Si yo fuera buena contando historias, les hablaría de Liz, del año difícil que tuvo, casi seis meses en el paro. Y les hablaría también de todos esos ángeles que se encontró en el camino y que le devolvieron la fe en la humanidad. Porque descubrió que el mismo cariño y calidez no distingue, no conoce fronteras ni egoísmos
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