ai: día dos (ii)

Jan 07, 2012 22:05

Título: En la que Mark tiene un perro y Eduardo es camarero
Destinatario: earwen_neruda
Personajes/Parejas: Mark Zuckerberg/Eduardo Saverin
Resumen: Es una frase sencilla. Con sujeto, predicado y todos los complementos. Si fuera una persona normal-que Mark lo es, solo que es, Mark-estaría encantado de tener un perro adoptado en su casa de seis habitaciones y tres cuartos de baño.
N/A: Lo iba comentando por twitter, que seguramente esto sea el principio para un longfic. Debería de haber sido el long y awesome fic que se merece earwen_neruda pero he hecho lo que mi cuerpo me ha permitido (porque ando pachucha últimamente) pero bueno, FELIZ NAVIDAD, FELIZ AÑO NUEVO Y FELICES REYES. Eres awesome, querida mía y te mereces lo mejor del mundo.


En la que Mark tiene un perro y Eduardo es camarero

Mark Zuckerberg tiene un perro.

Es una frase sencilla. Con sujeto, predicado y todos los complementos. Si fuera una persona normal-que Mark lo es, solo que es, Mark-estaría encantado de tener un perro adoptado en su casa de seis habitaciones y tres cuartos de baño. Un perro grande, además, así que más espacio para que corra y trastee como lo hacen los perros grandes.

Pero Mark es Mark y él prefiere los gatos. No es que odie los perros, pero siempre ha pensado que si llega a tener un animal doméstico en casa algún día (que no lo pensaba tener porque anda ocupado las 24 horas del día), sería un gato porque son más independientes, más limpios y más tranquilos.

Pero un perro significa tener que sacarlo a pasear (y Dustin le ha hecho jurar que “sacarle a pasear” no significa abrirle la puerta del jardín para que haga sus necesidades), darle de comer, bañarle, llevarle al veterinario, jugar con él…en fin, cosas de las que se requiere tener tiempo y Mark, lo cierto, es que no tiene mucho.

Mark es el inventor de Facebook y tiene la convicción de que debe pasar todo el tiempo que sea necesario en las oficinas, controlando cada movimiento que se hace en su gran invento. Esa es la razón por la cual, en su cumpleaños, Dustin le regaló un perro que llevaba un gran lazo rojo encima de él.

El perro aún no tiene nombre, pero Dustin no para de llamarle Skynet por alguna razón la cual Mark no llega a comprender, y lo peor de todo es que el perro contesta, como si entendiera lo que Dustin le dice. A Mark no le hace mucho caso. No es como si le importase, pero tiene que reconocer que le molesta que el chucho no le haga caso cuando intenta ponerle la correa o le mire como si le hubiera crecido otra pierna si Mark farfulla incongruencias.

El caso es que Dustin le ha regalado un perro y se tiene que ir a casa a las seis para darle de comer y dar el paseo diario. A Chris casi le da un ataque cuando lo vio salir por primera vez de la oficina a las seis.

Su secretaria, Abbie, le ha dado la dirección de un buen veterinario y de un parque dónde la gente suele ir a pasear a sus perros. No es que Mark sea un antisocial, pero no tiene la necesidad de conocer a gente nueva, y mucho menos a amantes de perros porque sabe que al final acabarán teniendo una conversación sobre como de monos serían sus cachorros si echaran a sus perros.

Es la típica conversación que Mark no quiere tener en la vida.

Dustin se ríe de él cada vez que le ve salir de su despacho, cuando el resto de personal de la oficina sale. Mark suele mandarle a la mierda, pero hoy no tiene ganas ni fuerzas para hacerlo. Lleva desde ayer encerrado en la oficina, gritando desde videoconferencia a sus empleados de la otra parte del mundo, Australia, dónde parece que se les ha parado el tiempo porque llevan desde ayer con el servidor caído. Y Facebook nunca se cae.

Cuando llega a casa, despide a Luc, el cuidador del perro, con un fajo de billetes y un “te llamaré mañana” entre dientes. El perro le mira desde la esquina, sentado, del salón, esperando algo. Mark pasa de largo y decide darse una larga ducha, pero antes desconecta el móvil y hace caso omiso al parpadeo rojo insistente del contestador. Está más que cansado, y no es porque nunca se haya pasado más de dos horas creando código, es por todo lo contrario. Porque se ha pasado más de dos meses sin hacerlo y ahora se le caen los parpados nada más de pensar en que tiene que sacar al maldito perro. Si tuviera un gato, la cosa sería más distinta, porque no tendría que sacarlo. Está por abrirle la puerta del jardín, y acostarse, pero seguramente el perro haya ideado alguna forma de contarle a Dustin que no ha salido a dar su paseo diario.

Así que, cuando termina de ducharse, se viste con lo primero que encuentra, un pantalón de chándal y una sudadera gastada, y con el pelo mojado, se decide a bajar a ponerle la correa, o mejor dicho, a luchar por ponerle la correa. El perro, sorprendentemente, decide dejarse y Mark sonríe de medio lado.

