May 15, 2008 01:58
Escribir, escribir palabras al viento, esfumandose como el humo de un cigarrillo mal apagado sobre un cenicero olvidado. Dejando que una vieja guitarra lance sus quejumbrosas notas, el sonido de las teclas marca el ritmo de un reloj que ha perdido la noción del tiempo, ha dejado de ser él mismo para convertirse en esclavo de algo más. Extrañas notas, extraños sonidos, venatanas desconcidas que se abren de improvisto demostrandonos que no somos dueños de nosotros sino esclavos atados por las cadenas de nuestros sentidos y nuestro cerebo, que nos engañan continuamente con su juego. Pero esas son las normas, las reglas con las que todos jugamos y tan solo, por instantes, consigues que esas reglas se rompan, se desvanezcane en el aire como el humo del cigarro. Pero todo acaba. El momento se consume y fallece, agónico entre las sombras pesumbrosas de las esquinas que adornan esta habitación, para dejar, tan solo unos instantes después, las cenizas de su belleza.