Una lección importante
-¡Joder! ¡Es que no hay manera!
Justin arrojó furioso el periódico al suelo y Brian alzó la vista de su propio diario para mirarlo por encima del mostrador de la cocina, donde estaban sentados, desayunando.
-¡Déjame adivinar! -bromeó sonriente- Van a…
-¡No es una broma! -Justin se mostraba muy serio y Brian borró la sonrisa de su rostro.
-¿Qué pasa? -preguntó.
-¡Si leyeras la prensa local por la mañana, en vez de esos papelotes sobre economía, lo sabrías! -acusó Justin de mal humor.
-O sea que la culpa es mía -Brian suspiró exageradamente, poniendo una burlona expresión de resignación.
-¡No! No, perdona -Justin sacudió la cabeza- pero es que me irrita. Acabamos de conseguir que aprueben el matrimonio homosexual y… ¡joder! cada vez que damos un paso adelante en la igualdad de derechos pasa una cosa de estas y nos vuelvan a culpar y…
Brian había recogido el Pittsburgh Post-Gazzete lanzado por Justin y lo estaba leyendo. No necesitó demasiado esfuerzo para encontrar la noticia que había motivado el enfado de su compañero. El diario anunciaba en titulares la acusación de pederastia a varios sacerdotes de un colegio católico de Pittsburgh, con el subsiguiente artículo sobre la homosexualidad confesada por uno de ellos. Lo mezclaba todo ¡et violà! : Los homosexuales son un peligro para los niños.
-¡Les ha faltado tiempo para meternos a todos en el mismo saco! -se quejó Justin- ¿Qué tendrá que ver si son homos o heteros? ¡Son unos asquerosos y punto!
-¡Vaya! -Brian leía el artículo con mucho interés- ¡Al final han pillado al “hermano Joshua”! ¡Para lo que va a servir! Entre las demoras de los abogados, las presiones de la iglesia y la edad del puto cura, seguro que se muere de viejo antes de ingresar en prisión.
Justin se quedó en suspenso, boquiabierto, computando el comentario.
-¿Hermano Joshua? -preguntó asombrado al comprender- ¡Dios! ¡Tú fuiste a ese colegio! ¡Y dice que algunos de los acusados llevaban más de cuarenta años dando clases!
-Yo… -Brian cerró el periódico para mirarlo sonriente- tuve el honor de ser expulsado de ese colegio.
-¿Él te…? Quiero decir tú… quiero decir… ¿Te obligó a…?
-Deja de tartamudear sunshine. Y frena tu imaginación de artista. ¡Apuesto a que ya me estás visualizando entre un montón de niños llorosos amenazados por el cura!
-¿Y no es así? -preguntó Justin.
-No, bueno, no sé como será en otros casos -respondió Brian- pero en éste la cosa es mucho más… insidiosa.
-¡Explícamelo! -exigió Justin, pero Brian sorbió el resto de su café y se levantó.
-En otro momento, sunshine. Ya sabes que me esperan para una reunión movidita. Pero no te tortures ¿vale? Te aseguro que yo no fui una de las víctimas del hermano Joshua.
-Pero sabías lo que pasaba -Justin no lo iba a dejar así y lo siguió hasta la puerta.
-No, Justin, yo no sabía… a esas edades, ninguno de nosotros sabía… se tarda muchos años en comprender… ¡Mira! De verdad que me tengo que ir.
Mientras conducía camino de Kinnetic, Brian recordó su época de estudiante en ese colegio. Era difícil para Justin o para cualquier adulto comprender lo sucedido en toda su magnitud. Ante los ojos de un niño, el hermano Joshua era la máxima jerarquía. Como religioso, él decidía lo que estaba bien y lo que estaba mal. Como maestro, tenía la superioridad que otorga no sólo el conocimiento sino la delegación de los padres. Como adulto, la autoridad. Si había conflicto, la palabra del hermano Joshua prevalecería siempre. Y si incluso los padres lo aceptaban así ¿cómo iban a cuestionar sus actos unos niños de ocho años?
