Deberían castigarme con el abrumador poder del yaoi, deberían, porque no puede ser sano imaginar tal cosa para este capi en especial. Y sí, me permití pensarlo con detenimiento, pero por mucho que intenté la idea no me salía de la cabeza. Sin quererlo, estando frente a la ventana de wordpad sí, porque mi word murió la idea tomó forma con abrumadora rápidez. Por lo tanto, aquí lo tienen:
Lujuria Lujuria
Eran las doce de la noche, lo supo después de que su mirada angustiada había viajado al pequeño reloj sobre su mesa de noche. Se removió ansioso, sus rastas revueltas y expandidas en la almohada. Sentía que de repente hacía demasiado calor para ser invierno, el pijama se le pegaba a la piel y no paraba de escuchar sus propios pensamientos resonando en su mente. Luego de dar vueltas y vueltas sobre la cama, miró inexpresivo el techo de su habitación adornado con pósters de sus guitarristas preferidos.
Le sudaban las manos y sentía un extraño escalofrío recorrer su cuerpo.
Ya hastiado, se levantó de la cama. Sus pasos silenciosos viajaron a la puerta entreabierta de su habitación y justo al otro lado del pasillo, el cuarto de Bill.
Tragó saliva y cerró por un momento los ojos, tratando de comprender qué le pasaba. De repente, escuchó un ruido, un sonido que se le hizo muy similar a los que Bill hacía cuando ambos se besaban o cuando se lastimaba. Para él, besarse era como un juego prohibido y a Tom le gustaba mucho jugar con Bill.
Totalmente convencido de lo que iba a hacer, caminó hacía el cuarto de su hermano y al abrir la puerta, lo que vio lo dejó anonadado.
Bill estaba acostado de lado, mirando hacia la puerta. Hasta ahí todo iba normal, de no ser porque tenía una mano dentro del pantalón del pijama y su rostro estaba contraído en una extraña expresión. No fue hasta que caminó hacia adentro que Bill se enteró de su presencia.
Asustado, retiró la mano del lugar y buscó desesperadamente una excusa para lo que hacía, mientras Tom le miraba interrogante. Quizás Bill no lo notara, pero Tom comenzaba a sentir algo muy incómodo dentro de los pantalones.
-Bill.
El mencionado no dijo nada, calló sin saber qué decir puesto que ni él mismo sabía lo que acababa de hacer.
-Bill, no puedo dormir.
El menor, al notar que su hermano había dejado de mirarle de forma tan penetrante, se permitió levantar la mirada y verle tan sólo un poco más seguro. Algo dudoso, hizo un espacio en su cama para que Tom viniese a su lado. Éste no lo pensó dos veces.
-Vamos a jugar -exigió, ambos ya acostados frente a frente y con las cobijas hasta la cabeza.
- ¿Jugar? ¿Ahora? -Bill parecía no entender la actitud de su hermano.
Tom frunció el ceño y se acercó aún más a Bill. El menor tuvo que observar con confusión como Tom le tomaba de la mano y la metía dentro de su ropa interior. Sorprendido, descubrió que Tom estaba "duro" al igual que él y lo peor es que no entendía por qué. Nunca antes le había pasado.
- Vamos a jugar -explicó, acentuando el doble significado de aquella palabra.
Luego de eso, todo se volvió nublado y el mundo parecía dar muchas vueltas.
Normalmente, solamente sentía mucho calor y una gran ansiedad. Ansiedad por besar cada vez más profundo a Bill, deseo de sentirle hasta que sus pieles se fundieran en fuego y permitirse saber que él y sólo él, existe en su mundo.
Y seguía siendo lo mismo, pero más fuerte aún.
Esa noche de invierno, se permitieron jugar una vez más. Pero esta vez, el juego había subido de nivel.
Bill y Tom no conocían el significado de masturbarse, pero aún así lo habían hecho mutuamente.
Bill y Tom, con 11 años, no conocían la lujuria, pero aún así disfrutaban del pecado.