Feliz Navidad, Mr. Kinney (3ª parte)
Justin observó que, mientras él pensaba, Ben había pasado a prestar atención a lo que Michael, Emmet y Ted discutían. Era todo tan predecible, se dijo Justin, tras escuchar unos minutos las lamentaciones, ideas absurdas y reproches hacia Mel que se estaban desgranando, salpicado todo ello de unos cuantos insultos, cada vez más frecuentes, según se iban caldeando los ánimos.
“Aquí no vamos a resolver nada”, asumió. Y se levantó decidido, aprovechando que le sonaba el móvil.
-Tengo que irme -anunció, mirando la pantalla- luego hablamos.
-¿Cómo que luego? -se quejó Michael- ¡Tenemos un problema que resolver, aquí!
-Lo sé, Michael -respondió Justin, pacientemente- pero ahora mismo no puedo concentrarme. Esto es algo que tengo que solucionar ya -dijo moviendo el móvil.
Lanzó una mirada de inteligencia a Ben, que éste cazó al vuelo.
-Resuelve lo que sea y luego a ver si podemos quedar para buscar una solución entre todos -propuso.
-Os llamo -aseguró Justin, dirigiéndose a la salida tras despedirse de Deb con un gesto y una sonrisa de ánimo.
Apenas abandono el Diner, se apresuró a llamar.
-Linds, perdona que no te lo haya cogido antes.
-¿Qué pasa hoy? -preguntó Lindsay- Brian tampoco me contesta…
-Brian tiene mucho en qué pensar -respondió Justin con un ligero deje de amargura que Lindsay captó enseguida.
-¿Qué ha pasado? -se alarmó.
Y Justin decidió que explicarle la situación era lo mejor. Después de todo, Lindsay era una persona reflexiva y conocía a Mel muy bien. Tal vez pudiera aportar alguna idea. Además, Ben tenía razón. Era mejor que todos supieran lo que estaba pasando.
La reacción de Lindsay fue de asombro.
-¡No puedo creerlo! -se escandalizó- ¿De verdad ha dicho eso? Voy a llamarla ahora mismo y…
-No creo que llamarla solucione nada -interrumpió Justin- y el tiempo vuela. Cogeré un avión y me plantaré en Toronto a ver si consigo hacerla entrar en razón.
-Si… -Lindsay pensó en ello un momento y tomó una decisión- ¡Te acompaño!
-De acuerdo, paso a recogerte camino del aeropuerto. Voy a consultar los vuelos y si no hay ninguno pronto, contrataré una avioneta de alquiler a través de Kinnetic.
Lindsay, tras cortar la comunicación, se dirigió a la cocina donde Gus estaba desayunando.
-Gus, cariño, tengo que irme. Ha surgido algo…
-Bueno -Gus se encogió de hombros- no te preocupes, papá y Justin no tardarán en venir a buscarme para ir a recoger los regalos. Espero que a la abuela Deb le guste lo que encargué para ella.
-No va a ser posible, Gus, Justin me acompaña a Toronto y tu padre…
-¿Toronto? -se sobresaltó Gus- ¿Qué ha pasado? JR tenía que llegar mañana de Toronto.
-Nada, Gus, no te preocupes.
-¿Qué no me preocupe? ¿Cómo no voy a preocuparme si andáis escondiéndome las cosas? -se enfadó el adolescente, poniéndose en pie.
Lindsay suspiró. Sentía como si en un abrir y cerrar de ojos Gus hubiera dejado de ser el niño que dependía para todo de ella, para convertirse en un adolescente que reafirmaba continuamente su derecho a no ser excluido de la toma de decisiones de la familia y dramatizaba al respecto. Lo miró con cariño y decidió que tampoco pasaba nada por explicarle la situación. Si no lo solucionaban acabaría enterándose de todas formas…
Además, las cosas habían cambiado mucho en estos últimos meses. Algo que Lindsay agradecía de todo corazón, es que mientras Gus había sido pequeño, Mel se había contenido de expresar su disgusto con ella y Brian frente a los niños, de forma que no se habían visto involucrados en los enfrentamientos sucesivos que había habido con la familia. Cuando durante su separación, Mel había intentado obligarla a permanecer en Toronto, haciendo uso de los derechos de patria potestad de Gus que Brian le había cedido, Brian, una vez más, se había puesto de su lado y había contraatacado, reclamando la devolución de esos derechos. Mel tardó años en digerir una derrota en su propio campo, los tribunales. De hecho, si era sincera consigo misma, siempre dudó de que Mel hubiera sido capaz de aceptar esa derrota, a pesar de que Brian había sido muy generoso y no había abusado de su victoria. Pero siendo Mel como era, debía haber acumulado una buena dosis de resentimiento. A pesar de ello, los niños habían permanecido felizmente ignorantes de todo. Mel había conseguido contener sus comentarios despectivos respecto a Brian y ella nunca había dicho o hecho nada que pudiera socavar el cariño que Gus tenía por su otra madre.
