[Noche toledana] Eriol/Syaoran - NC-17. Capítulo 04/¿?

Sep 09, 2007 17:55

Noche toledana

Card Captor Sakura
Eriol/Syaoran, Eriol/¿?, menciones de Syaoran/Sakura, otras.
NC-17 | Angst yaoi | Shounen ai | Vouyerismo | Violencia | 8,860 palabras

Capítulo 04. Infierno

En contraposición, Eriol aminoró el ritmo del beso, guiándolo en sólo aprecio, recorriendo muy lento la tensa espalda de Syaoran que insistía en calosfríos continuos al sentir presionar la punta de los dedos contra la piel. Era sólo tranquilizarlo, llevándolo poco a poco a un deseo más controlado, menos agresivo, donde la herida no sería tan profunda ni el abandono intolerable.

Varios segundos después, sabiendo que era tiempo, que el ansia entre ambos había cedido a su propia conveniencia, se separó, retrocediendo un paso, lento para no ser abrupto ni maleducado, obligando a que Syaoran le soltara. Dio media vuelta, colocándose en cuclillas para tomar el dinero abandonado en el suelo, juntándolo, contándolo y poniéndose nuevamente en pie, sólo para volver a él y con gran cautela, casi cuidadoso cinismo, devolverle la entera cantidad.

-Vete- iba en contra de sus propias normas, mas era necesario. Aún si perdía en aquella ocasión, si hacía daño al joven trigueño, era mejor que continuar. Vio aquellos ojos antes mirándole con extrañeza, dedicarle una expresión furiosa, tomando el dinero de entre sus manos y corriendo a la salida, empujándole en el trayecto para apartarlo de su camino.

La puerta principal fue abierta y cerrada con igual presteza tras una decena de segundos, dejándolo solo en la Mansión de nueva cuenta. Tomó asiento, observando las piezas de blanca porcelana con lo que sería consternación, el contenido de té caliente que había hecho con la ingenua esperanza de sólo platicar. Aún teniendo tantas palabras en mente, no expresó ninguna, permitiendo su cuerpo reposara contra el sofá, donde la noche le tomó en brazos y le venció.

Los candelabros se apagaron poco después.

Sólo lograba conciliar el sueño al dejar los recuerdos devoraran su mente, arrinconándole a un espacio de espesa negrura, olvidado entre su desamor y las propias culpas, los resultados de sus incorrectas decisiones, las que terminaban por drenar su energía. Abandonado en un sinfín de pesadillas de entremezclados temores y memorias, que sin embargo le mantenían en relativa calma y estabilidad.

Recordar era la manera de no enloquecer.

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Aún el viento no lograba aminorar la grave temperatura de su cuerpo completo, que aunque furioso no dejaba de tiritar en ligeros espasmos de calidez y deseo, concentrados principalmente en su cadera, cayendo desde su espina dorsal, brazos y pecho, tal una corriente de agua helada por las venas, mientras en contraposición se hallaban sus labios sedientos y ansiosos, entreabiertos, que en algunos segundos saliendo de su estupor lograban pronunciar maldiciones, una y otra dirigida a Hiragizawa, aún si su cuerpo lo deseaba aún más y su mente parecía capaz de trastornarse por el solo recuerdo.

Aquel beso no había sido lo que esperaba, no el término de su deseo, sólo su alimento, y la ambición crecía pronto dentro de su cabeza, dando vueltas alrededor de una sola imagen, de las sensaciones aprendidas aquella noche, cuya consecuencia era su insomnio y el poderoso latir que significaba no poder esperar.

El beso incesante que parecía aún sobre sus labios, al cual podía saborear con la punta de la lengua furiosa, repasándolo en incontables veces hasta casi enloquecer, no era sino el inicio.

Ahora a Syaoran no le importaba nada más.

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Al llegar a la escuela, las acciones de Eriol simulaban haber olvidado la noche anterior. En sus rasgos no existía ya aquella mezcla de desasosiego y decepción, ni sus ojos vagaban por el salón como era su costumbre, al contrario viéndosele satisfecho, con la brillante mirada anclada al profesor de Historia Universal por unos segundos antes de concentrarse en el pizarrón vacío. Inclusive en la comisura derecha de sus labios comenzaba a dibujarse una sonrisa.

El tutor dejó las explicaciones, se puso en pie y bajó un poco su voz, dirigiéndose a uno de sus alumnos.

-Hiragizawa-kun, ¿podría venir conmigo a la Sala de profesores? He olvidado las pruebas- el joven asintió, levantándose de su lugar y caminando a la salida, mientras aquel hombre pedía compostura a sus estudiantes mientras ellos se ausentaban por un par de minutos.

Eriol abrió la puerta, quedándose en completa entereza hasta que el profesor salió también, cerrando tras de ellos.

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Conduciéndose a través de las filas de alumnos en el aula, fue repartiendo a cada uno el examen respectivo. A ninguno de ellos le sorprendió que Eriol de vez en vez les deseara suerte y pronunciara alguna indicación en efecto acertada, siendo particularmente expresivo en aquella clase a diferencia del resto del día. Pagado de sí mismo, tal que sus ojos refulgían de algún modo intrigante y su sonrisa era formada con frecuencia, abandonando la casi insana seriedad con que se había presentado semanas atrás.

Mas aquel modo en que se conducía desapareció casi por completo al llegar a la última fila, sustituido por una expresión socarrona en la que su satisfacción redobló esfuerzos. Alcanzó a cada uno la prueba escrita, caminando muy lento hasta el antepenúltimo lugar, donde su ocupante evitaba observarle fingiendo buscar algo en su mochila.

-Luces cansado, querido Syaoran. ¿Acaso no dormiste bien?- imitando el juego, dejó el par de hojas en el pupitre, siguiendo adelante hasta el resto de sus compañeros, a quienes entregó sin parsimonia su futuro trabajo. Mas en el instante en que se retiraba y pasaba de largo a Lee, éste, habiendo salido ya de su sorpresa, le tomó de la camisa, a la altura de la cintura, halándolo fuerte hasta tenerlo nuevamente cerca, donde él mismo se puso en pie.

Encerrado se encontraba en el deseo de golpearlo y besarle al mismo tiempo.

-No es de tu incumbencia- susurró entre dientes, observando la sarcástica mueca que le fue entregada a la par, aunada al ligero rubor en las mejillas albinas. Aún si por instantes había dudado escuchar sus palabras, ahora se hallaba convencido. -Algo hiciste ¿no es así?- retó, tomándole de la muñeca izquierda, pero en aquel instante entre los murmullos de sus compañeros y la obvia tensión de ambos, la voz del profesor se alzó sobre ellos, capturando su atención.

-¿Sucede algo, Hiragizawa?- raudo, Eriol se liberó del agarre del trigueño, negando, mientras éste tomaba asiento.

-No, profesor Sonoda-san…- y sin decir nada más dedicó una ligera sonrisa de satisfacción a aquel hombre de largo cabello azabache, el que le correspondió con cierto furor, viéndole caminar al escritorio tal si nada hubiese sucedido días atrás.

