajar horarios asesinos para un ser humano.

Llevaba más de siete meses trabajando veinte de veinticuatro horas, pero en sólo dos semanas sería libre y podría cumplir la promesa que hizo a su novia desde quien sabe cuanto atrás: ir de vacaciones a Indonesia. Sólo dos semanas más, y probablemente dormiría cuatro días seguidos.

Volvió a despertarle el beso en la mejilla que le dio Marianne una media hora después; hubiera jurado que sólo fueron dos minutos, ahora estaba retrasado...retrasadísimo. Salió disparado directo a la ducha farfullando algo sobre que debía hablar con “alguien-quién-sabe-quién” antes de la reunión de las ocho treinta.

Entró a la cocina como medio minuto después, aún con el cabello goteando sobre la camisa gris pulcramente planchada y la chaqueta sobre el brazo. No tardó mucho en adivinar el olor dulzón y atrayente de tortitas recién hechas combinadas con miel de maple que le dejó en la lengua aquel gusto esponjoso grabado a fuego en su memoria desde que era pequeño, claro indicador del maravilloso desayuno que no podría comer.

-Siéntate- pidió Marianne poniendo un vaso de jugo de naranja frente al plato cuadrado. Pero Eduardo declinó con un beso sobre la castaña cabellera de su novia, alegando que iba demasiado tarde mientras iba de camino hacia la puerta de su casa.

A Marianne se le metió la idea de poner un espejo junto a la puerta de su departamento cuando recién llegaron a vivir allí, a Eduardo nunca le molestó mucho...la verdad es que nunca le hizo mucho caso, pero ahora que se detuvo a tomar sus llaves no pudo evitar fijarse en él... más bien en lo que veía en su reflejo. Estaba pálido y probablemente pareciera enfermo a simple vista por las desmesuradas ojeras que adornaban su rostro, una sonrisilla sosa se le escapó cuando tuvo el pensamiento instantáneo de que casi podría parecerse a...

-¿Estas bien Ed?- La voz de Marianne interrumpió sus puñetas mentales, afortunadamente, antes de que comenzaran a rayar en lo peligroso. Sólo asintió con una sonrisa tranquila previniéndose para evitar el discurso de “estás trabajando mucho”. Aparentemente funcionó y eso fue lo que hizo a Eduardo decidirse a abrir la puerta de lo más tranquilo y salir de allí para mantener su fachada...porque sí, una cosa es que no quisiera escucharlo y otra que no supiera que de verdad estaba trabajando de forma suicida.

La autopista estaba demente, pero más lo estaba él por treparse a ese puente de locos, pero no le quedaba de otra, era el único lugar en el que podía circular a la velocidad que iba sin ir a parar arrestado por exceso de velocidad.

Necesitaba llegar temprano, no debió apagar ese condenado despertador y mucho menos volver a quedarse dormido (por no decir muerto). Debía hablar con su asistente para que hiciera esa modificación en las carpetas en la que había estado trabajando la madrugada anterior; trató de alcanzar el celular en el cenicero de su Lexus, nunca le había pillado el truco a eso de los comandos por voz, ¿qué podía hacer? Él y la tecnología nunca se llevarían bien. Tuvo que volantear un poco para recuperar la estabilidad del auto mientras marcaba en la pantalla táctil.

-Alex...-Ni siquiera permitió que la pobre chica dijera “hola” cuando ya estaba indicando con pelos y señales donde estaba la información que quería fotocopiada, ordenada y encarpetada cuando pusiera un pie en la puerta- ¿Entendiste?

-Sí pero...- Antes de que su asistente pudiera completar la pregunta ocurrieron muchas cosas. Un loco invadió su carril y Eduardo se vio obligado a tomar el volante con ambas manos para estabilizar el auto tras el pequeño golpe, su vista se nubló un poco por la falta de sueño y tuvo que parpadear varias veces antes de poder respirar tranquilo y centrarse nuevamente en el camino; sin embargo antes de que fuera capaz de enfocar su marco completo de visión sólo pudo pisar el freno a fondo para intentar detenerse, consiguiendo que el chirrido de las llantas embarradas en la carretera rechinara en sus oídos.

Sonrió confiado, pero la inercia no jugó a su favor y antes de que pudiera pensar otra cosa estaba dándose cuenta cabal de cómo la parte delantera de su auto embestía la barra de contención de la autopista, partiéndola por la mitad y mandando al carajo sus esperanzas de que no pasara de un choque menor.

Todo a su alrededor dio vueltas con el auto mientras se despeñaba por el acantilado, llenándolo de sonidos aterradores que pudo identificar como fierro y golpes en algo metálico y duro.

Se quedó quieto, no sabía si podía moverse pero tampoco tenía ganas de averiguarlo... probablemente había llegado a alguna planicie y ahora sólo podía escuchar el vaivén del techo de su auto contra el suelo. Las llantas hacia arriba probablemente seguirían dando vueltas, pero contrariamente a lo que se pensaría no sentía miedo, dolor o algo...sólo tenía sueño, todo ese cansancio acumulado que lo estaba obligando a quedarse dormido, sólo captaba a medias la sensación de algo tibio y viscoso resbalando por su oreja, además de escuchar bastante lejos un zumbido bastante parecido a la voz de su asistente.

-¿Eduardo?... ¿Ed, estas allí?... ¿Que pasó?...

-_-

Despertó un poco aturdido, pero contra todo pronóstico no sentía ningún dolor. Bendita fuera la medicina moderna y sus poderosas drogas analgésicas.

-Buenos días...- Escuchó una voz extraña a su lado, poco a poco fue enfocando a un tipo que no había visto en su vida. Un hombre de mediana edad, con pelo canoso y ojos azules completamente vestido de blanco estaba arrodillado a su lado, sosteniendo unas gafas de montura plateada en una mano mientras con la otra daba suaves palmaditas contra su muslo.

-¿Eres médico?- preguntó Eduardo algo confundido. Suponía que su madre aun no habría llegado, pero estaría volando ya. A la que sí esperaba ver era Marianne, sentada a su lado con cara de preocupación y su expediente en la mano lista para echarle bronca, sin importarle que estuviera apenas consciente.

-Pues...sí, en algún momento sí- El sujeto le ayudó a incorporarse del sofá a cuadros en el que estaba tumbado, muy parecido al de la habitación de Mark en Kirkland.

-¿Donde estoy?- Preguntó Eduardo mirando alrededor. En las paredes blancas había cuadros que él juraba haber visto alguna vez en su vida.

-Es...digamos la sala de espera- contestó el individuo.

-¿No estoy en urgencias? Pero si me desmayé, no puedo creer que no me hayan siquiera ingre...-La risa de su interlocutor fue su única respuesta.

-Soy Max- Vaya, ahora ya sabría como llamarlo-Vamos, demos un paseo.

Eduardo caminaba en silencio, observando el largo pasillo lleno de puertas; no tenía idea de donde estaba, pero seguro que en el hospital no.

-Veamos...- la voz de Max interrumpió sus pensamientos- ¿Como puedo decirte esto de manera suave?- Eduardo se detuvo junto a una ventana que daba a un salón extraño, decorado extravagantemente cutre. No pudo evitar recordar aquella fiesta caribeña del mal a la que nunca debió haber asistido...aunque igual si no hubiese sido allí, hubiera sucedido en cualquier otro lado.
-Sólo dilo, desde hace tiempo no necesito anestesia para recibir malas noticias-Se acercó mas a la ventana, jurando ver aparecer a lo lejos una cabeza rizada, y a un tipo de camisa psicodélica acercarse.-Ay madre...- Ya empezaba a sospechar por donde iba el asunto, pero. No, no podía ser eso...se golpeó la cabeza muy fuerte.

