May 05, 2008 07:03
Título: Ella no estaba viva
Reto: #4 de LMF
Palabras: 517
Advertencias: insinuaciones de sadomasoquismo
Summary: de repente, todo dejaba de tener importancia sin ella.
Y aquí estamos, otra vez. Juntos, no de la misma manera, pero juntos al fin y al cabo. Y cuando recuerdo tu rostro, los detalles son insignificantes y los problemas una nimiedad. Todo se vuelve claro y suave, relajante y ligeramente abrumador. Los recuerdos vuelven y juraría que casi los puedo tocar, tú, con tu largo cabello color miel. Tú, tan bella. Y te vuelvo a recordar, como un sueño que nunca he podido olvidar. Te siento tan cerca, pero a la vez tan lejos.
Cuando vuelvo al que alguna vez fue nuestro hogar, siento el frío. Un frío que me absorbe en un abrazo mortal, ahogándome. Trato de entender qué pasó, cómo sucedió, qué hice mal. Es en ese momento en el cual recuerdo tu sumisión, tu entrega, tu obediencia. Nunca un no por respuesta, no había fuerza de voluntad. El techo podría caerse, pero sin mi orden, no hay nada qué hacer. Eras como una máquina. Demasiado perfecta, demasiado bella, demasiado obediente. Y resulta irónico saber que, a pesar de todo, te amé.
Te amé aunque no lo demostrara. Cuando tus lágrimas no surcaban las pálidas mejillas, yo me preguntaba el por qué. Por qué. Por qué. Por qué y mil veces por qué. Eras humana, respirabas, comías, dormías, pero no sentías. Y cuando tus ojos vacíos chocaban con los míos, sentía miedo. Miedo porque no entendía, miedo porque me parecía anormal que un ser humano no se quejara, ni llorara, ni siquiera un gemido de dolor.
Nada.
Tampoco se cómo, ni tampoco por qué. Pero en un momento indeterminado, comencé a disfrutar de ello. Tu entrega, tu sumisión. Todo me excitaba, todo me hacía sentir mil y un mariposas y tu sufrimiento me hacía sentir vivo. Sí, soy un enfermo, pero soy el enfermo que te amaba. El que te quería el silencio, el que rogaba a todos los dioses porque tu no te fueras, porque no me abandonaras.
Quizás sea un castigo, pero ahora, cuando veo tu fría lápida, me pregunto si los dioses me odian. Probablemente sea así, o tal vez me lo merezca.
No estoy seguro, realmente, no estoy seguro de nada. Pero si hay algo que mi mente tiene totalmente en claro, es que la vida sin ti no vale nada.
No, no vale nada.
No vale nada porque ahora todo lo veo en blanco y negro. De repente, la vida pasa lenta y solitaria. Monótona, fría y lenta, tan lenta. Mis ojos viajan al cielo y cuando veo las nubes, opacas y grises, comprendo que por mucho que me queje o grite, tú no volverás. No lo harás porque, de alguna manera, el descanso te lo mereces. Porque soy un animal que no supo amarte como un buen hombre pudo haberlo hecho. Veo nuevamente tu lápida, oscura y abandonada, sus letras parecen grabarse en fuego en mi alma y se repiten incansablemente en mi memoria.
Gran mujer, gran esposa. Que el señor la tenga en su gloria.
La gloria. Ella me sabía a gloria. Vida que no sentía, sentimientos que no mostrabas.
Muerta en vida, tú estabas muerta en vida...
Y a pesar de todo te amaba.
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