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Syaoran había tenido razón al recelar su actitud, o su rostro sonrojado, junto a la sonrisa traviesa que se formaba precisamente en aquella hora de clase, pensó Eriol, tomando agua en el pequeño cuenco que lograban sus manos, arrojándola hacia su rostro agachado, cuya piel, de igual forma en que lo estaba el resto de su cuerpo, se hallaba caliente, aún bajo las gotas de agua fría y el aire acondicionado. Repitió una vez más la operación, cuidando de cerrar el grifo al terminar, reprochándose haber gastado más agua de la necesaria. Aún así, no hizo ademán de querer salir del servicio, recargado ahora sobre los brazos en el extenso lavabo, observando sus propios rasgos, perdiéndose en el reflejo del espejo.

Akira Sonoda aunque profesor era un cliente más, de aquellos que prefería llamar amantes. Siempre terminaba así tras alguno de sus encuentros, que comenzaban a ser más frecuentes, pues de vez en vez lograba sacarle del salón con evasivas o disculparle con el tutor de la clase siguiente, robarlo por cerca de media hora y encerrarse ambos en su oficina o la Sala de maestros, donde le tomaría con quizá demasiada rudeza y pasión, hasta tener suficiente de él, y el cuerpo al que penetrara dejara de resistirse tal lo hacía siempre.

Aquella vez, evitando la clase de Física, no había sido la excepción.

Mas las razones fueron distintas.

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Aún si sus pasos tal siempre eran fuertes, firmes, y sin embargo lentos y bien pensados, si de sus labios surgían ligeras conversaciones dedicadas a su novia, la que caminaba a su lado y de la mano; o si sus ojos brillaban aún dentro de su natural oscuridad, Syaoran parecía conducirse a través de una ilusión nunca palpable, borrosa y carente de interés. Incluso si aquella escena era tema constante no encontraba facilidad en ella o la paz a la que hacía años se había acostumbrado, caminando por sólo inercia y platicando respuestas cortas dirigidas a Sakura, quien parecía no enterarse de ello.

En ocasiones lograba realmente confundirse. El todo parecía un sueño anclado a fuerza propia, quimera de la que no era capaz de despertar, él mismo esclavo de perdidas ilusiones, mientras el mundo a su alrededor iba drenando la voluntad y la capacidad de ser feliz.

Porque en algún momento había sido feliz…o eso creía recordar.

Quizá sólo vivía en su propia pesadilla, en el silencioso infierno de una irrealidad continua, o era la vida lanzada a sus ojos antes ciegos, y la resignación que llevaba tal promesa.

-Claro- asintió a la propuesta de su novia, dirigiéndose al término de clases hacia los campos de football, donde se llevaría a cabo la reunión y entrenamiento de porristas.

“Ahora siempre estaremos juntos”

Insatisfecho, no lograba despojarse del desasosiego, su sonrisa lo demostró al desvanecerse, centrándose en una mueca de absoluta seriedad y lo que sería casi entereza, en la que ni el nombrar de Sakura pareció brillar, hallándose vacío, opaco, carente de la vida que algún momento le había caracterizado con furia, orgullo y fuerza. Las personas a su alrededor viraban con frecuencia hacia ellos, la pareja perfecta que formaban dentro de su parecido y hermosura, en la que moraban sus fantasías, simulando romances con base en el solo recuerdo, actuando que podían rivalizarles. Las envidiosas miradas que a diario dedicaban su atención, memorizando los movimientos, las palabras y actitudes, a cada vez menos discretas mientras los protagonistas parecían perderse en la presencia mutua, ajenos a su redentor.

Mas sus pasos a mitad del camino se detuvieron.

-Disculpa, tú eres Lee Syaoran ¿no es así?- sin esperar la respuesta que ya conocía, ignorando la cuestión sin sentido que ella misma había pronunciado, la joven recién llegada entregó al trigueño una pequeña nota doblada a la mitad, curvando la comisura de sus labios con descarada picardía. -Adiós, amor- y sin decir nada más ladeó a la pareja, dedicándole a Sakura una mirada de elevada sabiduría. Su cuerpo delgado siguió adelante a través del pasillo principal, dirigiéndose a la salida de la preparatoria, donde un pequeño grupo de chicas le esperaban en igualdad de circunstancias, preciosas y populares, ella la que más.

Ayumi Kidou, 2º B, aquella única que rivalizaba con los rasgos atractivos de Sakura, semanas antes había tenido la intención de conquistar a Eriol Hiragizawa sin conseguirlo, siquiera por su largo cabello negro en preciosos rizos en las puntas, o su piel blanca y perfecta, o los ojos de un frío violeta, o la estilizada figura de su cuerpo ágil.

Syaoran, sin perder más tiempo en ella, desdobló la hoja que había tomado entre sus dedos ante la actitud furiosa de su novia, quien soltó su mano y giró un tanto, dándole parcialmente la espalda mientras derrochaba la mirada en ninguna parte y cruzaba los brazos sobre su pecho.

“Ven al salón cinco del área de Música. Te estaré esperando.
Eriol Hiragizawa”

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Las notas que sus dedos vagando sobre las teclas del piano formaban, eran creadas con suavidad, cierto deseo y ansia de transformar en mayores palabras, muy lento tal si en ello tomase el ritmo de la cruel naturaleza, en obvia representación de la agonía, el pasado, las memorias sin redimir, las culpas, inclusive en dolorosa venganza. Eran las canciones compuestas en noches toledanas, escapando de los largos brazos, blancos cual marfil, suaves sobre su pecho, que pertenecían a su amante, del largo cabello castaño reposando sobre su hombro y los labios que de vez en vez osaban pronunciar su nombre entre fantasías inocuas; caminando fuera de la habitación que compartían, descendiendo las elegantes escaleras en medio caracol, hacia el salón central de la planta baja, donde el piano gritaría las palabras que él había olvidado, y las notas sucumbiendo en el aire doloroso recitarían, tomando lugar de su voz extraviada en el trayecto.

Noche tras noche sin dormir, violando las reglas impuestas por Mizuki, las normas de su romance construido sobre ruinas, había compuesto canciones dedicadas a ella, notas agónicas, bajas, rápidas, las que podían cambiar en abruptas danzas de volumen, consiguiendo la libertad que no era capaz de reclamar.

Cada una recitando un deseo sin cumplir, cual lágrimas cayendo en furiosa tormenta. Era encerrarse en sí mismo, presa de sus propias decisiones equivocadas y de la suavidad de su romance.

Podía saborear el amor al que asesinaba, el que al despertar un nuevo día tomaba nuevos bríos y le consumía en satisfecha angustia. Su amor sin cumplir. De ello trataba la canción deslizándose a través de la punta de sus dedos, descendiendo con leve furia por sus brazos, columna y torso, creadas por el trastorno de su mente herida. Era fácil componerla sabiendo de memoria el dolor al que se había arrastrado, las tinieblas a las que se había arrojado en un segundo de desesperación.

