Todo era paz antes de que el teléfono sonara.
-¡Doitsu, Doitsu, quise probar un hot dog y cómo sabía mal América me secuestró!-
Aquella situación se repetía constantemente. Colgó y se dedicó a seguir con su trabajo. Ya lo regresarían. Porque nadie podía soportar al Italiano. Sólo él tenía los nervios para quererlo tal cual era.
Tocaron a la puerta y, literalmente, corrió a abrir. Allí, atado y amordazado, se hallaba su querido Italia.
-Bienvenido-
Lo tomó en brazos y lo cargó hasta su cuarto. Con manos ágiles lo liberó de las cuerdas. Le besó la frente y se marchó.