-Bien, eso es bueno...-Max siguió caminando como si nada- Veamos, estás muerto.

-¿QUÉ?- una cosa es sospecharlo y otra que te lo digan a la cara. Sólo tuvo una contusión cerebral y estaba teniendo un sueño raro, eso...eran los medicamentos.

-Eso, tu tronco encefálico se hizo papilla por culpa del choque, cuando te sacaron de lo que quedó del auto no había nada que hacer.- Y viene el hombre y lo dice como si tal cosa.

-En un tiempo despertaré...o cambiaré de sueño porque esto no es posible.- Eduardo se dejó caer de espaldas contra la pared tanteando su cabeza, buscando algún resto de golpe o sangre, pero no encontró nada.

-Oh mira, ahí estás- Max señaló el salón a través de la ventana- Vaya, con razón...ahí está el motivo de que estemos aquí.

-¿Disculpa?- Demasiada información para asimilar en tan poco tiempo, nadie podría culparle por estar un poco incrédulo, shockeado, desorientado, ¡escéptico!

-Verás...- Max tiró de su brazo obligándole a caminar de nuevo- Cuando las personas buenas mueren van al cielo- Eduardo levantó una ceja.

-¿Vamos al cielo ahora?-Siempre imaginó su camino a la otra vida un poco mas melodramático, en plan túnica blanca, caminando por un túnel directo hacia la luz cegadora...no la ropa que llevaba su primer día de clase en Harvard y caminando por un pasillo lleno de fotografías de lugares que le habían gustado.

-Nop- respondió Max con voz divertida.

-¿Entonces vamos...ya sabes...abajo?- Al final iba a resultar que era una mala persona y nunca debió cancelar la maldita cuenta.

-Tampoco- aclaró el extraño personajillo con una sonrisa.

-¿Quieres explicarte por favor?

-Bien, decía antes de ser brutalmente interrumpido, que las personas buenas van al cielo, las malas...mejor que no lo sepas, pero...cuando alguien deja un asunto pendiente de este lado no puede, o como en tu caso no quiere irse sin resolverlo.
-Mi reunión- dijo Eduardo casi para sí mismo comprendiendo de que iba todo- Dices que puedo terminarla antes de irme...

-Yo nunca dije nada de una reunión- Max ni siquiera le miraba cuando se detuvo frente a una puerta en específico, que en apariencia no tenía nada distinto a las de más.- Generalmente los asuntos pendientes tienen poco que ver con el trabajo, y tampoco dije que fueras a resolverlo y a irte, tú no quieres eso.

-Entonces, ¿voy a ser un fantasma?- Ya claro, ahora comprendía todo, qué denigrante. Si su padre supiera lo desheredaba...aunque realmente ya no era mucho problema eso.

-No, y deja que termine de explicarte- Max le tomó por los hombros y le hizo mirarle a los ojos.- Según veo tu te preocupas mucho por una persona en específico, por lo tanto prefieres asegurarte de que se encuentre bien, así que vamos...

-¿Voy a ser un fantasma stalker?

-No taradito, vas a ser un ángel guardián- anunció Max como si le estuviera diciendo que iba a comenzar en área administrativa.

-¿YO?- Preguntó Eduardo vuelto al aire-¿De quién? -Pensó en mil personas, en su madre, en su jefe, en Marianne...hasta en su prima Quetita que parecía que desde que nació tenía un imán para la condenada cría porque no le dejaba ni a sol ni a sombra una vez que lo pillaba.- No soy bueno cuidando gente, apenas puedo cuidar de mi mismo- “Mentiroso” dijo por reflejo su mente. Bueno, sí que había cuidado de alguien en su vida y no salió muy bien, así que bueno no era.

-No lo elegí yo chico, todo esto es porque tú lo quieres, es más hubieras despertado en tu paraíso, pero no quisiste.

-¿Yo no quise? Eso es estúpido, ¿como no voy a querer algo que ni siquiera sabía?

-Pues tú no quieres, y eso no es algo que determine yo.

-Claro, burocracia- Eduardo se cruzó de brazos determinado -¿Con quién debo hablar entonces?

-No hijo, lo decidiste tú mismo, tú eres quien no quiere irse y dejarle solo.- Bueno, al menos ya sabía que no se trataba de su prima Quetita.

-¿Podríamos por favor dejar el misterio?- medio gritó Eduardo exasperado.

-Claro, bien.- Max abrió la puerta por fin y señaló dentro de ella con su brazo- Adelante.

-¡Oh no!-Se quedó parado en el umbral, por no decir que paralizado apenas reconoció las oficinas de cristal a golpe de vista-No, definitiva y terminantemente no.

-No lo elegí yo Eduardo.

-Yo tampoco evidentemente, no quiero estar aquí. Vamos a la segunda opción.- Se dio la vuelta para regresar al pasillo blanco, pero ya no estaba allí, ahora lo único que había detrás de él era el resto de las oficinas de Facebook.

-Temo que no hay segunda opción- dijo Max terminantemente.

-Yo no quiero estar aquí- repitió Eduardo tratando de no sonar desesperado.- Es imposible que hasta muerto...-Eduardo tomó aire (innecesariamente) y se mesó el puente de la nariz con dos dedos.- Esto tiene que ser una equivocación.- Max le miró con cara de “¿En serio crees que lo es?”

-Mira, ahí está tu chico.- La cabeza rizada de Mark se distinguía aún sobre el respaldar de la silla blanca vislumbrado a través de las paredes de cristal de su despacho.

-No, Max...en serio, mira, si quieres mándame a vagar como alma en pena o fantasma o...

-Es lo mismo - interrumpió Max, Eduardo rodó los ojos y continuó hablando.

-Si quieres puedo asustar en Harvard, pero por favor aquí no y menos con él.

-Esto no se trata de lo que yo decida Eduardo, ya te lo he dicho muchas veces en los últimos siete minutos, esto es lo que tú quieres.- Max le miró a los ojos y puso una mano en su hombro.- Mira, has sido una buena persona dentro de lo que cabe, es tu privilegio...y tu alma, que en este momento es justamente con quien estoy hablando sabe que lo que más quieres es asegurarte de que tu amigo está bien, ya sabes estar cerca suyo.

-¡No! En serio yo no quiero estar aquí, me importa una mierda lo que suceda con...con él- Claro, por eso ni siquiera se atrevía a mirarlo, si no se la creía ni él.

-No me recuerdas ¿verdad chico?- ¿Tendría por qué? Si era la primera vez en su vida que le veía. Bueno, eso de vida...-No me extraña, en aquel momento no sabías ni tu nombre- Eduardo le miró detenidamente, puede que si le sonara un poco su rostro, sí, pero no como para que tuviera que recordarlo -Gracias a mí viviste hasta hace unas horas.

-¿Cómo? - preguntó Eduardo extrañado

-Sí, yo estaba de guardia la noche que te llevaron a urgencias con una intoxicación por barbitúricos.

Eduardo le miró con los ojos muy abiertos, recordaba poco o casi nada de esa noche, no le encantaba recordar detalles de aquella época de su vida en realidad.