Ahora, sin futuro ni palabras, se hallaba en aquella aula nuevamente, tal la mayoría de las tardes tras el término de las clases, conquistando su soledad y el silencio en que existía doloroso; esperando que él llegara, pues de alguna forma estaba seguro lo haría, o quizá su deseo fuera suficiente para engañar a la lógica. No es que existieran demasiadas opciones, mas Syaoran al igual que él era una persona de impulsos, significaba sólo era cuestión de tiempo y confiar.

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Ignoraba la razón que le había conducido al Área de Música, mas era suave, ligera al tiempo de halarle, explicando a Sakura muy brevemente y con mentiras el porqué de su próximo encuentro. El ver el nombre de ‘Eriol’ en la pequeña nota había tranquilizado sobremanera a Kinomoto, haciéndole prometer se verían una hora después, cuando la práctica de porristas diera término y ambos pudieran estar solos. Asintiendo en recuerdo sostuvo con poco más de fuerza la nota blanca entre sus dedos, luciendo ansioso al instante de alcanzar el último pasillo a recorrer, escuchando por adelantando las composiciones de Eriol, quien de manera dulce logró su corazón acelerara el ritmo, agolpando mayor cantidad de sangre en sus mejillas bronceadas.

Las notas caían en ocasiones en graves tonos elevando su constancia, hasta lograr finos clímax sostenidos por varios segundos antes de descender. Dulce, precioso y agónico, tal Eriol mismo, cuyos ojos de tormenta en ocasiones sólo frente a él lucían en afán de desbordarse en lágrimas continuas, y en otras sonreían con admiración o contemplaban en silencio.

Podía jactarse era el único capaz de acercarse a él y encontrarlo realmente, no a la barrera cuya actuación había construido, ni al maniquí hermoso que los demás veían, o a la mascota que vendía su cuerpo. Era Eriol. Abrió la puerta cuyo número estaba indicado a un costado en una pequeña placa, ignorando las cortinas cerradas, guiándose por la melodía de piano, encontrándolo al fondo del todo, construyendo notas de manera rápida y admirable, en perfecta memorización, pero fueron cayendo hasta construirse en una nueva canción, más suave, dándole la bienvenida.

-Cierra la puerta, por favor, Syaoran-kun- aún sobre la melodía la voz de Hiragizawa alcanzó su fino oído, y haciendo caso omiso de su orgullo, obedeció, caminando a él tras dejar sobre la primera banca su mochila y el saco azul, a un lado de las pertenencias del inglés como era habitual. -Espero la señorita Kidou no te haya causado problemas. Le pedí fuera discreta, pero a veces tal actitud no existe entre sus costumbres- los ojos grises se abrieron caminando hacia él hasta encontrarlo y recibirle con una sonrisa, indicándole tomara asiento a su lado en el banquillo, haciéndose un poco más a la izquierda sin que esto fuera precisamente necesario, sólo por complacer, no que significara abandonar la melodía. -¿Quieres intentarlo?- Syaoran asintió apenas con un pequeño chasquido de lengua, tomando lugar donde le había sido indicado, alzando sus manos apenas unos milímetros más allá de las teclas del piano, con la vista centrada en la mirada grisácea de su compañero, quien no hacía sino sonreírle con cierta empatía. -Sólo sígueme- se detuvo. -A partir de este punto…- señaló una sección en específico. -Comenzaremos con este par, antes de continuar a la derecha y de vuelta a empezar, tras ello incorporarás tu mano derecha en esta parte, sólo…tienes que seguirme ¿de acuerdo?- sin aguardar respuesta, viró el rostro hacia enfrente, fijando la vista en el acabado ébano del instrumento, dejándose llevar por la ilusión. -Ahora…- Syaoran erró el momento, mas Eriol no se detuvo, sabiendo éste le alcanzaría, lo cual sucedió casi de inmediato aunque en tonos poco más fuertes y agudos. -Trata de hacerlo un poco más suave. No golpees…sólo presiona- comenzó nuevamente con la mano derecha, logrando que Lee imitara sus movimientos, esta vez con mayor nerviosismo pero mejores resultados. -Estás temblando- aún sino lo observaba, lo sabía bien, de algún modo esto modificaba en inaudibles vibraciones las notas alcanzadas por las pulsaciones de las teclas.

-Claro que no-

-Relájate. Eres muy hábil, Syaoran, mucho más fuerte que antes, sólo necesitas un poco más de decisión, o podrías arrepentirte después-

-¿A qué demonios…?- manejó con poco más de rapidez la melodía elegida, cuidando de dificultar un tanto la pantomima del chico a su lado, al tiempo silenciando pronto su réplica.

-Quiero explicarte lo que sucedió ayer. Porqué me comporté de la forma en que lo hice- la mirada chocolate sobre él se manejaba con furia y despotismo, lo sabía bien, mas lo ignoró y siguió hablando. -El pasar la noche contigo aunque fuera sólo una vez, arruinaría tu noviazgo con Sakura-san. El amor entre ustedes es demasiado puro, intenso y verdadero…y tener sexo con otra persona podría destruirlo, a tal grado que nos odiarías a ambos, no sin antes arrepentirte de lo sucedido- lo había pensado con cuidado, muy lento para no equivocarse, hasta que pudo entender sus propias palabras, haciéndolas parte de su lógica y olvidando su propio deseo, de memoria frente al espejo de cuerpo completo.

-¿Entonces porqué me besaste?- dejó de tocar e imitar los difíciles movimientos de Hiragizawa, logrando que al pulsar con demasiada fuerza las teclas bajo sus dedos éstas lograran un ruido poco gentil, que de igual forma hizo a Eriol detenerse. Viró la mirada con el único propósito de hacerle entender su rabia, encontrando la sonrisa quebrada de su compañero, quien optó por observarle con notable arrepentimiento.

Era más humano que antes, ya no tanto el dios inalcanzable.

Por ello en lugar de una respuesta tangible en demostradas palabras, Eriol dejó que su sonrisa cayera un poco más hasta ser sólo una mueca de comprensión, acercando su rostro a él, con la vista fija en sus labios como lógica presa antes de, y no pidiendo permiso para continuar, observar la mirada oscura que quedó anclada durante el desconcierto, cerrando los ojos poco después, haciéndose paso entre sus labios, entregando un beso apenas real, solo el roce incitante, que hizo a Syaoran retroceder confundido por un instante, entreabriendo los labios poco después de entregarse con los ojos cerrados, donde Eriol le tomó del hombro izquierdo, acercándolo más, buscando equilibrio al apoyarse del otro lado del banquillo, por sobre las piernas de su amigo, donde la mano derecha de Lee hizo compañía sobre sus dedos, temblorosos, tibios, entrelazándolos apenas. -Hiragizawa…- Los labios exquisitos musitaron su nombre antes de que la curiosa punta de la lengua violara su boca, caminando en húmedos senderos a través de sus labios y dientes, hasta llegar donde una contraria le acarició en experimentados vaivenes.

