[EXO] Into Your World Cap 1

Dec 19, 2012 17:31





Apoyó la cabeza en la palma de la mano y resopló; aquella tarde en la academia se le estaba haciendo realmente larga. Miró por la ventana que estaba a su lado derecho y observó a un par de palomas jugar con el viento, revoloteando, posándose de vez en cuando en el tejado del edificio continúo. Sonrió perdiéndose en sus pensamientos, deseando que por alguna casualidad su cuerpo se elevase y pudiese jugar como aquellas aves.
Llevaba días soñando que se despertaba en la cama y su cuerpo no pesaba, era súper ligero y podía elevarse en el aire como si la gravedad dejase de existir. Entonces abría la ventana y se escapa por ella, dejando que la ligera brisa de la noche le acariciase la cara dándole la bienvenida. Podía verlo todo desde allá arriba, era tan placentero… Sus cabellos danzaban al ritmo de la velocidad de su viaje haciéndole pequeñas cosquillas detrás de sus orejas y en su nuca. Sonrió, por fin era poderoso, por fin podía decir que era superior, nadie podría enfrentarse a él porque solo él era capaz de levantarse ante el mundo; mirar hacia abajo y contemplar a los pequeños seres humanos realizar sus vidas ignorantes de su presencia le hacía sentirse magnifico. Se sentía un Dios, un conquistador, un ser supremo.
Y cuando llevaba un rato disfrutando de su grandeza comenzaba a descender, primero despacio, casi sin que lo notase, después poco a poco la velocidad comenzaba a acelerarse provocándole más y más presión, sus ojos y su boca se abrían impresionados ¿o tal vez aterrorizados? Aquellos edificios que parecían simples maquetas poco a poco recuperaban su estructura real, indicándole que en poco tiempo su cuerpo sería una masa en el asfalto de la calle. Cerraba los ojos en el último intento por desear que aquello no pasase y entonces cuando los abría se encontraba encima del colchón de su cama, con las mantas revueltas y todo sudado, con el sonido de su respiración acelerada recordándole que todo había sido un sueño.

Siempre había pensado que esas clases eran una tontería, controlaba perfectamente el idioma, perdía el tiempo estando en un lugar como aquel, pero Luhan le había pedido que le acompañase y no podía negarse a una petición de su amigo. Siempre conseguía que hiciese lo que quisiese, sus palabras maduras le hacían razonar hasta encontrar la excusa perfecta para engatusarle y que cállese en sus artimañas. Miró para su compañero el cuál tomaba apuntes atento a la clase.
Luhan era muy popular entre las chicas, su cara de bebé le hacía parecer más joven cosa que a las Noonas las volvía locas, y que a las más jóvenes les desconcertaba. Hacía tiempo que se conocían y nunca había visto a su amigo alterarse, o molestarse por algo. Siempre había admirado eso de él, porque a pesar de que él era un chico modelo, en ocasiones su humor cambiaba y se alteraba pagándola con alguien que no era merecedor de ello. Miró para su libreta la cual estaba llena de apuntes y esquemas, al contrario de la de él, que estaba casi en blanco; podía presumir de una mente prodigiosa y una memoria de elefante. Repasó con uno de sus dedos largos la única frase que estaba escrita en la esquina superior derecha.
“Examen de pronunciación mañana a las 10:00 am”

No se preocupaba, seguramente Luhan le pediría de quedar para estudiar, juntos repasarían y charlarían corrigiéndose mutuamente. Esas tardes en las que el tiempo pasaba volando gracias a que su Ge Ge( Hermano mayor) estaba en todo y juntos podían hacer que las horas de estudio se convirtiesen en pura diversión. Así que ya se había decidido, hoy quedarían en su casa y pasarían una tarde de estudio entretenida.

Sonó el timbre que les indicaba que la clase había terminado, comenzó a recoger sus cosas y miró de reojo a su compañero.

-¿Hoy te vienes a casa a la tarde para repasar para el examen de mañana?- soltó el más alto mientras se agachaba para guardar sus apuntes y bolígrafos en su bolsa.

-Hoy no voy a ir, he quedado con alguien, lo siento.- El niño bebe siempre tan directo; no es que se sorprendiera por la respuesta es que simplemente no se había imaginado la opción del no.

-¿Entonces no estudiarás para el examen?.- insistió el chico rubio mirándole fijamente.