-Él es la causa de tu pequeña aventura con los sedantes ¿a que sí?- preguntó Max con una sonrisa condescendiente.

Simplemente asintió como respuesta sin apenas darse cuenta.

-Poco después de firmar el acuerdo yo...yo estaba...- la única palabra que encontraba para describir la situación era “destruido”. No era justificación, más bien Eduardo estaba hablando por reflejo porque juraba que esos recuerdos estaban encerrados en lo más profundo de su cerebro, no estaba orgulloso pero era cierto.

Por aquel tiempo no le importaba nada, ni la carrera, ni su familia...ni siquiera su aseo personal, en cuanto volvió a poner un pie en Harvard se encerró en su habitación a piedra y lodo sin querer ver a nadie. Iba a clases sí, que a eso había regresado; pero apenas prestaba atención, no entregaba proyectos y no asistía a prácticas. Su padre llegó a decirle que se fuera olvidando de su ayuda económica y él por primera vez en la vida se carcajeó y le gritó por teléfono que hiciera lo que le diera la gana pero que le dejara en paz, total...dinero le sobraba.

Pasó así un par de meses, siendo grosero con medio mundo y haciéndole desaires a Chris cada vez que intentaba hablar con él, alejado de sus padres y bebiendo hasta el agua de los floreros en la biblioteca, hasta que una tarde uno de sus profesores le retuvo después de su clase, le sermoneó por unos veinte minutos mientras él observaba una grieta en el techo. Finalmente el hombre se rindió y le dijo que no comprendía su actitud.

Eduardo se rio en su cara, ¿que le importaba a él si lo entendía o no?, pero el tipo siguió hablando, le dijo que ni siquiera había terminado la carrera y ya tenía mas dinero que todos sus profesores juntos (sí, toda la jodida escuela se enteró), que si no quería estudiar más no entendía que cosa estaba haciendo allí, ocupando un lugar.

Sonrió cortésmente y reuniendo toda la educación que le quedaba le pidió al catedrático que le dejara en paz, pero McLaren nunca había sido tan fácil de pelar, así que contra su voluntad y con pataleta de crío de cinco años incluida le arrastró al servicio médico.

La conclusión fue que necesitaba descansar, por lo que un pequeño inductor del sueño durante unos cuantos días le vendría de maravilla. Para esa noche ya tenía el frasquito de lorazepam en las manos.

Eduardo no tenía nada, más que mucho dinero. No tenía a su padre, ni una carrera, ni una novia loca que hiciera planes de boda, no tenía ni siquiera ganas de levantarse por las mañanas. Y por supuesto...no tenía a Mark.
Nunca olvidaría la sonrisa más amarga de su vida, la solución a sus problemas estaba bailando entre sus dedos, sí...allí encerrada en un frasquito de plástico color ámbar.

Contó hasta la décima cápsula, después simplemente vació el resto en su mano y las tragó como pudo...se quedó dormido con la esperanza de no volver a despertar.

Pero lo hizo, en urgencias escuchando el pitido de la máquina a su lado y con una máscara de oxígeno, su madre a su lado y su padre a los pies de la cama. Puede que haya sido la primera vez en su vida que viera al hombre con los ojos llorosos.

Sacudió la cabeza volviendo a la realidad...o lo que fuera aquella bizarra situación.

-¿Por qué...tú qué haces conmigo?- preguntó, no entendía que hacía Max allí

-Pues verás- comenzó el ángel- morí. Sí, chico, no me mires así. Té te cercenaste la médula y yo tuve una reacción anafiláctica a las nueces de macadamia. El punto es que yo no me imaginaba sin hacer nada, así que elegí quedarme con alguno de mis pacientes, con el que más me necesitara...y resultaste ser tú.

-Entonces tú eras mi...

-¿Tu guardián? Sí, y como tal me corresponde pasar contigo las treinta y seis horas que requiere tu transición a guardián, enseñarte cosas y eso.

-Entonces, esto es como...mi supervisión o algo, no quiero...lo siento pero no voy a poder hacerlo, ¡se va a caer por la primera escalera que vea si depende de mí evitarlo! Es en serio yo...- Ya estaba parado frente al escritorio de Mark y ni siquiera había terminado su argumentación.

-Bien, entonces, si en treinta y seis horas vemos que de verdad es imposible supongo que no habrá ningún problema en que vayamos ambos al otro lado.- Pero Eduardo ya no escuchó esa parte, no podía dejar de mirar a Mark rodeado de latas de Red Bull y el cuello visiblemente tenso.

-No ha comido desde ayer.- No era una pregunta.- Según me imagino por las caras de la gente alrededor por lo menos ha gritado a seis que le han sugerido comer- informó Max.

Eduardo negó con la cabeza y dio dos pasos hasta quedar frente a Mark, tomó su cara entre las manos y la levantó un par de centímetros.

-Pide una maldita ensalada de pollo y cómela antes de que mueras de inanición pedazo de imbécil, lo haría yo pero no creo que pueda siquiera levantar el teléfono.

-Oh, puedes- dijo Max asintiendo.-Pero sólo puede escucharte él, eso sí dentro de su cabeza- sonrió y señaló con un movimiento de cejas como Mark se colgaba los cascos tras el cuello y levantaba el auricular pidiendo a su secretaria una ensalada de pollo y un Red Bull.

-Un jugo de manzana- Corrigió Eduardo con una mano acariciando los rizos.

-Veo que ya le cogiste el truco, y ni siquiera tuve que decirte como hacerlo- Eduardo le miró sin entender porque tenía semejante cara de orgullo.-Ya sabes, debes tocarlo para que te escuche.

-Siempre hacía eso- dijo Eduardo con un suspiro- Comer, dormir...a veces hasta sacarlo a que le diera el aire.

-Le quieres mucho ¿verdad?- No podía molestarse en negarlo, si aparentemente era su elección.

-Pensaba que ya no...-Eduardo miró fijamente a la mujer rubia que entraba con la charola de comida.

-Pues pasaste tu primera prueba- Max coronó su afirmación con un par de aplausos.

Un sonido extraño y bastante estridente rompió el silencio momentáneo, obligando a todo ser viviente que gozara de sentido del oído a voltear la mirada hacia el origen.

-Tenía que ser.- La pecera de Dustin estaba al otro lado, y Eduardo no conocía a nadie más que pudiera tener un elefante barritando como sonido del móvil, no quería pensar cómo de fuerte debía de estar esa cosa para que se escuchara hasta allí.

-Creo que sería bueno que escucharas eso- sugirió Max enseriando su semblante.

-¿Por qué?- Preguntó Eduardo más interesado en ver a Mark separar los crutones de pan de su pollo.

-Aún puedo sentir cuando va a suceder algo importante relacionado con mi protegido...ya irás viéndolo con el tiempo- Eduardo miró a la nada, y de repente supo perfectamente de que estaba hablando Max.

- Les van a avisar...

-Tu madre habló con Chris hace un rato, deben asistir a la...

-Lectura del testamento- Eduardo completó la frase, golpeándose la frente-. La puta carta...

-¿La carta para Mark?- El chico asintió- ¡Pero como la guardas allí, crío! Se supone que tendrías que haberla roto, quemado, mearle encima o qué sé yo...

-¿Qué iba a saber yo que iba a morirme antes de cumplir los treinta? El testamento fue el lugar más seguro donde se me ocurrió guardarla...y luego la verdad es que se me olvidó- Eduardo comenzó a caminar hacia la puerta, pero cuando intentó coger el pomo este atravesó su mano. -Joder con esto de ser fantasma.