El sabor ya conocido, tan delicado y atractivo, logró que Lee se entregara con mayor seguridad, adelantando su rostro y cuerpo hacia él, quien terminó por colocar el brazo derecho tras de su espalda, invitándolo a continuar, recibiendo un fuerte asir a su cintura estrecha.

De algún modo se sentía correcto. Si lo había besado, si lo hacía nuevamente con mayor pasión, ternura y dolor entremezclados era porque lo deseaba así. Aún si ambos se consumían en las llamas provocadas.

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Yamasaki entreabrió los ojos con parsimonia, dándose el tiempo de ensimismarse en los recuerdos. Eran casi cuatro años de relación, aproximada cantidad compartida con el resto de las parejas en su círculo de amigos. Chiharu y él. Entre ambos tal y como en los demás, existía aquel vínculo de altibajos, celos, malentendidos, confusiones; y al mismo tiempo de necesidad rayando en dependencia, quebrantando cualquier otra relación en el camino. Aún si entre varios de ellos existían rastros de una larga amistad, ésta descendía a segundo plano en comparación.

Prioridades. Era lo que Takashi Yamasaki conocía bien.

Entretener a Chiharu, evocar su atención, permanecer a su lado; aquellos habían sido en algún momento sus mayores propósitos, siquiera superadas por familia, estudios, aún menos por sus mejores amigos. Era uno de los tantos que había dejado de frecuentar viejas memorias, y de aquellos que en raras circunstancias, y quizá entonces presa del aburrimiento, contestaba los correos de sus seres queridos… lista en que bien podía incluir a Eriol en variadas circunstancias.

Por tal razón, a la llegada del joven inglés al aula de clases había casi volcado su asiento, observándole con lo que sería nerviosismo. Había olvidado la cita del domingo en que el vuelo 512 de londinense procedencia había aterrizado en Japón. El día en que Eriol, su gran amigo de juegos y mentiras, había regresado con el único propósito de reponerse y de manera ingenua había anhelado ser bien recibido, lo cual no sucedió.

En obvia resulta, Takashi, plagado de su propia culpa le había buscado con enfermiza insistencia, llegando a ser aún más cercano del joven de lo que alguna vez, y comprendiendo en breves fragmentos de sagacidad la melancolía tras los rasgos amables que insistían en ocultar su verdadera naturaleza. La redención de las culpas no había permanecido satisfecha, tornándose en atractiva amistad, terminando de cautivarle en obvia prostitución.

Era así como Eriol seducía, viéndolo ajeno, precioso e inalcanzable; montando varias veces un espectáculo, el más sensual de ellos, vendiendo en placer voyeurista a la persona correcta en el lugar indicado. El resultado era por demás inevitable: Caer.

-¿Pasa algo?- negó, comenzando a relatar una historia por demás falsa, recordando haberla escrita en alguna sección del cuaderno de biología, mismo que se hallaba en el suelo, dentro de la mochila. -¡Taky-chan!- indignado por el recién pronunciado alias, se sentó en la cama, tomando sin mayor preámbulo la boca de su novia, la que aceptó su silencio y dejó de replicar, permitiendo le hiciera el amor por última vez.

Takashi sonrió dentro de su beso, de forma amarga, rememorando la textura de los labios de su amante ausente, el modo en que se arqueaban en connivencia, así como la malevolencia en que alargaba la mano izquierda exigiendo su pago. Era de alguna forma malvado, y de otra, doloroso.

Ingenuo e inquietantemente atractivo.

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Los amantes, escondidos en el área de los vestidores mientras esperaban el silbatazo que diera comienzo a la clase de Educación Física, permanecían en casi completo silencio, sin llegar a observar el todo a su alrededor, inconscientes de algo que no fuese aquel momento en particular, la compañía que se hacía de sus labios en ligeros mordiscos, caricias descaradas que a cada vez bajaban más, dentro del pacto silencioso en que habían caído una semana antes, el encontrarse tras las clases sin razón aparente, en intermedios de corto tiempo, hallando al otro en una misma habitación vacía por mal llamada casualidad.

Era desvivirse en besos que escondían palabras apenas coherentes, recorridos fuertes, casi lastimando al otro, queriéndolo aún más cerca, presente y dentro, tal si el estar piel contra piel no fuese suficiente.

Aún si aquel día el mayor de ambos había susurrado un lugar y una hora al pasar a su lado, la sugerencia había sido ignorada por Syaoran, tomándolo por sorpresa tras la clase de Literatura, cegado por la fina niebla que cubría el todo a excepción de él.

A cada día la dosis de erotismo brindada por Eriol lograba aquella desazón, insatisfacción y deseo, aunada al atractivo natural del misterio al que se había arrojado, dejando aquellas ansias de más cada que Hiragizawa paraba sus movimientos y justificaba abrupto con menesteres por realizar.

Era a diario abandonarlo.

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Conducirse en una mutua obsesión sabía no era correcto, terminarían por llegar demasiado lejos, demasiado profundo. Era nunca poder contenerse al dejarse envolver por la furiosa mirada chocolate, cuyo brillo cálido intentando frialdad refulgía con pasión. Enamorarse de la sangre caliente que corría bajo la piel que sus manos recorrían muy lento bajo la ropa, acumulándose bajo la tez morena de su rostro, en que sus besos reposaban de vez en vez con tentación.

Aunque siendo sinceros, el problema era no desear contenerse.
No en ardua búsqueda de diversión tal pudiera creerse a primera instancia, o de dinero como lo sugerían notables hechos, era desenvolverse en egoísmo, deseo, enamoramiento y rebeldía. Ser feliz, olvidar los factores que le habían arrastrado a las tinieblas, aún si ello significaba una agonía posterior.

Sentía aquellos momentos, fueran horas, días o semanas, serían suficientes para sobrevivir, afianzarse de ellos en cada instante de inevitable depresión futura.

Mordió la punta de su lengua, sin que el gesto fuese notable apenas, observando las notas construidas por Syaoran en la flauta dulce, tal la profesora de Música indicaba a varios pasos de él. La mirada gris se perdía en los dedos delgados alzándose y bloqueando los orificios, en los labios presionados alrededor del instrumento, la garganta permitiendo a voluntad respirar y exhalar suavemente, disminuyendo el ritmo, deteniéndose cuando fuera necesario. Los ligeros movimientos del cuerpo entero de Syaoran, que sólo él podía ver, siguiendo la melodía.

Observando las notas.
Era un poco tonto pensarlo de tal modo, no podía evitarlo.

Su compañero fijó la mirada en él, mostrando decisión aunada a una grave furia que finalizó con la canción rota en lo que había sido un errado movimiento de su mano izquierda, sólo para retomar desde el trozo perdido, sonrojándose, evitando el perder nuevamente la atención en sus rasgos. Cuando la melodía se detuvo, aún si sabía el potencial de Syaoran no estaba explotado al máximo, si tenía en cuenta su propia experiencia, su sonrisa se curvó con calmada satisfacción.