Recordaba el momento exacto en qué empezaron sus dudas. Hacía poco que había recibido la primera comunión y se esperaba de él que fuera a misa todos los domingos, para seguir comulgando, aunque él, desde luego, tenía otros planes para las mañanas de los festivos. Sus padres “no se encontraban bien” los domingos a primera hora y se levantaban casi a medio día. Su madre para ir a misa y su padre para ir al bar. Él aprovechaba para salir a primera hora y marcharse a jugar al parque con sus amigos. Regresaba a la hora de comer, porque no tenía otro remedio.
Joan había acallado su conciencia por levantarse tarde, convenciéndose a sí misma de que Brian asistía a la iglesia a primera hora, con los otros niños del colegio, y para asegurarse le preguntaba por el color de la casulla del cura. “Lila” había contestado ese domingo, y acertó. Siempre acertaba porque había encontrado un libro en la biblioteca del colegio que explicaba los colores que correspondían a cada fiesta, pero por la iglesia no aparecía. No le gustaban los curas. En realidad no le gustaba la religión en general y la gente religiosa en particular. Siempre estaban diciéndole a uno lo que tenía que hacer, pensar, decir, comer y desear y eso era algo que a él le molestaba cada vez más. En su interior se gestaba una rebeldía incipiente que aumentaba día tras día, según iba tomando conciencia de que lo que aquella gente consideraba obligatorio para los demás no se lo aplicaban a ellos mismos.
Por ejemplo, lo de que todos somos iguales a los ojos de Dios, estaba más que claro que algunos eran más iguales que otros. El hermano Joshua tenía a sus favoritos en clase, unos niños que no parecían saber qué hacer con los privilegios que ese favoritismo les concedía y oscilaban entre la satisfacción y la incomodidad por las atenciones recibidas. Unas atenciones que ninguno de sus compañeros de clase cuestionó en ningún momento, ni él tampoco, hasta aquel domingo.
“Lila”, había contestado a la pregunta de su madre. Era cuaresma y la casulla era lila. Su madre le había corregido “Se dice morada” y él se había encogido de hombros, lo que despertó una serie de reproches y el consiguiente “Castigado, esta tarde al colegio”. En realidad ya lo tenía previsto, cada domingo era igual. Su madre buscaba cualquier excusa para mandarlo fuera y poder beber a solas y a él no le molestaba ir al colegio a jugar al billar o a los dardos en la sala de juegos, o a hacer canastas en el patio, con los otros niños a los que sus padres se quitaban de encima el domingo por la tarde, para estar tranquilos.
Y ese domingo, como tantos otros, el hermano Joshua jugó con ellos un rato y se llevó a su favorito del momento para que le ayudara en la biblioteca donde él estaba consultando el color de la casulla del próximo domingo. El hermano Joshua estaba tras el escritorio del fondo y había sentado a Jimmy O’Connor sobre sus rodillas, como tantas otras veces, sin que él diera al asunto mayor importancia, hasta que la puerta se abrió dando paso a otro profesor que se quedó contemplando la escena con una expresión tan extraña que le hizo sentir completamente confundido. Y aunque el profesor no dijo nada y se limitó a salir cerrando la puerta tras él, la cara de susto del hermano Joshua le hizo plantearse, por primera vez, que tal vez aquello no estuviera bien. Pero ¿a quién consultarle? ¿y qué preguntar exactamente? ¿en quién confiar? Tenía ocho años y un montón de dudas.
Brian debería conocerme mejor, pensó Justin. ¿De verdad cree que voy a estarme sentado, quietecito, esperando a que me quiera explicar cómo fueron las cosas en el colegio?
Justin entró en el Dinner y Debbie le recibió con un alegre “Sunshine”, aunque algo más apagado de lo que acostumbraba. Deseó poderla animar diciéndole que no debía preocuparse por su trabajo, que Brian se estaba ocupando de comprar el Dinner, pero las negociaciones no iban por buen camino. El actual propietario era un mar de dudas y cambiaba de opinión cada dos por tres, así que mejor esperar a que fuese seguro.