-Sí, bueno lo leeré en el tren de camino. No es tan difícil, además esto lo tenemos dominado ¿no? - sonrió de manera infantil el más mayor quitándole importancia al plantón que le había dado a su compañero.

-Está bien, pero espero que esa cita que tú tienes sea lo suficientemente importante como para dejarme a mí así. - le contestó algo molesto el más alto mientras se colocaba su bolso al hombro.

El mayor no contestó solo soltó una risita que desconcertó al más joven y juntos salieron del edificio camino al metro para dirigirse a sus casas.
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Caminaba por la calle con la música resonando en sus auriculares, canturreando de vez en cuando el estribillo o alguna parte de la canción; meneando su cabeza al ritmo de la música dejando que su flequillo bailase al compás. La gente le miraba e incluso algunos se reían de él, pero ni si quiera se daba cuenta, estaba tan metido en la canción que tampoco se fijó en que el semáforo estaba en rojo cuando comenzó a cruzar y que uno de esos locos del volante recorría la calle a toda velocidad en dirección hacia él.
La gente chilló y el muchacho de cabello castaño giró la cabeza sorprendido cuando vio a pocos metros de él aquel vehículo que sin lugar a dudas lo aplastaría en milésimas de segundo. No sabía cómo, solo recordaba que se había dado por muerto en cuanto cerró los ojos y que luego había notado un ligero golpe y como una respiración muy cercana a él; pero cuando abrió los ojos estaba al otro lado de la calle, rodeado de un tumulto de gente que le acosaba a preguntas sobre su estado, o le regañaba por haber sido tan imprudente. A él no le importaba aquel tumulto, se quedó perplejo al verse al otro lado; ¿cómo lo había hecho? Era imposible que corriese tan rápido como para haber podido evitar la colisión; se levantó del suelo como pudo y dejó que la cazadora de cuero que llevaba puesta se deslizase por sus hombros; con la mirada en algún punto de la calle, buscando todavía alguna explicación.
-¿Estás bien? - Le agarró por los hombros un chico, zarandeándolo hacia los lados ligeramente. - Dios Jongin, casi se me sale el corazón por la boca cuando vi a ese coche dirigirse hacia a ti. ¡Pensé que te atropellaba!

-Yo…yo también.- consiguió balbucear el moreno.- Pero…

-¿Cómo lo has hecho? Estabas en medio de la calle. ¿Cómo has podido atravesarla tan rápido?- Clavó su mirada curiosa en los ojos perdidos del mayor.

-No lo sé…- Le sacó las manos de su hombro con un gesto dejado y le miró.- Sehun… vámonos de aquí ¿sí?

Ambos chicos caminaron aquella calle bajo la atenta mirada de algunos curiosos que habían presenciado la escena. Jongin no quería permanecer más tiempo atacado por aquellas personas, pero tampoco le era agradable el interrogatorio de su amigo, el cual aun buscaba una explicación para lo sucedido hace siquiera unos minutos. Negaba todas las locuras que salían de la boca de su compañero, ¿acaso ser un súper héroe ahora era algo normal? No, no lo era; y a Jongin le molestaba que el pequeño de Sehun se ilusionara con aquellas fantasías. Respiró hondo y le miró algo molesto, haciendo que el más joven callase como si tuviese un candado impidiéndole a sus labios ejecutar algún movimiento.

Estaba cansado, como mareado, algo había sucedido. No sabía si había sido simplemente el destino o algo intencionado pero ese coche tenía que haberlo enviado al otro mundo. Cerró los ojos y se apoyó en el cristal lleno de posters de propaganda de la parada del autobús.
Se iba, la cabeza le daba vueltas y todo a su alrededor se volvía borroso, antes de caer completamente rendido, pudo oír las palabras de su compañero que intentaban traerlo de vuelta; y juraría que tras la silueta borrosa de Sehun se encontraba alguien, una persona oscura; muy conocida para él, alguien que estaba seguro de haberlo visto desde hace un tiempo, esa mirada, ese peinado, esos labios… ¡Era él!
Esa otra imagen de él estaba de pié mirándole fijamente con una sonrisa macabra en sus labios, dejando que su cuerpo se derrumbase contra el duro suelo de la calle y contemplando como su joven amigo se desesperaba por qué no obtenía respuesta.
Cuando abrió los ojos no se encontraba en la calle esperando el autobús, estaba tumbado en su cama, y su amigo le miraba desde la silla del escritorio; ya no había rastro alguno de ese “otro él”, cosa que lo tranquilizó y le hizo pensar que todo había sido una mala jugaba de su imaginación. Parpadeó un par de veces y luego miró a su amigo.