Syaoran bajó de la tarima tras escuchar las indicaciones finales de la profesora y regresó a su lugar, a la izquierda de Eriol, en el escritorio de dos plazas que compartían, y suspiró tras guardar la flauta dulce en su mochila en el suelo, decepcionado con su propio rendimiento. El inglés evitó seguir observándolo, teniendo presente la ya sabida reacción ansiosa de su amante, mas contrario a sus expectativas Syaoran fue el primero en trocear con palabras el silencio entre ellos, aunque la melodía de un nuevo instrumento en manos de un tercero ahogara el ambiente.

-¿Dónde aprendiste a tocar el violín?- ansiaba escuchar, era lo que Syaoran guardaba para sí, nuevamente su voz; aún si la cuestión sonaba un tanto fuera de lugar.

Mientras, Eriol vagó entre sus propios pensamientos antes de contestar. De reojo la mirada gris pareció entrecerrarse brillante y melancólica.

-Con Kaho, hace un par de años- la idea no pareció simpatizarle en absoluto al trigueño, pues al tiempo su ceño bajó en descontento, y sus labios se entreabrieron en un cambio de tema, sin embargo observando el escritorio vacío, furioso de dejarse vencer por la curiosidad.

-¿Podrías enseñarme a tocar el piano?- era un deseo que tenía, sólo ello, trataba de convencerse, no era el querer pasar más tiempo juntos. Aún si era así.

-Claro. Pero te advierto que puedo ser muy exigente- sus palabras murieron casi al mismo tiempo en que la melodía dio término y el comienzo de las indicaciones de la tutora recomenzaron para otro compañero. Eriol sonrió.

Estaba consciente del daño que aquella relación provocaría, tal el grave anhelo que años atrás había construido odio en lugar de amor a aquella mujer. El deseo que había resultado en la muerte de Kaho.

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Aterrado, ocultó su mirada del joven que le miraba de igual forma, su propio reflejo, descendiendo hacia el alfeizar de la ventana, desde donde podía repasar con la punta de los dedos la figura de los cerezos del patio de recreación, así como las nubes claras apenas visibles en pequeños montículos desordenados, o los alumnos gustosos escapando tras un arduo día de trabajo estudiantil. Mas sus ojos aún se hallaban clavados al cristal.

No lograba entender, incluso si durante una semana evitaba los sueños y se hundía en los recuerdos de días atrás, la razón por la cual Syaoran se había dejado arrastrar a las presentes consecuencias.

-¿y ella es a quien amas?- se sentía asqueado consigo mismo, con el cuerpo que bien había recibido a otro en caricias bruscas… no encontrando el amor que había envidiado de Sakura y Syaoran, hallando vacío al joven que él tanto apreciaba. -Ella es lo más importante para ti ¿no es así? ¿cómo eres capaz de mirarla después de…?-

Su deseo sin realizar. Era sólo cuestión de tiempo para que alguien diera cuenta de él.

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La puerta se abrió pocos instantes después de su llamada, permitiéndole ver nuevamente al joven trigueño que le recibió con notable bienestar, no en apuros como lo habría imaginado. Habían sido sólo unas horas de separación, en que había desembocado sus propias ansias en el cuerpo de un nuevo cliente cuyo nombre comenzaba a olvidar, mas parecían largos claveles ahondándose al inicio de su estómago, tal la fría tristeza agolpada en su mente confusa. Era doloroso verle partir.

-Me sorprendió que me llamaras ¿Te encuentras bien?- Syaoran asintió, haciéndose a un lado y dejándolo entrar, en el trayecto recargándose contra la puerta mientras su mirada seguía de cerca los movimientos del elegante chico haciéndose paso dentro de su hogar; asimismo le vio retirarse los zapatos deportivos blancos con tal tranquilidad como perfección, dando por algunos instantes la espalda.

-Sí…sólo tenía ganas de hablar-

-¿Quieres que vayamos a alguna parte? ¿Al parque o a la cafetería?- optó por no seguir pensando al respecto, virando hacia su compañero, que cerró la puerta y le acompañó dentro del departamento.

-No- sin sorprenderse por el tono seco al hablar, se dejó guiar por sus pasos, formando en su rostro una ligera sonrisa, mientras Lee evitaba girar la cabeza para encontrarle, hallando difícil el intento, y como resultado de ello que sus mejillas se sonrojaran.

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Eriol se encontraba sentado al fondo de la cama, con las piernas flexionadas un tanto hacia su torso, los brazos sobre sus rodillas de manera casual y desenfada, en tanto Syaoran, en posición de flor de loto, frente a él, quedaba mirándolo fijamente, escuchando cada una de sus palabras con creciente interés. Hacía un par de minutos no lograba articular palabra alguna, sorprendido, hasta que, presa de su propio desconcierto, demostró su incredulidad.

-¡Espera! ¿Estás diciendo que el programa de estudios era de quince horas diarias, incluyendo el sábado? ¿De verdad?- el otro asintió, formando en su rostro una expresión de cansancio y lo que sería casi tristeza al recordar. Sus ojos se entrecerraron de manera hermosa, mientras entreabría un tanto los labios, volviendo a hablar.

-Hn. Y cada una de las escuelas maneja una base de datos con teléfonos, direcciones y lista de parientes cercanos de los alumnos, por lo que era frecuente los citen los domingos por la tarde para quedarse a estudiar hasta el día siguiente. Debido a ello construyeron un área de dormitorios, mas eran pocas las veces en que nos dejaban descansar, permitiéndonos utilizar sólo el área de duchas compartidas… para el inicio de clases a las seis de la mañana-

-¿Y no se podía hacer nada al respecto?- insistió con cierta desesperación, sosteniendo con fuerza entre sus dedos el extremo de una de las almohadas níveas de su cama.

-No- movió la cabeza en la misma respuesta negativa y cruzó los brazos frente al pecho. -Una vez que te inscribes a la escuela, aceptas cada una de sus condiciones, al inicio de curso te dan a firmar un contrato de responsabilidad en el que te comprometes enteramente. Y gracias a él, si te saltas alguna de las clases o no asistes a voluntad de los profesores a las horas de estudio extra, pueden meterte a la correccional, la primera vez dos semanas, a la segunda un mes, mas a la tercera el castigo aumenta a un año… y si acaso tienes una falla en tu expediente, tu petición por entrar a una buena escuela queda totalmente nulificada…- asintió con resignación.

-Qué horror…- y sin embargo al oír la respuesta del trigueño, los labios dulces se curvaron, al evitarlo, logrando que Syaoran se diera cuenta al elevar la mirada triste. La mano izquierda de Eriol se hallaba sobre sus labios, cubriéndolos, así como la cabeza inclinada hacia el frente, mientras sus hombros temblaban un tanto con cierto descontrol. La preocupación no demoró en aparecer. -Hiragizawa…yo…- colocó un leve contacto a manera de consuelo sobre la muñeca derecha del inglés, que dejó de moverse casi por completo hasta que más calmado logró elevar el rostro, mostrando la sonrisa divertida presente en sus rasgos.