-Hola Deb ¿qué hay de nuevo? -preguntó sentándose ante el mostrador.
-Eso tú -respondió Deb sonriendo socarrona mientras secaba un vaso- Brian ya me ha avisado que vendrías buscando información.
Justin se echó a reír. ¡Pues sí que le conocía! Brian había deducido que si Michael no estuviera de luna de miel se hubiera dirigido a él para conseguir información sobre el colegio, pero ahora mismo, Debbie era su única fuente posible.
-He leído la noticia… ¡Debería haber sucedido mucho antes! -aseguró enfadada.
-¿Michael…? -Justin se sintió incapaz de terminar la pregunta. Ni se le había ocurrido que Michael también podía haber sido una víctima.
-¡No! Michael no fue a ese colegio y solo se relacionó con los curas para la catequesis, por lo de la primera comunión, ya sabes... ¡Ni siquiera lo admitieron en el coro de la iglesia! Y yo no podía permitirme enviarlo al colegio católico.
-El artículo dice que ofrecían becas y ayudas y…?
-Sí, las ofrecían, y hubiera podido acogerme a las ayudas, pero… es complicado. Verás yo… ¡qué demonios! ¡ahora ya no importa! Yo mentí ¿sabes? Dije a todo el mundo que estaba casada y que a mi marido lo mataron en Vietnamm, pero en realidad era una madre soltera. Para conseguir las ayudas hubiera tenido que admitirlo…
-Porque las viudas y los huérfanos de veteranos reciben una pensión -asintió Justin comprendiendo.
-Exacto, por eso Michael fue al público… y allí fue donde conoció a Brian, cuando llegó expulsado de los curas a los trece o catorce años.
-O sea que no sabes si Brian… -Justin se detuvo indeciso, pero se obligó a continuar- sufrió abusos.
-No, no lo sé. Pero no lo creo aunque nunca le he preguntado directamente, como supongo que habrás hecho tú ¿Él que te ha dicho? -inquirió curiosa.
-Que no, pero…
-Entonces deberías creerle, sunshine, ya sabes que no miente.
“Capullo”
Brian echó una ojeada al mensaje de wattsapp y sonrió.
“Yo también te quiero” -tecleó en respuesta. Luego se puso serio, mientras tomaba una decisión, dirigiéndose a Cynthia.
-Dile a Ted que venga, por favor.
Cynthia asintió y salió del despacho con expresión severa.
La situación era muy desagradable. Llevaba tres horas repasando con Cynthia los contratos, acuerdos, plazos de entrega, autorizaciones y demás actividades realizadas por Kinnetic Inc durante los dos últimos meses, y tal y como temía, se habían cometido un montón de errores. Algunos, los más, eran pequeños descuidos, fáciles de resolver, que probablemente hubieran sido cometidos en cualquier circunstancia, pero unos cuantos eran auténticos “marrones” de difícil solución y que por suerte habían sido detectados antes de convertirse en pesadillas legales y llevarse por delante años de esfuerzo.
“Aún tendré que agradecer a Emmet que haya convertido Britin en un circo” -se dijo molesto.
-¿Qué pasa? -Ted se asomó a la puerta- Estoy cuadrando los…
-Ya lo harás luego, Ted. Ahora siéntate.
El tono de Brian era glacial, de puro controlado y Ted empezó a ponerse nervioso. Hacía mucho que Brian no lo usaba con él. Algo grave estaba sucediendo (le había bastado ver la seriedad de Cynthia al pedirle que la acompañase al despacho de Brian para darse cuenta). Y ahora, cuando Cinthya se sentó junto a Brian, los dos frente a él en la pequeña mesa de reuniones, supo que, fuera lo que fuera, él tenía la culpa.