-Vamos-dice abriendo la puerta.-Espero que no me hayas echado de menos.

El perro no dice nada, pero mueve la cola, como si estuviera contento. A fuera está oscureciendo y hace algo de humedad. Palo Alto se ilumina poco a poco mientras caminan hacia el parque más cercano a casa. El perro va delante de él, y Mark bosteza cada diez segundos. Por supuesto no se percata cuando choca sin querer con alguien más alto que él, y está a punto de gritar algo, pero el perro empieza a ladrar y mueve la cola, y esa persona-un chico joven-se ríe.

A Mark no le hace ninguna gracia.

-Perdona-dice el chico.-No me reía de ti, si no del perro.

Mark está a punto de gruñirle algo, pero entonces ve al chico agachándose para acariciar al perro sin dejar de sonreír y dentro de él ocurre algo que no sentía desde que Erica Albright le pidió salir en la universidad. Y de eso hace casi cinco años. No es que no haya tenido relaciones esporádicas, pero si es cierto que desde que dejó la universidad no ha tenido novia formal, pero si se ha acostado con varias chicas de vez en cuando, y algún chico que Chris le ha presentado en alguna fiesta.

-Tu perro es una pasada.

-Gracias-consigue decir Mark.

-¿Cómo se llama?

-No tiene nombre oficial, pero mi mejor amigo le llama Skynet.

-¿En serio?-pregunta el chico algo divertido.-No le pega. Es decir, Skynet es un programa creado para destruir a la humanidad, supuestamente. Dudo que tu perro quiera acabar con la raza humana-el perro le lame la mano.- ¿Ves? Es una monada.

-Si tú lo dices.

-¿Acaso no te gusta?

Mark se encoge de hombros y tira de la correa del perro. No tiene por qué dar explicaciones a nadie y menos a un tío que ha congeniado tan bien con su perro y que encima le parece divertido que se llame Skynet.

-Tenemos que irnos.

-Oh, claro-dice el chico.-Me llamo Eduardo, por cierto.

-Mark-dice asintiendo.

-Un placer-contesta Eduardo sin dejar de sonreír.-Lo mismo para ti, Skynet.

El perro ladra un par de veces mientras Eduardo se aleja por la misma calle que ha venido. Mark mira un par de veces a Skynet y tira de él hasta que consigue que se dé la vuelta para volver a casa.

***

No vuelve a pensar en Eduardo hasta que vuelven a encontrarse, casi dos semanas más tarde. Chris lo ha arrastrado a una cafetería aprovechando que Mark ha decidido salir a que le dé el aire un poco antes de matar a algún empleado.

La cafetería es muy normal, y lo mejor de todo es que tiene WIFI así que, cuando se sienta saca el móvil y empieza a redactar un mensaje para Dustin, advirtiéndole que si no soluciona todo el lío que tienen encima, su cabeza va a ser la primera en rodar. Chris farfulla amablemente al camarero la comanda.

-¿Mark?-dice una voz familiar.

En seguida levanta la cabeza y abre los ojos, como si tener delante a Eduardo fuera una especie de droga que le causara ese efecto.

-Hola-contesta. Chris tiene la boca bastante abierta, sorprendido, Mark lo sabe, de que alguien que sea ajeno a Facebook conozca a Mark.-Eduardo, hola.

-Me alegro volver a verte. ¿Qué tal Skynet?

-¿Skynet?-preguntan a la vez Mark y Chris.

-Tu perro.

-Bien, aunque sigue sin gustarme el nombre de Skynet.

-¿Quién ha llamado así al perro?-pregunta Chris.

-Dustin-responde Mark. Eduardo sonríe de medio lado.-Este es Chris.

-Encantado-dice Chris alargando la mano.- ¿De qué conoces a Mark?

-Nos chocamos el otro día. Fue mi culpa, por cierto.-dice apuntando con el bolígrafo a Mark.-Déjame que te compense invitándoos a un café.

-No hace falta.

-Tonterías-Eduardo sacude la cabeza.-Tenemos un café estupendo, y las tartas son muy famosas por las chicas universitarias de la zona. Las hace el dueño.

-Suena genial-responde Chris.-Yo tomaré un trozo de tarta de manzana, por favor.

-Yo solo el café-anuncia Mark-Muchas gracias, pero solo se me apetece café.

-Como quieras-dice Eduardo.-Traeré en seguida lo que habéis pedido, chicos.

***

Vuelve a ir a la misma cafetería casi diariamente. Solo, a veces acompañado por Chris o Dustin, de quién Eduardo se ha hecho muy buen amigo y comparten anécdotas de cuando iban a la universidad.

Porque sí, Eduardo ha ido a la universidad y ha estudiado meteorología pero está trabajando de camarero para poder pagarse un máster en Stanford.

-Eres la primera persona que cree que la meteorología no es mala elección.

-Cada uno tiene que hacer lo que le guste y a ti se te da bien ¿no?-Eduardo asiente.-Pues eso, además, me solucionaste la vida con un problema que teníamos con uno de los algoritmos.