Ya le estaba cogiendo el truco a eso de atravesar paredes, aunque todavía se palpaba el pecho y la cabeza para asegurarse de que seguía intacto.

Dustin leía unos papeles mientras daba vueltas en su silla, mordía la cabeza de un bolígrafo y con la otra mano intentaba contestar el teléfono.

-¡Hola Chris!- saludó entusiasta

-Dios, Chris ya lo sabe- Eduardo se tapó los ojos con una mano esperando el estallido.

-Puedes escuchar lo que dicen si quieres- Max sonrió ante la mirada indignada de su protegido.- Es un privilegio del empleo-. El hombre mayor se sentó en la cornisa de la ventana, y por un momento Eduardo tuvo el pensamiento reflejo de que iba a partirse.

-¿Cómo lo hago?

-Sólo hazlo.- Max se encogió de hombros y disimuló una sonrisa al ver a Eduardo cerrar los ojos y respirar hondo para decir:

-Quiero escuchar lo que está diciendo Chris- Un segundo después escuchó la voz de su amigo diciendo “estoy aterrizando en San Francisco.”

-Muy bien, pero para la próxima no lo digas en voz alta- felicitó Max ya sin disimular su diversión.- Tienes talento para esto chico.

Genial, lo que siempre quiso ser...ángel guardián.

-¿A qué debemos el honor de tu visita?- Preguntó Dustin caminando hacia la ventana, quedando de pie a un lado de Max.

-¿Estás sentado?- La voz de Chris sonaba inusualmente seria, más que de costumbre.

-No, ¿por qué?- Dustin giró cuarenta y cinco grados y tomó un chicle de uno de los tarros sobre su escritorio.

-Siéntate, tengo que darte una noticia- insistió Chris sin dar una explicación.

-Twitter nos ha sobrepasado en usuarios por fin.- El tono de tragedia de Dustin aseguraba que no estaba bromeando en su concepto de fatalidad.

-Por favor Dustin siéntate, es en serio...-Chris estaba perdiendo la paciencia.

-Ya vale pues, ya me senté- mintió el pelirrojo.

-Dios, ¿cómo te digo esto...? Bien, necesito que...bueno...

-¡Ya Chris, dime qué mierda pasó! Me estas asustando en serio.

-Es Eduardo- El susodicho hizo un puchero involuntario.

-¿Que con él?-preguntó Dustin perdiendo un poco la paciencia.

-Está...Wardo está muerto Dustin.- La cara del pelirrojo se puso verde, movía la boca como si quisiera decir algo pero aparentemente no encontraba su voz.- Trata de...no sé, digerirlo un poco. Te necesito tranquilo para cuando le digamos a Mark.- Dustin finalmente se dejó caer en el sofá junto a Eduardo sin que sus piernas le sostuvieran más.

Eduardo quería decirle algo, abrazarlo y decirle que estaba bien, que le mirara. Pero sería inútil intentarlo. La voz de Chris regresó a ambos a la realidad.

-Estaré allá en un rato, trata de...yo que sé, ni siquiera sé como me siento yo.

-Vamos- dijo Max tocando el hombro de Eduardo.- Dale un poco de espacio.- Dustin había lanzado el móvil contra el sofá y estaba completamente quieto.- Necesita digerirlo hijo, en serio...vamos.

Ni se dio cuenta cómo ya estaban de nuevo frente al escritorio de Mark.

-¿Como crees que vaya a reaccionar con la noticia?- Eduardo se encogió de hombros mirando fijamente cómo Mark volvía a colocarse los cascos.

-Entonces...con sólo tocarlo y decirle qué hacer obedecerá...eso es interesante- Max no apreció mucho el cambio de tema, Eduardo tenía que aprender a esperar algo malo y pensar cómo solucionarlo.

-Es más o menos la idea, no obedecen al pie de la letra nunca. Tú por lo menos jamás lo hiciste.- Max cruzó las piernas acomodándose en el sofá de la oficina de Mark.- Nunca quisiste llamarle cuando te lo sugerí.

-¡Hey! Tú eres la voz molesta en mi cabeza que dice “deberías llamarle”, y yo que pensaba que me estaba volviendo esquizofrénico.- El guardián mas viejo contestó con una risa, viendo como Eduardo disfrutaba su nuevo juguete. Iba desde ordenarle a Mark picar mal el código con la consiguiente maldición del pobre infeliz, hasta los constantes ‘deja esa lata ahí, ahora’. Lo que le sorprendió fue ver como el muchacho obedecía como si fuera un perrito entrenado.

-Parece que te diviertes.- No era muy fácil de ignorar cómo Eduardo volteaba cada dos por tres a la oficina de Dustin, pero igual trataba de distraerle un poco, porque tampoco era muy fácil de ignorar la cara de preocupación del nuevo ángel cuando vio a su amigo pelirrojo frotar sus ojos fuertemente con la cara anterior de sus muñecas.

-Sí- dijo Eduardo felizmente.- Puedo llegar a cogerle el gusto a esto, es innegable.- Eduardo se inclinó sobre la oreja de Mark y con una mano en su hombro susurró:

-Despide a Parker, mándalo a la mierda y disuelve sus acciones, que se quede en la puta calle.- Mark levantó el brazo y tomó la bocina del teléfono, consiguiendo una enorme sonrisa de Eduardo.

-No, Eduardo...- advirtió Max con un tono de autoridad.

-¿Por qué no? Voy a pagarle con la misma moneda, es exactamente lo que él hizo.- Eduardo miraba complacido cómo Mark pedía a su secretaria que le comunicara con Parker.

-Por que tú no eres como él.- Si a Eduardo le hubiesen echado una cubetada de agua helada hubiera puesto la misma cara. Inmediatamente pasó su mano por el cuello de Mark.

-No lo hagas Mark, no quiero que hables con Sean Parker.

Mark obedeció su orden, Max sonrió orgulloso y Eduardo se sentía rata, a pesar de haber hecho lo correcto.

Probablemente era cierto aquello de que toda persona tenía un ángel y un diablito, sólo que como había crisis en todas partes él era dos por uno, porque definitivamente quien ordenó eso a Mark fue su parte con cuernos y cola tipo látigo; pero olvidó esas preocupaciones cuando vio a Chris aparecer por el ascensor.

El rubio cruzó el pasillo con grandes zancadas, llevaba gafas de sol, una camisa negra y vaqueros azul-marino.

Le vio entrar directo a la oficina de Dustin saludando con un gesto de la mano, cosa poco típica en él. Cuando llamó a su amigo pelirrojo este le miró con los ojos completamente húmedos y se le echó a los brazos, sujetándose a él como si fuera a caerse.

Estuvieron abrazados un largo rato, mientras Dustin inhalaba repetidas ocasiones por la nariz con los ojos cerrados tratando de controlarse y asentía de vez en cuando a lo que fuera que le estuviera diciendo Chris al oído mientras le acariciaba despacio la nuca.

Se separaron despacio, Chris tomó la cara de Dustin entre sus manos y dijo algo, quién sabe qué. Dustin asintió nuevamente sorbiéndose los mocos mientras Chris palmeaba su hombro.

-Max...- llamó Eduardo sin despegar la mirada de sus amigos en la otra oficina.- Algo le va a pasar a Mark, algo que lo va a lastimar mucho, va a sufrir...- El chico miró asustado a su “entrenador” buscando ayuda.- ¿Qué hago, cómo lo detengo?