Brian le pasó una carpeta abierta sin decir palabra, y él, automáticamente, empezó a leer. Enrojeció de pronto al comprender.
-¡Joder! -se disculpó- ¡No me di cuenta! ¡Enseguida me pongo a arreglarlo! Llamaré a…
Se quedó mudo y empezó a sudar cuando Brian, de nuevo sin decir una palabra, le quitó la carpeta de delante y en su lugar puso otra, también abierta…
-…
-¿Y bien…? -preguntó Brian duramente cuando comprendió que ya había llegado al punto problemático.
-Yo… -Ted miró avergonzado a su jefe (porque ahora era su jefe y no su amigo el que tenía enfrente, eso estaba claro), yo… lo arreglaré también. Hablaré con el departamento legal y…
-Tengo cinco carpetas más como estas, Ted. ¡Cinco! Y hablo sólo de las que tienen los problemas más complicados de resolver. Hay otras catorce con plazos incumplidos, contratos sin firmar, pagos sin realizar… y luego un montón con pifias ridículas propias de un aprendiz.
-Yo… -Ted calló, incapaz de encontrar algo que decir que le disculpara.
-No voy a preguntarte qué está pasando, Ted. Está claro que no tienes la cabeza en el trabajo sino preocupándote por tus asuntos personales.
-Sí -admitió Ted con cierto alivio, creyendo que eso le disculpaba- así es.
-No es excusa, Ted. ¡Y aunque lo fuera yo no acepto excusas! ¡Lo sabes! Las excusas son inútiles, no sirven para una mierda. Tienes una responsabilidad y no la estás cumpliendo. ¡No puedes traer tus problemas personales al trabajo!
-¡Eso es fácil de decir! Pero mi pareja… el futuro de Blake…
-¡Escucha, Ted! -Brian interrumpió implacable- Y escúchame atentamente. Kinnetic Inc tiene 557 empleados distribuidos entre las distintas empresas que forman el grupo, incluidos Cinthya, tú y yo. Y todos tenemos pareja con problemas o hijos con problemas o hipotecas que pagar o sueños sobre el futuro… ¡O todo a la vez! Y tu actitud puede arrasar con todo ello porque todos dependemos del éxito de la empresa. Y si Cinthya y yo no llegamos a darnos cuenta… si seguimos confiando en ti sin reservas… ¡Nos vamos a la mierda todos juntos!
-No puedes culparme por preocuparme de Blake -se defendió Ted, débilmente.
-¡Claro que no! -respondió Brian- Te culpo por no hacer bien tu trabajo.
-¿Vas a… echarme? ¿Quieres mi dimisión? -preguntó un Ted totalmente devastado aunando sus fuerzas para hacer la pregunta- ¿Quieres que deje de ser socio de Kinnetic?
-Eso depende -dijo Brian recostándose en su sillón.
Ted, el amigo, confiaba en un no, mientras que Theodore Schmith, el contable, daba por seguro un sí. La respuesta de Brian lo descolocó totalmente.
-Dep.. ¿depende? -repitió.
-Vete a casa, Ted -Brian endureció el tono- Vete a casa y no vuelvas hasta que tengas decidido lo que vas a hacer.
-No… entiendo -Ted se sujetaba al borde de la mesa, como si temiera caer a pesar de estar sentado- ¿Decidir sobre qué?
-¡Pues es bien fácil, Ted! -Cinthya estalló- Decidir si ahora que Blake ha renunciado a su empleo y no hay vuelta atrás, te las vas a apañar para que se sienta culpable porque tú pierdas también el tuyo. ¿Qué pasa, Ted? ¿Como tú te sientes culpable buscas el desquite?
-¡No! -gritó Ted, levantándose- No tienes derecho a hablarme así.
- No tendría derecho si hubieses dejado tus problemas personales en casa, pero estoy sufriendo las consecuencias de que los hayas traído al despacho, así que…
-Cinthya, por favor -Brian intervino cortando la discusión- luego volvió la mirada a Ted- Cinthya tiene razón, Ted y tú lo sabes. Tienes que decidir si quieres seguir formando parte de Kinnetic o no. No puedes estar aquí con sólo medio cerebro ocupado en la empresa. Necesitamos a un director financiero, no a un becario.