-¿Ya estas despierto?- suspiró Sehun y se levantó para sentarse en el borde de la cama.- No veas el susto que me di cuando te desmayaste, suerte que había un médico cerca y pudo atenderte.

-¿Qué me ha pasado?- Jongin se sentó en la cama apoyándose al respaldo y suspiró llevándose la mano a la cabeza.

- No lo sabemos, de repente caíste como si te durmieras y te fueras a otro lado. Por un momento vi que desaparecías pero creo que eso me lo imaginé.- Rió bromeando tímidamente y de manera infantil el pequeño.

-Sehun… ¿cuántas veces te lo he dicho?- miró hacia su amigo recordando lo que había visto y se calló.- En serio no entiendo nada de lo que me está pasando…

Sehun no dijo nada, solo le miró de una manera dulce y le colocó una mano en el hombro, en señal de apoyo. Sonrió y se puso tenso en cuanto miró su reloj.

- oh… Jongin… ¡tengo que dejarte!.- se levantó rápidamente recogiendo sus cosas de la silla y el escritorio.- Se me hace tarde y hoy he quedado con alguien. - Jongin pudo ver como sus mejillas se coloreaban o eso creía.- Estarás bien, seguro, ahora estas en casa. - Se colocó la cazadora rápidamente y salió de la habitación del mayor sin darle explicaciones.

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Respiró acelerado y se miró en el espejo; una gota de sudor recorría su cara viajando desde su frente hasta su cuello, donde la atropó con su mano y la secó sin cuidado. Se mordió los labios y apretó sus puños. Estaba molesto, la ira hacía que su corazón latiese como si estuviese a punto de salírsele del pecho. Por culpa de ese maldito momento, por culpa de aquella noche, su maestro se había ido. No sabía ciertamente lo que había pasado pero a la mañana siguiente lo único que le quedaba era esa pequeña nota donde ponía.

“Te deseo lo mejor, Zitao.”

¿Lo mejor? ¿Cómo iba a conseguir lo mejor si le abandona? Se giró para no contemplarse en el espejo, respiró hondo y cerró sus ojos, ligeramente perfilados con una línea negra. Su cuerpo le pedía más, necesitaba descargar toda esa rabia interior que sentía, y en esos momentos solo podía hacerlo en aquel pequeño gimnasio abandonado, aquel “santuario” que utilizaba para evadirse del mundo cotidiano, donde siempre su maestro y él soñaban con él día en el que como se dice, el alumno superara a su mentor; pero ahora eso era imposible, el ya no estaba y no iba a volver.
Un giro rápido de tobillo, y una patada circular se clavó en aquella muralla, se escapó de esos finos labios un pequeño quejido y de manera instantánea se agachó agarrándose la parte inferior de la pierna. Y entonces las lágrimas salieron, dejando ver su verdadera apariencia, escapando de su interior aquel joven muchacho que necesitaba un guía, alguien que le ayudase a volver, encontrar su lugar ahora que él ya no estaba. Se abrazó a sus piernas y hundió la cabeza entre sus rodillas, dejó que todo aquel dolor se escapase de su interior; la ira no le había servido de nada. No había conseguido reprimir ese dolor punzante en su corazón; odiaba a su maestro, odiaba a aquel muchacho de cabello claro que había aparecido esa noche, y lo que es peor; se odiaba a sí mismo por no poder haber hecho nada.

Cómo hubiese deseado parar el tiempo. Aquel momento en el que ese muchacho abrió los labios y declaró lo evidente le había destrozado la vida. Y su maestro solo lo admitió sin darle una respuesta. Quería retroceder y modificar el pasado, no saber que aquel hombre que para él había sido más que un mentor solo le estaba utilizando para su propio beneficio y un extraño sin siquiera despeinarse había revuelto su vida como si de un puzle mal encajado se tratase. Se mordió los labios y levantó la vista, se limpió las lagrimas delicadamente de sus ojos y se levantó; aunque el dolor en su pierna seguía estando presente no era tan fuerte como el dolor en su corazón.

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