Max tiró de la manga de su abrigo hasta dejarle sentado junto a él.

-Hay dolores que nadie puede evitar hijo, ni siquiera nosotros.

-Entonces no puedo hacer nada...- Max simplemente negó y le dio un par de golpes en la rodilla.

La puerta de cristal se abrió en ese momento, y Eduardo sintió que le iban a ahogar a él...si al menos siguiera respirando.

-Hola Mark- saludó Chris obteniendo un dedo índice levantado que indicaba a Mark ocupado en algo mucho más importante.

-Dios, ¿cómo vamos a hacer esto?- musitó Dustin doblándose sobre sí mismo apoyando las manos sobre sus muslos.

-Mark...debemos ir a New York- comenzó Chris, consiguiendo que Mark le mirara.

-Si hay alguna reunión agendada con alguien nadie me notificó- se justificó Mark dispuesto a volver a trabajar.

-No...Debemos, debemos ir a un funeral.- Mark no despegó la mirada del monitor, por eso no vio cómo Dustin se tapaba la boca y le daba la espalda con los ojos apretados tratando de contener algo; Eduardo sí que lo vio.

-No soy bueno en esos eventos Chris, la gente tiende a ofenderse con mis comentarios y lo sabes. Envía un arreglo de flores a nombre de Facebook y si vas tú creo que será suficiente representación.

-Es...- Eduardo empuñó la mano involuntariamente y Dustin apretó los ojos abrazándose a sí mismo cuando Chris comenzó- Es el funeral de Eduardo, Mark...-Chris se quedó callado y quieto esperando alguna respuesta

Cuando los dedos de Mark se cerraron con fuerza en la orilla del escritorio y comenzó a boquear como pez fuera del agua se preparó para recibir el golpe.

-Además, lo más probable es que ni siquiera recuerde el nombre del difunto o de dónde diablos le conozco, voy a perjudicar más que a beneficiar la imagen de Facebook.- Mark se levantó de su silla y caminó hasta el sofá donde Max y Eduardo estaban sentados.

-Se siente más seguro cerca de ti- explicó el guardián más viejo.

-No puedes ser tan cabrón Mark.- Esta vez fue Dustin quien habló, y Eduardo le hubiera golpeado pero no podía.

-Es mejor que me quede aquí, en serio.- Las palabras de Mark se mezclaban con los reproches de Dustin.

-Sin él Facebook nunca habría nacido.

-Tengo que supervisar la nueva aplicación.

-¡Era tu jodido mejor amigo Mark!- La gritería sin razón se detuvo cuando Chris rodeó a Mark con sus brazos apretándolo hasta que dejó de hablar y se quedó rígido como una tabla.

Pasaron así unos minutos, con Chris acariciando los rizos de Mark, y este que parecía apenas recordar cómo respirar.

-Reservaré el vuelo- anunció por fin Dustin. Tenía que moverse de allí o de verdad se iba a poner a llorar como una nena.

-No- fue la respuesta seca de Mark. -Renta un jet- Chris y Dustin se miraron sorprendidos; a pesar de tener dinero suficiente para eso y más a Mark nunca le había llamado la atención eso de los aviones privados.- Y un helicóptero, para que nos lleve a San Francisco, ahora.- Chris asintió pensando que posiblemente lo mejor sería que le dejaran sólo, pero Mark volvió a hablar -¿A qué hora es el funeral?

-Debe ser ahora mismo- respondió Chris.- Durará toda la noche según las costumbres.- Mark asintió, se dio la vuelta y comenzó a revolver sus papeles.

-Diez minutos- dijo tajantemente delimitando el tiempo.

-Mark, necesitamos equipaje- Dustin intentó razonar con él.

-Compras lo que necesites en el aeropuerto, ¡quiero ese helicóptero aquí en diez malditos minutos!- El tono de voz de Mark fue subiendo gradualmente hasta acabar en un grito que casi revienta la oficina, y el tímpano de Chris aún sin soltarse del abrazo.

-Claro.- Dustin asintió dispuesto a salir de allí para cumplir la misión que todos esperaban, aunque podía ser que hiciera una escala técnica para llorar un poco en el baño. Sí... ¿y?

-Dustin...-llamó nuevamente Mark.- Que pongan una señal de luto en el logotipo.

Eduardo no salió de su sorpresa durante un buen rato, eso de ver en la mega pantalla de Facebook el logotipo azul rodeado por un lacito negro era algo...le dolía de alguna manera. Contestó a Max con monosílabos durante el viaje en helicóptero, más concentrado en cómo Mark hablaba con Chris y Dustin como si no sucediera nada.

En el aeropuerto de San Francisco, los grandísimos siete minutos y medio que tardaron en bajar del helipuerto al hangar donde estaba el Jet sólo se vieron interrumpidos por la pausa estratégica que hicieron para comprar un par de camisas negras, cosa que Eduardo agradeció porque ya se imaginaba la cara de su padre si viera aparecer a Mark con su camiseta amarillo pollito.

Durante las cuatro horas de vuelo apenas se rompió el silencio, Mark iba recostado en uno de los sofás mirando a la nada, tenía la cabeza apoyada en las piernas de Eduardo, aunque sólo Max y él podían verlo.

-No parece que te pese mucho.- El guardián mas viejo señaló la mano de Eduardo que acariciaba distraídamente los rizos de Mark, lo hacía por reflejo o eso descubrió Max, pero si se lo decía no quería ni pensar.

-¿Qué puedo decir?- Eduardo se encogió de hombros.- Es como montar bicicleta.- A pesar de que sonreía se sentía un poco tenso.- Aún no estoy muy seguro de esto.

-¿De qué, quedarte con él?- Eduardo asintió

-No sé si tengo la suficiente nobleza como para no guardar ningún sentimiento negativo hacia él.

Mark se removió un poco, demostrando que se había quedado dormido.

-Pues eso no importa mucho aparentemente, tu me caías muy mal.- Eduardo levantó una ceja interrogante- ¿Qué? Eras un crío mimado quejica y latoso, después te conocí a fondo y ahora te he tomado cariño.

-Quisiera que de verdad no me importara- contestó Eduardo más para sí mismo.- Aún está por ver qué pasa en las treinta y seis horas, ¿no?

- ¿Aún quieres dejarle?- Eduardo volteó a mirar a su guardián justo en el momento en que Mark se incorporaba de un salto.

-¡No Wardo!- Con el grito que pegó era lógico que hubiera arrancado un brinco a Dustin y Chris que platicaban en silencio. Le miraron raro...algo como entre comprensivo y con lástima.

-Puede escucharte más fácil, e incluso verte si así lo deseas cuando duerme- explicó Max.- Ahí está tu respuesta...- Eduardo estaba a punto de darse de cabezazos.

Era extraño, entrar en un velatorio y ver tu nombre en la entrada de una de las salas, tanto que tuvo que detenerse a observar y habituarse un poco a la idea.

-¿Estás bien con esto?- preguntó Max dándole un pequeño golpecito a Eduardo.

-Es extraño- contestó.

Mark también se detuvo un momento, como hipnotizado por las letras doradas que formaban el nombre de su ex amigo, pasando los dedos suave y mecánicamente por ellas, como si quisiera comprobar que fueran reales.