-Ted -Cinthya suavizó el tono de voz- Estás demasiado estresado. La mayoría de los errores han sido en estos últimos días así que tal vez deberías…
“¡Dios! -Ted se cubrió los ojos con las manos balanceándose ligeramente en la silla- ¿Cómo no me he dado cuenta? Si me hundo ahora Blake creerá que es culpa suya por haberme explicado lo que pasaba y la próxima vez que tenga un problema…”
-Vete a casa, Ted -repitió Brian- Cinthya y yo nos pondremos ahora mismo a solucionar lo que podamos y…
Ted se levantó como en trance y ya estaba a punto de salir cuando se volvió alzando la cabeza, decidido.
-¡No! Solo faltaría que después de liarla os dejara solos para resolver mis errores.
-Si te quedas será con todas las consecuencias, dedicando el tiempo que haga falta y poniendo los cinco sentidos en lo que haces -Cinthya habló con dureza, le dolía lo que estaba diciendo, pero era una cuestión de supervivencia- Si no crees poder hacerlo mejor tómate un descanso.
-¡Lo haré! -Ted respondió con una seguridad que no sentía. Sabía que quería hacerlo pero ¿podría?- Me quedo hasta arreglarlo y luego decidís vosotros si… aún me queréis como socio.
El olor a café penetró en su cerebro aún dormido. Giró para encontrar el otro lado de la cama vacío y eso le llevó a abrir los ojos. Casi inmediatamente, Justin apareció con la bandeja del desayuno.
-Hmmm desayuno en la cama -murmuró somnoliento- ¿Qué celebramos?
-¿Qué anoche consiguieras meterte en la cama sin despertarme? -bromeó Justin sentándose en el borde de la cama y cogiendo una de las tostadas- ¡Nahhhh!
-¿Te desperté? -Brian sorbió un trago de café, estaba delicioso, y la tostada también. Tal vez tuviera algo que ver que no había cenado y apenas comido el día anterior.
-Pues sí -sonrió Justin.
-Lo siento, no me dí cuenta -se disculpó Brian.
-¡Pues claro que no! Soy muy buen actor yo. Fingí dormir ¿sabes?
-¿Por qué? -se extrañó Brian.
-Porque si hubiera estado despierto a las tres y media de la madrugada, me hubiera sentido obligado a pedirte explicaciones por la hora y te quiero demasiado para hacerte eso sabiendo lo agotado que ibas a estar cuando volvieras a casa.
-¡Vaya, que amable te has vuelto! Aunque no acabo de entender tu razonamiento, pero sí, en otros tiempos me hubieras amenazado con cortarme los huevos por llegar después de las tres.
-He madurado -aseguró Justin encogiéndose de hombros con suficiencia y Brian se echó a reír.
-No estoy seguro de si me gusta eso -confesó.
Justin se puso boca abajo sobre la cama con las manos bajo la barbilla y sonrió con expresión traviesa.
-Pero ahora que ya has descansado, vas a explicármelo todo, todo, todo.
-¡Ya me parecía a mí! -Brian puso a un lado la bandeja con los restos del desayuno para levantarse -¿Ni siquiera vas a esperar a que me duche?
-No hay problema, puedes hablar y ducharte al mismo tiempo -propuso Justin.
-Tengo que volver al despacho y esperaba hacer otras cosas en la ducha en vez de hablar.
Justin puso cara de estarlo valorando, luego cogió la bandeja, la dejó en la cocina y se dirigió a la ducha.
-¡Vamos campeón! -retó mientras se sacaba la camiseta por la cabeza- ¡Demuéstrame lo dotado que estás para la multitarea!