Pero ahora, desde lo de los pollos, las cosas eran diferentes, porque Gus había estado directamente involucrado en ello y no había forma de mantenerlo al margen. Bueno, tal vez la hubiera habido si todos ellos no hubieran perdido los nervios en aquel momento…
De nada servía ahora lamentarse. Lo que estaba hecho, hecho estaba. Era el momento de ocuparse del problema presente.
-Mel ha dicho que si tu padre asiste a la cena de Nochebuena en casa de Deb, JR y ella no vendrán -soltó de sopetón.
Gus quedó en suspenso, completamente asombrado por esa declaración. Lindsay estaba preparada para escuchar protestas, quejas, soportar un berrinche o una ristra de ¿por qué?, pero quedó sorprendida ante la reacción de Gus.
-Es por mi culpa ¿verdad? Por lo de los pollos. - se respondió a sí mismo- Mel ya dijo que eso traería consecuencias.
-¡NO ES POR TU CULPA! - Lindsay, que hasta entonces estaba simplemente enfadada, sintió cómo la ira la invadía- Y no tiene nada que ver con los pollos. Eso fue solo circunstancial.
-Ya -murmuró Gus, entristecido- Seguro.
-Sí, -afirmó Lindsay, decidida- seguro. Seguro del todo.
-¿Y papá que ha dicho? -preguntó entonces Gus, para nada convencido de la afirmación de su madre.
-Tu padre dijo que no iría a la cena, pero Deb se ha enterado y no le permite faltar. Por eso Justin y yo vamos a Toronto, a ver si convencemos a Mel.
-Entiendo… sí, ya entiendo -murmuró Gus- Voy a mi cuarto, tengo cosas que hacer.
“Maldita sea”, pensó Lindsay que conocía muy bien a su hijo y notó cuan herido se sentía. “Tal vez debería intentar explicarle de nuevo que no es su culpa. Tal vez… ¡Mierda! La ha llamado Mel y no mamá Mel como hacía antes… ¿Desde cuándo pasa eso? ¿Desde lo de los pollos? ¿O empezó antes? ¿Y cómo no me había dado cuenta? ¿Por qué se lo he explicado todo? Debería haber dicho solo que iba a Toronto a convencer a Mel de que viniera y no decir nada sobre su chantaje a Brian. Pero hubiera preguntado el por qué ¡siempre está preguntado por qué! . Y yo…
El móvil sonó en ese momento deteniendo sus pensamientos.
-Lindsay, estoy llegando, no había vuelos comerciales y he alquilado la avioneta. Despegará tan pronto lleguemos al aeropuerto.
-Voy -respondió Lindsay cortando la comunicación y recogiendo el bolso, el abrigo y las llaves. Luego dirigió una mirada apenada hacia arriba, hacia el cuarto de Gus y sacudió la cabeza. Cuando volviese hablaría con su hijo. Creyó que ya se lo había explicado suficientemente en su momento. No creyó que todo aquel asunto de los pollos le hubiera afectado tanto.
Desde su ventana, Gus vio a su madre subir al coche de Justin. Normalmente hubiera bajado a saludarle y bromear un momento con él, pero hoy no se atrevió. Se sentía culpable. Su madre podía decir misa. Las cosas habían cambiado desde que tuvo aquella brillante idea…
-¡No! -se rebeló- ¡No fue una mala idea! Simplemente no salió como pensaba pero … Fue mi decisión ¡Tengo derecho a tomar mis propias decisiones! ¡Ya no soy un niño!
Era un adulto, como su padre, concluyó. Y su padre… su padre no se arrepentía. Su padre no se lamentaba. ¡Su padre buscaba soluciones!
Además, se sentía enfadado y traicionado por alguien en quien había depositado toda su confianza y que no le había advertido de lo que estaba pasando. Y eso no iba a quedar así.
Cogió decidido el móvil y marcó con rabia.
-¡Hola, Gus! -le saludaron alegremente, al otro lado de la línea.