-Te engañé- clamó con visible orgullo. -Sigues siendo tan ingenuo como siempre-

-¿Eh?- al dar cuenta de la expresión de Eriol, aquella que siempre utilizaba tras divertirse a costa de los demás, no pudo sino maldecirse, alejando su soporte del albino, quien pareció sólo un poco arrepentido de contar aquella falsa anécdota. En reposición le lanzó la almohada que sostenía directo al rostro, mas fue atajada sin dificultad dejándola nuevamente en el colchón. -…- no dijo en absoluto nada, mas podía leerse en el cómo brillaban sus ojos se encontraba molesto, lo que no hizo sino enternecer a su amante, el que terminó por ceder.

-Perdóname- alzó los hombros un tanto, levantándose un tanto de su lugar hasta encontrarse frente a frente con Syaoran, quien viró el rostro hacia la derecha evitando verle y siguió en silencio. Al encontrar tal rechazo, Eriol apoyó ambos brazos sobre el colchón, de tal modo que le fue cómodo colocar su cuerpo sobre la posición de flor de loto de su compañero, las rodillas sobre la cama, abriendo las piernas, y al mismo tiempo abrazando a Syaoran por la espalda, empujando su torso hasta acostarlo.

-¡Suéltame!- reclamó, consiguiendo acomodarse apropiadamente mientras presionaba contra el pecho del otro, hallando sólo terquedad y negación. -Maldita sea, déjame en paz, ¡no estoy de humor!- y tal si fueran exactamente las palabras que esperaba, o sabiendo de antemano su actitud relajada las causaría, dejó su cuerpo apoyarse de manera deliciosa, tierna sin embargo, en la figura enclaustrada de Syaoran.

-Puedo encargarme de eso- lentamente, con seguridad, como si en el rostro de Syaoran no existiera una mueca de fastidio, intranquilidad y coraje, convencido del temporal ímpetu exagerado corriendo por las venas de aquel joven, descendió el rostro hasta su mejilla derecha, donde dos besos hallaron lugar apenas inmutando a su amante, el que viró aún más el rostro en obvio rechazo, por igual cerrando los ojos. Sin embargo Eriol tomó el gesto como una valiosa afirmativa, deslizando sus labios más abajo, marcando la suave mandíbula, cuidando de hacerle sentir entreabrir los labios, arrastrando caricias hasta su oído. -Syaoran…kun- el nombre surgió suplicante de los labios delgados, que entreabiertos capturaron suavemente el lóbulo de su oído, mordiéndolo poco más arriba, descendiendo a su cuello, donde abandonó a su suerte dos lánguidos besos, apenas acariciando la piel trigueña que tiritó al contacto de su aliento caliente.

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Había perdido las palabras de rechazo entre besos dulces, apasionados y profundos, olvidando la justificación de su enfado, el que quedó atrapado bajo el placer maduro, sin apresurar, apasionado, que le ceñía desde la cintura colando ambas manos en una caricia tan suave como tentadora, tocándolo apenas, torturándolo en el ir y venir de su coba. El cómo el cuerpo entero de Eriol lograba moverse en muy lentos recorridos, subiendo y bajando en la constante imitación de hacerle el amor, incitándolo cuando ambas caderas se juntaban, él mismo dejándolo estar entre sus piernas, y al mismo tiempo recibiéndolo a cada segundo con ansia, mientras sus labios eran entretenidos en largos besos, en que la lengua de Eriol danzaba dulce y peligrosa dentro de su boca, evitando cualquier palabra, fuese reclamo o petición, o fuese su nombre, el que Syaoran deseaba pronunciar a cada que sentía su cadera estremecer; Hiragizawa golpeando nuevamente aquel punto sensible, en tanto los dedos cálidos se colaban fuera de su ropa, subiendo sobre ella hasta su cuello, donde marcó el ir y venir de su respiración, liberando su boca, descendiendo a la izquierda de su garganta, y con la punta de la lengua presionando un tanto, mordiendo poco después en obvia seducción.

-Kyaaa…- quizá había exagerado un tanto al presionar aquel punto entre sus dientes, así lo expuso el claro jadeo de Syaoran, quien moviendo un tanto más la cabeza hacia su derecha, permitió este jugueteara un tanto más antes de detenerse, logrando su objetivo, una pequeña marca rojiza poco antes del final de su cuello, la que recorrió con la lengua presionando contra la piel trigueña, caliente, preciosa y tersa, que recibía con gusto sus caricias.

Subió nuevamente a sus labios, hundiéndose entre ellos, intoxicándose con el dulce sabor de la boca prohibida que a cada tanto parecía quejarse, resistir de manera silenciosa, o fuese sólo el crecer de la excitación, el que no pudiera casi contenerse. Llevó ambas manos desde su cuello, descendiendo a través de los hombros, el torso, el abdomen, cuidando de elevar un tanto su propio cuerpo para lograr acariciarle por completo, bajando hasta su cadera, desde donde asió ambas piernas, invitándolo a abrazarle con ellas, lo cual Syaoran no tardó en hacer de forma acelerada e inconsciente, afianzándose al anhelo de que le perteneciera.

La afirmativa hecha movimiento facilitó el inglés formara movimientos sutiles sobre la erección contraria, la que presionaba contra su abdomen, él mismo conteniendo el deseo adelantando la cadera hasta golpear muy suave el precioso y redondeado trasero de Syaoran que aún a ciegas lograba memorizar. Era hacer el amor sobre la ropa, incitando hasta el último instante, torturándolo con un juego de lenta pasión. Lo hacía tan acompasado que era doloroso, tal lo había fascinado las últimas semanas, o quizá desde haberse conocido. Inducirle a pensar sólo en él aunque fuese sólo de manera física, desatarse en perversión y lujuria. El cómo Lee le sostenía con demasiada fuerza desde la cintura, rodeándolo con las piernas, los brazos colocados alrededor de su cuello evitando se alejara demasiado, marcando el ritmo que imitaba su cuerpo adelantando y atrasando la cadera cada que fuera tiempo, hicieron saber al albino aquel deseo les consumiría a ambos y estarían satisfechos con los resultados. -¡Suficiente!- mencionó Lee, atrasando su cuello, desliando sus piernas y empujándolo un poco lejos, volviendo a respirar, ya no de manera agitada dentro de su beso, logrando alcanzar un tanto del aire faltante, lo esencial para sobrevivir. -Quítate la ropa- los ojos grises se abrieron desmesurados por la sorpresa antes de entrecerrarse con desconfianza, encontrando en la mirada chocolate el brillo peligroso de un deseo llevado al límite, las pupilas dilatadas, casi perdidas en la observación etérea.