Vio a lo lejos cómo Chris abrazaba a una chica de pelo castaño que lloraba a mares, a Dustin siendo abrazado y consolado por la madre de Wardo (muy en el fondo Mark sabía que aquello debería ser al revés). También localizó al padre de Eduardo, con un vaso de licor en la mano observándolo todo desde un rincón.

Por supuesto estaba el protagonista de la noche, en el centro de la sala reposaba el ataúd gris con bordes plateados rodeado de flores blancas y rojas.

-Ese lo eligió Marianne- dijo Eduardo frunciendo ligeramente el ceño con su ataúd.- Yo hubiera preferido algo menos llamativo

-No creo que tuvieras mucha ocasión de opinar tampoco- Contestó Max

-¿Qué haces aquí?- Eduardo levantó la vista justo a tiempo para ver a Marianne acercarse a grandes zancadas hacia Mark- ¿Qué es lo que quieres?

-Yo...- Mark no tenía ni idea de quién era la loca que lo miraba como si fuera una cucaracha resucitada.

-Marianne.- Chris la tomó del hombro, pero ella se soltó con un jalón y volvió a encarar a Mark, golpeando su pecho con el dedo índice.

-¿Cómo te atreviste a traerle?- Esta vez el reclamo fue para Chris.- ¿Cómo eres capaz de poner un pie aquí?- Otra vez contra Mark.- ¡Lárgate ahora mismo! Tú no tienes ningún derecho a estar aquí.

-Tú tienes más derecho que nadie a estar aquí- dijo Eduardo tomando a Mark por los hombros, dándole un argumento de réplica que justo iba a utilizar cuando una voz grave y con marcado acento brasileño resonó a su espalda.

-Tiene tanto derecho como tú o yo Marianne.- Ricardo Saverin caminó despacio hasta quedar de pie junto a Chris y la chica loca.

-¡No es cierto! Usted sabe que...

-El sólo hecho de que esté aquí se lo da, por favor no hagas un espectáculo y te suplico que respetes el cuerpo de mi hijo y el dolor de mi familia.- Sin decir más el padre de Eduardo tomó a Mark del brazo y tiró de él en dirección al féretro.

-No me esperaba eso- comentó Eduardo unos pasos detrás.

-Pon atención- pidió Max con seriedad.

-Señor...-Mark sabía que debía decir algo, pero no tenía idea de qué. Usualmente el que se encargaba de esas cosas era Chris.

-Hasta hace media hora compartía la opinión de Marianne.- Mark se quedó callado.- Juraba que sólo íbamos a recibir una corona con una cinta azul y letras blancas, ya sabes. Estaba listo para tirarla por la ventana.

-Ese era el plan, de hecho...hasta que Chris me dijo para quién era el servicio.- Eduardo se sorprendió por la diplomacia de Mark, siempre le tuvo terror a su padre.

- Oh Dios.- Mark se puso pálido cuando miró dentro del féretro a traves del cristal, Eduardo sintió una punzada de nervios e inmediatamente sostuvo el cuerpo tembloroso de su protegido de forma casi instintiva.

-No quise que le pusieran ese maquillaje extraño en la funeraria- Eduardo nunca pensó que le resultara tan difícil estirar el cuello y ver...verse a sí mismo muerto.

Su traje negro, su Armani de tres botones favoritos, camisa blanca perfectamente planchada y almidonada, puños que sobresalían adornados con los gemelos de oro y la corbata negra que coronaba el numerito. Podría jurarse que estaba a punto de levantarse para ir a cerrar el trato del año, ese que una vez finiquitado le iba a permitir irse con Marianne al fin del mundo un par de semanas. Bueno, puede que la imagen fuera similar, porque definitivamente no habría llegado con dos golpazos negros en la mejilla derecha, un corte profundo en el labio y otro en la ceja izquierda, sin contar la parte posterior de su oreja completamente morada y el puntito marrón- rojizo que permanecía dentro de ella.

-Mucha gente, la mayoría debería decir, no lo comprende.- Ricardo Saverin siguió hablando, dando un trago a su vaso de licor, aparentemente whisky...como su hijo, a él le gustaba el whisky.- Pero él no lo hubiese querido así.

Mark asintió un par de veces

-Tiene razón- dijo Eduardo a Max esperando el momento en el que Mark se desmayara o algo, porque no dejaba de ver su cadáver como si en cualquier momento fuera a levantarse del ataúd y comerle el cerebro a todos.

-Wardo nunca usó caretas- dijo Mark de la nada.- No tenía por qué ponerle una ahora.

Ricardo sonrió dándole una pequeña palmada en el hombro al amigo de su hijo.

-¿Quién era?- preguntó Mark tomando un poco más de confianza; nunca en la vida habían pasado del “buenos días- buenas noches” a la hora de las comidas durante el fin de semana de Acción de Gracias que estuvo en casa del hombre.

-Ahí vamos- dijo Eduardo con una mano en la frente y dando un giro para darles la espalda.- Siempre dijo que yo me liaba con locas asiáticas, para una vez que consigo una occidental cuerda le viene a gritar la primera vez que le ve.

-¿Quién era quién?- contestó Ricardo despegando la mirada de la cara de su hijo tras el cristal.

-La chica que me gritó hace un rato.

-Ah, Marianne-dijo el mayor como si la respuesta fuera obvia- Es la...era, la novia de Eduardo.- A Mark no le encantó la idea, y no tuvo tiempo de disimularlo, ¿no podía escoger alguien que no estuviera loca una vez en su vida?

-Oh- dijo sin más.

-Estaba a punto de pedirle matrimonio- informó Ricardo.

-¿¡Qué?!- Mark trató de componer la situación, porque la cara de Ricardo ante su reacción era todo un poema.- Ninguno de los chicos me comentó nada.

-Oh Dios, Max dime que no está celoso- suplicó Eduardo sin despegar la vista de su protegido

-Si eso es lo que tú sabes...siempre sabes cómo se siente la persona que cuidas- Max se encogió de hombros y Eduardo quiso salir corriendo, maldita sea ¿siempre tenía que hacer las cosas tan tarde este pedazo de imbécil? ¡Que estaba muerto!

-Supongo que no pensaron que te importara- contestó el padre de Eduardo.

-¿Llevaban mucho tiempo juntos?- Mark trataba de no parecer cotilla, pero en verdad necesitaba saber, no tenía mucha idea de por qué.

-Sí, bastante- dijo Ricardo con una sonrisa- La conoció en la universidad.- Mark no pudo ni quiso ocultar su cara de sorpresa y la tensión en sus hombros.

-¿En Harvard? - preguntó con voz rasposa

-Claro, ¿dónde si no?- El padre de Eduardo le hablaba como si fuera el mismo chiquillo que le tenía terror hace algunos años.

-No la recuerdo, ni siquiera de nombre...-Era lógico tomando en cuenta que la última novia que le conoció fue Christy.

- No creo que debieras, la conoció justo después de...- El hombre se quedó callado de repente.

- No se lo digas, no tiene por qué enterarse.- Eduardo hubiera querido tapar la boca de su padre con su propia corbata.

-¿De qué? - preguntó Mark tentando a su suerte.

Ricardo pareció pensar qué tan conveniente sería continuar hablando, pero sólo se encogió de hombros y prosiguió.

-Después de que Eduardo tratara de suicidarse.- Lo soltó con dificultad, evidentemente aún le afectaba y le costaba pronunciar esas palabras juntas, pero aun así Mark sintió el suelo moverse bajo sus pies.

-Qu...¿Que Wardo qué? - Preguntó por inercia.