-Me gustan las matemáticas.

También se encuentran de vez en cuando en el parque y Eduardo le ha regalado a Skynet varios juguetes y le ha llevado galletas. A Mark no le gusta que le den muchos mimos porque se puede acostumbrar, pero es verdad que el perro se hace querer a medida que pasa el tiempo y ahora ya le hace más caso que antes.

Puede que sea gracias a Eduardo, o puede que sea porque pasa más tiempo fuera de casa y de la oficina-no mucho, porque siempre tiene que trabajar- y se permite ser algo más sociable y menos huraño.

También puede que sea porque no se atreve a pedirle una cita a Eduardo y se conforma con esos días en los que se ven en la cafetería o paseando a Skynet juntos por el parque, conociendo a otros dueños de perros, que saludan a Mark cordialmente.

A Eduardo no le importa que Mark sea el inventor de Facebook, o que tenga más dinero que muchas de las personas que hay en la ciudad, y eso a Mark le hace tremendamente feliz.

***

-¿Vas a pedirle salir de una vez o vamos a tener que esperar al próximo milenio?-dice Dustin sentándose en el sofá de la oficina.

-¿Qué más te da?

-Mucho porque sueñas despierto y te vas antes, no es que me queje, y llegas por la mañana con una sonrisa de idiota que asusta a los empleados más jóvenes.

-Mi reputación se está yendo a la mierda, por lo que veo.

-Oh, vamos, Mark…no se trata de tu reputación ni de lo feliz que parezcas, si no de si lo eres realmente.

-Lo soy. Tengo el trabajo que quiero, vivo en una casa grande, tengo amigos…

-Un perro.

-El perro y…Eduardo.

-Es precioso, de verdad, que a Eduardo no le incluyas en tu lista de amigos, pero escúchame, alguien se te puede adelantar porque Eduardo es como una joya…

-No empieces, Dustin.

-Tú ya me entiendes.

-Por desgracia sí, aunque preferiría tener esta conversación vía email, no mejor no. Preferiría no tener esta conversación contigo para nada.

-¿Y con Chris?

-Tampoco.

-Pero necesitas nuestro consejo.

-No, lo que necesito es que vuelvas al trabajo y me dejes lidiar a mí con mis problemas personales.-dice señalando la puerta y volviendo a concentrarse en lo que tiene delante de las narices.

Eduardo le manda un mensaje esa noche, invitándole a ir a su casa a ver una película. No comenta nada a Dustin ni a Chris porque supone que va a verlos luego. Quizá tengan razón y necesite algo de ayuda con Eduardo.

Sin embargo, cuando llega a casa de Eduardo no hay nadie, solamente ellos dos, y en la mesa solo hay cubierto para dos.

-¿No vienen Chris y Dustin?

-No, Mark.-contesta mientras termina de preparar la cena.-Oye, ¿te gusta la pasta? No te lo he preguntado y lo he dado por hecho.

-Sí me gusta, sí. No te tienes que molestar, podemos pedir una pizza, si quieres.

-No es ninguna molestia, idiota. Hazme el favor de sentarte, luego vas a fregar tú.

-Pero soy tu invitado-protesta Mark.

-Esa época en la que eras mi invitado ha pasado, Mark.

-Entonces ¿qué soy?

Eduardo no responde, pero deja de cocinar y se da la vuelta hacia dónde está Mark.

-Creo que es bastante obvio que hemos estado saliendo durante casi dos meses.

-Qué.

-Todos esos paseos y las películas y…oh, dios. Pensé que estábamos saliendo.

Mark se queda clavado en el suelo sin saber que decir ni que hacer. La verdad es que nunca había pensado durante el tiempo que conoce a Eduardo, que estaban saliendo juntos. Aunque tiene todo el sentido del mundo, esos paseos con Skynet, las noches interminables viendo películas, los días que Eduardo le llevaba café a la oficina porque Mark tenía pensado quedarse toda la noche despierto solucionando algún problema.

Sí. Han estado saliendo juntos durante dos meses y los dos son idiotas.

-Somos idiotas-dice Mark.

Eduardo tiene la mano en la boca y algo de salsa en la mejilla izquierda. Es la cosa más adorable que jamás ha visto y las ganas de acercarse a él y besarlo son demasiado grandes para frenarlos. Así que hace lo que debería de haber hecho hace dos meses.

Le besa.

Y es maravilloso, aunque no es un beso de película, pero es un beso de los que se dan cuando llevas tiempo con una persona para saber cómo los quiere, con las manos al lado de la cara y succionando un poco el labio inferior.

Cuando se separan, Eduardo sonríe de la misma forma que el día que se conocieron, como si Mark fuera la persona más importante del planeta.

***

Sí, Mark tiene un perro. Se llama Skynet y no es un programa para matar a la humanidad. Es cierto que muchas veces quiere quedarse en el sofá de casa en vez de sacar al perro, pero luego recuerda que Skynet fue el que le “presentó” a Eduardo.

Y eso no puede ser obra de un programa mortal.

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