El chico no pudo menos que asombrarse ante la cantidad intimidante de desorden en la habitación de Yamato. Por el cúmulo de prendas que había esparcido por el suelo, la cama o incluso el escritorio, él habría creído a su amigo si le dijese que no utilizaba los armarios para guardar ropa. Avanzó con cautela, esquivando pantalones, latas de refresco
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