-¿No lo sabías?-El tono de Ricardo parecía casual- Pensé que sí, ese chico Hughes no salía del hospital cuando sucedió, apenas se separaba de él de hecho. Es más, Elena y yo jurábamos que ese que estaba delante era nuestro próximo yerno.

Mark se atragantó con su propia saliva, ese golpe si que no se lo esperaba.

-¿Qué?- volvió a preguntar con voz extraña e ignorando esa parte de su mente que reclamaba la reducción de su vocabulario a la palabra “qué”.

- Eso, pero nos equivocamos, evidentemente. Marianne estaba haciendo prácticas en el hospital de la universidad y él fue ingresado allí cuando se le ocurrió tomarse el frasco entero de tranquilizantes.

-Claro- escuchó Eduardo a su lado.- Por eso siempre se me hizo conocida tu novia- Max parecía haber descubierto el santo grial.- Marianne Dumont, ¿verdad?- Eduardo asintió y sonrió orgulloso.-Gran chica. Capaz, inteligente...iba despegando para volar alto.

-¿Cuándo...?- Mark no tuvo que terminar su pregunta.

-Justo después de las demandas- contestó el padre de Eduardo.- Yo no fui muy amable en esa época ¿sabes?- Mark recordó el “mi padre ni siquiera me habla” y sintió que algo le apretujaba el pecho- Perdió muchas cosas en muy poco tiempo...no sé, pero apareció Marianne y él revivió.

-Qué bien- dijo Mark demasiado forzado y confundido. Eduardo en una cama de hospital, con diagnóstico de “intento de suicidio” era algo que no le cabía en la cabeza. Pero Wardo y Chris. Juntos...de “ese” juntos...eso era alta traición.

-Estuvimos en terapia seis meses, al principio él no quería ir pero Marianne lo arrastraba de una manera que daba miedo.-Ricardo pareció pararse a pensar un par de segundos la siguiente frase.- Yo al principio incluso llegué a pensar que te había sustituido con ella, pero resultó que no.- El hombre suspiró y volvió a mirar dentro de su vaso- Por eso te pediría que comprendieras su reacción de hace un momento, supongo que uno no olvida nunca la causa de que la primera vez que viste al amor de tu vida haya estado deprimido y con un suero metido en una cama de hospital.- Se quedaron callados un buen rato, con Mark y sus ojos fijos en el rostro golpeado de Eduardo, y este revoloteando un poco alrededor de Marianne.

-Si supiera que no la estoy cuidando a ella...-dijo de repente a Max.- Peor, si supiera a quién elegí cuidar en lugar de ella.

-Pero nunca lo va a saber, te dije ya que es una gran chica, pero no es Mark... ¿cierto?- a Eduardo no le quedó otra más que asentir, después de todo esas palabras eran suyas.

Mark volvió a hablar unos minutos después.

-Señor Saverin...- musitó sin despegar los ojos de Eduardo- ¿Por qué no despierta?- Ricardo le miró con lástima, y Eduardo pensó que verle nuevamente con ese aire infantil y tremendamente frágil que tenía al decirle “te necesito” era algo para lo que nunca volvería a estar preparado- ¡Despierta Wardo!- Pidió/ordenó Mark golpeando el cristal con su dedo índice.

-Hijo, eso es lo que yo quisiera saber- contestó el padre de Eduardo.

-Usted no lo entiende. Él tiene que llamar un día...cualquier día, va a decirme que ya me perdonó, tiene que aceptar tomar un trago conmigo y volver a Facebook por la puerta grande, entonces todo será como antes y por fin me hará caso y se mudará a Palo Alto...pero no puede hacerlo si no despierta.- El puño de Mark se apretaba con tal fuerza que sus nudillos estaban blancos.

-No puede hacer esto ahora...- dijo Eduardo más para sí mismo.

-Tampoco podrá escucharme decir que le quiero, ni que estoy orgulloso de él, que lo hubiera estado si hubiera decidido ser pintor, o artista o alguna estupidez de esas- dijo Ricardo con una sonrisa triste.- Que no podría estar mas orgulloso del hombre bueno e íntegro que fu...disculpa- El hombre dio media vuelta y desapareció, Eduardo supone para no quebrarse delante de Mark.

Si Eduardo tuviera que respirar estaría hiperventilando, apenas podía creer lo que acababa de escuchar, las dos personas que más daño le habían hecho en la vida, a quienes mas había necesitado y se habían dado el lujo de patearle el culo acababan de...ni siquiera sabía que cosa habían hecho, pero Eduardo se sentía contento y devastado a la vez.

-¿Quieres un respiro chico?- Max no esperó una respuesta, Eduardo simplemente sintió que se acababa de quedar dormido, a pesar de no necesitarlo más.

No pudo ver a Mark quedarse de pie inmóvil junto al ataúd hasta que dos hombres de la agencia funeraria pidieron amablemente que se retirara, porque iban a salir ya hacia el cementerio.

-_-

-¿Como hiciste eso?- preguntó Eduardo caminando al lado de Max por el césped del cementerio.

-Es como dormir...puedes hacerlo mientras tu chico duerme, no es que lo necesites, simplemente es para cuando quieras desconectar o algo así, como hace un momento.

-¿Puedo hacerlo cuando quiera?

-Sí, pero espero que no lo tomes por costumbre.- Eduardo negó con la cabeza sonriendo, bastante complacido con su nuevo descubrimiento.

Desgraciadamente la felicidad le duró poco, ya que pronto escuchó a Mark levantar la voz unos cuantos pasos delante de ellos.

El cortejo con el féretro iba bastante adelantado, pero Mark parecía no querer volver a estar cerca de esa caja de madera, ni siquiera verla vamos. Mientras Dustin aparentemente no podía apartar la mirada de ella.

Cuando Chris tomó a Mark por los hombros para apartarle del ataúd, Dustin pudo ver apenas el rostro de Wardo, tuvo que reunir todo el valor que poseía y hasta el que no para no ponerse a llorar allí mismo, y la sensación persistía.

Aparentemente Mark estaba mucho más interesado en otras cosas.

-No sé de que me hablas.- Chris intentó seguir caminando, pero Mark lo detuvo tomándolo por un brazo.

-Oh, por supuesto que sabes.- Mark hablaba con más seriedad que de costumbre, y aparentemente estaba muy decidido a algo.

-Bueno, de ser así no entiendo qué puede interesarte de eso.- Dustin estaba confundido, parecía que estaba viendo un partido de ping pong sin pelota.

-¿Era en serio Christopher?- preguntó Mark molesto- ¿Wardo y tú?

Dustin se echó a reír, no sería la situación más apropiada para eso pero lo que estaba insinuando Mark era absolutamente irrisorio.

-Mark, no digas estupideces...ya te afectó tanta cafeína en serio.- Dustin le dio un golpe cariñoso en el hombro- Vamos que no es algo que tenga muchas posibilidades.

-¿Y eso por qué?- preguntó Chris medio ofendido.

-¡No! Que no diga nada...- Eduardo estaba a punto de darse de cabezazos contra el primer árbol que viera.

-¿Algo de qué preocuparse? - preguntó Max

-¡No!- exclamó Eduardo casi en un grito- De hecho en verdad no, sólo...no sé, fue algo extraño, y Chris tiene razón, a Mark no le importa eso.

-Pues a mí me parece que sí que le importa- puyó Max.

