Título: (Juro que lo pondré cuando se me ocurra :D)
Manga: Axis Powers Hetalia.
Género: OC's. Romance. Drabble
Pareja: Madrid (Guillermo) x Catalunya (Eliel) / Euskadi
Advertencias: ¡Beso al fin! Y tiburones.
-Vamos, ¡métete! -exclamó con una sonrisa divertida desde el agua, salpicándole ligeramente con el fin de tentarle a que entrase con él.
-¡Que no! -volvió a negarse el otro tratando de alejarse más del bordillo-. Seguro que lo que quieres es ahogarme.
Eliel había accedido tras muchas insistencias a acompañar a Guillermo a la piscina. No quería hacerle un feo negándose a bañarse con él, estaba claro, pero tampoco quería hacérselo al vasco, quien también se encontraba con ellos tras su insistencia en acompañarle a él y que ahora se reía por la ocurrencia del menor.
-¡Venga, Eli! -el madrileño volvió a salpicarle otro poco- ¡Está fresquita!
-Ya te he dicho que no, ¡no insistas! -refunfuñó. Acto seguido se incorporó y volvió hasta su toalla, al lado de Iñaki.
El moreno les miró a ambos durante un momento, haciendo un mohín ante la negativa del otro. No sabía todavía qué pintaba allí aquel vasco, cuando sólo había invitado a Eliel. Frunció el ceño. Estaba seguro de que era su culpa; sabía que si hubiesen estado los dos solos, Eliel no se habría negado así a bañarse.
No dijo nada más e impulsándose contra la pared de la piscina se alejó del bordillo. Una brazada. Otra. Se sumergió. Eliel, que le había seguido mirando, en ese momento le perdió de vista. Paseó la vista por la superficie del agua, pero seguía sin encontrarle. No podía seguir bajo agua, ¿verdad?
En ese momento se arrepintió. El madrileño no era de esos que se marchaban así como así; quizá se había enfadado. Siguió buscándole con la mirada, sin hacer caso a las palabras de Iñaki que le contaba no se qué de los sanfermines. No quería que se enfadase. En el momento en el que le encontrase pensaba ir a por él sin que se diese cuenta y asustarle desde atrás. Sólo con imaginar la cara de sorpresa de Guillermo se le escapó una sonrisita de satisfacción; seguro que así se le pasaría el mal humor rápido, si es que lo tenía.
Entre pensamientos logró vislumbrar el cabello azabache de su objetivo, que en ese momento acaba de salir de debajo del agua. Estaba de espaldas, pero lo reconocería incluso a kilómetros.
Con un rápido “Ahora vengo” mientras se levantaba de la toalla se despidió del vasco, y sin esperar respuesta o permiso para dejarle a la mitad de su anécdota se metió en el agua, comenzando a nadar hacia el moreno, quien amagaba con volver a echar a nadar también de un momento a otro.
Pero sin embargo no lo hizo. Estaba cansado por los largos que acababa de hacerse, aunque realmente le habían sentado bien, ya que habían conseguido hacer que descargase gran parte del mal humor que tenía minutos atrás.
Se echó el pelo hacia atrás. Ese catalán se lo iba a pagar. Ahora saldría de la piscina y le gotearía con el agua fri-
-Que ve el tauró!
“¿Que que qué?”
Eso fue lo único que le dio tiempo a pensar antes de notar unos brazos que le rodeaban sobre los hombros y un peso que le hizo perder el equilibrio y acabar bajo agua. Fue todo muy rápido. Pocos segundos después estaba de nuevo fuera, y tras apartarse de nuevo el pelo se giró para ver quién había sido la cabeza pensante de ese “susto”.
-Si eso ha sido un intento de hacer el tiburón, ha sido muy flojo -comentó Guillermo acercándose al catalán que en ese momento se reía a carcajadas.
-¡Pero te he asustado! Era lo importante -afirmó entre risas, tratando de calmarse o no le serviría de nada aquello si el otro volvía a mosquearse. Le había hecho mucha gracia la cara de no entender nada y de susto del madrileño en ese momento. No era algo que se viese todos los días y, sinceramente, valía la pena.
-Sí, sí… Y ya veo que tú por fin has decidido meterte en el agua. ¿Se ha metido Iñaki también? -preguntó casi con sorna, cruzándose de brazos.
Apartó la mirada del catalán para buscar por los alrededores, haciendo como que buscaba al mencionado. En realidad, esperaba no encontrárselo por allí, y que Eliel hubiese decidido entrar por voluntad propia.
-No está, está en la toalla -contestó el catalán tras ignorar el tono del otro y se colgó ligeramente de su cuello, rodeándole también con las piernas.
Guillermo sonrió tras la confirmación del castaño. Su ánimo había vuelto a mejorar, y aprovechó el movimiento del otro para sujetarle mejor, prácticamente cargando con él a caballito.
-Casi parece que no sepas nadar y tenga que llevarte yo -murmuró de forma divertida el mayor de los dos, recibiendo un golpecito en la cabeza por parte del otro-. ¡Ay!
-No seas idiota. Seguro que sé nadar mejor que tú. A ti te ponen a nadar en el mar y te traga una ola -contestó, sonriendo ante esa imagen mental y casi a punto de echarse a reír de nuevo.
Anduvieron así un rato más, discutiendo ambos sobre las capacidades de natación del Guillermo hasta que éste le soltó y, antes de que el otro pudiese decir nada, se giró y le abrazó.
-Creía que me estabas cambiando por ese vasco bruto -murmuró de pronto con una ligera sonrisita-. Antes, cuando no querías meterte en al agua y te sentaste a su lado.
Eliel cerró los ojos. Sabía que era eso. Paseó suavemente sus dedos por la espalda desnuda del moreno, y aún sin decir nada se separó hasta encontrar sus labios y besarlos. Estaba algo sonrojado por aquel gesto del otro, y era incapaz de ocultarlo.
Iñaki era su amigo, vale. ¿Pero cómo podía pensar en que iba a cambiarle por él?
Aquella era la mejor respuesta que Eliel podía haberle dado. Guillermo le devolvió gustoso el beso y, sin soltarle, se fue moviendo hasta una de las esquinas de la piscina, donde acorraló al menor.
-No estará mirando muchísima gente… -murmuró el catalán separándose un poco del beso; lo que las paredes de la piscina detrás de le permitían.
-¿Y? No me importa…
Aquello continuó un rato más. De vez en cuando besitos cortos, otras veces alguno de los dos prefería profundizar y el beso se tornaba más largo y tentador para ambos.
Finalmente el mayor se separó y dibujó una sonrisa desafiante. Eliel se quedó mirándole sin entenderle, ¿qué hacía ahora? Guillermo se alejó un poco más.
-¿A dónde vas? -preguntó el castaño con intención de ir tras él.
-A demostrarte que sé nadar mejor que tú, Pantumaca. ¡El último paga la cena! -exclamó, y acto seguido echó a nadar.
¡Así que de eso iba el asunto! Frunció el ceño y echó a nadar tras él. Pensaba ganarle, no por no pagar la cena, sino para demostrarle a ese madrileño prepotente que no podía ser siempre el mejor en todo.