-¿Qué?-

-Obedece-

-Pero…- Syaoran detuvo la reprensión, empujándolo hacia atrás hasta sentarle en la cama, procediendo él mismo a retirar la camisa de índigo que Eriol llevaba abierta sobre una oscura camiseta de algodón y gruesos tirantes. -¿Estás seguro?- el trigueño sonrió de manera irónica antes de mover la cabeza en sincera negación. Pero parecía poco importarle pues tan pronto tiró la prenda al suelo, procedió a deshacer el botón de los jeans oscuros, descendiendo el zipper después, encontrando el inicio de unos bóxers negros. En respuesta a la silenciosa petición, Hiragizawa tomó el borde inferior de su propia camiseta, alzándola hasta tenerla fuera de su torso, mientras Syaoran imitaba el desvestir aunque de manera más ansiosa, su rostro se veía con una mueca de ansia y satisfacción.

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El beso húmedo fue roto, alejándose unos centímetros solo, mordisqueando con delicia la comisura de sus labios, muy suave sin hacerle daño, colando dos dedos sobre sus labios entreabiertos, incitando. La lengua de Syaoran salió de la oscura cavidad, humedeciendo ambos dedos, tomándolos entre sus labios y succionándolos de a poco, mientras Eriol perdía caricias en su cuerpo entero, siguiendo el ritmo que habían forjado varios minutos antes. Sin decir nada más, el inglés haló de vuelta su mano derecha, dando una pequeña lamida a su propia piel mojada, disfrutando del dulce sabor de la boca de Syaoran antes de, y volviendo a pequeños besos discretos, descender hasta el precioso trasero de su amante, quien pareció estremecerse fuera en temor, nerviosismo o ansiedad, sintiendo ambos dedos presionarse muy cerca de su entrada, acariciando alrededor, con el pulgar dando un suave masaje justo en ella, tal si fuera entrar. Evitó un suave jadeo escapara de sus labios, sosteniendo con fuerza la espalda de Hiragizawa con la mano derecha, y entre los dedos de la mano izquierda varios mechones oscuros de brillo índigo, impulsando el rostro elegante, tomando de ellos un rudo beso.

La desnudez albina, caliente, fina, preciosa, presionaba dulce contra sí.

Eriol no dijo una palabra mientras, con los ojos cerrados, precipitadamente colocaba la punta de ambos dedos en la delicada entrada, formando ligeros círculos muy lentos que lograron contraerla de excitación e incredulidad; sólo para con visible perfección introducirlos en vaivenes, un tanto a la vez, logrando las paredes le tomaran al tiempo que los labios de Syaoran soltaban un gemido claro.

Sabía era extraño, lo había experimentado en carne propia, una y otra vez desde aquella primera, era raro el sentir acariciar su interior sin ningún titubeo, el cómo violaban con tal entereza, el que lastimara la carne, la dejara viva tras adentrarse con demasiada fuerza. Por ello lo hizo muy suave, apenas forzándolo, dejando Syaoran demostrara su desasosiego al sostenerle del brazo tal en afán de detenerlo. Los dedos alrededor de su antebrazo presionaba con brío suficiente, mas en el rostro de Lee apenas si existía queja.

Extraño, no doloroso.

Adentró los dedos húmedos poco más, masajeando las paredes, logrando esta se dilatara poco más, a cada centímetro moviendo su intrusión tanto más adentro, alrededor, arriba y abajo, de tal forma Syaoran se fuese acostumbrando al movimiento en su interior, tomar placer y no agonía. Era enseñarle las caricias de hacer el amor; al estar completamente en él, salió muy lento, volviendo a entrar poco después de abandonarlo por completo, sumando un dedo a su exploración.

No estaba seguro estuviera preparado para ello, si las estrechas paredes le recibieran. Renunció los labios de Syaoran, los que pronunciaron su nombre en un jadeo doloroso por dejarlo ir, asimismo abandonando sus brazos, retrocediendo, descendiendo, hasta hallar su rostro entre las piernas de su amante, que sin saber sus intenciones, más que confundido se irguió un tanto, avergonzado de la posición.

-¿Qué pretendes?- su voz no había abandonado el tono seco, tal era costumbre. Que lo deseara no significaba dejarse vencer. Eriol le dedicó una sonrisa por demás confiada, rayando en los rasgos de astucia gatuna, dejando su cuerpo descansar en el resto del colchón, las rodillas apoyadas, su preciosa cadera un tanto levantada en resultado, con los brazos bajo las piernas flexionadas y abiertas, cogiendo a Syaoran por la cadera, agachando su rostro hasta hallar sus labios cerca de la apretada abertura, mientras que Lee no conseguía retirarle la mirada incrédula de encima, deleitándose con el cuerpo atlético, blanco, desnudo, que le tomaría de a poco. Los ojos chocolate se detuvieron por largos segundos en el trasero un poco alzado, imaginando los gemidos suaves, discretos, elegantes, sensuales y con baja voz. Su erección acaso comenzó a doler aún más, pero no podía aumentar ya. Era demasiado el placer que de hacía una semana Eriol le entregaba durante sus encuentros fortuitos, siempre dejándole con anhelo de llegar a más, anhelo que estaría pronto a cumplirse. Saliendo de la contemplación, una nueva presión en su entrada le hizo tiritar. La mirada se abrió de par en par, apretó los dientes con fuerza, sintiendo sus brazos no lograban sostenerse. Era la lengua de Eriol, mojada, cálida, suave, presionando, metiéndose en sus entrañas, serpenteando, lamiendo por completo, memorizando las paredes, dilatándolas, tomando calor de ellas y mojándolas más, caminando a través de círculos, atrasando la cabeza, saliendo, volviendo a entrar instantes después.

Algo parecido a tragar en seco, o tal si lo estuvieran sofocando, surgió de los labios de Syaoran, que no pudo sino rendirse ante la placentera sensación, acostándose contra la almohada nuevamente, mientras su boca se abría en deleite casi desesperado, queriendo gritar de temor ante el desasosiego de saberse en manos de aquella tentación, a tal grado que se sabía capaz de alzarse y tomar al inglés en contra de su voluntad.

Su cara ardía, de igual forma en que lo hacía su cuerpo entero, aún cuando Eriol dejó su interior, volvió a subir en caricias sobre su cuerpo, colocando los brazos a los costados del pecho trigueño, sosteniéndose de la cama. -Mmmmm- alcanzó a murmurar, saboreando la extraña sensación arrojada a su cuerpo, con los ojos entrecerrados, al instante tomando en posesivo abrazo a Eriol, desde la cintura hasta tenerlo piel contra piel, indicándole se diera prisa o no podría contenerse más, le tomaría de vuelta, no tendría cuidado y con seguridad lastimaría. Volviendo a tomar equilibrio de futuras consecuencias, Hiragizawa tomó su propio miembro erguido, sin dejar de observar por un instante el rostro sonrojado, perlado de sudor, mientras con mucho cuidado iba metiendo el duro pene en el ya preparado orificio, deleitado con la elevada temperatura que le fue rodeando así como el celoso asir del que era presa. -¡¡Kyaaa!!- no fue agonía lo que percibió del cuerpo de Lee, por el contrario el más puro y descontrolado placer cuando el trigueño echó para delante su cadera, logrando la penetración fuera mayor, empujando contra su cuerpo mientras los brazos le halaban, demandando.