-Por su culpa me voy a perder mi entierro...siempre tenemos que estar llegando tarde por su culpa.

-¿Ves? No es imposible- refutó a Chris con una mueca graciosa y luego habló dirigiéndose a Dustin.- El padre de Wardo me dijo que nuestro amigo Hughes era casi “su próximo yerno”- soltó Mark con total reproche.

-¿Qué?- preguntó anonadado el pelirrojo al mismo tiempo que Chris contestaba.

-No es tanto así, no fue para tanto -Mark volteó a mirarlo hecho una furia.

-Pero sí que “fue”- protestó Dustin comenzando a levantar la voz.

-Exijo una explicación ahora- Mark parecía a punto de echar fuego por la boca.

-Exigimos- secundó Dustin cruzándose de brazos.

-Que les den- fue la educada respuesta de Chris.

-No, de ninguna manera creas que nos vas a dejar así. -Dustin corrió a interponerse delante de Chris que intentaba huir- Vamos Chris, que somos tus amigos.

-¡Pero no tengo por que contarles todo! - Chris acabó gritando, lo cual era absolutamente extraordinario, tomó aire y cerró los ojos tratando de tranquilizarse-. Tienen que entender que a la única persona que le interesaba esto, aparte de mí es a quien vamos a poner bajo tierra dentro de unos cuantos minutos- argumentó finalmente con voz temblorosa.

-Chris...-Dustin tenía un corazón muy noble y ese argumento era suficiente para que dejara de preguntar, pero Mark no era Dustin.

-Christopher...- Mark no les miraba, no le importaba que Dustin estuviera dando palmaditas en la espalda de su amigo y mucho menos que este pareciera a punto de ponerse a llorar. - Esto va mucho más allá de una empresa, o de una relación laboral, si quieres guardarlo para ti lo respetaré, pero me daré cuenta de que nuestra amistad no es lo que yo pensaba, porque de esa manera es como me estarías traicionando, como amigo.

-Maldito chantajista- dijo Dustin mostrando su indignación, pero la expresión en la cara de Mark era más que sincera, por lo que Chris suspiró derrotado.

-¿Por qué no simplemente lo deja estar?- preguntó Eduardo a lo que fuera que le escuchara dejándose caer en la hierba con cara de derrotado.

-No me quería ver...al principio, cuando regresé lo busqué.- comenzó a relatar Chris- Pero podía ser demasiado escurridizo el desgraciado.

-Normal, a mí tampoco me contestaba las llamadas.- Dustin miró a sus amigos disculpándose tácitamente por interrumpir.- Continúa.

-Un día apareció frente a nuestra habitación.- A esas alturas Chris ya se había apoyado en el tronco de un olmo- Llevaba una caja, lo único que me dijo fue que allí estaban tus cosas, se dio la vuelta y se largó sin dejarme siquiera abrir la boca.

-¿Qué había en la caja?- preguntó Dustin a Chris.

-No s..- Mark cortó su respuesta

-Una sudadera, dos libros, algunos CD’s, notas del inicio de Facebook, una hoja de papel donde le pedía que nos viéramos a las 9 en casa y la llave de Kirkland que le di.- La respuesta fue en automático, Eduardo prefería mirar a lo lejos, entreteniéndose en buscar los rizos castaños de Marianne.

-Después de eso sólo lo vi un par de veces desde lejos-Chris continuó con su relato.- Hasta la noche en que...

-¿Qué?- preguntó Mark disimulando su urgencia.-¿Cuando se revolcaron la primera vez? - Eduardo se levantó rápidamente y con dos pasos tomó a Mark por el brazo algo mas bruscamente de lo que le hubiera gustado para ordenarle.

-Ya basta, da el tema por terminado en este momento.- Pero Mark no retrocedió ni un milímetro.

- No digas estupideces, pareces novia celosa- contestó Chris mordazmente y Eduardo sonrió involuntariamente.- Lo que iba a decir, fue hasta la noche que llamaron a mitad de la madrugada buscándote en Kirkland.

-¿Qué? ¿Quién me buscaría en Kirkland a esas alturas?- preguntó Mark casi indignado.

-Ese fui yo- confesó Max a Eduardo, que lo miró extraño.- ¿Qué? En mi facultad estábamos más preocupados por salvar vidas que por chismes universitarios.

-Estaba medio dormido, pero por lo que entendí seguías siendo el contacto de emergencia de Wardo, por eso te buscaron así. En fin, me dijeron que estaba ingresado en el hospital y salí corriendo, ni siquiera pregunté la razón.

- De hecho no fue del todo así- susurró Max atrayendo la atención de Eduardo.

-¿Entonces?- preguntó su protegido.

-La chica que llegó contigo en la ambulancia, supongo que la misma que te encontró - rodó los ojos e hizo un gesto exasperado.- Una niña loca y gritona con rasgos asiáticos.

-¿Christy?- A Eduardo le hubiera gustado decir que estaba sorprendido, pero claro; debió haberlo imaginado muchísimo antes. Si sobrevivió fue porque alguien capaz de traspasar los treinta cerrojos que tenía su habitación le había encontrado, y el único ser medianamente humano con esas características era Christy- Era mi ex...- explicó, y tuvo que aguantar la mirada de Max que gritaba ‘como pudiste estar con esa cosa.’

-Bueno ella, dijo que no te agradaría despertarte y verla, garabateó un numero de teléfono en tus notas de ingreso y dijo que le pidiera a Mark Zuckerberg que viniera a ver lo que había hecho, obviamente no podía decir eso, por eso me inventé lo del contacto de emergencia.

Eduardo hizo un gesto de aceptación y siguieron escuchando el relato de Chris, una vez que el par de críos preguntones le dejaron continuar.

-Cuando llegué me dijeron que se había intoxicado con barbitúricos, sentí que se me cayó el alma como podrán imaginar.

-Pero, entonces lo que quisieron decir en realidad fue que...- Eduardo no se iba a perdonar nunca la mirada de tristeza de Dustin cuando comprendió la situación al completo.

-Avisé a sus padres y me quedé allí hasta que llegaron, estaba decidido a no regresar. Pero tres días después aparecí en el hospital. Su madre tuvo la gentileza de dejarnos solos...y allí sucedió.

-¿Te diste cuenta de que estaba muy bueno y te lo querías tirar, o simplemente fue amor a primera vista?- preguntó Mark con demasiado veneno en la voz.

-No seas gilipollas.- La mirada de Chris le hizo pensar a Eduardo que si Mark decía otras dos idioteces ya no iba a tener que proteger a nadie.- Estaba...era un completo desastre, en pocas palabras.- A Chris aun parecía dolerle el recuerdo- Cuando abrió los ojos fue...¿ recuerdan esos ojos enormes y oscuros que parecían de un cachorro juguetón, o de Bambi?- Dustin y Mark asintieron mientras Eduardo gritaba un “¡Oye!” enfadado que nadie escuchó.- Pues ya no estaban, simplemente había dos...agujeros negros vacíos y aterradores. Se veía tan...devastado, tan frágil...daban ganas de protegerle de todo con tal de que volviera a sonreír.

-No sé si sentirme ofendido o conmovido- dijo Eduardo con los brazos cruzados, sacándole una risotada a Max.

-Es que es cierto hijo, el hecho de que esté aquí es la prueba más grande.- Touché, partida para Max.

(continúa en la siguiente entrada)

amigo invisible, fanwork: gráficos, fanwork: fanfic, !admin

Previous post Next post
Up