Mientras se vestía, Brian pensó en lo bien que se había tomado Justin el problema con Ted. Realmente había madurado. Años atrás, apenas hubiera comenzado a hablar, Justin hubiera saltado diciendo que la amistad estaba por encima de todo, negocio, trabajo, lo que fuera y se hubiera negado a atender a razones. Ahora, en cambio, le había escuchado con toda calma hasta el final y no le había montado una escandalera cuando le dijo que había dejado en suspenso la decisión final sobre Ted, dependiendo de su actitud en los próximos días. El resto de las explicaciones tendrían que esperar porque justo entonces había acabado con su cuota de multitarea y empezado a emplear los cinco sentidos en el cuerpo desnudo, mojado y muy caliente que tenía entre manos.
Pero no se hacía ilusiones. Justin no cejaría hasta enterarse de todo lo sucedido en el colegio con el hermano Joshua. Aunque ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo? El hermano Joshua… ¡que suerte haberse librado de él! murmuró evocando la última vez que lo vio, en su despacho…
"-Joan, le aseguró que hemos hecho todo lo posible, pero Brian no muestra el más mínimo indicio de arrepentimiento, ni el más ligero intento de integrarse. Y no vemos otra solución.
-Pero, por favor, no entiendo… ¿integrarse? ¡Si ha estado siempre en este colegio! sólo dígame que ha hecho ahora y le aseguro que no volverá a repetirlo.
Joan se mostraba suplicante. Pensar que podían expulsar a su hijo del colegio católico era más de lo que su alma de beata podía soportar. ¡Que vergüenza, por Dios!
-No se trata de lo que ha hecho ahora… es su actitud en general. Se niega a obedecer. Trata sin ningún respeto a los profesores. ¡Es un ejemplo terrible para los otros alumnos!
-¡Pero el curso acaba de comenzar! Seguro que en poco tiempo vuelve a comportarse correctamente. Siempre se descentra un poco después de las vacaciones, está como… como… descentrado…
¿Descentrado? -pensó Brian furioso- ¿Y cómo cojones voy a estar? Todas las vacaciones metido en casa soportando a mis padres, viéndoles pelear, oyendo insultos, recibiendo golpes… ¡Odio las vacaciones! ¡Odio las fiestas!
-… Nuestro Señor Jesucristo nos dice que pongamos la otra mejilla, y perdonemos y eso es lo que hemos hecho hasta ahora, pero no se trata solo de nosotros. Esto es un colegio y tenemos una responsabilidad para con los otros alumnos. No podemos permitir que una manzana podrida estropee todo el cesto por mucho que deseemos ayudar y perdonar a Brian. Le aseguro que lo hemos intentado, pero él siempre rechaza todo el amor que le ofrecemos…
¡Amor! Brian se echó a reír irónicamente, algo curioso de ver en un chico de su edad. El resultado fue una bofetada de su madre que le giró la cara.
-¿Es que no tienes respeto? -le gritó.
Brian la miró desafiante. Había conseguido, incluso, evitar llevarse la mano a la cara para aliviar el escozor del golpe. Luego dirigió la misma mirada desafiante al hermano Joshua, que apartó la vista. No soportaba a Brian. Cuando le miraba sentía como si lo supiera todo sobre él. Tenía que quitárselo de encima.
-Lo siento mucho, Joan, la decisión ya está tomada.
El regreso a casa fue silencioso. Su madre avanzaba a toda prisa, erguida, fiel a la consigna de no dar nunca motivos de crítica en público y Brian deseó tener valor para montar un espectáculo que la avergonzara por los siglos de los siglos delante de toda la vecindad. Pero no se atrevió.
-¡Con todo lo que ha hecho el hermano Joshua por ti! -se lamentó su madre nada más cerrar la puerta de casa- ¡Qué van a pensar los vecinos! ¡Que vergüenza, por Dios, qué vergüenza! ¡Y la familia! ¡Como si no tuviéramos suficiente problema con organizar la boda de tu hermana, ahora tenemos que buscarte colegio. ¡Ya verás cuando se entere tu padre!
