Apr 14, 2007 11:03
EJERCICIO 1: UNA EXPERIENCIA MIA
Por Jinfae Jeng, el 7 de abril
Cuando tenía siete años, mi familia y yo vivíamos en una ciudad que se llama “La Ciudad de Diez Mil Budas.” Era una comunidad, en mi memoria, grandísima y mística (siempre me recuerda en niebla densa circundante los altos pinos de la selva). La ciudad fue completamente amurallada: incluyó entre los limites un comedor largo (me tomaba casi dos minutos y media a atravesar desde los puertas dobles del atrás a la gran pintura del Buda en la delantera con los piernas cortos, aunque eran fuertes) en que todos los miembros de la comunidad comían a la misma vez (y en que las mujeres se turnaban preparando la comida), incluyó una biblioteca grande y llena de bastantes libros religiosos e algunos no religiosos, escribido en china, tibetano, ingles, e otros lenguajes que no reconocía en este edad-era sola una pequeñita geniosa. Incluyó la ciudad también dos escuelas: una para los muchachos, otra para las hembras, porque los dos sexos eran siempre separados-había dos pasos a todos los lugares.
Katina fue mi amiga mejor del mundo. Ella no era China, sino Tai, y a mi este parecía muy curioso. Nosotros dábamos en bicicleta a la Inculcando Bondad y Desarrollando Virtud Escuela Primaria Para las Muchachas todos los días, y compartíamos la misma maestra, Sra. Rebecca Lee, gringa que, cuando se ponía a sentar en el suelo en el estilo indio, siempre nos dejaba ver sus bragas.
Un día, Katina me dio unas noticias espantosas. Me dijo que va a hacerse una monja. Ella va a afeitar el pelo y dejar todo su efectos personales la próxima vez que la ciudad tendría la ceremonia en que los ciudadanos normales “salen de casa” para ser empleados de la religión. Conmocionada, me callaba por algunos días. Vivía en una comunidad budista-no era confundida la definición o los motivos de una monja: era desconcertada porque todos los monjes que conocía era ancianos y algunos eran amable, pero ninguno eran mi amiga mejor. Casi una semana después, anuncié a mi mama que yo también va a volverse en monja. Ella no me tomó en serio, pero hasta hoy en día, imagino que diferente me vida sería, si me había afeitado el pelo, tirado la ropa y si me había librado de los posesiones materiales para simplificar mi vida y limpiar mi mente.