-Syaoran…- musitó, dejando un beso lánguido cuyas alas apenas sintieron los labios contrarios; haciendo a caso a sus peticiones y entrando de lleno aunque no con brusquedad dentro de su cuerpo, empujando alrededor del estrecho pasaje que le recibió en llamas. -Ahhhh…- se retuvo, halando la cadera hacia atrás, con pasión volviendo a adentrarse, dando estocadas enteras, delante, atrás, mientras Syaoran balanceaba su cuerpo en ritmo impar.

-Más…más fuerte- deseaba Eriol tuviera confianza en él, en que no se quebraría en dos. Deseaba de igual forma llegara aún más lejos, profundo y dentro que con el resto de sus amantes, aunque eso significara morir a sus manos. La petición le fue concedida sin mayores titubeos cuando el albino le tomó desde los hombros, cruzando los brazos tras la espalda trigueña, levantándolo un tanto del colchón sólo para aquel asir fuerte. -Más- en posición más cómoda, Hiragizawa echó hacia delante su cuerpo, dejando Lee se amoldara a su cuerpo. En respuesta a ello Syaoran intentó tomar la cintura con sus piernas, tal lo había hecho ya bastantes minutos antes, mas le fue casi imposible cuando Eriol volvió a entrar y salir de su interior, arrastrando con él la sensación de placer, nerviosismo, ansiedad y satisfacción.

-Syaoran…ah…- Comenzó a penetrarlo más fuerte y rápido, golpeando la cadera trigueña con la suya propia, logrando aquel constante chasquido que logró sus mejillas se sonrojaran poco más, fascinado con él, con saber el hecho de hacerle el amor a Syaoran, que éste se estremeciera en su abrazo, y la respiración se convirtiera en fuertes gemidos de los labios contrarios.

-Eriol….- pronunció de un momento a otro, cerrando los ojos, alzando la cadera poco más, dejándola caer de vuelta a la cama, repitiendo la operación incontables veces, hasta memorizar el ángulo en que le tomaba. - ¡Así…!- había hecho más intensas las penetraciones al escuchar su nombre, tanto hasta no poder adentrar más. -¡Más, Eriol!- era delicioso el nombre, pensaba Syaoran entre brumas de deseo, sintiéndose temblar aún más al pronunciarlo con tal deleite.

La cama tumbaba con fuerza, tal Lee había imaginado entre sus fantasías sin contar, apasionado, fuerte, amable sin embargo, era así como le gustaba el inglés, tenerlo cerca, perderse en la seducción. -Así…- fue un gemido muy bajo, a tal grado, así como movimientos irregulares del trigueño, el que le hizo aminorar el ritmo, haciéndolo sólo muy suave adentro y fuera antes de salir por completo de el y abandonarlo, quedándose de rodillas en la cama, soltando a Syaoran. -Maldito…- musitó con dificultad; el abrazo antes en la cintura y cabello desapareció, al mismo tiempo descendió la mano derecha en el afán de terminar, pero al dar cuenta de sus intenciones, Eriol le detuvo, tomando sus manos y colocándolas sobre la almohada, con quizá demasiada fuerza.

-No. Espera… quiero hacer algo- la sonrisa dulce fue suficiente para hacer a Lee calmarse, dejando su respiración agitada descendiera el ritmo un tanto, aún no logrando dejar de tomar aire por la boca, sin que sus pulmones estuvieran agradecidos por el resultado.

-Apúrate, entonces- no hizo nada por soltarse, dejó que Eriol se moviera colocándose sobre su cadera…y el solo hecho de verlo sonreír con confianza y cierta malicia logró su comprensión. Sin embargo, nuevamente sorprendido, no logró articular palabra alguna.

-Esto te gustará más- muy suave, Eriol descendió su cadera sobre el miembro erguido, haciendo acopio de fuerza de voluntad, anhelo y experiencia para que el miembro de Syaoran quedara justo en su entrada, empujando contra él, logrando ser penetrado. Él mismo no logró guardar más un leve quejido, seguido de un jadeo audible de placer; soltando las manos de Syaoran, olvidándose de su propio placer, cuidando de elevar el cuerpo, su cadera por ende, mientras sus piernas abiertas, flexionadas contra el colchón, presionaban un tanto en la cintura del menor. Atrasó un tanto la cabeza, halando su cuerpo hacia arriba, haciendo la firme erección saliera hasta la punta de sus entrañas, volviendo a meterla tan pronto fue posible, imitando aquel movimiento rápido, delicioso, que causó nuevamente los fuertes jadeos de Syaoran enloquecieran su cabeza, sin poder controlar él mismo los gemidos ya no tan suaves que pronunciaba su boca. -Ahhh… ahhhh… ¿te gusta?- no esperaba respuesta, sólo bloquear un tanto sus sentidos, lo cual resultó más que inútil. Su sonrisa se curvó más, mientras ascendía y descendía sobre la perfecta erección.

-S-Sí- había sido un susurro apenas, Syaoran comenzaba a perder consciencia de su alrededor, por segunda vez mientras hacían el amor. -Mmmh…- no faltaba mucho, lo marcaron así los movimientos tal reflejos abruptos, el tirón en su estómago. Estiró los brazos, buscando entre su borrosa visión el cuerpo albino, halándolo al encontrarlo, hasta tenerlo contra sí en la cama, subiendo la cadera, penetrando por últimas veces. Delicioso, aún más de lo que había supuesto en solitarias fantasías nocturnas. Adictivo, precioso, amable, fuerte, apasionado. Deseaba tener a Eriol siempre, así, aún si el albino sólo buscaba diversión en él. -Ahhh…ahhh…Eriol…- le abrazó, ahogándose ante la necesidad de aire, la que no pudo superar al deseo de besar a Hiragizawa.

Beso tras beso, el éxtasis llegó. Y su líquido se esparció en la estrecha entrada del inglés que jadeó en respuesta, abandonando su cuerpo sobre el trigueño, terminando poco después, estando consciente de la caliente sustancia en sus entrañas. -Mmmmhhhhh- le tomó de manera posesiva, ahogado en el temor de poder verle partir, hundiéndose en la mirada cálida y dulce, perdiéndose en su propia tristeza reflejada.

Aún si creía que Eriol jugaba con él… lo necesitaba. Syaoran lo hacía realmente.

En cambio los ojos grises quedaron prendidos de la correspondida mirada chocolate, silenciosamente haciendo una cuestión.
El porqué Syaoran se había arrojado a aquel infierno de deseo con él.

personaje: [ccs] lee syaoran, personaje: [ccs] hiragizawa eriol, fandom: card captor sakura, !series

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