¡Su padre! ¡Lo que faltaba! Brian preveía un futuro inmediato lleno de gritos y castigos. Algún día se iría de esa casa, de ese vecindario, de esa ciudad. Se iría lejos y no volvería nunca, nunca, nunca.
-¡Has echado a perder tu futuro! -continuó Joan, furiosa- El hermano Joshua dijo que eras muy inteligente pero ¿De qué te va a servir? ¡¡Ya no podrás entrar en el seminario!! ¿¿Por qué me miras así?? ¡Con lo que yo he sufrido por ti! Tu padre quería que abortara ¿sabes? Cuando supo que estaba embarazada de ti me invitó a un restaurante caro y allí mismo me lo pidió, pero yo me negué. Me negué a cometer un pecado tan horrible. ¿Y es así como me lo agradeces? ¿Dónde vas? ¡Vuelve! ¡Vuelve ahora mismo! ¡Cuando venga tu padre te vas a enterar! ¡¡Brian!!! ¿Me oyes? ¡Te vas a enterar!"
-Te acompaño al trabajo -anunció Justin.
-¿Por qué? -preguntó Brian sorprendido.
-Echaré una mirada por el departamento artístico a ver en qué están trabajando ahora y a lo mejor puedo echar una mano. Y… de paso…, veré como están los ánimos.
-¿Temes que Ted haya sufrido alguna agresión por mi parte? -se burló Brian- Tranquilo sunshine, no le he causado heridas visible.
-Nahhh, tú estás bastante calmado, pero Cinthya… a lo mejor… -Justin alzó las cejas con sorna- Y así, de paso, me aseguró de que hoy comas algo.
-Cada vez suenas más como Debbie.
-¡Y yo que creía que sonaba como una madre! -bromeó Justin.
-¿Qué acabo de decir? -preguntó Brian riendo.
-También puedes aprovechar que estoy allí para explicarme sobre tu colegio -sugirió Justin intentando fingir indiferencia y ganándose una mirada de reojo.
-Vale -aceptó Brian- me rindo ¿qué quieres saber?
-…¿Cómo era? El hermano Joshua ¿cómo era?
-Era un profesor enrollado, simpático, encantador, un auténtico colega para sus alumnos, los niños le adoraban -respondió Brian mirando de reojo la sorpresa en el rostro de Justin. -¿Qué esperabas? ¿Un oficial nazi ordenando a los niños dirigirse al cuarto de la limpieza para satisfacer sus bajos instintos? ¡Eso no hubiera aguantado cuarenta años!
-¿Tú también le adorabas? -.preguntó Justin.
-No… creo que no… puede que al principio me dejara deslumbrar pero… no. Y es curioso porque tenía muy buena mano con los niños -respondió Brian con segundas.
-¡¡Brian!! -se escandalizó Justin.
-Todo el mundo estaba de acuerdo en eso, Justin. Debes comprender que ninguno de nosotros tenía dudas sobre lo que hacía. Era el hermano Joshua, todo el mundo lo alababa por tanto no podía hacer nada malo. Los niños a los que escogía, sus… favoritos… tenían un lío de sentimientos que no se lo deseo a nadie. Por una parte, tal vez no les gustase lo que les hacía, pero ¡eran los elegidos! Incluso sentían celos cuando traspasaba sus atenciones de unos a otros. ¡Deberías haber visto sus caras cuando el hermano Joshua los sustituía según iban creciendo!
-No puedo entenderlo -murmuró Justin.
-No hay nada que entender, sunshine. Simplemente recibieron su primera lección importante sobre la vida. Quién más debería cuidarte, aquel en el que más confías, es el que te puede hacer la mayor traición. La más dolorosa. Una lección que aprendieron en el colegio de la mano del hermano Joshua.
-¡Así que fue allí donde lo aprendiste! -murmuró Justin- Donde te enseñaron a desconfiar de todo el mundo...
-¡No! ¡Que va! Yo ya venía enseñado de casa.